Ronald D. Moore & David Eick.
Reseña de: Amandil.
Un amigo me sugiere que una buena reseña de Battlestar Galactica podría empezar con un guiño a la serie original de finales de los años setenta. Un guiño con una frase como "Todos recordamos como, cuando éramos niños, nos pasamos el verano de 1983 pegados al televisor..." y no le falta razón al valorar de ese modo el efecto que aquella mítica producción produjo en una gran mayoría de los niños, adolescentes y adultos que descubrieron las peripecias de una humanidad condenada al exilio y al casi exterminio por una malvada raza de robots llamados "cylones".
¿La nueva versión "reimaginada" (así la llaman) por Moore y Eick sería capaz de encandilar de ese mismo modo?¿Tendría la misma dosis de originalidad y espectacularidad que la serie original? ¿Funcionaría en un mundo televisivo como el actual en que los efectos especiales ya no garantizan el éxito ni marcan, necesariamente, la diferencia?
Lo cierto es que la nueva Galactica logra mantener vínculos con la original pero, al mismo tiempo, se dota en su conjunto de suficientes elementos novedosos y particulares como para poder ser observada (y disfrutada) sin tener que hacer constantes viajes a la obra de los setenta. Al mismo tiempo, logra distanciarse de otras series ambientadas en el espacio (Star Trek, Babylon 5, Firefly) por medio de una historia centrada especialmente en el drama humano de los protagonistas y en un reflejo realista de la realidad poco común en este tipo de producciones más dadas a las concesiones simplificadoras y un tanto infantiles. Además, desconozco si sólo por presión de Edward James Olmos, la historia se centra en un universo sin razas alienígenas ajenas a la humana y la cylon (producto a su vez de la primera), permitiendo que no haya entretenimientos ajenos a la situación crítica que constriñe a los protagonistas.
La serie nos narra las peripecias de los últimos supervivientes de las Doce Colonias humanas tras el devastador ataque sufrido a manos de los cylon, una raza de máquinas pensantes creadas en su origen por los humanos y que, cincuenta años atrás se rebelaron provocando una primera guerra que terminó en tablas. En esta ocasión, los cylon se han infiltrado entre los humanos gracias al desarrollo de una tecnología que les permite crear algunos modelos con aspecto completamente humano. Por medio de la seducción y la debilidad por el sexo del científico Gaius Baltar (James Callis), la cylon Número Seis (Tricia Helfer) consigue infiltrarse en los sistemas de defensa mediante un virus informático (un megatroyano)de las Colonias permitiendo un ataque a lo Pearl Harbour que arrasa por completo los planetas humanos sin que puedan defenderse. Únicamente sobreviven, inicialmente, aquellas naves que se encontraban en tránsito y la vetusta Galáctica, una Estrella de Combate que ese mismo día iba a ser retirada del servicio activo por su antigüedad y que, precisamente gracias a no disponer de un sistema actualizado, es inmune al virus y puede defenderse de sus atacantes.
Superada la primera oleada, y en medio de la confusión reinante, el comandante William Adama (Edward James Olmos) organiza a los supervivientes en una flotilla que debe huir de los cylon hacia un refugio surgido de los mitos religiosos de las Doce Colonias: la Tierra, el planeta al que se dirigió la decimotercera tribu. Pero hay una serie de problemas entre medio. Por un lado nadie sabe dónde está la Tierra, ni tampoco está claro que exista. Y por otro lado la flota es una amalgama heterogénea de naves, con infinidad de problemas y sin los recursos necesarios como para mantenerse indefinidamente en el espacio. Por no hablar de la persecución salvaje a la que se ven sometidos por unos cylon deseosos de exterminar por completo todo vestigio humano del universo.
En esa atmósfera de caos, desolación y desesperación, surgen algunas figuras que estarán llamadas a convertirse en los pilares sobre los que se cimentará el nuevo orden que deberá dirigir a los humanos. El poder "civil", heredero del gobierno federal de las Colonias, quedará encarnado en Laura Roslin (Mary McDonnell) como presidenta por accidente. El poder militar seguirá en manos de Adama y su segundo, el coronel Saul Tigh (Michael Hogan). Y aparecerá un tercer pilar en la figura del asesor científico (y traidor) Gaius Baltar. Pero las tensiones aparecerán desde el primer momento debido a las tentaciones de instaurar una dictadura militar para garantizar el buen gobierno de la flota frente a unos restos de gobierno civil carente de poder más allá del que quiera cederle el brazo armado y del que estén dispuestos a asumir los civiles de la flota.
