jueves, 28 de abril de 2011

Reseña: Ciudad sin estrellas

Ciudad sin estrellas.

Montse de Paz.

Reseña de: Jamie M.

Minotauro. Premio Minotauro 2011. Barcelona, 2011. 255 páginas.

Bebiendo de cierta tradición en torno a un futuro distópico en el que alguna indeterminada catástrofe obliga a la Humanidad a vivir en ciudades o entornos cerrados y rodeados supuestamente de un entorno hostil a la vida al que está prohibido siquiera asomarse que nos retrotrae a títulos como La fuga de Logan, La ciudad y las estrellas o incluso la más reciente La isla (aunque solo sea en su planteamiento inicial de hábitat aislado del exterior), Ciudad sin estrellas presenta una sociedad en la que los restos de la Humanidad superviviente de una hecatombe nuclear viven en las llamadas Zonas B, conectadas por una avanzada internet y más allá de las cuales se dice que no queda nada, un árido desierto radioactivo.

Esta veintena de Zonas B, se complementan con varias Zonas N (donde se depositan los residuos radiactivos), Zonas A (donde se acuartelan los ejércitos y se guardan todas las armas) y las misteriosas Zonas Z (de las que salvo su designación los lectores no vamos a volver a saber de ellas). Es una buena sociedad, sin connotaciones especialmente negativas, y sus habitantes son todo lo felices que se puede llegar a ser viviendo en un mundo cerrado y sin salidas; la excepción la forman los misticoides y los cazadores de antigüedades, individuos que propugnan que fuera de las ciudades existe un mundo que redescubrir, que hablan de una naturaleza hace mucho desaparecida, de Historia antigua de la que aprender, de otra forma de vivir y de astros en el cielo nocturno.

En la Zona B llamada Ziénaga, el joven Perseo Stone, hijo de una de esas misticoides, comienza a cuestionarse su idílica existencia. Joven, apuesto, privilegiado programador de éxito, dueño junto a sus tres inseparables amigos de su propio y rentable negocio en la Red, habitual visitante de los prostíbulos y otros lugares de ocio... siente sin embargo que algo falta en su vida y se pregunta si no habrá algo allá fuera. En vez de permanecer en su nube cuestionándose la versión oficial, decide ponerse manos a la obra y descubrir por su cuenta si realmente el mundo del exterior se ha regenerado o no. Descendiendo en un primer momento a los bajos fondos de Ziénaga, unos lugares denominados boquetes, y atravesando sus barreras después, el joven desencadenará acontecimientos inesperados para todos los que le rodean.

Hay en la novela un alegato por la libertad, denunciando una sociedad del bienestar adormecedora, que con su “pan y circo” (drogas, alcohol, burdeles, ocio virtual de cualquier tipo...) aparta el foco de las cosas realmente importantes. Una sociedad que vive en un estado policial, donde la disidencia, la deriva “misticoide”, es duramente castigada, y donde los bajos fondos son tácitamente aceptados como una especie de válvula de escape de pasiones que de otra manera pudieran volverse contra lo establecido.

El otro mensaje destacable de la novela es el evidente ecologismo, el amor a la naturaleza “viva” y la defensa del planeta. En una sociedad gris, donde jamás se ve el cielo, donde los árboles son meros mitos del pasado, el simple brillo de las estrellas está llamado a iluminar con fuerza los corazones.

La autora presenta en este entorno a un grupo de protagonistas donde encontrar una amplia panoplia de personalidades. Desde Perseo, que anhela lo que no conoce, y sus amigos programadores: Jason, Zack y Prince, muy diferentes entre sí, dándose el contrapunto los unos a los otros, complementándose y siempre unidos; pasando por Amanda, la dueña del burdel de lujo al que son asiduos los muchachos y que a pesar de aparentemente tenerlo todo, interiormente se encuentra vacía buscando el amor que no le da su vida, y llegando a Tony Iron, el marginal dueño de un bar en el boquete norte de Ziénaga, traficante de drogas conchabado con la anterior para distribuirlas en el resto de la ciudad . Y entre medio: la patética yonki Kelly, víctima de esa sociedad del buenrollismo que la condena a prostituirse por un poco de “polvo” y la esconde en las sombras del sumidero donde terminan los desfavorecidos y los menos afortunados; los jefes de la policía y del ejército, siempre enfrentados por la jurisdicción y por el estatus; o los hackers asimilados por el sistema para luchar contra los criminales que antaño ellos mismos fueron.

