miércoles, 31 de diciembre de 2008

Convocatoria: Certamen de cortos de Scifiworld

Nos hacemos eco de la siguiente nota:

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El Certámen Internacional Scifiworld de Cortometrajes de Género Fantástico, que cuenta con la colaboración de Eset Nod32 ya tiene nombre y póster.

SHOTS es el nombre elegido para encabezar el cartel, ilustrado por Javier Trujillo, que muestra a Johnny Putrido preparado para realizar su cortometraje.


Los premios de SHOTS son:
- Premio al Mejor cortometraje que será otorgado por el jurado seleccionado para tal efecto y recibirá un trofeo y la cantidad de 1.000 euros.
- Premio al Mejor guión que será otorgado por el jurado seleccionado para tal efecto y recibirá un trofeo y la cantidad de 600 euros.
- Premio Scifiworld.es que será otorgado por los usuarios del portal Scifiworld.es y recibirá un trofeo y la cantidad de 400 euros.


En enero se darán a conocer los miembros que compondrán el jurado del Certámen.

Recuerda que puedes enviarnos tu cortometraje hasta el 15 de Febrero de 2009. Puedes consultar las bases en http://scifiworld.es/noticias.php?id_noticia=3141

SHOTS ya está en marcha. ¿A que esperas para participar?
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Para más información:

SCIFIWORLD
www.scifiworld.es
cortos@scifiworld.es

sábado, 27 de diciembre de 2008

Reseña: El tejido de la espada

El tejido de la espada.

J. M. Pallarés.

Reseña de: Santiago Gª Soláns.

Minotauro. Barcelona, 2008. 701 páginas.

Leer una fantasía inteligente, bien escrita y con una trama coherente e interesante siempre es una gozada. Leer El tejido de la espada es un placer de ese tipo, acrecentado por el hecho de que el autor es un paisano y se le nota su apego a la tierra de sus ancestros. Es esta una obra que rezuma amor por las palabras y por las historias bien contadas. Y es un amor que se contagia.

Dividida en tres partes, la novela se mueve en muy diferentes registros según la situación lo requiera, aunque el dilatado proceso de escritura (comenzada en 1980, acabada en 2007) hace que se note quizá en exceso el cambio producido en las ideas y el desarrollo de la trama desde sus inicios a los derroteros que sigue una vez retomada años después. Así, en la primera parte, con un comienzo frenético, que sumerge al lector directamente en la acción, en una cazaría de monstruos, aparecen algunos personajes que aparentemente van a gozar de un gran protagonismo, pero que posteriormente, como si no calzasen en la nueva dirección que ha tomada la acción, desaparecen sin más. Llama la atención de igual manera, como la enorme importancia que el destino parece guardar a las espadas Acíbar y Nictálope, queda después diluido en otros derroteros que se ajustan más al título del libro. Al igual que resalta como la narración quizá más típica del género del grupo de aventureros de esta primera parte se convierte a partir de la segunda en algo mucho más elaborado y ambicioso.

De todas maneras, la narración es tan fluida, todos los detalles y revelaciones de encuentran tan bien encajados, tan bien introducidos, que en ningún momento la historia se resiente, sino que se experimenta como un crecimiento, como una ampliación de horizontes para poder ofrecer algo más grande que lo que en principio parecía tener en mente Pallarés, y eso que sale ganando el lector, con una obra profundamente enriquecida e interesante. Quizá se eche en falta la vuelta de algún personaje que se antojaba muy atractivo en principio, pero los que se van sumando al elenco no desmerecen a los iniciales y pronto el lector se deja llevar por la acción, plenamente inmerso en la lectura hasta el punto de que es difícil soltar el libro. Es, de alguna forma, adictiva.