No será, en cambio, la trama política la única presente a lo largo de la serie. Si bien es cierto que no se esquivan temas peliagudos y muy en boga hoy en día, como la figura del político con ansia de instaurar una dictadura "civil" bajo un populismo demagógico y muy peligroso (Tom Zarek, interpretado por el "Apolo" de la serie original Richard Hatch), o el abandono de los principios democráticos y garantistas cuando la ocasión lo requiere (un golpe de Estado del coronel Tigh, el uso de torturas para lograr confesiones en situaciones extremas o la caza de brujas al más puro estilo purga estalinista que a punto está de costarle al propio Adama el puesto), la serie abre el camino a multitud de otros aspectos que no suelen tener cabida en este tipo de series.
Temas como el difícil equilibrio entre fe y razón quedan plasmados en los enfrentamientos (pacíficos) entre los seguidores de la religión de las colonias, un auténtico politeísmo helénico, y los que creen que aquello son simples cuentos de viejas. O el surgir de una religión monoteísta (muy forzada a mi juicio y con bastantes flecos sueltos) apoyada en Baltar con claros signos de ser una especie de pre-cristianismo edulcorado y en una línea new age un tanto estrafalaria. E incluso se da una importancia capital a las creencias de los propios cylon que, pese a ser máquinas, han desarrollado una compleja y completa cosmogonía globalizadora, integradora y determinista ceñida al concepto protestante del "gran plan de Dios" del que nada ni nadie puede escapar. Todos estos aspectos, tan variados y en constante evolución en la serie, se entrelazan en un crescendo que desembocará en el giro final de la cuarta (y última) temporada. Desenlace, por otra parte, no muy bien cerrado y que tiene un claro precedente en el libro Herederos de las estrellas, de James P. Hogan (aunque no creo que sea un plagio sino, más bien, una coincidencia).
Junto a este importante desarrollo místico-religioso, Galáctica basa una gran parte de su fuerza emotiva en el estrecho y doloroso vínculo de los supervivientes con su pasado, con sus familiares y amigos perdidos en el ataque cylon. Siempre presente, por medio de la imagen-fuerza de los pasillos llenos de fotos y mensajes (recordando lo ya visto en Nueva York o Madrid tras los atentados del once de marzo y del once de septiembre), la perdida de esperanza y de "algo por lo que luchar" son uno de los motores emocionales que se tratan con bastante buen tino. Todos los personajes se verán antes o después enfrentados a momentos de duda, de miedo, de depresión, que sobrellevarán de maneras diversas y, en ocasiones, sorprendentes. Refugiarse en el uniforme, en el alcohol, en el sexo (porque la serie, sin caer en el peaje sexual, no evita tocar un tema tan humano y tan poco resuelto en otras series dónde la virtud casi caballeresca es tan ejemplarizante como poco creíble), en el juego, en la religión o, directamente, caer en el suicidio, son alternativas desgarradoras que no se le ahorran al seguidor de la serie. Los personajes son, ante todo (y sobre todo) humanos. Y sus miserias, sus temores, sus efímeras esperanzas, sus pírricas victorias, no son sino un nuevo paso que les aleja de la devastación y les acerca al vacío.
Galáctica no deja espacio al humor ni a la alegría como tales. Hay momentos de cierta relajación pero son, en todos los casos, breves y escasos. Preludio de tiempos peores, de mayores derrotas o de un nuevo episodio de huida y abandono. Pero, pese a ello, pese a que la cortina de fondo siempre es la misma hay espacio para dos grandes destellos de grandeza. Hay espacio para los héroes. Hay espacio para la paz.
