martes, 27 de enero de 2009

Reseña: El Rey Rata

El Rey Rata.

China Miéville.

Reseña de: Santiago Gª Soláns.

La Factoría de Ideas. Col. Solaris ficción # 113. Madrid, 2008. Título original: King Rat. Traducción: María Xoubanova Vázquez. 318 páginas.

Primer libro publicado originalmente en la carrera literaria de China Miéville, nos llega traducido en español tras la publicación en nuestro país de la serie de Nueva Crobuzón. Es, por tanto, inevitable la comparación con la monumental, compleja y mucho más ambiciosa La estación de la Calle Perdido, y, lamentablemente, El Rey Rata sale perdiendo por mucho en la comparación, pues siendo una obra novel se encuentra bastantes peldaños de calidad por debajo de aquella.

De hecho, hay momentos en que (leído a posteriori, desde luego) El Rey Rata parece antojarse una especie de ensayo para lo que habría de venir después, sobre todo en la imagen algo claustrofóbica de ese Londres oculto y subterráneo en el que se mueven a su antojo los protagonistas y que anticipa de alguna manera la construcción de Nueva Crobuzón.

La trama es relativamente simple. Saúl Garamond vuelve a casa y tras una noche de sueños inquietos, descubre que alguien ha asesinado a su padre y le ha colgado a él el muerto. Encerrado en una celda de la comisaría a la que le han llevado, recibirá una visita inesperada y no permitida que le abrirá los ojos a su verdadera herencia. Y a partir de ahí su vida dará un auténtico vuelco, introduciéndose en un mundo insospechado, donde el Rey Rata y otros personajes míticos y muy peculiares extienden sus redes de poder; un mundo subterráneo, aunque también aéreo, oculto al común de los londinenses que no se percatan de su existencia, que parecen apartar los ojos cuando se cruzan con alguna de sus manifestaciones; un mundo que crece en las sombras y en los rincones, y donde se está desarrollando un cruel enfrentamiento, que dura ya muchos años y que involucrará a Saúl en toda su cruenta crudeza.

Es esta una novela emparentada de alguna forma con el universo literario de Neil Gaiman, con ese Londres oculto que se superpone al Londres real, con esas cloacas y catacumbas por las que se arrastran los protagonistas, con esos dioses arquetípicos (incluido un sorprendente Anansi) que caminan en secreto entre los humanos, con esas referencias a ciertos cuentos clásicos transformados en su versión más oscura y cruel para la ocasión, con esos personajes que deben sumergirse en medio de todo ello sin saber muy bien qué es lo que les espera y descubriendo un mundo sobrenatural que convive con el nuestro y de alguna manera influye en los destinos de quienes inadvertidamente entran en la esfera de su influencia…

Con unos buenos mimbres se nota a ratos en exceso que se trata de una primera novela, con algunos momentos muertos o algo tediosos (el exceso de explicaciones sobre el jungle y el drum’n’bass llegan a cansar al tiempo que no aportan nada una vez sentadas las bases de lo que vana a influir en la trama. No dudo que al autor le apasione ese estilo de música, pero su traslado al papel es, cuando menos, algo torpe, sin trasmitir esa supuesta pasión) y con situaciones un tanto mal resueltas, excesivamente apresuradas, y con unos personajes muy desaprovechados (caso paradigmático es el del inspector Crowley) que parecían destinados a tener gran importancia y cuya participación en la trama termina diluyéndose sin mucha explicación. El Rey Rata apunta por momentos, sobre todo en la imaginería de los decorados, en las descripciones de esa ciudad sumergida en la ciudad real, muchas de las buenas maneras que luego se confirmarían en La estación de la Calle Perdido, pero no deja de resultar algo fallida.

Destaca Miéville en la creación de ambientes, en hacer reales las sensaciones de esa existencia paralela, evidentemente fantástica, pero que salta a la mente del lector con una fuerza palpable, sobre todo en el proceso de transformación y adaptación por el que debe pasar Saúl hasta aceptar su nueva existencia. El regodeo, el efectismo de las descripciones con el que Miéville retrata su descenso al mundo de las ratas, cuando le hace revolcarse en la más abyecta porquería, comiendo los restos podridos y llenos de gusanos de las basuras o nadando entre las heces de las alcantarillas, se trasmite de forma magistral al lector, convirtiéndose en no apta, desde luego, para estómagos débiles. Es desde luego, en toda esa imaginería, en el despliegue efectivo de las descripciones de un mundo fascinante, en el fiel reflejo de los sentimientos que se van sucediendo, en la recreación de lo que se oculta tras cada esquina o cada recodo o cada ventana, más que en la trama en sí, donde El Rey Rata se desvela como una lectura realmente interesante, pues lo que es la historia en sí se ve venir desde muy pronto sin que existan apenas sorpresas o revelaciones inesperadas.