Uno de los principales aciertos de la novela, al menos para mí, es el escenario en que se desarrolla. Pallarés ha creado (o recreado) en la Baylía de Brumalia un trasunto de la Baylía de Cantavieja, tierra de los recuerdos de su infancia y juventud teñidos sin duda por el amor y la felicidad añorados. Pero el autor va mucho más allá y puebla de gentes y personajes fascinantes unos lugares que por momentos parecen míticos, entretejiendo hábilmente realidad y fantasía, introduciendo al lector en un mundo aparentemente paralelo o superpuesto a nuestro medievo, con reminiscencias a tiempos anteriores como la aparición de la legendaria Legión Perdida, donde existen hombres y mujeres lobo, los árboles caminan (aunque los roblones de Pallarés nada tienen que ver con los ents tolkienianos) y en el arte de la forja de las espadas se pueden introducir en estas armas poderosos hechizos protectores o terribles maldiciones.

El autor, buen conocedor del folklore y los cuentos tradicionales, así como experto en la Edad Media, escribe una historia que bebe, o se embebe, de las historias orales, de los juglares, de los relatos contados a la luz de una hoguera, de la épica poética… Y ofrece al lector una historia que mezcla tragedia y triunfo, enfrentamientos fraticidas, intrigas, conspiraciones y traiciones, seres fantásticos nada “tópicos” (roblones, licaones, lobisones, márgolas…), amores que se antojan imposibles, ambiciones desmesuradas, la búsqueda de la libertad, emocionantes luchas individuales y colectivas, y grandes personajes, haciendo especial énfasis en alguno de los femeninos, pues La Baylía es un mundo dominado por las dos matrías de brujas, poseedoras de poderes mágicos que exigen de ellas grandes sacrificios, aunque siempre existan modos de burlar el precio…

El tejido de la espada es la historia de Germán Heredia, del destino aciago que su madre, la bruja Liduvina, ha puesto sobre él como forma de alcanzar sus egoístas objetivos, de cómo luchará por librarse de las invisibles ataduras que le abocan a convertirse en algo que no desea; y es la historia de sus hermanos, a cual más dispar y peligroso a su manera; del ascenso de las Hermanas del Dolor, las brujas que han de sustituir en el orden natural de las cosas a la matría de Liduvina, las Señoras de la Niebla, para mantener el equilibrio del poder en un mundo cambiante, y de cómo la madre de Germán se resisitirá a dicho cambio; de la supervivencia del País del Olivo, donde viven los descendientes de aquel ejército romano perdido en una sociedad que trata de recrear de alguna forma los recordados usos de Roma; de cómo todos ellos se encuentran amenazados por los devas, los seres mágicos que gobiernan disciplentemente desde La Quinta

Es esta una historia enorme, pero que se hace corta y de cuyas 700 páginas no sobra ni una, que se lee con auténtica fruición, casi con avidez. Destaca por su excelente escritura, por el dominio del lenguaje, de las palabras (se agradece el glosario final) del que hace gala Pallarés; por el amor que se palpa en la creación de cada personaje y en el cuidado con el que está retratado el paisaje, que adquiere casi la importancia de un protagonista más. Y sin embargo, todo ello carecería de importancia si no hubiese una buena historia detrás, y aquí no es que sea buena, es que es excelente. Con unos diálogos estupendos donde se masca la tensión del relato, los enfrentamientos y encuentros, con el tono justo, preciso, que se deslizan con armonía en el conjunto de la narración; con los debidos momentos de relajación entre la acción; con las debidas dosis de romance (pero un romance diferente, tenso, pleno de enfrentamiento, de lucha); con aventura por doquier y con una estupenda batalla final para decidir el destino que, después de todo, tal vez no se encuentre escrito en piedra.

Leer El tejido de la espada es, en definitiva, una gozada de esas que se dan muy pocas veces a lo largo del año (o de varios años). Muy recomendable. Lástima que el autor haya comentado en alguna entrevista que no tiene previsto escribir una continuación, al menos en un futuro cercano o medio, a pesar de que el final no solo lo permitiría sino que casi lo promete. Es este uno de esos libros que no quieres que termine, que estás deseando que no llegue el momento de pasar la última página a la vez que deseas alcanzar ya el desenlace, conocer el final… Después de todo, tal vez sea mejor que Pallarés no escriba una continuación, dejar al lector con el buen sabor de boca y con el recuerdo de los buenos ratos de lectura que sin duda El tejido de la espada produce. Me atreveré a decirlo una vez más: muy recomendable.


sábado, 20 de diciembre de 2008

Reseña: Nudo de sangre

Nudo de sangre

Agustín Sánchez Vidal

Reseña de: Amandil

Espasa Calpe-Círculo de lectores, Barcelona, 2008. 555 páginas.

