Rodolfo Martínez.
Reseña de: Santiago Gª Soláns.
Sportula. Gijón, 2009. 393 páginas.
Es extraño que un autor ya “asentado” en el mercado español ―decir consagrado en el género que nos ocupa es un poco una utopía― se embarque en una aventura como la que ha emprendido Rodolfo Martínez con la edición bajo demanda de su nueva novela, para la que ha creado el sello Sportula, la ha puesto a la venta en Amazon y se ha encomendado en manos de los lectores para que su apuesta sea exitosa y, sobre todo, rentable. En el aspecto formal se echa en falta, tal vez, unas solapas que den más consistencia a la portada/contraportada, y una maquetación ―y reconozco que esto es algo muy subjetivo, cuestión de gustos― más descargada en los principios de cada capítulo ―haber empezado a media página y no desde arriba del todo―; pero, para los que recelan de este tipo de edición, decir que el libro, como mero objeto, resulta agradable de leer, está bien impreso, el papel es más que correcto y, en general, no difiere demasiado de un libro con una tirada grande de imprenta.
Y entrando ya en El adepto de la reina en sí, decir que Rodolfo Martínez ofrece al lector una obra de difícil adscripción genérica. Para mí, se podría definir perfctamente como ciencia ficción por ciertos elementos que luego comentaré, pero es cierto que también se la podría considerar una acertada mezcla entre fantasía y, desde luego, novela es espías ―el propio autor ha reconocido que una de sus mayores influencias, entre otras muchas, al escribirla fue el James Bond de Ian Fleming, y vaya si se nota―.
El autor ha creado un mundo con dos grandes bloques antagónicos enfrentados en una larga Guerra Fría, donde el dominio de la información es uno de los elementos principales del “tablero de batalla”, y donde los espías de ambos lados realizan peligrosas misiones para robar o perpetuar los secretos de cada bando. ¿Estados Unidos y la URSS? No: Los Pueblos del Pacto y el Martillo de Dios. En este mundo hermético y secreto se mueve Yáxtor Brandan, adepto empírico al servicio de la Reina de Alboné, cuando una nueva amenaza, un tercer jugador, es introducida en el tablero y las reglas del juego cambian radicalmente. Yáxtor deberá poner todas sus habilidades, que no son pocas, en resolver el misterio que envuelve a la organización que amenaza con acabar con el futuro de ambos bloques y con el propio mundo por el camino.
¿Y dónde está la ciencia ficción aquí? se preguntarán algunos. Pues en la existencia de unos «mensajeros» que algunas personas portan en y exudan de sus cuerpos para conseguir construir con ellos casi cualquier cosa que se les ocurra, modificar sus propios rasgos, manipular a los que les rodean o crear ciertas herramientas de unas forma que casi parecería mágica, sino fuera ―y conforme avanza la narración la sensación se acentúa cuando el lector descubre su origen― porque huelen por todos lados a nanotecnología de origen desconocido. Existen otros elementos que refuerzan la teoría, pero al ser parte importante de la trama conviene que el lector los vaya descubriendo por si mismo, las pistas desde luego se encuentran ahí y una de las gracias de la narración sin duda es ir rastreándolas, obteniendo las piezas poco a poco para conformar un puzzle que solo al final mostrará la imagen completa ―aunque haya una parte del mismo que quizá permanezca bastante en las sombras―.
De esta forma cuando surge la inesperada amenaza terrorista con una bomba de Malas Noticias ―que vendría a ser el equivalente de una atómica en nuestra mundo― que podría acabar con los mensajeros y como consecuencia con la forma de vida establecida en ambos bloques, Yáxtor será enviado a descubrir quién se encuentra detrás del complot, cuales son sus objetivos y a evitarlos por cualquier medio que se precise.
Es este un mundo que, dada la dependencia de los mensajeros, que permiten obtener casi cualquier cosa que se desee, se ha desarrollado mucho en algunas cosas pero muy poco en otras, sobre todo en lo tecnológico. Así, se produce una extraña y fascinante mezcla entre elementos propiamente medievales con otros que podrían haber sido sacados de nuestro siglo XIX, pasando por otras etapas históricas intermedias hábilmente conjugadas en la narración. La desaparición de los mensajeros podría fácilmente acarrear un retorno a la barbarie, a la oscuridad de la ignorancia, y por eso es tan importante desactivar la amenaza y descubrir por el camino que son y de dónde vienen los propios mensajeros, dado que son un elemento del que dependen vitalmente ambas sociedades, pero que ninguna controla realmente.
