Jack McDevitt.
Reseña de: Santiago Gª Soláns.
Una vez más McDevitt factura una ciencia ficción moderna con pleno sabor clásico. Una Space Opera que aúna sin rubor una trama interesante, aventura en estado puro y especulación tanto científica como sociológica. Después de unas cuantas novelas expandiendo el universo creado en Las máquinas de Dios, asistiendo al descubrimiento de antiguas civilizaciones galácticas de las que ya solo quedan restos o de incipientes sociedades apenas desarrolladas, en esta ocasión el autor plantea la posibilidad del contacto con unos extraterrestres con un nivel tecnológico superior al humano.
Los avistamientos de unas luces o artefactos de origen desconocido que recibirán el nombre de Jinetes Lunares disparan los rumores sobre la existencia de estos seres, y la muy cuestionada Academia, en un momento en que se plantean fuertes recortes a su presupuesto de exploración espacial, se propone organizar una expedición para confirmar o negar su realidad y dar respuesta al significado de los extraños avistamientos.
De esta manera, McDevitt recupera a viejos conocidos, como Priscilla Hutchins, atada a un despacho, agobiada por la burocracia y las luchas políticas, y anhelando volver a pilotar naves y visitar mundos lejanos; o el famoso y un tanto huraño periodista Gregory MacAllister, que, en su papel de escéptico contrario al gasto en programas espaciales, se unirá a la expedición —aparentemente una simple estrategia de relaciones públicas para mejorar la imagen de la Academia y garantizar sus fondos— más que nada para desacreditar sus objetivos. A su lado, nuevos personajes que permitirán al autor profundizar en el significado que para la humanidad en general puede tener el posible contacto con inteligencias alienígenas y las reacciones dispares que el mismo provoca.
Como es habitual en este autor, fiel a su personal esquema narrativo y por tanto sin demasiada sorpresa para el lector, todo se complica y lo que se antojaba casi como un viaje turístico visitando diversos sistemas solares donde se han registrado avistamientos, se convertirá sobre la marcha en una nueva y desesperada misión. Cierto es que Odisea es una novela algo más “tranquila”, más reflexiva, que la mayoría de sus antecedentes, menos frenética quizá, pero con la emoción garantizada.
Y, como también es habitual en McDevitt, esta aventura galáctica, se ve magníficamente complementada con un cierto toque “hard” en forma de hábiles e interesantes especulaciones sobre el futuro, la investigación tecnológica y la exploración espacial, fácilmente extrapolables, sin embargo, a nuestro presente. La introducción en la trama del Proyecto Orígenes, un hipercolisionador construido en un sistema lejano y cuya puesta en marcha es más que cuestionada por su posible peligro, permite al autor reflexionar sobre la propia realidad del lector, sobre la arrogancia con la que el ser humano trata a lo que le rodea con miras de corto plazo, con ínfulas de propietario y con una ambición, con un “todo vale” que puede poner en riesgo el futuro de la propia humanidad al buscar tan solo un beneficio inmediato, el bienestar de unos pocos, el conocimiento a cualquier precio, sin tener en cuenta al resto de “acompañantes” en ese viaje.
En otro plano, los extractos literarios, los titulares periodísticos y las citas de diversos medios de algunos de los personajes que abren y cierran cada capítulo, le permiten al autor, además de enriquecer el trasfondo mostrando que hay un mundo mucho más amplio más allá de la aventura principal que se está narrando, rellenar huecos para entender ciertos comportamientos de los protagonistas o reflexionar sobre otros temas de importancia social como el factor religioso o lo lícito del gasto en tareas como la exploración espacial —sin un beneficio directo aparente para el público general— mientras tantos pasan apuros en la propia Tierra.
Al plantear, precisamente, la posibilidad de la existencia de otras civilizaciones tecnológicamente desarrolladas con las que la humanidad podría o no establecer contacto, McDevitt introduce el tema de la difícil comunicación entre los que buscan objetivos divergentes. Si ya nos cuesta comunicarnos entre nosotros, cómo hacerlo con unas inteligencias y mentalidades radicalmente diferentes, ¿es posible siquiera? ¿Qué descubriríamos si lo consiguiéramos? Si no estamos solos en el universo, ¿es lícito pensar que todo nos pertenece para hacer con ello lo que nos de la gana? Preguntas que son perfectamente trasladables a nuestra pequeña “parcela” y a los vecinos con los que la compartimos muchas veces sin tenerlos en cuenta.
Es así Odisea una simbiosis perfecta entre aventura y reflexión, tan amena que solo cuando se cierra el libro se da el lector plena cuenta de la profunda carga introspectiva que ofrece. Para mí siempre es un gustazo leer a este autor y esta serie. Y por el momento, por suerte, todavía me queda Cauldron.
ale, otro libro que va a mi lista
ResponderEliminarla verdad es que lo he visto millones de veces por las estanterías de fantasía y ciéncia-ficción que frecuento, y nunca me acuerdo de al volver a casa, buscar una crítica a ver si vale la pena xD