Aunque han pasado ya varios días desde que terminé la lectura de Nudo de Sangre aún no tengo del todo claro si, en general, considero la novela una buena o una mala lectura. Mi duda surge del hecho de que hay dos niveles distintos dentro de la misma que causan en un mi efectos completamente contrarios. Por un lado la trama es francamente mala, lineal, predecible y llena de personajes planos y llenos de tópicos. En cambio, por otra parte, es una buena obra de divulgación histórica y se nota que el autor se ha documentado profusamente y con buena gana.

Así que ese es mi dilema. A ver si desarrollando un poquito más esta reseña llego a un veredicto sobre la marcha. Vamos a ello.

Nudo de sangre cuenta la historia de un ingeniero militar español, Sebastián de Fonseca, a mediados del siglo XVIII. Por una serie de circunstancias pasadas, su familia, pese a ser de rancio abolengo ha caído en desgracia y ahora apenas son una sombra de lo que llegaron a ser en el pasado. Además su relación con la Orden Jesuita, recién expulsada del reino por orden de Carlos III, les ha puesto de nuevo en la picota y Sebastián se las ve y se las desea para prosperar en su carrera militar. Como no podía ser de otro modo su familia tiene un enemigo acérrimo, el marqués de Montilla, que se las tiene jurada y que ejercerá por toda la novela de malo típico cuyo único papel en la trama es molestar, incordiar y amagar con matar al protagonista.

La cuestión es que por un azar del destino Sebastián se ve involucrado en una serie de asesinatos relacionados con un misterio que ha de permanecer oculto y que, ¡oh sorpresa!, acaba pillándole de lleno a él y a su familia. El misterio parece estar relacionado con la conquista española del Perú y con la llegada de un misterioso barco de color negro a las costas de Cadiz a mediados del siglo XVI. Lo que trajo esa nave, una mujer, es el centro de la trama, ya que ella portaba consigo un "quipu" que resulta ser un mapa que lleva directo hasta el tesoro de los Incas, oculto en la ciudad perdida de Vilcabamba. La familia de los Fonseca estuvo relacionada con esa mujer y ha ido heredando desde entonces un crónica escrita por Diego de Acuña, un caballero que ejerció de traductor rn tiempos de la Conquista y que vivió de cerca la epopeya de los hermanos Pizarro y la desaparición del imperio Inca. En ese relato, que llega a convertirse en una novela dentro de la novela, se dan las pistas que han de seguirse para encontrar la ciudad misteriosa.

Tras percatarse Sebastian del peligro que corre y comenzar a descubrir, con ayuda de su tío, que su familia está relacionada con todo el asunto de los incas, opta por viajar hasta Perú para detener los asesinatos, desvelar el misterio y llegar hasta el tesoro. Para ello se embarca rumbo a las Américas como polizón y sufre una serie de infortunios y aventurillas que terminan poniéndole en contacto con Umina, una mestiza inco-española que resulta ser la última descendiente de la familia real Inca y que ha viajado hasta España para hacer prevalecer sus derechos al trono y denunciar los abusos que los criollos (blancos nacidos en América) cometen contra la población nativa.

Umina, exoticamente hermosa, se alia con Sebastián para desvelar el misterio del quipo y de la crónica de Diego de Acuña al tiempo que se enfrentan al malvado marques de Montilla y a un nuevo enemigo, socio de aquél, el todavía más pérfido Alonso Carvajal y Acuña, quien pretende destruir a Umina y a su familia al tiempo que se hace con el tesoro, explota a los indígenas y quema y destruye todo a su paso. Y, encima, en el pasado, se intentó casar con la mestiza para hacerse con sus tierras y reclamar para sí cualquier derecho sucesorio que pudiese aportarle más beneficios si cabe.

