martes, 27 de mayo de 2014

Reseña: Rakoshi

Rakoshi.
Ciclo del Adversario 2.

F. Paul Wilson.

Reseña de: Santiago Gª Soláns.

Alamut. Madrid, 2014. Título original: The Tomb. Traducción: Núria Gres.359 páginas.

Esta novela tiene la cualidad de ser la segunda entrega del ciclo del Adversario y a un mismo tiempo dar comienzo a la larga serie de Jack el Reparador, unas sagas dedicadas a narrar lo que el autor dio en llamar en su momento «la historia secreta del mundo», tarea en la que todavía se encuentra inmerso. Pero, contra lo que se pudiera suponer, este libro es totalmente independiente del anterior, y de hecho ambos no comparten ni escenario, ni época ni personajes, teniendo una relación algo tangencial que se puede intuir en las portadas de Alamut. Inicialmente publicada en 1984 como The Tomb, y «actualizadada» en 2006 para adaptarla un poco a los tiempos actuales de teléfonos móviles e internet, es esta última versión la que ha se utilizado para su edición española. Y es que si la acción del anterior libro, La fortaleza, transcurría en los años de la II Guerra Mundial, la de Rakoshi se desarrolla en nuestros días ―la mayor parte de ella, al menos―, y esa revisión consigue dar una mayor sensación de cercanía al lector ―aún a pesar de la distancia geográfica, obviamente―. Entre el horror ominoso y lo detectivesco, una trama cercana a la fantasía urbana con elementos sobrenaturales ofrece un thriller cargado de suspense donde no todo, ni todos, es lo que aparenta. Una maldición ancestral y el perpetuo giro de la rueda del karma van a desencadenar unos acontecimientos que ninguna de sus «víctimas» podían siquiera imaginar.

Al inicio de la novela Jack es contratado por un diplomático indio para intentar recuperar un collar que le ha sido robado a su abuela, una anciana dama que yace postrada en la cama de un hospital de Manhattan, a un paso de la muerte, como resultado del asalto. Sin pistas sobre la identidad del ladrón, la búsqueda de un objeto que tiene mucho valor sentimental, pero en realidad poco valor económico, se presenta como una misión imposible.

A un mismo tiempo, complicándole su ya de por sí complicada vida, pero llenándole de renovadas esperanzas, su ex-novia, Gia, quien, contra los deseos de Jack, terminara tiempo atrás con la relación no precisamente en los mejores términos al descubrir su verdadera ocupación, vuelve a ponerse en contacto con él, pidiéndole ayuda para encontrar a una tía ―política― recientemente desaparecida de manera inexplicable de su domicilio en Nueva York.

Mientras Jack investiga ambos asuntos, aparece una nueva línea en el libro con la historia del capitán de fusileros sir Albert Westphalen, destinado en 1857 con un pequeño destacamento a la región india de Bengala, y que vive con la terrible carga para su «honor» familiar de arrastrar graves problemas financieros debidos al juego. A pesar de todo el tiempo transcurrido desde entonces, en medio de secretos familiares, mentiras, engaños y venganzas largamente anheladas, todos los casos parecen encontrarse casualmente relacionados, aunque sólo fuera porque el capitán y la desaparecida pariente de Gia comparten un mismo apellido.

Jack no es precisamente un «reparador» de electrodomésticos y su nombre no se encuentra en el listín telefónico. Él se dedica a arreglar «problemas», a solucionar injusticias de forma bastante terminal. Amante del cine clásico, sobre todo del de terror, de los muebles y los juguetes antiguos, vive obsesionado por ciertos hechos de su pasado y ha encontrado una válvula de escape a la vena violenta de su personalidad en su trabajo. Un trabajo que le permite dar rienda suelta a las «justas» venganzas de otras personas sobre aquellos que les han agraviado de manera injusta y deshonesta. Es un hombre que vive absolutamente al margen del sistema y, casi, de la sociedad, sin tarjeta de la seguridad social, sin cuentas corrientes, sin tarjetas de crédito, sin contratos, sin pagar impuestos… para cualquier agencia gubernamental es un hombre que no existe.

Presentado como el típico anti-héroe, duro y asocial, en el transcurso de la novela, conforme su historia pasada y sus personal sentido ético y moral va saliendo a la luz, Jack se irá quitando de encima la etiqueta de «anti» para adquirir en toda su dimensión el papel de «desface entuertos» dedicado a ayudar a la gente allí donde la justicia no termina de llegar. Una especie de Equipo A de un solo hombre, aunque sin problemas para eliminar permanentemente a aquellos que causan algún mal a víctimas inocentes.