Los héroes , portadores de esperanza, quedan encarnados en ese grupo de "pilotos" formado por Lee "Apolo" Adama (Jamie Bamber), Kara "Starbuck" Trace (Katee Sackhoff), Sharon "Boomer" Valerii (Grace Park) o Karl "Halo" Agathon (Tahmoh Penikett), que a lo largo de las cuatro temporadas serán los encargados de cargar con la responsabilidad de soportar la actividad épica (combates, misiones de rescate, actuaciones suicidas en beneficio de la totalidad de la flota) y que permitirán a los supervivientes tener un referente positivo al que agarrarse.
A su lado, en el bando contrario, los cylon descubrirán en su propia gente el liderazgo de unas heroínas que (¡oh sorpresa!) se convierten en adalides de la paz y el entendimiento con los restos de la raza humana. Aunque eso les cueste, a la larga, ser incomprendidas por los unos y los otros. Aún así, la novedosa perspectiva que se introduce en Galáctica en este punto supone una ruptura con el tradicional maniqueísmo que asola las series de ciencia ficción y eleva al grado superlativo el viejo concepto de "búsqueda" dando paso a un nivel espiritual e introspectivo. muy original y hermoso. La sencilla premisa de la guerra "humanos contra cylon" se convierte en una historia de búsqueda del entendimiento, la convivencia y la paz. Sin abandonar por ello la lucha, el conflicto, la traición y la guerra.
En otro punto donde Galáctica marca una gran diferencia con las habituales series de ciencia ficción es en la realización y en los efectos especiales digitales. De hecho la calidad de la serie, desde la miniserie de dos episodios que hace las veces de episodio piloto, hasta la última temporada se puede considerar cinematográfica y, normalmente, consigue eludir por completo la sensación de "rodaje en estudio" que ha sido el talón de aquiles del género desde sus orígenes. Lo mismo se puede decir de la excepcional banda sonora, con temas apasionantes como "The shape of things to come", "Allegro", "Admiral and Commander", "An Easterly view" o "Colonial Anthem" (este último con un guiño a la serie original), que acompañan a unos guiones excepcionalmente bien construidos y que hacen que la evolución de los personajes sea creíble, plausible y realista.
Finalmente, creo que ha sido un acierto el no "alejar", tecnologicamente hablando, la serie de nuestra realidad actual más allá de lo imprescindible para que tengan cabida las naves espaciales y los motores de salto. Logran de ese modo evitar la caída en el típico "atrezzo futurista" que resta credibilidad y puede convertir, a veces, una buena serie en una sucesión de obras de teatro de colegio infantil. Además, permite crear un tenue e invisible (pero fundamental) vínculo sentimental entre el espectador y el entorno en el que se mueven los personajes. Aunque, al concluir la serie es precisamente esa similitud con nuestro presente uno de los puntos menos creíbles.
Mirando Battlestar Galáctica en su conjunto me atrevo a decir que es una serie muy bien cuidada, entretenida, que hace pensar y que no se deja llevar por cesiones incoherentes a un sentido de la épica un tanto inmaduro. Los protagonistas, de los que mueren un buen puñado, no se mueven dentro de unos límites arquetípicos y maniqueos. Más bien al contrario: meten la pata, se saltan sus valores cuando lo necesitan, buscan sobrevivir por encima de todo. Son humanos (o cylons) cargado de debilidades y fortalezas. Con cosas buenas y malas. No pontifican ni se yerguen en totems de culto imposible (William Adama no es Jean-Luc Picard). Son personajes cercanos, que podrían darse en el mundo real, que podríamos ser nosotros mismos en esa situación. Por todo eso, y porque se nos cuenta una historia interesante y muy bien llevada, esta serie está llamada a a convertirse en uno de los pilares sobre los que se edificará el nuevo concepto de serie de ciencia ficción que ya está eclosionando (V, Flashforward, Caprica) y que deja atrás los modelos en que se basó el estilo hasta ahora (Babylon 5, Star Trek, Andrómeda, la Galáctica original).
¿La nueva versión "reimaginada" (así la llaman) por Moore y Eick sería capaz de encandilar de ese mismo modo?¿Tendría la misma dosis de originalidad y espectacularidad que la serie original? ¿Funcionaría en un mundo televisivo como el actual en que los efectos especiales ya no garantizan el éxito ni marcan, necesariamente, la diferencia?