Ya en tierras americanas Sebastián, Umina y el guardaespaldas de esta, Qaytu (convenientemente torturado en el pasado por Alonso Carvajal) comienzan el penoso viaje de Lima a Cuzco y de allí a Vilcabamba, descubriendo por el camino nuevas pistas y aliados que les permitirán llegar hasta el último bastión de los incas dónde deberán hacer frente al terrible destino que les aguarda.

Como he dicho anteriormente esta novela de aventurillas es forzosamente lineal por el estilo que el autor, Agustín Sánchez Vidal, ha utilizado. Los pretendidos destellos del pasado, condensados en las lecturas a ratos de la citada crónica, no generan nuevos misterios ni dan más trasfondo a los sucesos que les van pasando a los protagonistas. Son paréntesis explicativos que aportan historia pero nada más, revelan datos necesarios y ya. En cambio, dónde deberían surgir buebos giros en la trama o trasfondos evocadores y emocionantes, en la aventura de Sebastián y Umina, acudimos a una sucesión completamenente predecible y sencilla (la narración, por momentos, parece de tebeo, con descripciones tan sencillas que más parecen esbozos que otra cosa) de acontecimientos encadenados sin mucho arte y estilo. De A a B y de ahí a C, sin emoción más allá de cruzar un puente de cuerdas, una inspección y lo mal que se pasa cruzando la cordillera de los Andes.

A este estilo más bien "humilde" hay que sumar (o restar) unos personajes planos, vacíos y llenos de tópicos que no consiguen ser creíbles y se convierten en vehículos de diálogos de serie de televisión española actual con frases y giros sacados de algún diccionario de autoridades para aportar un cierto aire del siglo de Oro. Sebastian, Umina y Qaytu son, cada uno a su modo, una representación arquetípica del "héroe sencillo que descubre que, en realidad, es un gran señor de antaño", la "princesa guapa, lista, valiente, sensual y mujer de hoy" y el musculoso "con gran corazón, victima de abusos terribles y leal con sus amigos hasta más allá de lo creíble". De los malos mejor ni hablar, son malos de manual infantil: malvados, sanguinarios y crueles. Al lector no le queda ninguna duda de que se merecen cualquier sufrimiento y adversidad que les suceda. No hay sitio en ellos para la ambigüedad ni la duda.

Así que tenemos una trama lineal, con unos personajes simples y llenos de tópicos en una historieta que no aporta nada nuevo al género de la novela histórica con misterio ancestral. En este aspecto el libro es muy flojo.

En cambio no podemos decir lo mismo de la ingente labor de documentación que Sánchez Vidal ha desplegado durante varios años para dotar de un trasfondo lo más exacto posible a su relato. Desde el primer capítulo se percibe claramente que el autor ha pretendido mostrar la época, sus usos, costumbres y modos de hablar del modo más exacto posible. Del mismo modo en todo lo referente a la cultura Inca se agradece el esfuerzo explicativo y, hasta cierto punto, divulgador que el narrador vuelca con gran claridad en el libro. Teniendo en cuenta que el misterio de los quipus (sistema de nudos utilizado por los incas como sistema de escritura) es del todo desconocido para el lector medio (y me atrevo a decir que también para el avanzado), hay que reconocer que al terminar el libro se ha adquirido una más que satisfactoria explicación sobre el modo en que aquella cultura precolombina solucionó el problema de la comunicación escrita. Sorprende, asimismo, el cariño que se nota en todo el relato a la hora de abordar lo relacionado con el mundo pre-hispánico y de la zona del Perú sin emitir juicios contra unos u otros más allá de los que son un eco del discurso del padre dominico Bartolomé de las Casas.

Nudo de Sangre, por lo tanto, es una obra divulgativa sobre los incas que utiliza una historia sencilla y, a ratos, mediocre para justificar una serie de lecciones magistrales sobre navegación, historia pre-colombina y cultura del siglo XVIII hispánico, muy en la línea de otro autor español como es José Luis Corral (por cierto ambos autores son profesores en la misma Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Zaragoza ¿coincidencia?).

martes, 16 de diciembre de 2008

Reseña: La ciudad de las llamas

La ciudad de las llamas.