Si por el tono de la escritura, por los protagonistas adolescentes y por la trama algo ingenua, la novela es clasificable sin duda dentro de la Literatura Juvenil (para jóvenes-adultos en todo caso), en esta clasificación choca en cierta forma la inmersión de los personajes en el sórdido mundo de la prostitución, tanto de lujo como la más miserable, y la discipliente y relajada educación que reciben, no tanto intelectualmente sino de forma ética.

Las figuras adultas, salvo cierto viejo hacker, están retratadas como perdedores y borrachos, como fracasados trabajadores sin futuro, como poco inteligentes funcionarios, como resignados borregos que siguen las consignas sin cuestionarse lo que les rodea y lo que les dicen desde las altas instancias, mientras solo la juventud, o al menos parte de ella, se pregunta si eso es todo lo que puede esperarse de la vida. Los cuatro protagonistas provienen de lo que en la actualidad llamaríamos “familias desestructuradas”, donde falta el padre, la madre o ambos, y donde en todo caso la atención paterno filial y las figuras de autoridad brillan por su ausencia. Es triste que, y solo tenemos que mirar en derredor, este pueda ser perfectamente el futuro hacia el que nos dirigimos.

Si algo sorprende de todas maneras es la asombrosa facilidad con que suceden todas las cosas. Todo se desarrolla de una forma excesivamente sencilla, a pesar de las dificultades a las que se enfrenten los protagonistas y secundarios. A pesar de que se presentan extraordinarios desafíos y aparentes pruebas imposibles, luego todo se desenvuelve casi sin impedimentos, de forma demasiado simple, sin que se note o se sienta en los protagonistas un auténtico esfuerzo. Falta cierta empatía e implicación emocional.

Hay en Ciudad sin estrellas una fábula ecológica, una reflexión sobre nuestro propio presente, unos mimbres y unos planteamientos muy interesantes que, sin embargo, no terminan de concretarse, dejando demasiado en el aire, como si se tratase de una “introducción” a este mundo futuro que le resta unidad a la novela. Queda algo coja, como si faltasen cosas por contar, presentando líneas que luego no tienen la mayor importancia en el devenir de la trama a pesar del peso que parecía iban a tener. El final, aunque efectivamente termina, queda como en un “limbo”, indefinido, sin resolver el destino, dejando la puerta abierta (muy abierta) y las dudas instaladas en el lector. Es cierto que no necesita más, que el final sin cerrar es una invitación a meditar sobre lo narrado y a que cada cual saque sus propias conclusiones, pero deja una sensación de algo inconcluso y el deseo de saber más. ¿Habrá continuación?

3 comentarios:

Susana Torres dijo...

Montse de Paz ha confirmado en una entrevista que está escribiendo la continuación de Ciudad sin estrellas.

Un saludo.

Santiago dijo...

Habrá que estar atentos entonces. Gracias por la noticia.

Santiago dijo...

Me comenta Jamie que blogger le está haciendo de las suyas y no le deja comentar, así que pego a continuación su contestación:

Hola, Susana.

Muchas gracias por comentar lo que dijo la autora.

En efecto, Yago, habrá que estar atentos. A ver si esta primera novela tiene éxito y no tardan en publicarle la continuación (cuando la termine, obviamente), porque tal y como está quedan muchos temas intrigantes en el aire, muchos caminos por explorar.

Saludos
Jamie M.