Novela entretenida, es en el uso de las palabras, de las sensaciones que provoca en el espectador donde se encuentra su fuerza. Para el que no haya recorrido las calles de Nueva Crobuzón puede ser esta una buena introducción a lo que Miéville ofrece después; siendo, no obstante, poco más que un agradable tentempié para los que ya habían disfrutado de los anteriores libros del autor publicados en español, a la espera de la edición en nuestro idioma del ya anunciado Un Lun Dun, que, aunque de temática aparentemente más juvenil, viene avalado por muy buenas críticas. Seguiremos a la espera.

jueves, 15 de enero de 2009

Reseña: ¿Listo o afortunado?

¿Listo o afortunado?
Secretos para una vida emprendedora.

Bo Peabody.

Reseña de: Amandil.

Hegemón Ediciones, Zaragoza 2008. Título original: Lucky or Smart?. Traducción: Unai Herrán Subiñas. 93 páginas.


Los libros de ayuda empresarial tradicionales, esos que vienen llenos de consejos "prácticos" para que los ejecutivos agresivos y los inversores engominados consigan ganar mucho dinero, suelen adolecer de una pretensión absurdamente científica: si sigues las instrucciones del manual "casi seguro" que te forras. Lo mismo da que seas el propietario de una ferretería que el de una compañía aeroespacial. Da igual si eres un ejecutivo o un auxiliar administrativo. No importa si eres despierto o más bien vago. Esos libros te venden la idea de que enriquecerse y construir una empresa es cuestión se seguir sus consejos. Así que es extraño que el mundo no esté absolutamente copado por ricos y más ricos. A fin de cuentas la única condición es saber leer y seguir el manual.

Y claro, aquello no funciona.

En cambio Bo Peabody (que presenta como referencias en el libro sus éxitos empresariales en compañías como Tripod) no te quiere contar qué tienes que hacer para forrarte. Tampoco te quiere llenar la cabeza de consejos que te permitan triunfar en la bolsa, las altas finanzas o las inversiones de riesgo extremo. No señala los mercados emergentes, los productos innovadores ni el modo de subirte al tren de los pelotazos empresariales.

Su filosofía es otra y su mensaje va por otro lado.

El autor se ciñe a una idea fuerza extremadamente sencilla de enunciar e, igualmente, extremadamente compleja de se cumplir: ser lo suficientemente listo como para saber cuando se está teniendo suerte.

Así que si esperas que este librito te diga los pasos concretos y definidos que hay que dar para que tenga éxito tu proyectada frutería o tienda de informática o empresa de fabricación de armamento pesado, deja el libro y cómprate un manual de finanzas o similar. Porque este libro va de otra cosa. Cuenta otra cosa. Señala otras cosas y, en definitiva, te aporta otra cosa.

El autor, amparándose en su experiencia personal a través de siete empresas de éxito creadas por él, pero ciñéndose principalmente a todo lo que le supuso Tripod, explica lo que para él ha significado la clave de su acierto empresarial. Su filosofía. Su espíritu. Y ofrece su experiencia, en un mensaje sencillo, positivo y muy ameno, para que cualquier otro "emprendedor" que lo lea se percate de que, además de los planes de negocio puros y duros, hay otros aspectos a tener en cuenta que son mucho más importantes de cara a sobrevivir.

Es mejor leer el libro, y no es tampoco la función de esta reseña resumir su contenido, pero sí que es lícito citar uno de sus "consejos" principales: crea el ambiente correcto para atraer a la gente correcta. Y no se refiere a que pongas ficus y sillones mullidos por las habitaciones como si de una partida de Sims se tratase. Sino de que crees un proyecto innovador, aceptable moralmente y filosóficamente positivo.

¿Y ya? No, claro. Hay más cosas que, desde la perspectiva de Peabody, son necesarias para salir adelante con un mínimo de posibilidades, incluyendo el asumir que los fracasos son, en realidad, fuentes de experiencia que permiten afrontar la siguiente empresa con más conocimientos.