Larry Niven y Jerry Pournelle.

Reseña de: Santiago Gª Soláns.

La Factoría de Ideas. Col. Solaris ficción # 110. Madrid, 2008. Título original: The Burning City. Traducción: Inmaculada Pérez Burgos. 478 páginas.

Lo menos malo que puedo decir de La ciudad de las llamas es que me ha producido una decepción total. Y como aviso para aquellos seguidores de la ciencia ficción que no gustan de la fantasía, decir que esta novela pertenece efectivamente a este último género a pesar de la colección en que ha sido publicada, quizá para aprovechar el tirón del “nombre” de sus autores y su habitual cultivo de la SF. De la pareja Niven / Pournelle el lector espera ideas atractivas, cierta especulación científica, algo de conservadurismo político y mucha aventura. ¿Pero qué se encuentra aquí?: una aventurilla con una forma de narrar deslavazada, inconexa y atropellada, absurda por momentos y muy poco consistente. Una forma de narrar, por otra parte, que deja muchas dudas sobre la calidad de la traducción, toda vez que otros libros de este tándem no caen en semejantes despropósitos (aunque también puede ser cosa de la edad, quién sabe).

La cosa no empieza mal, situando la acción en un tiempo indeterminado en una ciudad aislada del resto del mundo por tierra, con cierto comercio marítimo lastrado por las especiales peculiaridades del lugar y donde la magia existe, pero se encuentra en franco retroceso al borde de la desaparición. Cual intento de ucronía o de dotar no se sabe muy bien por qué de un trasfondo histórico – geográfico a la historia se llega a citar el hundimiento de la Atlántida o el contacto con civilizaciones precolombinas; detalle que más que crear credibilidad en la mente del lector tan solo consigue, como explicaré más tarde, aumentar la sensación de absurdo de todo lo que se está narrando.

La ciudad de las llamas es, básicamente, la historia del crecimiento de niño a hombre de Whandall Placehold y su rebelión contra el destino inmutable que la vida le ha deparado. En Tep, un lugar donde no se puede hacer fuego en el interior de las casas salvo cuando Yangin-Atep deja caer sobre la ciudad su maldición destructiva, todo está escrito y nada cambia. Todo es cíclico. Todo el mundo conoce su lugar en la sociedad y sabe que nada puede hacerse para modificarlo. Y los periodos en que las llamas se apoderan de algunos de los habitantes del lugar, dejando un reguero de frenética destrucción a su paso, no sirven como un proceso de “limpieza” y resurgimiento, sino de paulatina caída en la decadencia a la que nadie parece dispuesto a poner remedio.

En esa sociedad rígidamente estructurada (casi fracturada) entre los Señores (que viven apartados), los kinlesanos (los trabajadores) y los lordkianos (los zánganos que se aprovechan de los anteriores) no hay espacio para cambios de estatus. Y cada vez que alguien intenta salirse de su papel, evadirse de la ciudad, los avatares de la vida terminan por devolverlo derrotado a Tep para ocupar una vez más su lugar. Whandall, creciendo indolentemente en su condición de lordkiano, viviendo de la caridad de los Señores (aunque para los mantenidos tan solo se trate de sus derechos), abusando de los kinlesanos y enfrentándose en absurdos combates territoriales con otros lordkianos, se sentirá profundamente insatisfecho e intentará por todos los medios ser más de lo que el destino le depara (más que nada porque no le queda otro remedio).

El problema es que todo en el libro es algo absurdo. La sociedad que Niven y Pournelle nos presentan es inviable en la forma en que se describe. Los personajes están mal dibujados (desdibujados sería lo correcto), cuando no son directamente incoherentes, con unas acciones y reacciones incomprensibles (o mal explicadas) y unos diálogos entrecortados, confusos y poco desarrollados.

