martes, 22 de diciembre de 2015

Reseña: A todo vapor

A todo vapor.
Una novela del Mundodisco.

Terry Pratchett.

Reseña de: Santiago Gª Soláns.

Fantascy. Barcelona, 2015. Título original: Raising Steam. Traducción: Gabriel Dols Gallardo. 431 páginas.

Enfrentarse a la lectura de la primera página de esta novela provoca, muy posiblemente, un sentimiento agridulce. La anticipación de la diversión siempre asociada a una nueva entrega del Mundodisco y la tristeza de saber que se acerca el final, que ya no queda más que otra aventura en el futuro. La serie que comenzó como una «mera» parodia y sátira de los convencionalismos de la literatura fantástica se acerca a su final convertida en una obra mayúscula sobre la naturaleza, la condición y el espíritu humano —personificado en tantas razas como pueblan este magnífico universo—. El Mundodisco nunca ha dejado de crecer de alguna manera, haciéndose sólido y real, sin constreñirse nunca a las estrecheces de un mundo plano que se apoya en el lomo de cuatro elefantes que caminan sobre el caparazón de una inmensa tortuga que navega por el espacio. Ha evolucionado, ha ganado en profundidad y complejidad. Ha visto como la primaria ambientación medieval iba adentrándose en tiempos más modernos con la llegada de diversas instituciones e inventos como la banca, el sistema postal o la comunicación por clacs, al tiempo que su sociedad iba siendo cambiada al ritmo de los avances que se iban imponiendo, una apertura personificada en la ciudad de Ank-Morpork, con la Guardia y su política de «contratación» de guardias a la cabeza. Ahora, el futuro se antoja más cercano que nunca con la domesticación del vapor y la implantación de un nuevo medio de transporte llamado a revolucionar la forma de viajar: el ferrocarril. Se trata de un Pratchett quizá menos ácido y más directo, pero tan acertado como siempre. Crítica social y política. Humor inteligente —y algún chiste fácil y «grueso»—. Y un enorme cariño hacia sus criaturas y, a través de ellas, al común de los humanos.

El Mundodisco, que ya estaba de alguna manera adentrándose en la Revolución Industrial, se ve sacudido por la aparición de la máquina de vapor, llenando el futuro de oportunidades. Cerca de Sto-Lat, en un granero de Villapuercos, un joven llamado Dick Simnel decide seguir los paso, que no el destino, de su padre y doblegar la fuerza del vapor gracias a la posesión del saber de la regla de cálculo. Pronto su invento revoluciona, con la ayuda de sir Harry Rey, a la sociedad de Ank-Morpork, cuyos habitantes acuden en masa a contemplar la nueva maravilla. Pero no todos están dispuestos a abrazar con entusiasmo tantos cambios. Es más, hay quienes desean dar algún paso atrás y volver a los viejos buenos tiempos. Entre los grags enanos cunde la idea de que el acuerdo del valle del Koom no fue tan buena idea, que los enanos deberían mantener sus estándares y no mezclarse con otras razas, instigando incluso una conspiración contra su rey Rhys Hijoderhys. Algunos de sus seguidores se dedican con suerte cambiante a incendiar torres de clacs, y, por supuesto, se opondrán con todas sus fuerzas al ferrocarril y a todo lo que significa. Lord Vetinari, con su propio interés siempre presente, deberá lidiar con todos los problemas que se avecinan, «delegando» en un agobiado Húmedo von Mustachen la responsabilidad de que todo llegue a buen puerto —o estación—, aún habiendo mucho riesgo de que todo descarrile de múltiples maneras. Húmedo tendrá que enfrentar grandes problemas debiendo sacar a relucir sus mejores «virtudes» como granuja profesional y echando mano de las soluciones más creativas.

A lo largo de cuarenta novelas, se dice pronto, pero en este caso sobre todo en las más recientes, los personajes han adquirido una profundidad que los dota de carácter y vida propia. Vetinari, Húmedo von Mustachen, el capitán Vimes, Adora Belle Buencorazón..., tienen una personalidad y un modo de actuar propios, a los que deben atenerse y gracias a los cuales el lector sabe perfectamente cómo han de actuar, aunque siempre haya alguno, como aquí el secretario Drumknott, que se las arregla para salirse del papel y sorprender gratamente. Son muchos los viejos conocidos que acuden a la cita con los lectores, dando a la obra gran cohesión y sentido de pertenencia a un todo, a un universo muy amplio y firmemente asentado.

