jueves, 13 de abril de 2017

Reseña: Arañas de Marte

Arañas de Marte.

Guillem López.

Reseña de: Santiago Gª Soláns.

Valdemar. Col. El Club Diógenes, serie Negra. Madrid, 2017. Ilustración de portada: Santiago Caruso. 246 páginas.

Después de sumergirse en una ciencia ficción apocalíptica y visceral en La polilla en la Casa de Humo el autor se adentro con esta novela en los entresijos del funcionamiento y los autoengaños o las trampas de la mente, la percepción cuántica o la maleabilidad del pasado. Arañas de Marte refleja la dolorosa existencia y las duras «vivencias» de una mujer, y de su matrimonio, que se desmorona, que nada entre la locura, lo onírico y la convicción de que existe algo más allá de lo que sus ojos y recuerdos le muestran. Pues, ¿la realidad es lo que vemos, lo que recordamos o lo que imaginamos? ¿Puede el simple convencimiento o la percepción personal crear o modificar lo que generalmente se acepta por real? Es esta una novela que toca multitud de palos, desde el drama familiar, el horror psíquico, las realidades paralelas o la interpretación de los sueños, hasta un toque apocalíptico que rompe los esquemas. Una novela que, además, encierra un homenaje tanto a la literatura clásica de ciencia ficción, al pulp, con sus portadas de mujeres sugerentes y aterradores seres del espacio, aquí ciertas arañas que se meten en el cerebro y devoran la mente mientras juegan con las percepciones; como a David Bowie y su inolvidable alter ego Ziggy Stardust.

En Valencia, el matrimonio formado por la bióloga marina Hanne y el arquitecto de reconocido éxito Arnau pierde a su hijo de siete años, Joan, víctima de un tumor maligno, y su mundo se viene abajo. En el primer aniversario de su muerte, a sugerencia de los psicólogos e intentando sobrellevar la tristeza, organizan una reunión para recordar al niño, pero Hanne, envuelta en una nube depresiva, sufre un episodio epiléptico, con golpe craneal incluido, que parece trastocar de manera definitiva su memoria y existencia. Unos recuerdos familiares cada vez menos agradables, algunos verdaderos, otros que parece nunca sucedieron pero tan reales como aquellos, y unas funestas premoniciones, flashes de posibles vidas paralelas y de sucesos de apariencia imposible, se adueñan de su día a día, forzando al límite el aguante de su mente, abocada a lidiar con la sospecha de un inevitable descenso a la locura.

Con una prosa tan sorprendente e impactante como agradecida, el autor «vomita» imágenes sobre la página de forma convulsiva, con una implacable búsqueda de metáforas y símiles poco trillados, forjando la extrañeza de una realidad que se tambalea. Una realidad —realidades, más bien— pervertida, de percepción alterada y cambiante, donde los recuerdos son de lo menos fiable, porque la memoria juega malas pasadas y en cada capítulo surge algún elemento discordante con lo visto en todo lo anterior, especulando con un funcionamiento cuántico de la mente al reflejar las distintas vidas que pudieran haber sido, y quizá fueron, en función de las decisiones tomadas.

Las complicadas relaciones familiares y de amistad en el momento en que se produce una tragedia se sitúan en el centro del relato. Las diferentes maneras que las personas tienen de afrontar la enfermedad o el dolor de la pérdida de un ser querido; el vacío vital que deja la ausencia; el deterioro de los sentimientos por mucho que se luche, o no, por mantener viva la llama; la frustración de ver como el otro se aleja sin manera de poder, o querer, evitarlo; los reproches silenciosos hacia el otro y hacia uno mismo...

Explorando cada capítulo de la novela una faceta diferente del drama, no hay continuidad ni linealidad, ni ningún tipo de certezas a las que los protagonistas, o los lectores, puedan aferrarse. Y las cosas más extrañas empiezan a suceder, aunque en realidad llevaban desde siempre sucediendo. Pasado, presente y futuro conviven, se confunden y entran en conflicto, negándose entre sí acciones que pudieron o no tener lugar según se acepte la alterada cronología de los hechos. Eventos que se sugieren, que aparecen con fuerza en el relato, desaparecen posteriormente y retornan mucho más tarde con sutiles pero vitales diferencias. Sucesos «imposibles», que contradicen lo que se sabía hasta entonces, matizan la historia lanzándola en nuevas direcciones. Y todo con una extraña coherencia interna que hay que bucear para encontrar.

López juega al despiste, a no dar nada mascadito, introduciendo incluso una serie de referencias literarias, una «novela dentro de la novela», que rompen las paredes de la narrativa. ¿Es Arañas de Marte el libro que el lector tiene entre manos o es la novela que escribió otrora uno de los personajes aquí secundarios y leyó la protagonista en unas lejanas vacaciones? ¿Existe siquiera en realidad? Esos insectos alienígenas que desgarran el tejido del espacio-tiempo para internarse en la existencia de Hanne, ¿están ahí de verdad o no son sino el fruto de su imaginación desquiciada y del recuerdo de lecturas de juventud? ¿Es ella la mujer que vio morir a su hijo o aquella que flota en el espacio? Envuelta en un constante estado de pesadilla, si Hanne no se puede fiar ni de lo que ve ni de lo que recuerda, entonces ¿qué le queda? Quizá tan sólo un dolor tan arraigado que nubla toda su existencia hasta hacerle dudar de la misma.

Arañas de Marte es una novela tan intrigante como sugerente, tan fascinante como, en muchos momentos, hermética, que invita, obliga más bien, a la reflexión y a cuestionarse el mensaje de todo lo leído. López juega con las expectativas, con las ideas preconcebidas, y de un hachazo las rompe todas. No hay sitio dónde agarrarse o sentirse seguro, y sólo resta dejarse llevar por una prosa envolvente, terriblemente sugerente, plena de recursos y matices, en un búsqueda casi imposible de respuestas, que invita a cuestionar la realidad misma y de la que es muy difícil salir incólume. No hay un camino recto, no hay una elección sencilla, sino una plétora de posibilidades a cada cual más inquietante. Un desafío intelectual y literario. Y lo más perfecto del asunto es que cada lector, al pasar la última página, terminará con su propia teoría particular sobre lo que acaba de leer y el propósito de todo ello. Yo tengo la mía, desde luego, pero prefiero guardármela para no condicionar la interpretación personal de nadie.

3 comentarios:

Javi dijo...

Le tengo bastante ganas a esta novela, así que más pronto que tarde la leeré, sobre todo teniendo en cuenta lo bien que la estáis dejando aquellos que ya la habéis leído.

Saludos y muy buena reseña.

Sandry dijo...

¡Hola!
Tengo que leer este libro, me apetece mucho un libro asó ahora^^
Besitos

Santiago dijo...

Es una novela para explorar con tranquilidad, pero si se acepta el "juego" se disfruta un montón.

Saludos