Lo cierto es que la nueva Galactica logra mantener vínculos con la original pero, al mismo tiempo, se dota en su conjunto de suficientes elementos novedosos y particulares como para poder ser observada (y disfrutada) sin tener que hacer constantes viajes a la obra de los setenta. Al mismo tiempo, logra distanciarse de otras series ambientadas en el espacio (Star Trek, Babylon 5, Firefly) por medio de una historia centrada especialmente en el drama humano de los protagonistas y en un reflejo realista de la realidad poco común en este tipo de producciones más dadas a las concesiones simplificadoras y un tanto infantiles. Además, desconozco si sólo por presión de Edward James Olmos, la historia se centra en un universo sin razas alienígenas ajenas a la humana y la cylon (producto a su vez de la primera), permitiendo que no haya entretenimientos ajenos a la situación crítica que constriñe a los protagonistas.
La serie nos narra las peripecias de los últimos supervivientes de las Doce Colonias humanas tras el devastador ataque sufrido a manos de los cylon, una raza de máquinas pensantes creadas en su origen por los humanos y que, cincuenta años atrás se rebelaron provocando una primera guerra que terminó en tablas. En esta ocasión, los cylon se han infiltrado entre los humanos gracias al desarrollo de una tecnología que les permite crear algunos modelos con aspecto completamente humano. Por medio de la seducción y la debilidad por el sexo del científico Gaius Baltar (James Callis), la cylon Número Seis (Tricia Helfer) consigue infiltrarse en los sistemas de defensa mediante un virus informático (un megatroyano)de las Colonias permitiendo un ataque a lo Pearl Harbour que arrasa por completo los planetas humanos sin que puedan defenderse. Únicamente sobreviven, inicialmente, aquellas naves que se encontraban en tránsito y la vetusta Galáctica, una Estrella de Combate que ese mismo día iba a ser retirada del servicio activo por su antigüedad y que, precisamente gracias a no disponer de un sistema actualizado, es inmune al virus y puede defenderse de sus atacantes.
Superada la primera oleada, y en medio de la confusión reinante, el comandante William Adama (Edward James Olmos) organiza a los supervivientes en una flotilla que debe huir de los cylon hacia un refugio surgido de los mitos religiosos de las Doce Colonias: la Tierra, el planeta al que se dirigió la decimotercera tribu. Pero hay una serie de problemas entre medio. Por un lado nadie sabe dónde está la Tierra, ni tampoco está claro que exista. Y por otro lado la flota es una amalgama heterogénea de naves, con infinidad de problemas y sin los recursos necesarios como para mantenerse indefinidamente en el espacio. Por no hablar de la persecución salvaje a la que se ven sometidos por unos cylon deseosos de exterminar por completo todo vestigio humano del universo.
En esa atmósfera de caos, desolación y desesperación, surgen algunas figuras que estarán llamadas a convertirse en los pilares sobre los que se cimentará el nuevo orden que deberá dirigir a los humanos. El poder "civil", heredero del gobierno federal de las Colonias, quedará encarnado en Laura Roslin (Mary McDonnell) como presidenta por accidente. El poder militar seguirá en manos de Adama y su segundo, el coronel Saul Tigh (Michael Hogan). Y aparecerá un tercer pilar en la figura del asesor científico (y traidor) Gaius Baltar. Pero las tensiones aparecerán desde el primer momento debido a las tentaciones de instaurar una dictadura militar para garantizar el buen gobierno de la flota frente a unos restos de gobierno civil carente de poder más allá del que quiera cederle el brazo armado y del que estén dispuestos a asumir los civiles de la flota.
No será, en cambio, la trama política la única presente a lo largo de la serie. Si bien es cierto que no se esquivan temas peliagudos y muy en boga hoy en día, como la figura del político con ansia de instaurar una dictadura "civil" bajo un populismo demagógico y muy peligroso (Tom Zarek, interpretado por el "Apolo" de la serie original Richard Hatch), o el abandono de los principios democráticos y garantistas cuando la ocasión lo requiere (un golpe de Estado del coronel Tigh, el uso de torturas para lograr confesiones en situaciones extremas o la caza de brujas al más puro estilo purga estalinista que a punto está de costarle al propio Adama el puesto), la serie abre el camino a multitud de otros aspectos que no suelen tener cabida en este tipo de series.
