jueves, 5 de abril de 2012

Reseña: La puerta oculta

La puerta oculta.
Una novela de los Magos Primigenios.

Orson Scott Card.

Reseña de: Santiago Gª Soláns.

Minotauro. Col. Fantasía. Barcelona, 2012. Título original: The Lost Gate. Traducción: J.E. Álamo. 366 páginas.

Si hace bien poco subíamos a la página la reseña de Pathfinder, el inicio de una nueva serie por parte del autor, ahora tenemos que hacer lo propio con la novela que nos ocupa. Copio de aquella reseña: con Card se sabe cuándo empieza una saga, pero no cuándo la terminará si lo hace— o cuántas entregas tendrá. Y es que a las que viene arastrando desde lejos —Ender, Alvin Maker, Mayflower...— se suman estas dos, Serpent world y Los magos Primigenios —y la prevista First Formic War, en el universo de Ender, con Aaron Johnston—. Desde luego se puede decir que Card se mantiene ocupado. Como dato a destacar es curioso que la orientación de los libros del autor esté últimamente muy encaminada hacia la literatura para adultos jóvenes, a la que se pueden adscribir sin problema alguno ambas series nuevas; derivando en concreto la que nos ocupa hacia una atípica fantasía urbana con toques mitológicos. Y es que Card es especialista en llevar los tópicos a su propio y muy personal terreno.

Por ejemplo, lo de los personajes adolescentes como protagonistas no es ninguna  novedad en un autor que gusta mucho de situar a chicos jóvenes en el centro de sus tramas. Así que La puerta oculta no iba a ser diferente. Danny North es un muchacho que ha crecido en una muy aislada comunidad de lo que antaño llegaron a considerarse dioses nórdicos, con familiares con nombres como Thor, Frigg u Odin. Convertidos hoy apenas en sombras de una poderosa tradición mágica que empezó a entrar en decadencia cuando Loki cerrara todos los portales que llevaban a su mundo original, Westil, cortando el acceso de las familias —no solo a la de los dioses nórdicos, sino a las de todos los panteones mitológicos clásicos en los que se pueda pensar: hindues, griegos, amerindios, persas...— a la magia que de él provenía y les dotaba de sus grandes dones. A pesar de haber perdido gran parte de su poder, todos ellos manifiestan alguna capacidad extraordinaria fuera de lo común como el de proyectar el aura y animar figuras con materiales inertes. Bueno, todos no, porque precisamente Danny es un drekka, un miembro de la familia que no muestra ningún talento mágico, con poco, o ningún, futuro dentro de la comunidad.

El punto de partida de la novela no se puede considerar en paridad demasiado original, y el personaje de Danny, ignorante de sus poderes y potencial hijo de los «dioses» nórdicos, retrotrae inevitablemente al Percy Jackson de Rick Riordan —aunque en su caso sean dioses olímpicos—, los diferentes miembros de los panteones clásicos todavía caminan ocultos entre los humanos como en el American Gods de Gaiman, en un mundo en el que, por causas muy concretas, la magia está desapareciendo y es cada vez más débil en sus practicantes —como se puede rastrear en decenas de libros—. Pero muy pronto las diferencias van a hacerse evidentes, empezando por la ambientación y la interpretación de la magia, y siguiendo con el desarrollo de los personajes y de una la trama, de aventuras obviamente, con un alto componente de misterio que consigue implicar la atención del lector.

Dos terceras partes de la novela están dedicadas a seguir las peripecias de Danny en su intento de vivir una vida «normal» lo más lejos posible de su familia —y del resto de familias mágicas—, pues cuando, no podía ser de otro modo, el poder del joven se manifieste, será peor que no haber tenido ninguno, así que decidirá huir del hogar y buscarse la vida por su cuenta. Algo que tampoco va a resultarle tan fácil como esperaba, al tiempo que diversos grupos van a empezar a perseguirlo, bien para eliminarlo, bien para aprovecharse de sus «dones». Unos dones que tendrá que aprender a utilizar por el método de «prueba y error», sin ninguna auténtica guía ni nadie que pueda orientarle realmente, pues no ha existido —o sobrevivido— nadie como él desde hace siglos.

El otro tercio del libro, en capítulos intercalados, se dedica a seguir a un innominado abrepuertas, en un mundo diferente, medieval, con un narrador omnisciente que llena de misterio la narración al ir ofreciendo con cuentagotas al lector las pistas de lo que allí sucede y su relación con nuestro propio mundo en una trama que hubiera dado para una interesante novela por sí misma.

En la Tierra, Danny, a pesar de que su desconocimiento del mundo «real», motivado por su aislada infancia, lo convierte en un desastre social, siempre intenta superarse y seguir el camino correcto, justificando sus decisiones de forma intachable. De naturaleza bondadosa las inclinaciones inherentes a su poder le van a jugar más de una mala pasada, pero siempre va a encontrar su camino hacia la luz incluso en medio de los más oscuros nubarrones. A pesar de que el protagonista, movido por las circunstancias y las características de su naciente poder, se ve motivado a actuar de forma moralmente cuestionable —miente de forma descarada,se convierte en ladrón, gasta bromas pesadas de muy dudosa gracia...— no hay que perder de vista que, a la postre, este es un libro de Card y el mensaje ético está siempre subyacente. Quizá no es tan obvio como con el intachable Ender, pero ahí está y el público objetivo podrá sacar importantes conclusiones de la lectura.

En un intento de giro de la figura del «elegido», del niño destinado a salvar el mundo con sus poderes, aquí Card explora sobre el niño que podría destruir las esperanzas de su Familia. El poder de Danny, tan similar al de Loki, lo pone automáticamente bajo sospecha y amenaza de muerte. Por supuesto, va a haber muchos que busquen utilizarlo para su propio provecho, y las tensiones entre las familias se van a dejar ver en corrientes subterráneas de luchas por el poder en un conflicto enquistado que lleva siglos en marcha. El joven se va a ver pronto en medio de esa prolongada contienda, sin saber realmente si las personas con las que va cruzándose quieren ayudarle, servirse de él o simplemente eliminarlo. El peligro se encuentra a la vuelta de cualquier decisión que tome y pronto va a descubrir por las malas que, por mucho que lo intente, no está destinado a tener una vida normal y corriente como cualquier otro adolescente.

La puerta oculta inicia así una serie destinada a adultos-jóvenes, que consigue sorprender y divertir con una aventura tan curiosa como entretenida —a pesar de ciertos momentos puntuales con un exceso de información «condensada»—, con un sistema de magia que explica la existencia de todos los dioses mitológicos de la antigüedad, y una trama que consigue mantener el suspense durante buena parte de la narración, sobre todo en los capítulos cuya acción se desarrolla en Westil. La novela, sin embargo, peca de cierto apresuramiento en la resolución de ciertas situaciones en pos de pasar de un punto al siguiente con rapidez sin terminar de desarrollar todo su potencial, haciendo que en ocasiones la necesaria tensión por el destino de Danny se vea rebajada ante la inevitabilidad de su gran destino que parece sacarle de las circunstancias más difíciles con aparente excesiva facilidad..

El libro se cierra con un agradecido climax, en que se resuelven gran parte de los interrogantes planteados con antelación en ambos mundos, y un inevitable cliffhanger que deja todo preparado para la continuación. Entre la fantasía urbana y la mitológica, destinado a un público joven, el libro se lee fluidamente gracias al habitual estilo de Card, agradable, efectivo, ligero y ágil, y, sin duda, deja con ganas de saber qué vendrá a continuación.

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