lunes, 8 de abril de 2013

Reseña: Brave Story 1. Un nuevo viajero

Brave Story 1.
Un nuevo viajero.

Miyuki Miyabe.

Reseña de: Santiago Gª Soláns.

Quaterni. Madrid, 2013. Título original: Brave Story (ブレイブ・ストーリー). Traducción: Eva González Rosales. 538 páginas.

Después de haber ido ofreciendo con anterioridad algunos de los títulos de serie negra detectivescos de la autora, destinados a un público más adulto, ahora Quaterni publica para los lectores españoles una de sus obras de literatura infantil - juvenil —cuyo máximo referente occidental más evidente podría encontrarse en La Historia Interminable de Ende—. Una novela de contenido fantástico, con un protagonista de once años en busca de su destino en un mundo creado por la imaginación de los humanos, que, con toda la ingenuidad que se podría esperar de una historia que lo coloca en el centro de grandes y peligrosas aventuras, ofrece además una importante reflexión sobre temas normalmente considerados como para«mayores» tratados con habilidad y cierta pedagogía: la infidelidad y el adulterio el divorcio, la búsqueda de la felicidad personal de forma egoísta, el suicidio, la esclavitud, el racismo, el fanatismo religioso, la muerte, el asesinato...

Dividida en dos partes, la primera casi podría considerarse una especie de larga introducción al relato principal, desarrollándose en el Japón actual; siendo la segunda el «viaje» e inmersión del protagonista infantil, Wataru Mitani, en un mundo fantástico llamado Visión, donde emprenderá una tradicional «búsqueda» en la que, haciendo frente a muy diversos peligros, tendrá que superar una serie de pruebas y conseguir cinco gemas para poder encontrar la Torre del Destino donde habita la Diosa que puede concederle el deseo de su corazón.

Para un lector «adulto» quizá sea esta primera parte la que más interesante le resulte, con una mezcla de drama e intriga fantástica, interesantes pinceladas de cultura japonesa y un intenso conflicto creado ante un niño pequeño por el abandono del hogar de uno de los progenitores. Wataru Mitani es un estudiante de quinto grado —japonés— con ciertas dificultades para relacionarse y que, ante los rumores de la aparición de un fantasma en un edificio en construcción semiabandonado que se encuentra en su barrio, saca a relucir una vena más racionalista, y algo terca, que sus compañeros negándose a creer en seres sobrenaturales; algo que le va a causar el ostracismo y la burla de, sobre todo, algunas chicas de curso. Al mismo tiempo, en su casa las cosas parecen ir tomando una deriva algo negativa, así que va volcar su interés en desentrañar la verdad de lo que sucede en el edificio Daimatsu; especialmente cuando inexplicablemente empieza a escuchar la dulce voz de una joven a la que no puede ver en ningún momento.

La segunda parte es un relato de fantasía heroica juvenil más «habitual», con el niño transportado a un mundo de magia poblado de seres fantásticos creado por la imaginación humana. Visión es un mundo fuertemente polarizado en dos continentes, el sur, al que llega el protagonista, más próspero, habitado por una mezcla de seres pensantes al estilo de animales antropomorfizados —como los acualios con aspecto de lagartos o los minines felinos...— y de ankha que son básicamente humanos. En el continente norte, de clima más extremo y menos próspero, viven prácticamente en exclusiva ankhas al haber expulsado o esclavizado al resto de razas, con un Imperio que domina con mano férrea a sus «súbditos» empobrecidos y que fomenta, en la mejor tradición fascista, la superioridad, moral y racial —o de especie— de los humanos sobre cualquier otra criatura de Visión. Así, a pesar de tratarse de un mundo totalmente imaginario, mucha de su problemática podría trasladarse al nuestro sin demasiado problema: el maltrato, el abuso, la esclavitud, el odio racial, el fanatismo político y religioso...

Reflejando de alguna manera las luchas y peligros físicos a los que va a tener que enfrentarse el protagonista, corriendo numerosas y arriesgadas aventuras, hay una profunda lucha psicológica y emocional para dilucidar lo que es correcto, moral o ético en según qué circunstancias. Dilemas que quizá se antojan excesivamente profundos para un muchacho de once años. Y es que Wataru debe enfrentarse, tanto en su Japón natal como en Visión, a decisiones realmente difíciles y deberá tener muy en cuenta lo que le dicta su conciencia, actuando con una soltura que se asociaría a alguien mayor. Aunque también resulta para un lector occidental un tanto chocante las diferentes formas de interpretar ciertos temas, sobre todo en torno a la familia, desde la óptica oriental de la autora.

Existe una evidente contraposición de la vida normal de Wataru, un chico poco popular, con una familia muy estricta, con un solo amigo íntimo y que encuentra solaz en los juegos de rol de ordenador, y su vida en Visión, donde pasa a ser un personaje importante, convertido en un intrépido aventurero con fieles amigos y un destino por cumplir. A lo largo de las páginas hay una evidente evolución de la personalidad de Wataru, un crecimiento en madurez obligado por las circunstancias, por sus propias acciones y por lo que va descubriendo del mundo al que ha llegado, al punto de ofrecer un bello mensaje de entrega desinteresada anteponiendo a sus deseos el bien de gentes a las que ni siquiera conoce. Aún así, sigue chocando tanta complejidad en un niño tan «pequeño».

Miyabe introduce en la trama aventurera temas que por su enfoque podrían resultar algo «conflictivos» para los lectores más jóvenes, como pueda ser el divorcio o el suicidio, pero lo hace con habilidad y equilibrio, reflejando, por ejemplo, lo doloroso de un proceso de ruptura para todos los implicados, mostrando las razones de ambas partes para llegar a esa situación sin tomar un decidido partido por ninguna y reflejando que en realidad todos, sobre todo los familiares, son víctimas...

Como punto de contacto con los jóvenes lectores, hay en el texto continuas referencias a juegos de rol de ordenador lanzadas por el propio protagonista al ir describiendo el mundo al que se ha visto transportado. Y también existen evidentes influencias del manga y el anime, con una plasmación muy visual. De hecho las novelas fueron adaptadas al manga por Yoichiro Ono apoyado por la propia autora en la escritura —con el protagonista un poco mayor, es de suponer que para dar algo más de verosimilitud a ciertas situaciones— y trasladadas al cine de animación y a los videojuegos posteriormente.

La autora hace gala en Brave Story de una prosa sencilla y agradable, fácilmente comprensible para el rango de edad al que objetivamente está destinado, y en la que, dentro del clima fantástico, se nota el gusto de la autora por la novela negra y de misterio —uno de los primeros «problemas» que Wataru debe solucionar tras su llegada a Visión es, precisamente, la resolución de un crimen del que él mismo es acusado—.

Este primer volumen se cierra sin completar la búsqueda de Wataru, sin haber alcanzado la Torre del Destino hacia la que se encamina, pendiente así la resolución para una próxima entrega; pero, eso sí, dejando en la mente de los jóvenes lectores el mensaje de que los problemas no hay que esconderlos, sino hacerles frente, a cualquier edad.

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Reseña de otras obras de la autora:




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