Temas como el difícil equilibrio entre fe y razón quedan plasmados en los enfrentamientos (pacíficos) entre los seguidores de la religión de las colonias, un auténtico politeísmo helénico, y los que creen que aquello son simples cuentos de viejas. O el surgir de una religión monoteísta (muy forzada a mi juicio y con bastantes flecos sueltos) apoyada en Baltar con claros signos de ser una especie de pre-cristianismo edulcorado y en una línea new age un tanto estrafalaria. E incluso se da una importancia capital a las creencias de los propios cylon que, pese a ser máquinas, han desarrollado una compleja y completa cosmogonía globalizadora, integradora y determinista ceñida al concepto protestante del "gran plan de Dios" del que nada ni nadie puede escapar. Todos estos aspectos, tan variados y en constante evolución en la serie, se entrelazan en un crescendo que desembocará en el giro final de la cuarta (y última) temporada. Desenlace, por otra parte, no muy bien cerrado y que tiene un claro precedente en el libro Herederos de las estrellas, de James P. Hogan (aunque no creo que sea un plagio sino, más bien, una coincidencia).
Junto a este importante desarrollo místico-religioso, Galáctica basa una gran parte de su fuerza emotiva en el estrecho y doloroso vínculo de los supervivientes con su pasado, con sus familiares y amigos perdidos en el ataque cylon. Siempre presente, por medio de la imagen-fuerza de los pasillos llenos de fotos y mensajes (recordando lo ya visto en Nueva York o Madrid tras los atentados del once de marzo y del once de septiembre), la perdida de esperanza y de "algo por lo que luchar" son uno de los motores emocionales que se tratan con bastante buen tino. Todos los personajes se verán antes o después enfrentados a momentos de duda, de miedo, de depresión, que sobrellevarán de maneras diversas y, en ocasiones, sorprendentes. Refugiarse en el uniforme, en el alcohol, en el sexo (porque la serie, sin caer en el peaje sexual, no evita tocar un tema tan humano y tan poco resuelto en otras series dónde la virtud casi caballeresca es tan ejemplarizante como poco creíble), en el juego, en la religión o, directamente, caer en el suicidio, son alternativas desgarradoras que no se le ahorran al seguidor de la serie. Los personajes son, ante todo (y sobre todo) humanos. Y sus miserias, sus temores, sus efímeras esperanzas, sus pírricas victorias, no son sino un nuevo paso que les aleja de la devastación y les acerca al vacío.
Galáctica no deja espacio al humor ni a la alegría como tales. Hay momentos de cierta relajación pero son, en todos los casos, breves y escasos. Preludio de tiempos peores, de mayores derrotas o de un nuevo episodio de huida y abandono. Pero, pese a ello, pese a que la cortina de fondo siempre es la misma hay espacio para dos grandes destellos de grandeza. Hay espacio para los héroes. Hay espacio para la paz.
Los héroes , portadores de esperanza, quedan encarnados en ese grupo de "pilotos" formado por Lee "Apolo" Adama (Jamie Bamber), Kara "Starbuck" Trace (Katee Sackhoff), Sharon "Boomer" Valerii (Grace Park) o Karl "Halo" Agathon (Tahmoh Penikett), que a lo largo de las cuatro temporadas serán los encargados de cargar con la responsabilidad de soportar la actividad épica (combates, misiones de rescate, actuaciones suicidas en beneficio de la totalidad de la flota) y que permitirán a los supervivientes tener un referente positivo al que agarrarse.
A su lado, en el bando contrario, los cylon descubrirán en su propia gente el liderazgo de unas heroínas que (¡oh sorpresa!) se convierten en adalides de la paz y el entendimiento con los restos de la raza humana. Aunque eso les cueste, a la larga, ser incomprendidas por los unos y los otros. Aún así, la novedosa perspectiva que se introduce en Galáctica en este punto supone una ruptura con el tradicional maniqueísmo que asola las series de ciencia ficción y eleva al grado superlativo el viejo concepto de "búsqueda" dando paso a un nivel espiritual e introspectivo. muy original y hermoso. La sencilla premisa de la guerra "humanos contra cylon" se convierte en una historia de búsqueda del entendimiento, la convivencia y la paz. Sin abandonar por ello la lucha, el conflicto, la traición y la guerra.