El mensaje, sin embargo, adolece de un problema derivado de las diferencias sustanciales que existen entre los usos y costumbres económicos de EE.UU. (lugar originario del autor y escenario de sus actividades empresariales) y los españoles (o europeos). Además, como se señala en el prólogo escrito por el economista español Enrique Dans, la mentalidad es también marcadamente diferente en muchos otros aspectos que van más allá de lo meramente económico y eso, por desgracia, no tiene plasmación en el fondo de la obra. Esta omisión no es culpa del autor ni del editor, es sencillamente la realidad a la que también tiene que hacer frente la persona con ánimo emprendedor.

En definitiva, Hegemón nos ofrece un libro ameno, curioso y lleno de ideas positivas que se pueden llevar a cabo, si bien es cierto que no da las claves en el juego de los negocios, al menos sí que aporta una base distinta sobre la que plantearte negocios, ideas y proyectos.


miércoles, 14 de enero de 2009

Reseña: Tamsin

Tamsin.

Peter S. Beagle.

Reseña de: Santiago Gª Soláns.

Nabla Ediciones. Col. Fantastika. Barcelona, 2008. Título original: Tamsin. Traducción: Daniel Aldea Rossell. 351 páginas.

Peter S. Beagle es conocido en nuestro país más que nada por su magnífica novela El último unicornio (además, recientemente reeditada), ya que es un autor poco prolífico en origen y apenas publicado en español. Tamsin viene avalada por su nominación al premio World Fantasy y por recibir el Mythopoeic Fantasy for Adult Literature, ambos en 1999, nominación y premio que me parece que ciertamente merece.

Tamsin es, sobre todo, una historia de fantasmas y experiencias sobrenaturales; pero también es una historia de amor, y una historia de adolescencia y crecimiento y de amistad, y de misterio y un poquito de terror y algo de Historia… Utilizando el recurso de la primera persona, Beagle ofrece al lector la historia de Jennifer Gluckstein, quien, como odia su nombre, prefiere que la llamen Jenny. Desde su actual vida como estudiante universitaria, Jenny empezará a plasmar por escrito los extraordinarios sucesos a los que asistió cuando era tan solo una adolescente de trece años atrapada en un cuerpo que no le gustaba, con todos los problemas que eso conlleva a esa edad. Así, todo comenzará como un relato de desarraigo; Jenny, una newyorkina de pro, ve como su madre, divorciada, planea casarse de nuevo y, por si eso fuera poco, trasladar la familia a Inglaterra. La joven se rebelará contra ese futuro y tratará de poner las cosas muy difíciles a todos aquellos que la rodean, aunque es perfectamente consciente de que está actuando por pura cabezonería. Y las cosas se le pondrán todavía mucho más cuesta arriba cuando descubra que tiene que separarse durante un buen tiempo de su querido Señor Gato (quien posteriormente adquirirá un importante protagonismo como pieza clave en una serie de descubrimientos de consecuencias insospechadas).

Pero todo irá cambiando poco a poco tras conocer a Tamsin, una joven poseedora de una misteriosa y trágica historia, y con quien Jenny iniciará una extraña relación de amistad. Una relación que le abrirá las puertas de un mundo oculto e inimaginado hasta el momento para ella. Un mundo que bebe directamente de las leyendas y el folklore ingleses, oscuro, lleno de peligros y de seres fascinantes y sobrenaturales; y una historia que se remonta en el tiempo hasta los sangrientos hechos de la Rebelión de Monmouth y la brutal represión llevada a cabo por el Juez Jeffreys en el condado de Dorset. Jenny se verá de este modo envuelta en una trama de misterio, de secretos olvidados por el tiempo, y tendrá que ir rastreando antiguas pistas y viejos relatos, y conociendo a los más variopintos personajes, para recomponer una historia de amor y horror unidos que trasciende las épocas y que llegará a poner en peligro su vida.

