domingo, 2 de marzo de 2014

Reseña: Jagannath

Jagannath.

Karin Tidbeck.

Reseña de: Santiago Gª Soláns.

Nevsky / Fábulas de Albión. Título original: Jagannath. Traducción: Carmen Montes Cano / Marian Womack. 166 páginas.

Si por cualquier razón tuviera que escribir un «blurp» ―fase promocional― para este libro, sería algo tan corto y contundente como: «Una delicia inesperada». Una «delicia» porque los cuentos de esta antología son auténticas y extrañas delicatessen; e «inesperada» porque no tenía referencias previas de la autora ―y de su obra― y la lectura ha sido una muy agradable y gratificante sorpresa. Se trata de cuentos cortos, de muy difícil definición o clasificación, y de muy amplia diversidad, desde el estrafalario steampunk del que abre el volumen hasta el feérico encanto de aquellos que hunden sus raíces en el folclore sueco y escandinavo. Cuentos de «hadas» que recuerdan viejas leyendas y tradiciones pre cristianas. Cuentos de ciencia ficción apocalíptica, de realismo mágico, de tenso horror, kafkianos, borgianos... Unos cuentos que, lejos de etiquetas cada vez menos adecuadas, sustentan su valor en lo «extraño», en la sutil ―o quizá no tanto― penetración de la fantasía en la realidad; llamados a causar sensaciones en los lectores, a evocar y sugerir, a llevarlo más allá de su zona de confort. Poéticos, intrigantes, dolorosos, evocativos, misteriosos, tiernos, inquietantes, íntimos, nostálgicos y melancólicos, introspectivos, crepusculares, fantásticos… Extraños.

Los relatos vienen precedidos por una lúcida «Introducción», con palabras que invitan a la lectura, de la multipremiada autora estadounidense Elizabeth Hand ―Tiptree y Mythopoeic Fantasy Award por Waking the Moon; Nebula y World Fantasy award por Last Summer at Mars Hill; World Fantasy award por Bibliomancy; Nebula por Echo; International Horror Guild Awards por Pavane for a Prince of the Air y por Cleopatra Brimstone; Shirley Jackson Award por Generation Loss; y de nuevo el World Fantasy Award por Illyria. Nominada además varias veces al Philip K Dick Award o al Arthur C. Clarke Award...―. Hand pone en perspectiva ese «desconocimiento» de la obra de Tidbeck del que hablaba en el primer párrafo, ya que la autora en realidad lleva más de una década publicando estos cuentos en su tierra natal ―y algo menos en los mercados anglosajones con traducciones propias―, y define la atmósfera que los imbuye de forma tan atractiva, tan deudora de la luz crepuscular de Suecia. Es sintomático que el adjetivo más utilizado por la introductora para calificar los cuentos sea «extraño» ―y todos sus derivados― y es que es, definitivamente, el adjetivo que mejor les sienta a todos ellos, el que mejor los «define» ―yo mismo lo he utilizado ya más arriba y volverá, sin duda, a salir en esta reseña―. Una extrañeza muy agradable, inquietante pero gratificante. Lugares cotidianos que se muestran desconcertantes, extrañas criaturas, atmósferas oníricas y desasosegantes, personajes desconcertantes, sucesos inexplicables, un tiempo que no discurre… Extraño. «Raro».

Abre fuego propiamente el relato Beatrice con un despliegue de intensa sensibilidad para una difícil historia de amor que se torna oscura en su final. Un hombre enamorado de un dirigible, una mujer enamorada de una bomba de vapor. Impresionante. Bello. Steampunk surrealista con un toque que roza ligeramente el «absurdo». Delicado como un pequeño encaje, esconde sin embargo una terrible denuncia sobre el abuso amparado en la incomprensión.

Le sigue Cartas a Ove Linström: Viveka escribe cartas a su padre muerto, recordando tiempos pasados, cuando vivían en una comuna y el futuro parecía más feliz. Va desvelando una triste historia, con el misterio de su madre desaparecida cuando ella tenía tres años siempre presente. Transmite toda la tristeza y añoranza de algo que nunca llegó a conocerse. Una evocadora y hermosa revisión de la paternidad, tierna y dura a un tiempo; y de la pérdida de las esperanzas y los sueños con el paso inmisericorde del tiempo.

La señorita Nyberg y yo es una muy curiosa historia. Desvelada en la oscuridad de la noche, una visión apenas entrevista, una figura desdibujada, da lugar a la protagonista a escribir sobre un niño una historia que podría ser tan real como ficticia. Agridulce y melancólica.

En Rebecka, con un comienzo escalofriante, aterrador en su sencillez, se presentan los inescrutables caminos de la divinidad, cuando lo divino se encuentra palpablemente presente. Habla sobre el libre albedrío, o más bien su falta, a través de la búsqueda de la atención del Señor de una suicida que no puede suicidarse por mucho que lo intente, al punto que los que la rodean no terminan de creer que desee terminar de veras con su vida. Una amiga le «ayudará» de forma involuntaria. Un relato demoledor en sus implicaciones.

Con unas poéticas imágenes de potente fuerza visual Herr Cerderberg trata sobre un hombre obeso, descrito como «con forma de abejorro», que sufre las burlas de los demás mientras sueña con volar, hasta el punto de interesarse por construir su propio artilugio volador. Siendo como es de los menos memorables cuentos de la antología es, sin embargo, un hermoso llamamiento a la superación y a vencer el miedo que atenaza las decisiones.