El libro estructura esta lucha contra el destino cual de si un viaje iniciático, tanto exterior como interior, del protagonista se tratara, teniendo que cambiar sus ideas preconcebidas al tiempo que cambia la localización de lo narrado, primero en la propia ciudad, después fuera de ella en las rutas de las caravanas que muestran un mundo mucho más grande, y finalmente de vuelta a Tep para ofrecer un poco de moralina. Y por el camino una trama excesivamente engordada, con situaciones que producen cierto sonrojo por lo mal resueltas y otras que hay que releer para intentar interpretar lo sucedido por lo mal narradas que están (volvemos al tema de la traducción). El crecimiento y llegada a la madurez de Whandall, como metáfora quizá de la liberación de los prejuicios que atan a la humanidad y le impiden trascender unos límites autoimpuestos, se ve lastrada continuamente por una narración torpe y atropellada, con demasiados saltos, aceleraciones y ralentizaciones de la acción, con excesivos trucos sacados de la manga y con personajes secundarios mal resueltos que en ningún momento dan sensación de profundidad alguna, con unos comportamientos acartonados y poco naturales que lastran demasiado las escenas.

Y como decía más arriba, el intento de los autores de imprimir una impronta de realidad histórica a la trama choca frontalmente con la utilización anacrónica de demasiados elementos que difícilmente casarían con el periodo de hace muchos milenios en que se quiere hacer creer al lector se sitúa la acción, como la existencia de esos barcos mercantes de vela, las herramientas fruto de una metalurgia altamente desarrollada, los historiadores itinerantes, esas tribus amerindias que parecen sacadas de una peli del oeste o las rutas comerciales con tierras muy lejanas con las que sin embargo se mantiene un estrecho contacto. Quizá el intento de situar geográficamente la localización de Tep en lugares conocidos por el lector estadounidense (California, La Brea, el Parque Nacional de los Pináculos) profusamente descritos aunque no por sus nombre actuales, sea de interés para éstos, pero no hace sino volver a instalar la incredulidad en el lector ajeno a su conocimiento, antojándose tan solo una excesiva y colorista ambientación sobre lo que era un buen punto de inicio.

No, lo reconozco, no me ha gustado La ciudad de las llamas. Y lo peor no es que no me haya gustado, no; lo peor es que en muchos momentos me ha parecido una novela absurda, aburrida y mal escrita (o traducida). Los autores, capaces de lo mejor y de lo peor, se decantan esta vez por esto último, y el libro defrauda sobre todo porque es inevitable compararlo con obras anteriores de Niven y Pournelle al alimón y sale perdiendo por goleada. Eso sí, decir que ya existe una continuación, The Burning Tower, pero conmigo que no cuenten para leerla.



martes, 9 de diciembre de 2008

Reseña: Odisea

Odisea.

Jack McDevitt.

Reseña de: Santiago Gª Soláns.

La Factoría de Ideas. Col. Solaris ficción # 111. Madrid, 2008. Título original: Odyssey. Traducción: María Arozamena Quijano. 379 páginas.

Una vez más McDevitt factura una ciencia ficción moderna con pleno sabor clásico. Una Space Opera que aúna sin rubor una trama interesante, aventura en estado puro y especulación tanto científica como sociológica. Después de unas cuantas novelas expandiendo el universo creado en Las máquinas de Dios, asistiendo al descubrimiento de antiguas civilizaciones galácticas de las que ya solo quedan restos o de incipientes sociedades apenas desarrolladas, en esta ocasión el autor plantea la posibilidad del contacto con unos extraterrestres con un nivel tecnológico superior al humano.

Los avistamientos de unas luces o artefactos de origen desconocido que recibirán el nombre de Jinetes Lunares disparan los rumores sobre la existencia de estos seres, y la muy cuestionada Academia, en un momento en que se plantean fuertes recortes a su presupuesto de exploración espacial, se propone organizar una expedición para confirmar o negar su realidad y dar respuesta al significado de los extraños avistamientos.