Utiliza el autor un estilo agradablemente poético en muchas ocasiones, que rezuma cariño por la historia que está narrando y por los personajes que tiene entre manos, desde los padres de Jenny a sus nuevos hermanastros, quienes adquieren una debida profundidad acorde con lo requerido por las circunstancias, como apoyo y ayuda, muchas veces indeseada, para la joven adolescente. La primera persona le permite a Beagle establecer una especie de diálogo entre la Jenny ya crecida y el resto de los protagonistas (por si alguno llegara a leer lo que está escribiendo) y con el propio lector, que en ocasiones se siente directamente interpelado e incluido en un juego de confidencias y secretos. Desde su existencia universitaria, tratando de plasmar los recuerdos de aquella chica que tiene que reconocer que ya no es ella misma, Jenny se permite abundantes llamadas de atención para remarcar los puntos de inflexión o de mayor importancia del relato. De alguna manera, convierte al lector en confidente y en partícipe de sus vivencias adolescentes.

Crea por momentos un sentimiento casi de nostalgia, de tristeza, cuando habla la protagonista de una chica en la que ya apenas se reconoce, aunque no pueda negar sus comportamientos muchas veces vergonzosos. Habla con ternura subyacente y de manera fiel de los cambios que se están produciendo en la vida de una chica de trece años obligada a afrontar uno de los periodos más confusos de la vida como es la entrada en la adolescencia con la inestabilidad añadida que suponen una nueva familia y un traslado a un país diferente y desconocido. Y hay momentos, en efecto, que Jenny confiesa los comportamientos algo irracionales de su yo más joven, pero ¿qué adolescente no los tiene? Es una chica que todavía no conoce su lugar en el mundo, indecisa, que odia su cuerpo, que se encuentra fea e insegura sobre su físico y su rostro, y que, por si eso fuera poco, de repente deberá enfrentarse con enorme valentía a grandes cambios en su vida, descubrirá que hay algo más allá del velo de nuestra realidad visible y tendrá que pasar por una auténtica ordalía para encontrarse a si misma.

Así, finalmente no se sabe si es Jenny quien ayuda a Tamsin a desvelar su misterio o Tamsin quien ayuda a la joven a transitar por los difíciles caminos de la adolescencia. Todo ello envuelto en una narración por momentos brillante, con una historia preciosa, lírica, aunque profundamente apegada a la tierra, con unas pequeñas dosis de terror, con la aparición de abundantes seres sobrenaturales (algunos terroríficos, unos pocos cómicos, todos fascinantes) sacados directamente del folklore británico y con la inevitable mansión encantada. Que el posible lector no se deje engañar por esa portada tan poco llamativa con la que ha sido castigada la novela; es lo que se narra en su interior lo que importa, y su lectura merece la pena.


lunes, 12 de enero de 2009

Reseña: Los hombres que no amaban a las mujeres

Los hombres que no amaban a las mujeres. Millennium I.

Stieg Larsson.

Reseña de: Santiago Gª Soláns.

Destino. Col. Áncora y Delfín vol. 1124. Barcelona, 2008. Título original: Män som hatar kvinnor. Millennium I. Traducción: Martin Lexell y Juan José Ortega Román. 665 páginas.

Convertida en un éxito de ventas gracias al boca a boca y a la historia trágica de su autor, quien murió antes de ver publicada ninguna de las tres entregas de las que se compone esta serie de Millennium, cabe preguntarse: ¿Es Los hombres que no amaban a las mujeres la novela destinada a renovar y dar un giro radical al género negro, como ya se ha podido leer por ahí? Mi respuesta es que no. Pero, ¿se trata de un libro magnífico? Rotundamente sí.

Estilísticamente, Los hombres que no amaban a las mujeres, no es que sea gran cosa; su prosa es directa como un disparo entre ceja y ceja, sin apenas recursos literarias, con un lenguaje básico e incluso plano, sin bellas metáforas, sin grandes imágenes, con una narración totalmente pegada a la historia, casi desnuda, sin distracciones. Pero es ese un estilo que se adapta perfectamente a lo que se está narrando, dando importancia a la trama muy por encima de la prosa. Y la trama (las tramas, más bien) es realmente interesante, atrapa la atención y no la suelta hasta la última página. Es verdad que la cosa empieza un tanto titubeante, indecisa; le cuesta entrar en materia, llegando incluso a asustar al lector con algunas lecciones de economía a la sueca que pueden llevar a engaño sobre cuál va a ser el contenido del libro. Pero pronto, antes de que surjan demasiadas dudas, la trama se impone, se presentan los personajes y la investigación que debe llevarse a cabo. Y a partir de entonces la historia se embarca en un crescendo de interés, incluidos un par de buenos sobresaltos, que no cesará hasta su final.