En otro punto donde Galáctica marca una gran diferencia con las habituales series de ciencia ficción es en la realización y en los efectos especiales digitales. De hecho la calidad de la serie, desde la miniserie de dos episodios que hace las veces de episodio piloto, hasta la última temporada se puede considerar cinematográfica y, normalmente, consigue eludir por completo la sensación de "rodaje en estudio" que ha sido el talón de aquiles del género desde sus orígenes. Lo mismo se puede decir de la excepcional banda sonora, con temas apasionantes como "The shape of things to come", "Allegro", "Admiral and Commander", "An Easterly view" o "Colonial Anthem" (este último con un guiño a la serie original), que acompañan a unos guiones excepcionalmente bien construidos y que hacen que la evolución de los personajes sea creíble, plausible y realista.
Finalmente, creo que ha sido un acierto el no "alejar", tecnologicamente hablando, la serie de nuestra realidad actual más allá de lo imprescindible para que tengan cabida las naves espaciales y los motores de salto. Logran de ese modo evitar la caída en el típico "atrezzo futurista" que resta credibilidad y puede convertir, a veces, una buena serie en una sucesión de obras de teatro de colegio infantil. Además, permite crear un tenue e invisible (pero fundamental) vínculo sentimental entre el espectador y el entorno en el que se mueven los personajes. Aunque, al concluir la serie es precisamente esa similitud con nuestro presente uno de los puntos menos creíbles.
Mirando Battlestar Galáctica en su conjunto me atrevo a decir que es una serie muy bien cuidada, entretenida, que hace pensar y que no se deja llevar por cesiones incoherentes a un sentido de la épica un tanto inmaduro. Los protagonistas, de los que mueren un buen puñado, no se mueven dentro de unos límites arquetípicos y maniqueos. Más bien al contrario: meten la pata, se saltan sus valores cuando lo necesitan, buscan sobrevivir por encima de todo. Son humanos (o cylons) cargado de debilidades y fortalezas. Con cosas buenas y malas. No pontifican ni se yerguen en totems de culto imposible (William Adama no es Jean-Luc Picard). Son personajes cercanos, que podrían darse en el mundo real, que podríamos ser nosotros mismos en esa situación. Por todo eso, y porque se nos cuenta una historia interesante y muy bien llevada, esta serie está llamada a a convertirse en uno de los pilares sobre los que se edificará el nuevo concepto de serie de ciencia ficción que ya está eclosionando (V, Flashforward, Caprica) y que deja atrás los modelos en que se basó el estilo hasta ahora (Babylon 5, Star Trek, Andrómeda, la Galáctica original).
me guaradré este artículo y más adelante lo leeré, pues ahora apenas voy por el capítulo 7 (y los dos pilotos iniciales de la serie)
ResponderEliminarYo me quede a medias cuando la pasaron de Calle 13 a Scifi Channel, canal que mi operador de cable no incluía. Lo visto hasta entonces no me motivó en su momento a continuar por otros "medios" su visionado, pero después de leer esta y otras reseñas y escuchar las opiniones de otros amigos en los que tengo bastante confianza me parece que voy a tener que verme lo que me falta ;-)
ResponderEliminarA ver, la serie es sensacional, eso sí, el último capítulo es una mierda impresionante. Menuda decepción, con toda la emoción de ver toooda la serie, que hasta la compré!! para ese capítulo final? Menuda tomadura de pelo!! La serie es la leche, pero no veais el último capítulo
ResponderEliminarVic, no te falta razón en que una parte del último capítulo (los cierres de líneas "místicas") es de lo más flojo que hay en las cuatro temporadas.
ResponderEliminarDecepciona viendo el nivel que la serie alcanza en momentos anteriores.
Pero esto de los cierres "flojos" es uno de los riesgos de las grandes obras seriadas.