Las investigaciones del Reparador le llevan a adentrarse en una inquietante historia de misterio y suspense, de criaturas ancestrales, de horror y aventura, con un trasfondo entre histórico, religioso y mítico a través de la interesante aportación del culto a Kali. El autor se toma su tiempo para presentar satisfactoriamente a los personajes y plantear la trama, construyendo con mimo la historia, una historia donde la rueda del karma tiene mucho que aportar. El McGuffin del collar, sin abandonar en absoluto el relato, pronto da paso a una intriga mucho mayor, con eslabones que conducen hasta un pasado mítico y a una India colonial donde sangrientos hechos llevarán a inevitables y trágicas consecuencias en el presente. Tras esta necesaria introducción, si en La fortaleza el autor sugería más que mostraba, aquí las criaturas sobrenaturales, los rakoshi, van a encontrarse presentes en primer plano, cargando de inmediatez y tensión la trama y, sin embargo, permaneciendo tan cautivadores y misteriosos como en la primera. Extraños y perturbadores, el horror de su concepción va a golpear más de una mente, dejando aún así mucho de ellos en la sombra.

El autor mantiene un acertado equilibrio entre todas las líneas, desvelando detalles e información en cada una de ellas según van necesitándolo las demás, apoyando las unas en las otras y manteniendo un ritmo constante sin perder en momento alguno el impulso del relato. Los múltiples misterios se van sucediendo, enredándose y convergiendo de manera muy efectiva. Con esta superposición de tramas Wilson consigue que el lector sepa más de los antecedentes y del misterio de lo que sabe el principal protagonista, creando una mayor tensión al anticipar en su mente los posibles peligros y desenlaces, y haciéndole consciente de la falibilidad de un personaje que de otra manera hubiera podido, sin esta «humanización», convertirse fácilmente en el simple prototipo de típico héroe de acción. Así, el autor trabaja tanto el escenario como el desarrollo emocional de los protagonistas, sobre todo Jack, pero también Gia, de quien es fácil sentir el desgarro interior que toda la situación le provoca, creando una empatía que refuerza la implicación en la lectura. Si bien otros personajes no se encuentran caracterizados tan a fondo, lo cierto es que todos alcanzan un buen registro.

Y es que una de las virtudes de la obra es el realismo impreso en la narración, introduciendo el elemento sobrenatural de una manera absolutamente paulatina y acertada, haciendo que los personajes se enfrenten a ello con un natural escepticismo que va dando paso luego a una horrorizada aceptación de forma que el lector encuentra muy sencillo suspender la incredulidad e introducirse en la trama. El insidioso «mal» es introducido de una manera más que justificada, planteando un «villano» plenamente humano, con numerosas «capas», que en una lectura con varios niveles hace reflexionar sobre el concepto de justa retribución y lleva a cuestionarse, aunque de alguna manera parezca meridianamente claro, quién es el auténtico culpable de toda esta situación. El elemento fantástico hace finalmente irrupción, pero desde un punto de vista casi lovecraftiano. Y es que Jack no es un mago ni un brujo ni tiene ni ha tenido absolutamente ninguna conexión con poderes mágicos, pero deberá aceptar aquello que su investigación le muestra y enfrentarse con entereza a un horror primigenio. Es un hombre que, cara a cara con lo imposible, decide tomar la sartén por el mango y hacer lo que mejor sabe hacer, sin plantearse siquiera el abandono. La trama va acelerando entonces en un crescendo que no puede cerrarse sino en un final explosivo, lleno de mucha más acción que todo el resto de la novela.

Cabe llamar la atención sobre las magníficas, por «sencillas» y a un tiempo llamativas, portadas de la edición de Alamut, con esas banderas, nazi la del anterior volumen, estadounidense la de este, rasgadas por unas amenazadoras garras, dejándose intuir detrás al monstruo de pesadilla. Unas portadas que «unifican» la serie más allá de la presencia de ese «adversario» todavía no realmente desvelado como tal. Y un aplauso también para la elección del título; ese Rakoshi que tan bien sienta a la novela ―y que además según él mismo comenta era la primera elección del propio autor―, en vez de ese La TumbaThe Tomb, impuesto por el editor original― que no llega a aparecer en momento alguno de la narración ―un templo, sí, pero lo que es una tumba…―. No sé cúal de las dos series tengo más ganas de seguir leyendo, pero espero que Alamut al menos nos ofrezca alguna de ellas.

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Reseña de otras obras del autor:

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