viernes, 30 de diciembre de 2016

Mis mejores lecturas de Ciencia ficción en 2016

No se trata de un intento de hacer una lista de " mejores libros de ciencia ficción publicados en 2016", sino de indicar aquellos con los que más he disfrutado durante este año. Podrían haber sido más, unos cuantos se han quedado a punto de entrar (Nexus, de Ramez Naam; Seveneves, de Neal Stephenson; Cuchillo de agua, de Paolo Bacigalupi; Luna. Luna nueva, de Ian McDonald; Trafalgar, de Angélica Gorodischer...), pero estos son los que son:

El despertar del leviatán.
James S.A. Corey.

Ediciones B. Col. Nova. Barcelona, 2016. Título original: Leviathan Wakes. Traducción: David Tejera Expósito. 603 páginas.
Space opera desatada, imaginativa, divertida, irónicamente humana y profundamente inteligente y reflexiva. ¡Leedla! Ya está, esa es la reseña. Todo lo que viene a continuación es innecesario, pero supongo que habrá que justificarlo. Ahí va. El despertar del leviatán es la primera entrega de una serie llamada The Expanse —el mismo título que ha recibido la adaptación a la TV cuya primera temporada ocupa la mitad de esta novela— que por el momento ha alcanzado las 10 entregas entre novelas y novelas cortas, firmadas por James S.A, Corey, seudónimo —no es ningún secreto, lo pone en la solapa de portada— del tándem formado por Daniel Abraham y Ty Franck —«protegidos» ambos de George R.R. Martin—. Nominada a premios como Hugo y Locus, la novela despliega una trama de noir espacial repleta de acción con toques policiales y «militaristas», desarrollada dentro de los límites de un colonizado Sistema Solar, sobre todo en las estaciones y naves que pueblan el Cinturón de Asteroides. Una space opera moderna y muy clásica a un tiempo. Un auténtico western espacial con sus sheriffs corruptos, sus intereses mineros, sus forajidos, sus poblaciones en la frontera, su héroe dispuesto a enfrentarse a todos, y sus duelos a muerte —que para la ocasión tienen lugar entre naves espaciales y no entre pistoleros, no os toméis todo lo anterior al pie de la letra—, y donde el escenario marca realmente la diferencia.

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