De esta manera, McDevitt recupera a viejos conocidos, como Priscilla Hutchins, atada a un despacho, agobiada por la burocracia y las luchas políticas, y anhelando volver a pilotar naves y visitar mundos lejanos; o el famoso y un tanto huraño periodista Gregory MacAllister, que, en su papel de escéptico contrario al gasto en programas espaciales, se unirá a la expedición —aparentemente una simple estrategia de relaciones públicas para mejorar la imagen de la Academia y garantizar sus fondos— más que nada para desacreditar sus objetivos. A su lado, nuevos personajes que permitirán al autor profundizar en el significado que para la humanidad en general puede tener el posible contacto con inteligencias alienígenas y las reacciones dispares que el mismo provoca.

Como es habitual en este autor, fiel a su personal esquema narrativo y por tanto sin demasiada sorpresa para el lector, todo se complica y lo que se antojaba casi como un viaje turístico visitando diversos sistemas solares donde se han registrado avistamientos, se convertirá sobre la marcha en una nueva y desesperada misión. Cierto es que Odisea es una novela algo más “tranquila”, más reflexiva, que la mayoría de sus antecedentes, menos frenética quizá, pero con la emoción garantizada.

Y, como también es habitual en McDevitt, esta aventura galáctica, se ve magníficamente complementada con un cierto toque “hard” en forma de hábiles e interesantes especulaciones sobre el futuro, la investigación tecnológica y la exploración espacial, fácilmente extrapolables, sin embargo, a nuestro presente. La introducción en la trama del Proyecto Orígenes, un hipercolisionador construido en un sistema lejano y cuya puesta en marcha es más que cuestionada por su posible peligro, permite al autor reflexionar sobre la propia realidad del lector, sobre la arrogancia con la que el ser humano trata a lo que le rodea con miras de corto plazo, con ínfulas de propietario y con una ambición, con un “todo vale” que puede poner en riesgo el futuro de la propia humanidad al buscar tan solo un beneficio inmediato, el bienestar de unos pocos, el conocimiento a cualquier precio, sin tener en cuenta al resto de “acompañantes” en ese viaje.

En otro plano, los extractos literarios, los titulares periodísticos y las citas de diversos medios de algunos de los personajes que abren y cierran cada capítulo, le permiten al autor, además de enriquecer el trasfondo mostrando que hay un mundo mucho más amplio más allá de la aventura principal que se está narrando, rellenar huecos para entender ciertos comportamientos de los protagonistas o reflexionar sobre otros temas de importancia social como el factor religioso o lo lícito del gasto en tareas como la exploración espacial —sin un beneficio directo aparente para el público general— mientras tantos pasan apuros en la propia Tierra.

Al plantear, precisamente, la posibilidad de la existencia de otras civilizaciones tecnológicamente desarrolladas con las que la humanidad podría o no establecer contacto, McDevitt introduce el tema de la difícil comunicación entre los que buscan objetivos divergentes. Si ya nos cuesta comunicarnos entre nosotros, cómo hacerlo con unas inteligencias y mentalidades radicalmente diferentes, ¿es posible siquiera? ¿Qué descubriríamos si lo consiguiéramos? Si no estamos solos en el universo, ¿es lícito pensar que todo nos pertenece para hacer con ello lo que nos de la gana? Preguntas que son perfectamente trasladables a nuestra pequeña “parcela” y a los vecinos con los que la compartimos muchas veces sin tenerlos en cuenta.

Es así Odisea una simbiosis perfecta entre aventura y reflexión, tan amena que solo cuando se cierra el libro se da el lector plena cuenta de la profunda carga introspectiva que ofrece. Para mí siempre es un gustazo leer a este autor y esta serie. Y por el momento, por suerte, todavía me queda Cauldron.

miércoles, 3 de diciembre de 2008

Reseña: El Principito

El Principito.

Antoine De Saint-Exupéry.

Reseña de: Aníbal Klondike.

Ed. Salamandra. Barcelona, 2008. Título original: Le Petit Prince. Traducción: Bonifacio del Carril. 95 páginas.

