El asombroso viaje de Pomponio Flato
Eduardo Mendoza
Reseña de: Amandil
Seix Barral-Círculo de Lectores. Col. Biblioteca Breve. Barcelona, 2008. 177 páginas.
Eduardo Mendoza
Reseña de: Amandil
Seix Barral-Círculo de Lectores. Col. Biblioteca Breve. Barcelona, 2008. 177 páginas.
Eduardo Mendoza nos presenta en esta novela breve el relato de un ciudadano romano del orden ecuestre que, en su incansable búsqueda de la sabiduría y el conocimiento, ha emprendido un viaje que le permita alcanzar una misteriosa fuente cuyas aguas otorgan el don del conocimiento y de la capacidad de emitir oráculos.
Pomponio Flato, el protagonista, emprende por ello un viaje que le llevará hasta los confines del Imperio Romano y la remota provincia de Palestina dónde, por un azar del destino, terminará viéndose envuelto en un extraño suceso (un asesinato) que ha conmocionado a la, hasta entonces, relativamente tranquila localidad de Nazaret.
Movido por la más extrema necesidad y por un creciente anhelo de descubrir la verdad entorno al homicidio, acepta trabajar como detective privado para un joven muchacho de la localidad conocido como Jesús, cuyo padre, el carpintero José, ha sido condenado a muerte por el Sanedrín local acusado de haber sido él quien mató al rico Epulón.
Como en los mejores, y a veces más sencillos, relatos de misterio, la trama que en apariencia no deja lugar a dudas, comienza a mostrar una serie de misterios que las autoridades (en este caso los sacerdotes del Templo y el tribuno romano) no se han molestado en investigar en su afán por dar carpetazo al asunto cuanto antes.
Por ello Pomponio, deberá utilizar toda su sagacidad, oratoria y conocimientos para, junto al niño Jesús, encontrar a contrarreloj al verdadero asesino de Epulón. Y para ello no dudará en utilizar todos los medios a su alcance (más o menos honestos) en la que es una verdadera historia cómica con constantes guiños tanto a la tradición cristiana como a la tradición clásica, sin olvidar algún que otro homenaje al cine de romanos y al género detectivesco tradicional.
Eduardo Mendoza consigue, con un lenguaje rebuscado, como la oratoria del propio Flato, pero extremadamente ameno y sencillo, que un relato sin mucha enjundia se convierta en una sucesión de momentos muy divertidos y tremendamente amenos, en los que es imposible no dejar escapar alguna que otra carcajada con las ocurrencias y frases del protagonista. A través de él, y con la complicidad de un lector que ha de tener unos mínimos conocimientos sobre la vida de Jesús, asistimos a una serie de continuas referencias a pasajes de la vida de Cristo a modo de mordaces e irónicos comentarios sin aparente mala intención.
Abusa el autor, sin embargo, de las referencias de carácter cómico a los usos sexuales de la época ("dar por culo" aparece no menos de diez veces en el relato, no como acto sino como referencia al mismo) con el único fin de conseguir giros cómicos (logrados, eso sí) como si fuesen chistes verdes que se injertasen en una obra cómica que no necesita del recurso de los bajos instintos para ser divertida.
En cualquier caso, o a pesar de ello, el resultado en su conjunto es más que satisfactorio ya que, por medio de un personaje como Pomponio, ajeno a los usos y costumbres de los judíos, el autor da una rápida muestra de como las diferencias culturales de dos caracteres muy distintos (el del descreído pero politeista Flato y el de todos los personajes judíos como el zafio sumo sacerdote Annon, el zelote Mateo, el pacífico y manso Jesús, la bondadosa e inteligentísima María y el amable y atento Jesús) se reducen, en muchos casos, a cuestiones de opinión y de tolerancia.
