jueves, 1 de marzo de 2012

Reseña: El legado de los Grimm

El legado de los Grimm.

Polly Shulman.

Reseña de: Santiago Gª Soláns.

Nocturna ediciones. Col. Literatura Mágica. Madrid, 2012. Título original: The Grimm Legacy. Traducción: Gema Moraleda. 407 páginas.

Participando lejanamente del revival y reenfoque de los tradicionales cuentos de hadas que tanto predicamento están teniendo de unos años a esta parte tanto en el cómic como en el cine/TV y la propia literatura, El legado de los Grimm se viene a sumar al corpus con un enfoque original y un tratamiento del tema realmente atrayente. ¿Qué sucedería si los tradicionales cuentos de hadas no fueran relatos inventados sino hechos reales que tuvieron lugar en el pasado? ¿Qué pasaría si tantos objetos mágicos que en ellos aparecen permanecieran en nuestro mundo guardados a buen recaudo en lugares especiales que muy pocos conocen? ¿Y si una joven de buen corazón entrara a trabajar en uno de ellos y empezará a vislumbrar un maravilloso mundo que hasta el momento había considerado absolutamente fantástico e irreal? ¿Y si ciertas amenazas pendiesen sobre el lugar y se hubieran producido misteriosas desapariciones o se sospechase que alguno de los objetos pudieran haber sido falsificados? La maravilla y el peligro corren de la mano en esta novela donde no todo es lo que parece.

La joven Elizabeth Rew ha tenido que cambiar de instituto debido a que su padre y su madrastra han dedicado sus ahorros a pagar las carreras universitarias de sus dos hermanastras. A instancia de uno de sus nuevos profesores, encantado por el trabajo sobre los hermanos Grimm que la chica le ha presentado, Elizabeth decide solicitar un trabajo en el Repositorio de material en circulación de Nuev York, una muy inusual y particular biblioteca de objetos antiguos y con cierto valor histórico, como trajes, muebles o armas, que son prestados a un variopinto público para muy diversos objetivos: representaciones teatrales, exposiciones exóticas, recreaciones históricas, estudios académicos... y por «precios» tan curiosos como el sentido del olfato o de la orientación, la felicidad, el primogénito por nacer... Y entre las muy diversas secciones existen unas cuantas colecciones ciertamente muy especiales a las que solo los empleados de confianza pueden acceder y que son prestadas únicamente a unos cuantos elegidos que son conscientes de su existencia.

Una vez más el elemento fantástico irrumpe de forma inopinada —que no inesperada, al menos para el lector— en lo más cotidiano, una vez más la magia se oculta a la vuelta de la esquina para llenar de aventuras y fascinación las vidas de los protagonistas de la historia. Una joven descubriendo un mundo sorprendente, mientras en torno a ella y sus compañeros empieza a surgir el peligro. Elizabeth es una joven muy normal, estudiante aplicada, con ciertas inseguridades inherentes a cualquier adolescente a las que hace frente con una mente abierta y muy bien amueblada que le ayudará, entre otras cosas, a superar el trance cuando paulativamente la magia irrumpa en su vida para darle totalmente la vuelta.

Al inicio de la novela la joven no está pasando precisamente un buen momento en su vida, pero lejos de autocompadecerse o quejarse ante el mundo, hace todo lo posible por mejorar su entorno poniéndolo todo de su parte. El libro ofrece así un claro ejemplo de autosuperación del que cualquiera podría —y debiera— aprender. Lo importante del relato no son tanto los objetos mágicos y su posible existencia real, sino lo que se podría hacer con ellos, el destino en que se emplearían y las decisiones que se podrían tomar a través de ellos. Un objeto per se, por muy poderoso que sea, no soluciona los problemas, y los propios cuentos ya avisan que el abuso de su uso puede acarrear terribles consecuencias. Los atajos muchas veces tan solo consiguen hacer el camino más largo.

Intriga, aventura, abundante humor y un romance muy suave que no despunta prácticamente hasta el final de la novela —jugando mientras tanto a varias bandas— y que en momento alguno se apodera de la acción. Las colecciones del Repositorio, y más en concreto la de los hermanos Grimm, le permiten a la autora hacer referencia a alguno de los cuentos menos conocidos de los hermanos junto, por supuesto, a los más famosos, uniéndolos a otros objetos que aparecen en las obras de otros autores —Wells, Gibson...— y utilizándolos para hacer avanzar la trama de forma intrigante y amena, integrándolos en la narración en el momento justo para que el relato fluya de forma satisfactoria.

A través de un heterogéneo, multiétnico y bien caracterizado elenco de personajes de muy diferentes edades van surgiendo los temas que interesan a la autora: La bondad que siempre termina obteniendo sus frutos. La colaboración por encima de individualidades para conseguir los objetivos y enfrentar los contratiempos. La ayuda desinteresada primando las necesidades de los demás por encima de las propias. El descubrimiento de que hay gentes que se encuentran en peor situación que uno mismo. Y, por encima de todo, el sentimiento mágico, de maravilla, el descubrimiento de un mundo fantástico que encierra infinitas promesas y amenazas. La magia tiene sus ángulos peligrosos, y la ambición humana por el poder que la misma otorga a su poseedor no es el menor. Se presenta así la crueldad frente al heroísmo de quienes tan solo quieren un mundo mejor para todos.

Negativamente se podría señalar algo que ya hemos visto en obras de similar orientación: el soterrado, casi imperceptible, tema y aceptación de la estratificación social en los institutos —sobre todo anglosajones—, la separación entre los estudiantes aplicados e «invisibles» y los populares —la realeza— y el afán por subir en la escala para poder sentirse aceptado y, por tanto, realizado. El culto a los deportistas y a la belleza por encima de cuestiones académicas. La condescendencia de los «guapos» para con sus «aduladores» para conseguir cualquier cosa de ellos con una simple sonrisa... Se trata, sin duda, de valores equivocados para inculcarlos en un libro destinado a un público mayoritariamente juvenil. El hecho de que en esta ocasión el deportista de éxito se asocie al grupo de los «buenos» no quita que use sin rubor su popularidad para conseguir sus objetivos, abusando del sentido de inferioridad —totalmente injustificado por otra parte— de la protagonista.

Aún así, El legado de los Grimm es una lectura limpia y refrescante, recomendable para jóvenes y adultos. Sus páginas guardan un mundo fascinante oculto a la vista de todos. ¿Quién sabe cuántos secretos se esconden en las colecciones del Repositorio? ¿Qué maravillas permanecen en las baldas del Corpus de Lovecraft, la Crestomantía de Gibson o el Legado de Wells? ¿Qué maravillosas historias futuras podrían dar lugar sus sugerentes objetos? La novela es total y absolutamente autoconclusiva, aunque se antoja inevitable soñar con las infinitas posibilidades que se abren al futuro y desear que la autora se decida a explorar esas otras salas del repositorio que tantas promesas encierran entre sus paredes. Para todas las edades.

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