En su calidad de adepto de la reina, Yáxtor pondrá en juego sus muy diversas habilidades y su dominio superior sobre los mensajeros, asesinando sin piedad, destruyendo a todo aquel que se interponga en su camino, acostándose con y usando a todas las mujeres que le sirvan para acercarse un poco más a su objetivo ―aunque hay que reconocer que ninguna de las relaciones son gratuitas ni fuera de lugar, todas aportan algo a la trama― y enfrentándose a una organización maligna muy en la línea de los enemigos tradicionales de Bond, James Bond. Para remarcar aún más el parecido ―o el homenaje― este particular espía se encuentra acompañado por un elenco de personajes que incluyen a sus particulares M o Moneypenny, su Q y sus artilugios y gatches que bajo aparencias inicuas ocultan sorprendentes y normalmente mortales utilidades. Pero que nadie se engañe, Martínez consigue separarse enseguida de la obra de Fleming para ofrecer una historia plenamente original, frenética en muchas ocasiones ―casi demasiado a veces, se habría agradecido cierta introspección, profundidad y descripciones de ciertos parajes― con un trasfondo ciertamente subyugante y una historia que no da respiro al lector. Cabría señalar un cierto abuso de «deus ex machina» que permiten al autor resolver situaciones desesperadas para los protagonistas, algunos saltos sin red y algunos datos que se guarda en la manga para sorprender al lector; pero sin duda se le perdonan vista la calidad y los resultados conseguidos.
A lo largo de la misión, Yáxtor, un personaje que ha olvidado buena parte de su pasado, víctima de una especie de amnesia selectiva, tendrá que enfrentarse a unas revelaciones que le harán cuestionarse su actual existencia, forzándole a madurar de alguna manera y a cambiar su filosofía de la vida conforme una imagen recurrente de una escena que podría ser de su juventud vuelva una y otra vez a su mente para atormentarle. Es muy de agradecer esta evolución en el protagonista ―detalle que le aleja de su reflejo bondiano― que invita además al autor a seguir profundizando en él en posibles futuras continuaciones. La truculencia de las imágenes que asaltan su mente y las reticencias de sus superiores a tratar el tema o el misterio con el que lo envuelven, van preparando el camino para las impactantes revelaciones sobre lo que llevó a Yáxtor a convertirse en la perfecta máquina de matar, amoral y sin escrúpulos, sin remordimientos y casi, se podría decir, sin sentimientos. Además, otros misterios sin resolver, como la identidad del escurridizo “Número Uno”, cabeza oculta de la organización secreta que amenaza la estabilidad mundial y cuyos agentes se autodenominan “espectros”, también podrían llevar fácilmente a esa hipotética segunda parte.
Los elementos diferenciadores se multiplican pronto, desde la propia sociedad en la que se desenvuelven los personajes, una mezcla casi steampunk de antigüedad y modernidad, las posibilidades que dan los mensajeros, la existencia de unos seres llamados «carneútiles» que adaptan sus cuerpos a los deseos de su primer dueño por el que son esclavizados, para servir desde juguetes sexuales a monturas, y que parecen carecer totalmente de voluntad propia, unos portales de transporte que permiten ir de un punto a otro instantáneamente, unos intransitables «bosqueoscuros» hacia dónde la resolución del misterio parece tender y dónde confluirán buena parte de los protagonistas y de los destinos implicados en la narración... La acción pura da poco tiempo a la reflexión, y las aventuras y las revelaciones sorprendentes se suceden de forma vertiginosa, aunque la novela tiene quizá su principal “pero” en un final un tanto precipitado, dejando sin resolver detalles muy significativos (que es lo que deja al lector con ganas de que Martínez escriba una continuación) que se agradecería hubieran tenido respuesta.
Entre medio, muchos viajes, personajes francamente interesantes, mujeres fatales y despiadadas y otras frágiles que deberán hacerse fuertes ante los golpes de su vida cerca de Yáxtor, aliados que usar y enemigos que eliminar, secretos que desvelar, un pasado misterioso en el que profundizar, y una amenaza que combatir con todas las armas que se tengan a mano. El adepto de la reina es francamente entretenido. Tal vez sea literatura de evasión, un pasapáginas frenético, un libro palomitero donde los haya, pero todo ello con una calidad más que remarcable. Con el estilo característico del autor, con una muy buena y agradable escritura, sin florituras innecesarias, pero con el necesario buen hacer literario, con una fluidez encomiable, con una historia que atrapa..., sin duda este es un libro recomendable para cualquier amante de la buena aventura, de las historias de espías con un toque diferente, de las conspiraciones y las organizaciones de supervillanos a nivel mundial. Ha llegado un antihéroe llamado Brandan, Yáxtor Brandan, y ojalá la aventura editorial de su autor sea un éxito y este particular agente secreto vuelva pronto para quedarse. Yo al menos lo estaré esperando.
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