Hace poco, pululando por una librería, me topé con esta nueva edición de El Principito. Prácticamente igual a la que había en casa, pero con las ilustraciones –obra del propio autor- en color, y las páginas todavía blancas, vírgenes, aún no leídas. La compré, por supuesto, ya que el viejo libro amarillento que siempre estuvo en casa, y que tantas veces he leído, allí se quedó, mientras que yo tuve que abandonar el nido. Y éste es un libro absolutamente imprescindible en cualquier biblioteca. Así pues, éste será mío. Sólo mío. Mi tesoro.

Porque es un tesoro. ¡Y me costó cuatro perras! Cuántos libros que no valen nada te cuestan un dineral, y esta maravilla ahí estaba, en un rincón… si los libreros supieran… habría pagado millones.

Así pues, tras leerlo una vez más, me quedó esa agridulce sensación maravillosa que te queda cuando lees libros como este. Y decidí compartir mis impresiones con ustedes. Porque una reseña realmente esto no es. Qué se puede decir a estas alturas, después de tantos años, de El Principito. ¿Quién no lo conoce? ¿Cómo decir de la manera apropiada que es uno de los mejores cuentos jamás escritos? Yo, desde luego, no lo sé. Pero para mí, sin duda alguna, lo es.

Y es que El Principito lo tiene todo: personajes inimitables, aventuras y situaciones fascinantes, un protagonista profundamente entrañable. Es alegre y melancólico a la vez, es absurdo y sin embargo admirablemente cuerdo, es tantas cosas, que mil palabras no bastarían para describirlo, porque no existen palabras. Porque hay muchos libros que comparten esos adjetivos, pero ninguno es como El Principito.

Creo que su autor, el tan desconocido Exupéry, sabía lo que decía. Él en verdad fue piloto, y estuvo en el desierto, y creo que también tuvo una rosa… Desapareció con su avión, dejando atrás el misterio de su muerte y el fabuloso cuento de la vida.

No sé si es un cuento para niños. Al leerlo te preguntas: ¿Lo escribió un adulto para los niños, o un niño para los adultos? ¿O un adulto para adultos? ¿O todo eso a la vez? Tal vez esté escrito para aquellos adultos que han olvidado que fueron niños. En cualquier caso, no creo que importe, porque todo el mundo debería leerlo. Y no una vez sino cientos, miles de veces. Tal vez piensen que exagero; hubo un tiempo en el que yo también creí que no se debía leer dos veces un mismo libro, con la cantidad de libros que quedan por leer… era como perder el tiempo, malgastar la vida. Sin embargo hay libros que lo merecen. Y éste es uno de ellos.

Cuando no encuentren su lugar en el mundo, lean El Principito. Cuando crean haberlo encontrado, lean El Principito. Cuando les abrume la soledad, lean El Principito. Si no saben dibujar un cordero, lean El Principito. Si tienen un jardín lleno de rosas, lean El Principito. Es un libro especialmente indicado para aquellos reyes, vanidosos, bebedores, hombres de negocios, faroleros, y geógrafos, o, por qué no, guardabosques que no conocen, o han olvidado, la belleza de una –una sola- puesta de sol, o el brillo estremecedor de una estrella solitaria sobre el desierto que les rodea.

En fin, a todos ellos, que son todos ustedes: cuando el mundo moderno de los adultos, cuando todos sus importantísimos asuntos, cuando todas sus preocupaciones les impidan reconocer una serpiente boa que digiere a un elefante, lean El Principito. Tal vez aprendan entonces a distinguir las cosas que realmente importan.


martes, 2 de diciembre de 2008

Presentación: Día de perros, de David Jasso

Nos hacemos eco de la siguiente convocatoria:

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El próximo jueves 4 de diciembre, a las 20:00 horas, Hegemon Ediciones presentará en la Fnac de Pza. España de Zaragoza su nuevo lanzamiento: Día de Perros .


Además de los editores contaremos con la presencia del autor, David Jasso . Por supuesto, estáis todos invitados a una presentación que será, sin duda, especial ya que contaremos con dos "presentadores" de lujo; Antón Castro (crítico literario del Heraldo de Aragón) y Roberto Malo (escritor y animador sociocultural).

Podéis ver un trailer del libro aquí.