A todo vapor suena, no obstante o quizá por ello, como la preparación de una despedida anticipada del autor, con un tono un tanto más sobrio de la habitual, recapitulando un buen número de sus grandes y más queridos temas. Pratchett parece estar cerrando líneas, con una mayor seriedad sin renunciar a sus juegos de palabras y humor socarrón, con algo menos de sutileza y mensajes más directos, con un toque de ineludible nostalgia, con el citado gran número de «cameos» de personajes —se echa en falta a los miembros de la Universidad Invisible o a ciertas brujas de genio vivo—, con un anhelo de nuevos horizontes en un mundo que, sin embargo, se hace más pequeño con el nuevo y revolucionario invento, y con una mirada quizá menos sarcástica y más dulce —la filantropía está al orden del día en la novela, y en algún personaje de lo más inesperado— sobre su querida humanidad. Deja la impresión de que estaba cerrando etapas, apremiado por su enfermedad.

Con Dick Simnel y su Traviesa de Hierro perfectamente engrasados, y bajo los auspicios de la regla de cálculo, el Mundodisco se está adentrando en un mundo de ciencia e ingeniería, dejando un tanto de lado la pura magia —pero sin olvidarse en absoluto de ella, ya que su presencia da lugar a algunas de las reflexiones más bellas y poéticas—. Un mundo abierto a toda suerte de nuevas maravillas bajo el control de personas «normales», sea cual sea su extracción social. Pratchett aprovecha una vez más para desatar toda su batería de profundas reflexiones sobre la naturaleza humana bajo la habitual capa de aventura, entretenimiento, diversión y humor.

La llegada a Ank-Morpork de la primera locomotora muestra el enorme gusto y atractivo por lo novedoso entre la multitud unido contradictoriamente a una férrea resistencia individual al cambio y al progreso. Sobre todo cuando ese progreso anuncia malos tiempos para los que ven cómo sus profesiones dejan de tener sentido al ser superados por las novedades técnicas. Pero el ferrocarril trae mucho más, expandiendo la civilización hacia lugares a los que la misma nunca había llegado; cambiando las reglas del juego del comercio y las transacciones, y sentando una nueva jurisprudencia que presenta la insidiosa idea de la honradez en los negocios. Y es que, abriendo la posibilidad de los viajes por simple placer, el turismo adquiere el impulso definitivo creando nuevas necesidades —antes de que realmente nadie sepa que las necesita— y grandes oportunidades de negocio, como las guías turísticas escritas por viajeros indómitos, los establecimientos de restauración, las tiendas de souvenirs y recuerdos… La facilidad para desplazarse más lejos también lleva asociada la especulación inmobiliaria, provocando el crecimiento de las ciudades y su extrarradio, con «inesperadas» consecuencias para sus habitantes —y sus gobernantes, dando el autor todo un manual de prácticas del buen gobierno—.
El conflicto instigado por los grags enanos y su defensa de lo que debe ser la correcta enanidad permite a Pratchett una sub lectura muy actual sobre el racismo y las tensiones étnicas, que lleva asociada una denuncia de la intransigencia y el fanatismo en cualquiera de sus formas, vengan de donde vengan, ya sean bajo la excusa de la «tradición» —demostrando por el camino que la tradición que muchas veces es tan sólo la costumbre impuesta por las necesidades de cada época, debe ser cambiada o desechada cuando esas necesidades cambian o desaparecen—, de la supuesta superioridad de unas razas sobre otras, de los prejuicios sexistas o del mero desconocimiento del «otro». Existe sin embargo en la novela un matizado optimismo, más luz que oscuridad, con un progreso social duramente conquistado de la mano de los avances tecnológicos que permiten ir adquiriendo una vida cada vez mejor a los implicados. Hasta los trasgos, parias entre los parias, son mal que bien aceptados en el seno del conjunto de la sociedad; con reticencias, es obvio, pero venciendo cualquier resistencia gracias al apoyo, las palabras y las obras de aquellos que pueden mover la concepción del mundo.

La construcción del primer ferrocarril, la fascinación por la tecnología, las enormes dificultades a las que se enfrentan sus impulsores, el establecimiento del negocio, las primeras consecuencias como el destino trágico de sus primeros imitadores, la dura y sangrienta oposición..., se ven abocados a un final lanzado a marchas forzadas, con el avance a todo vapor de una locomotora que arrastra un tren en un viaje que no puede, que no debe, ser parado, del que dependen muchos destinos. Y Húmedo deberá echar mano a todo su repertorio de trucos para llegar con éxito al final de la línea. Pratchett vuelve a ofrecer una declaración de amor a la vida y al sencillo ser humano con todos sus defectos y contradicciones. Una obra que muestra los nuevos caminos por los que quizá hubiera discurrido el futuro del Mundodisco y que nos deja con una sola novela inédita, La corona del pastor, en el horizonte.

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