Por ello Pomponio, deberá utilizar toda su sagacidad, oratoria y conocimientos para, junto al niño Jesús, encontrar a contrarreloj al verdadero asesino de Epulón. Y para ello no dudará en utilizar todos los medios a su alcance (más o menos honestos) en la que es una verdadera historia cómica con constantes guiños tanto a la tradición cristiana como a la tradición clásica, sin olvidar algún que otro homenaje al cine de romanos y al género detectivesco tradicional.
Eduardo Mendoza consigue, con un lenguaje rebuscado, como la oratoria del propio Flato, pero extremadamente ameno y sencillo, que un relato sin mucha enjundia se convierta en una sucesión de momentos muy divertidos y tremendamente amenos, en los que es imposible no dejar escapar alguna que otra carcajada con las ocurrencias y frases del protagonista. A través de él, y con la complicidad de un lector que ha de tener unos mínimos conocimientos sobre la vida de Jesús, asistimos a una serie de continuas referencias a pasajes de la vida de Cristo a modo de mordaces e irónicos comentarios sin aparente mala intención.
Abusa el autor, sin embargo, de las referencias de carácter cómico a los usos sexuales de la época ("dar por culo" aparece no menos de diez veces en el relato, no como acto sino como referencia al mismo) con el único fin de conseguir giros cómicos (logrados, eso sí) como si fuesen chistes verdes que se injertasen en una obra cómica que no necesita del recurso de los bajos instintos para ser divertida.
En cualquier caso, o a pesar de ello, el resultado en su conjunto es más que satisfactorio ya que, por medio de un personaje como Pomponio, ajeno a los usos y costumbres de los judíos, el autor da una rápida muestra de como las diferencias culturales de dos caracteres muy distintos (el del descreído pero politeista Flato y el de todos los personajes judíos como el zafio sumo sacerdote Annon, el zelote Mateo, el pacífico y manso Jesús, la bondadosa e inteligentísima María y el amable y atento Jesús) se reducen, en muchos casos, a cuestiones de opinión y de tolerancia.
El asombroso viaje de Pomponio Flato, por lo tanto, es además de un relato ameno y muy divertido, uno de esos libritos que invitan a ser releídos una y otra vez cada cierto tiempo porque en su frescura y sana intención (dudo mucho que ningún Cristiano se sienta ofendido por algunas de las "salidas de tono" del autor, al menos el que esto escribe no se ha sentido así) consigue despertar esa sensación de sano divertimento que tan dificil es de entontrar hoy en día sin caer en el cutrerío y la ofensa fácil.
Muy recomendable.
Muy recomendable.
Uno se ouede sentir ofendido en la medida en que realmente tiene algún tipo de cariño por lo que sufre la ofensa. Si fuera la madre de uno la persona que sufre las bromas e ironías descarnadas y salidas de tono de este autor, otro gallo nos cantaría.
ResponderEliminarMe parece no sólo por eso, si no por la falta de rigor histórico de la que no presume este libro, sino que adjunta una serie de fuentes absurdas al final de la novela como para darle seriedad.
Efectivamente, uno se ofende en función de la apreciación que tenga del objeto satirizado y de cuanto haya querido herir o insultar el autor de la ofensa.
ResponderEliminarEso es innegable.
En el caso de esta obrita, la he leído sin ánimo de sentirme ofendido por sus puyas a elementos Cristianos porque desconozco si el autor las he metido para herir o como elemento meramente satírico.
Me he inclinado por lo segundo y por eso, desde mi punto de vista, es divertido.
Aquí, supongo, como en todo juega tanto la intención del autor como la interpretación (personal) del lector.
Sobre las fuentes citadas, no entro a valorar si son veraces, inventadas o disparatadas. No estamos ante un tratao histórico sino frente a una novelita. El recurso a la "supuesta verosmilitud" es hoy en día tan común que ya ni me fijo. Doy por supuesto que las fuentes, en su conjunto, son producto de la imaginación del autor.
Aprovecho para agradecerle su comentario.