jueves, 11 de marzo de 2010

Reseña: El prefecto

El prefecto.

Alastair Reynolds.

Reseña de: Santiago Gª Soláns.

La Factoría. Col. Solaris Ficción # 130. Madrid, 2009. Título original: The Prefect. Traducción: Olga Marín Sierra. 410 páginas. ―

Con la publicación de El prefecto, La Factoría completa la edición de las novelas situadas en el universo de Espacio Revelación iniciada con el libro de mismo título, también conocida como “serie de los Inhibidores”, aunque el término no sería aplicable a la obra que nos ocupa; faltarían otros dos libros de narrativa breve situada en el mismo universo: «Diamond Dogs, Turquoise Days» ―dos historias cortas, incluyendo en la segunda la participación de Clavain, de El Arca de la Redención― y «Galactic North» ―una recopilación de relatos y novelas cortas situadas en el mismo escenario―. Cabe decir que El prefecto es una novela individual e independiente de las precedentes, y que de hecho sería una “precuela” a la serie. Es, no obstante, muy recomendable leerse las anteriores obras antes que esta, ya que presenta ciertos hechos ―sobre todo de ambientación― que el autor de como ya conocidos y que pueden desconcertar al lector no avisado ―los Ochenta, la familia Sylveste, Sandra Voi, los ultras...―, aunque también es verdad que los personajes protagonistas son nuevos y que los acontecimientos de las otras novelas tienen poca repercusión en la trama de la que nos ocupa.

El prefecto es una historia de detectives, casi un thriller, situada en el Anillo Brillante, el conjunto de 10.000 hábitats situados en el sistema de Yellowstone ―planeta donde se sitúa la acción de Ciudad Abismo―. La trama, a pesar de dividirse pronto en dos, es bastante simple y lineal ―sobre todo para lo que acostumbra Reynolds―, centrándose en media docena de personajes ―y de hecho se podría decir que prácticamene solo en dos― y con un escenario más contenido que en otras obras. Tom Dreyfus es el prefecto del título, agente de Panoplia, el hábitat encargado de mantener la extraña democracia del Anillo Brillante, quien se embarcará junto a sus ayudantes, el hiper-cerdo Sparver, que carga con el desprecio racista de gran parte de sus compañeros humanos, y la novata Thalia Ng, que debe luchar contra la memoria de su fallecido padre acusado de traición, en dos investigaciones que pueden revestir mucha importancia: por un lado un aparente fallo de seguridad en la votación ―el sistema automatizado por el que todos los habitantes del Anillo expresan su voluntad sobre infinidad de temas― de uno de los hábitats, fácilmente subsanado, pero que llevará a una profunda revisión de los protocolos de voto que implica la instalación de un parche en todos los núcleos; por otro, la destrucción sin sentido de un hábitat completo del que solo sobreviven unas copias beta de la personalidad de tres de sus habitantes. Dreyfus, y Thalia, se verán envueltos sin aviso en una conspiración de fines totalitarios, aunque supuestamente benignos, que pondrá en peligro todo lo que conocen tal y como lo conocen.

Los secretos se suceden, llenando de intriga la trama, tanto dentro de Panoplia como ocultos en los propios protagonistas, quienes guardan en su pasado hechos que tal vez prefieran no salgan a la luz. Y hagan lo que hagan para resolver los misterios que se les van planteando, siempre parecen ir un paso por detrás de los conspiradores. La escalada de la amenaza es continua, forzándoles a reaccionar todo el rato sin poder tomar la iniciativa. Tal y como se desarrollan las cosas, parece claro que alguien se ha infiltrado en las filas de los prefectos, alguien con un alto cargo que está ayudando a sus invisibles enemigos, colocando toda clase de trabas para que Dreyfus y su gente no puedan desarrollar satisfactoriamente sus investigaciones. Llega así un punto en el que es muy difícil saber en quién puedes confiar y en quién no; el nivel de sospecha es enorme y aplastante, y la tensión dramática no deja de crecer.

Cabe decir que la acción pronto se divide en dos líneas, bastante descompensadas tanto en ritmo como en revelaciones, aunque interesantes ambas. Por un lado, la narración sigue la investigación de Dreyfus, y por otro, la instalación de los parches en el sistema de votación en cuatro hábitats por parte de Thalia Ng. La parte del león se la lleva Dreyfus, mientras que la trama de Thalia queda enseguida coja, limitada a la supervencia de un hábitat, dando importantes datos, pero separada del total de la narración y llegando a desaparecer prácticamente hacia el último tercio de la novela conforme se acerca el final y su aportación deja de ser necesaria. En la línea de Dreyfus el ritmo es mucho más acelerado, extendiéndose en diversos niveles y localizaciones, llena de sorpresas y descubrimientos continuos que añaden nuevas preguntas y sospechas, luchando contra todas las zancadillas que los conspiradores ponen en su camino, contra la traición instalada en Panoplia, contra Inteligencias Artificiales con enormes recursos y con la amenaza de un auténtico genocidio en el futuro cercano si no se pone fin a la conspiración.