Larsson presenta varias historias paralelas, entre las cuales la principal será la de la investigación de la misteriosa desaparición de la joven Harriet Vanger en una isla propiedad de su familia y que 36 años después sigue sin respuesta. Alrededor de esta investigación se irán entretejiendo las historias de los dos protagonistas principales: Mikael Blomkvist, un maduro periodista de temas económicos y copropietario de la revista Millennium que da título a la trilogía, firme defensor de la legalidad y poseedor de firmes convicciones morales (y que se aleja radicalmente de la imagen del investigador-detective típico y tópico de la novela negra); y Lisbeth Salander, una especie de poco común investigadora privada de 24 años, tatuada y con piercings, inadaptada socialmente, terriblemente individualista, bastante amoral y que gusta hacer “justicia” por su cuenta y según sus propios valores. La intersección de ambas historias con la principal hace de Los hombres que no amaban a las mujeres una novela muy completa y satisfactoria.

Y es que una de las más importantes virtudes del volumen es la de sorprender al lector sin hacerle trampas por el camino. Larsson va entregando las piezas del puzzle conforme los propios protagonistas las van conociendo, sin guardarse cartas en la manga, sin hurtar datos necesarios para la resolución del misterio, pero plasmándolo de tal manera que hace que se cambie continuamente de posible sospechoso conforme los distintos personajes van entrando en escena. No se puede descartar a nadie, ni se ve venir desde cientos de páginas antes la posible solución. Y hay muchos personajes, eso es cierto, pero el autor demuestra la suficiente pericia como para no hacer a nadie perderse entre todos ellos (y eso que muchos de los nombres, al ser suecos, resultan cuanto menos algo difíciles).

Dentro de la acaudalada familia Vanger, que Blomkvist tendrá que investigar como tapadera para su verdadera búsqueda, hay muchos miembros, acarreando cada cual sus secretos y sus miserias. Personajes secundarios que son apenas esbozados en dos pinceladas, justo lo necesario para sustentar sus papeles. Entran y salen, interpretan sus líneas y abandonan la historia. Algo parecido sucede con los lugares por donde se mueven todos ellos, simples esbozos, apenas decorados pintados al aire tras ellos, esquemáticos y poco descritos, tan solo sitios donde situar la acción pero que no llegan a influir en la misma No hay concesiones a “embellecer” el texto, salvo que sea auténticamente necesario para la propia trama.

Una trama por momentos muy cruda, de gran dureza sobre todo en ciertos pasajes dedicados al entorno de la disfuncional investigadora Lisbeth Salander. Una trama que mezcla hábil e inteligentemente muchos elementos para lograr un producto bastante satisfactorio, con buenas dosis de misterio, de secretos ocultos y de gentes que no quieren que los mismos salgan a la luz, de riqueza, política y corrupción, economía de altas finanzas, traiciones, enfrentamientos familiares, envidias, asesinatos sin resolver, ambiciones desmedidas, las justas dosis (parece obligado) de sexo y perversiones sexuales y de algo que parece amor. Es de destacar, por cuanto resulta un tanto aterradora, la imagen que da el autor de la situación de la mujer en Suecia en vista de las estadísticas que va ofreciendo en la entradilla de cada parte del libro, y de los descubrimientos que irá desenterrando laboriosamente Mikael Blomkvist, llegando a poner en peligro incluso su vida.

Como bien descubrirán por las duras, patear un hormiguero puede traer consecuencias inesperadas e indeseadas. Pero dejar en el olvido la memoria tampoco es precisamente la solución. ¿Es mejor el conocimiento, por muy duro que sea, o el velo y el silencio de la ignorancia? La apuesta del autor es clara, pero el lector deberá leer el libro para descubrirla. Desde luego no será tiempo perdido.

Como nota final, decir que resulta también muy interesante, aunque en principio sorprenda y pueda llamar a equívoco antes de la lectura de la novela, la elección del título, que se entiende perfectamente al término de la misma. Sí se puede afirmar que Larsson ama a sus personajes femeninos, tratándolos en la mayoría de las ocasiones mucho mejor que a los masculinos, con una dulzura y una dedicación especial. A la espera de la publicación del tercer volumen, habrá que comprobar si La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina mantiene el nivel; con que sea similar, el disfrute está garantizado.