David Mitchell.
Reseña de: Santiago Gª Soláns.
Tropismos. Salamanca, 2006. Título original: Cloud Atlas. Traducción: Víctor V. Úbeda. 557 páginas.
Hace mucho tiempo que no me encontraba con un libro que uniese de tal manera la maestría en la forma y en el fondo de la narración como este Atlas de las nubes. En muchas ocasiones un ejercicio literario como ante el que nos encontramos está abocado al fracaso por su propia ambición, condenado a perecer en un intento demasiado grandioso o complicado por ofrecer algo diferente a lo habitual, pero Mitchell ha sido capaz de llevarlo a buen puerto dejando al lector asombrado, y agradecido, por el camino.
El autor nos presenta seis historias, partiendo desde el siglo XIX hasta llegar a un futuro lejano donde la civilización ha sucumbido y tan sólo pequeñas islas de cultura permanecen invictas ante el caos y la barbarie; seis relatos que llevarán al lector a recorrer a través de ellos medio mundo siguiendo las, inicialmente y de forma aparente, inconexas narraciones, en las que poco a poco se van rastreando una serie de pequeños detalles, pequeñas coincidencias o referencias, que hacen sospechar de la existencia de una historia común y mayor. Y en efecto, al término de la sexta historia, en ese final en que nos encontramos dentro de ese futuro desolador, el tiempo se retuerce sobre sí mismo y recorremos el camino a la inversa, volviendo hacia el año 1850, descubriendo de qué forma todas las historias estaban relacionadas, como eslabones de una firme cadena.
En este ejercicio literario en que el autor se ha embarcado, cada historia es de un estilo diferente: empezamos con una historia en forma de diario, seguimos con un puñado de epístolas, pasamos por una serie negra, nos embarcamos en una narración de misterio, seguimos con una especie de interrogatorio policial futurista donde sólo hay preguntas y respuestas, y terminamos (justo antes de desandar el camino) en un relato de ciencia ficción post apocalíptica de naturaleza casi alegórica y no exenta de poesía. Los protagonistas van cambiando; de hecho ni siquiera el sujeto se mantiene, mezclándose narraciones, la mayoría, en primera persona (no podía ser de otra forma tratándose de un diario, unas cartas o un interrogatorio) con alguna otra en tercera persona. El sujeto no es lo que importa, parece decirnos el autor, sino el devenir del tiempo y el mensaje que se va conformando para ofrecernos una visión ciertamente triste del futuro que puede aguardarnos.
Es este un libro sorprendente, tanto por la forma en que está construido, como porque lo que nos cuenta no desmerece al continente. Mitchell se podría haber quedado en los fuegos artificiales de un ropaje ciertamente extraño, atractivo y arriesgado; pero es que además nos ofrece unas historias dignas de ser leídas, de paladearlas, de regodearse en el sabor y en las texturas, de reflexionar con tranquilidad sobre ese mensaje que ocultan de forma bastante abierta y que hace que al volver la última página, tras la satisfacción de una grata lectura, quede en la conciencia un poso sobre el que meditar y sacar consecuencias.
Y es que, bien abrigado entre la original estructura narrativa y las seis historias que aparentemente tampoco tienen ninguna unión temática, una idea subyace a lo largo de todas ellas, un alegato casi ecologista sobre el futuro de nuestro planeta, acerca de la sobreexplotación de los recursos, acerca de la esclavitud y la dignidad de los seres humanos, acerca de la tiranía de las grandes marcas y corporaciones, acerca, quizá, de la globalización de la que tanto se habla hoy en día, que tanto bien puede traer, pero tantas maldades puede acarrearnos a su vez.
De verdad, hace mucho tiempo que no disfrutaba tanto con un libro en todas sus vertientes. Tal vez El atlas de las nubes haya sacado a la superficie mi alma de filólogo y eso haya hecho que disfrutase mucho más de la estructura de historias encadenadas de lo que un lector “normal”, ajeno a la construcción literaria, pueda hacerlo; pero sinceramente creo que es un libro que merece la pena leer. Al fin y al cabo, tiene de todo, distintos géneros, distintos ambientes, temáticas y estilos, con una prosa cuidada y trabajada (uno se queda admirado de la difícil labor que habrá tenido el traductor en la sexta narración, la del futuro lejano) y que no deja indiferente. Un libro, además, que invita a la reflexión, pero sin maniqueísmos o demagogias, sino por el simple hecho de reflejar algunas de las situaciones que ya están teniendo lugar a nuestro alrededor, extrapolándolas a través de unas visiones que no invitan al rechazo como tantos extremismos, sino que se disfrutan como la buena literatura que son.
Lo de 'Atlas de las Nubes' se me escapa completamente de las entendederas. Está bien ser ambicioso, en el sentido de pretender, pero si sólo se queda en eso, pues claro, tenemos lo de pretencioso. Es un desastre cinematográfico. No sé qué tendrían en la cabeza Tom Twyker y los Wachoski, pero esta historia de tintes 'cuánticos' no se coge por ningún lado: larga, tediosa, las historias al rato no interesan nada, infantiles... Uf, es que no tengo adjetivos. Tres horas, casi me puse por obligación acabarla, soportar esta tortura, era tal mi incredulidad. Y es que evidentemente había dinero, grandes actores, no sé de qué guión, sobre el famoso libro, partirían para acabar dándonos estos resultados. Indescriptible. Un saludo!!!
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