Cierto surrealismo emparenta ¿Quién es Arvd Pekon? con el anterior relato. Un hombre, un burócrata. tiene un trabajo de «teleoperador» realmente surrealista. Contesta llamadas destinadas a otras personas, haciéndose pasar por ellas ―convirtiéndose en ellas―. Presenta unos diálogos tan deliciosos como delirantes. Otra sátira kafkiana realmente curiosa.

En El complejo de vacaciones de Brita una escritora sin inspiración se retira a un complejo vacacional en temporada baja para escribir su novela. En medio de una atmósfera absolutamente onírica, descubrirá colgando de los aleros de las cabañas unas llamativas crisálidas al tiempo que la asaltan extraños sueños. Una intrigante historia de su familia empieza a salir a la luz. Un relato que presenta la naturaleza cíclica de la vida que se abre paso frente al estatismo de quién no busca cambios en absoluto. La fugacidad del tiempo.

La montaña de los renos es uno de los mejores cuentos entre cuentos sobresalientes. Sumergiendo al lector en el folclore nórdico la autora habla de los vittra, primos lejanos de los sidhe, dotando al relato de una atmósfera absolutamente feérica. Una mujer regresa, tras muchos años, al que fuera su hogar familiar en el remoto Norte, para vaciar la casa, que va ser demolida. Acude a la reunión familiar con sus dos hijas, Sara y Cilla, que han crecido alejadas de sus raíces, apartadas de cierta «enfermedad» que afecta a su línea de sangre. Tidbeck vuelve a incidir en otra faceta de los ciclos vitales, de devolver lo que fue dado, aunque no se supiera siquiera que se estaba recibiendo algo. Fascinante.

En la desgarradora Mermelada de mora ártica una mujer soltera hace crecer en una lata a su singular «hijo», fruto de un irreprimible deseo maternal, de la mezcla de su saliva, sangre menstrual, agua fresca, media cucharadita de sal y cierta hortaliza del huerto. Un niño de octubre, un homúnculo extraño, con la compulsión de cavar donde la tierra es más fértil. Un relato que disecciona el imperativo deseo de ser madre, el amor desbordante, el dolor del crecimiento de los hijos, la distancia emocional, la difícil comunicación generacional...

En la mejor tradición «borgiana», Pyret presenta un estudio sobre unas criaturas sobrenaturales que se mimetizan con otros seres, imitándolos. Una fantasía disfrazada de tesis académica recopilando diferentes escritos y experiencias sobre estos seres que termina emparentada con La invasión de los ladrones de cuentos. Un ensayo-ficción sobre el folclore nórdico realmente curioso.

Augusta Prima comienza con un demencial partido de croquet ―imposible no evocar a Alicia― en la corte de otro mundo que toca el nuestro y donde el tiempo no discurre. Un mundo de criaturas inmortales, crueles y despreocupadas. Sigue con el descubrimiento de un cadáver humano que porta un reloj de bolsillo, el elemento extraño que lo cambia todo. Una peculiar historia del atemporal reino de las hadas cuando el tiempo «fluye».

En Tías el lector se va a encontrar con un relato derivado del anterior ―los únicos de la antología que están en realidad directamente emparentados―. Tres mujeres que aparecían en aquel, las tías del título, en su reino sin tiempo, viven solo para comer y engordar, servidas y alimentadas por sus «sobrinas», y dando macábramente a luz a sus reemplazos: ellas mismas ―otra vez el ciclo de muerte y renacimiento―. Pero las consecuencias de Augusta Prima van a alcanzar su tranquilidad con consecuencias desastrosas. Grotesco, desagradable e, irónicamente, enternecedor.

Cierra el volumen de forma magistral la historia que le da título: Jagannah. Una historia que representa un cambio radical respecto a las anteriores, de enfoque, escenario y género derivando hacia la ciencia ficción más oscura. En un mundo postapocalíptico, en el interior de lo que parece una inmensa criatura orgánico-mecánica que es madre y sustento de su tripulación en una relación simbiótica, nace y crece Rak. Pero algo va terriblemente mal y ella tendrá que abandonar su puesto, algo inimaginable, para sobrevivir. Un extraño canto a la maternidad, con una ternura un tanto distanciada y un amor nacido de la necesidad. La feminidad, la decadencia, la muerte, el renacimiento... La rueda de la vida incluso en medio del erial.

Como puede observarse, la antología ofrece una enorme variedad con una cierta cohesión interna. Y es que aunque, salvo dos, los relatos no estén estrictamente «emparentados», no tengan lugar en un mismo universo o no repitan personajes, sí que presentan ciertas claves recurrentes: Historias todas sobre el amor y el deseo ―en todas sus facetas―, sobre la desesperación y el anhelo, sobre los ciclos de la vida, sobre el nacimiento y la muerte, sobre la familia y su falta, sobre el desarraigo, sobre lo efímero y el miedo al cambio… y sobre el gusto por el color rojo de los vittra. Tidbeck desliza sus relatos a través de una prosa incisiva y brillante, aparentemente simple pero con sustratos ocultos, certera y sin excesos. Una escritura condensada, con una destacable economía del lenguaje, con las palabras justas y necesarias, perfectamente equilibrada, y una sensibilidad descriptiva que produce gran implicación emocional ―todo ello algo a lo que la impoluta traducción también contribuye, sin duda―. La mayoría de los relatos quedan «abiertos» para que sea el lector quien los cierre según sus propias inclinaciones, para que añada lo que se ha «dejado» sin narrar según su propia imaginación. Historias delicadas, casi frágiles, que siguen desvelando capas subterráneas incluso cuando ya se ha cerrado el libro. Cotidianidad mágica, iluminada por una luz sesgada que apenas calienta, entre sombras parpadeantes. Inquietantes. Dulces. Terribles. Historias que invitan a la relectura nada más ser leídas… Extrañas.

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