En una novela en la que Reynolds ofrece, comparada con anteriores obras, un menor contenido “hard”, menos especulación, menos “grandes ideas” ―quizá porque muchas de las cosas que describe ya se encontraban incluidas las anteriores―, con lo que el interés se centra en el desarrollo de la intriga y, parecería, en el desarrollo de los personajes, pero, por desgracia y como es habitual en él, Reynods sigue fallando de alguna manera en la caracterización de los mismos, sin dotarlos de la necesaria profundidad. En este caso, los protagonistas son excesivamente tópicos conforme al estándar “policíaco” se refiere: Dreyufs no deja de ser el arquetípico inspector frustrado enfrentado con sus superiores y que gusta de hacer las cosas a su manera, siempre recto aunque inconformista, honesto hasta el sacrificio, aunque cansado del sistema en el que debe desenvolver su función y que tantas veces hemos visto en las historias de detectives. Thalia es la novata super brillante pero insegura y algo ingenua que lucha por hacer las cosas de manera más que excelente para borrar la imagen de traidor de su padre que lastra toda su labor. Sparver, el hiper-cerdo lucha contra los prejuicios y la desconfianza que suscita su raza entre sus propios compañeros, al tiempo que se ve impedido por su forma corporal que limita muchas de sus acciones, pero que es fervorosamente leal a Dreyfus, su superior y sin embargo amigo. El Consejo Superior de los prefectos es presentados como un grupo de bienintencionados pero ineptos personajes que se dejan arrastrar por las circunstancias sin ver lo que tienen delante de los ojos. La jefa suprema, Jane Aumonier se debate entre su impulso de dar libertad absoluta a su pupilo preferido y su arraigo a las reglas que la atan de pies y manos, al tiempo que lucha contra sus propios problemas. Y las motivaciones de los conspiradores son, hay que decirlo, algo pueriles, quizá sirviendo tan solo como mera excusa para desatar la trama, que es lo realmente interesante.

Conforme esas motivaciones se vayan revelando, el autor enfrenta a los lectores con un dilema casi moral: ¿es lícito coartar las libertades de la gente en pos de un supuesto bien mayor? La democracia universal que rige en al Anillo Brillante muchas veces entorpece el ejercicio de la acción necesaria en el momento oportuno ―cuando los agentes, ante la enorme amenaza, piden poder usar armamento que no están autorizados para portar en circunstancias normales, se ven obligados a someterse a una votación de la totalidad de ciudadanos y a acatar el resultado― hasta el punto de que puede hacer fracasar la misión. En el Anillo todas las decisiones, grandes y pequeñas, se someten a votación popular, lo que hace que en todo momento en un hábitat u otro se esté produciendo una de esas votaciones, haciendo que gran parte de los ciudadanos pasen periodos de su tiempo concentrados en la política. Cada hábitat tiene derecho de vida y muerte sobre el conjunto de su población sin que nadie ajeno pueda interferir mientras no se entorpezca el derecho a votar y, por tanto, a elegir ―si a alguien no le gusta el sistema instaurado en un hábitat tan solo tiene que trasladarse a otro; y la existencia de 10.000 de ellos garantiza que se va a encontrar uno al gusto de cualquier persona―. Por tanto, el fraude en las votaciones es un delito muy grave, que los prefectos tratan de evitar a toda costa, y el correcto funcionamiento del sistema es vital. Pero entonces, ¿qué sucede cuando alguien considera que una gran amenaza no puede ser controlada por este sistema y decide que es mejor obviarlo? No hay sistema político perfecto, sin duda, y el ejemplo más claro está en el propio Anillo Brillante donde cada hábitat tiene su propia forma de gobierno independiente del resto.

Uno de los grandes aciertos de Reynolds en la novela es mostrarnos a través de los ojos de Thalia Ng varios de esos hábitats, ofreciendo una muestra de la enorme variedad de ambientes y las diferencias sociales y políticas que existen dentro de los asteroides, satélites y otro tipo de construcciones que componen el Anillo: la posibilidad que da el uso de la “abstracción” ―una especie de ciber espacio o realidad virtual donde solo existe el intelecto, libre del cuerpo y sus limitaciones, y donde se encuentran todos los conocimientos de la humanidad al tiempo que sirve como forma de comunicación para mantener todos los hábitat en contacto― para escapar del entorno, el deseo de algunos de vivir bajo regímenes tiránicos y cruelmente opresivos, la idílica existencia de una anarquía de ciudadanos selectos donde no hay un gobierno propiamente dicho y las elecciones se hacen por consenso; todo tipo de sociedades, de fórmulas políticas tiene cabida en uno u otro de los hábitat, demostrando la fértil imaginación del autor al tiempo que le sirve para reflexionar sobre ciertas tendencias de nuestra propia realidad, cuestionándose algunas y apoyando tácitamente otras.

El intento de los conspiradores de subyugar a todos los humanos, privándoles de sus derechos, decidiendo lo que es “mejor” para ellos sin consultarles, coartando todas sus libertades, incluso matando en pos de ese supuesto bien superior, es, sin duda, un tema candente en nuestro mundo. ¿Es mejor depender de una inoperante pero representativa democracia universal donde todo el mundo tiene derecho a decidir o de una tiranía benevolente pero opresiva o un punto intermedio donde las mentes “informadas” tutelen a todas las demás?

También relevante en la trama es el tema de las IA, las personalidades beta, una grabación de las mentes de los humanos, ¿siguen siéndolo, si ellos así lo sienten o son simples representaciones? No es tanto el tema del “alma”sino de lo que nos hace ser humanos. ¿Puede demostrar sentimientos, deseos lo que aparentemente tan solo es un conjunto de circuitos, un archivo de una personalidad desaparecida, o tan solo los está imitando? ¿Puede sentir el acto creativo, ser un artista, o solo recuerda cómo era antes?

El prefecto es una novela más “sencilla” que sus predecesoras, aunque no se encuentra exenta, en absoluto, de la habitual sofistificación del autor. Reynolds se sirve por una parte del supuesto conocimiento que el lector tiene de ese universo para saltarse bastantes explicaciones, jugando además a dar pistas de cómo se inician hechos que en el futuro descrito en las otras novelas tendrán enorme importancia; por otra parte, el lector pronto tiene en sus manos la mayoría de las claves del misterio, lo que le permite al autor sumergirse a fondo en el desarrollo de la acción, imprimiéndole una velocidad y una emoción encomiables. Unido a la gran variedad de ambientaciones mostrados: hábitats, naves y el propio planeta Yellowstone ―aunque no llegue a aparecer Ciudad Abismo, el planeta en sí juega un importante papel― confiere a la novela un atractivo especial.

Lástima que, como también es algo habitual en este autor, el final no esté a la altura de las expectativas y resulte cuando menos algo anti climático. No se puede decir que se trate de un deux ex machina monumental, porque es cierto que todo se encuentra justificado en la trama, todos los datos se han dado y todas las líneas han ido confluyendo precisamente al lugar donde todo termina. El problema es que se trata de algo muy brusco, cerrando en una decena de páginas aquello a lo que había costado centenares de llegar. No es un mal final, de hecho es muy coherente con lo narrado en la propia novela y en el resto de libros del Espacio revelación, pero el lector se queda con una cierta sensación de estafa, de que se le ha hurtado la traca final, la gran explosión, por algo mucho más de andar por casa. La gran tensión dramática que se había mantenido a lo largo de toda la narración de repente se ve hecha pedazos y sin duda se trata de una pequeña decepción.

Pero tampoco hay que condenarla por este detalle. El prefecto es una space opera de alto nivel, codeándose en igualdad de condiciones con la Cultura de Iain M. Banks o la Federación de Hamilton ―autores con los que Reynolds comparte cierto interés temático y actualmente los grandes exponentes del subgénero―, emocionante, brillante en muchas ocasiones, plena de sorpresas, con su toque “hard” y especulativo planteando una visión muy interesante de la posible forma y derroteros de la colonización del espacio por parte del ser humano. La investigación y persecución de los conspiradores no decae en momento alguno y permite leer con emoción e interés de principio a fin el libro. Aún con sus defectos, se trata de una novela recomendable para los amantes del space opera y de la buena ciencia ficción. ¿Veremos publicadas en España las otras dos recopilaciones? Ojalá.


3 comentarios:

Kelemvor dijo...

Pues por lo que dices, parece una novela perfecta para inciarse con éste autor. Yo por ejemplo no he leído nada de Reynolds, y parece un buen comienzo.

Saludos!

Santiago dijo...

Desde luego es el más "independiente" (junto con "Ciudad Abismo")de los cinco publicados hasta ahora, pues "Espacio revelación", "El arca de la redención" y "El desfiladero de la absolución" forman una trilogía que sí que hay que leer seguida (aunque "Espacio revelación" termina lo suficientemente cerrado como para poder dejarlo ahí si no te apetece seguir, "El arca de la redención" sí que deja las cosas bastante más colgadas hasta la tercera).

Al ser una especie de precuela no es necesario estar al tanto de la historia, aunque como digo en la reseña hay ciertos detalles que se dan por sabidos o conocidos y se pasa por encima de ellos de forma bastante rápida. No son detalles excesivamente importantes para la trama, si no más bien para el "escenario", y no evitan disfrutar del libro en absoluto.

Vamos, que sí, que este (o "Ciudad Abismo", aunque es bastante más complejo que "El prefecto") podría ser ideal para comenzar con Reynolds.

De todas maneras, a mí es un autor que me gusta mucho (salvo, quizá, el final de "El desfiladero de la absolución", tan brusco que te deja absolutamente cortado), así que mi recomendación es leerse los cinco :-D

Saludos.

Kelemvor dijo...

Pues tomo nota, que parece bastante interesante toda la trama!

Gracias!