Amber Kizer.
Reseña de: Jamie M.
Versátil. Barcelona, 2010. Título original: Meridian. Traducción: Sheila Espinosa. 297 páginas.
Según el diccionario de la RAE, “fenestra”, directamente del latín, significa “ventana”, y eso es precisamente lo que es Meridian Sozu, una ventana por la que los moribundos pueden hacer que sus almas en tránsito alcancen el “cielo” (o la suerte de Paraíso que sus convicciones contemplen). Meridian es una joven que ha vivido toda su vida rodeada de muerte; cada mañana, al despertarse, ve como una importante cantidad de insectos, pequeños roedores y reptiles (lagartijas, salamandras...) han acudido a morir entre los pliegues de sus sábanas. Conforme va creciendo el tamaño de sus “víctimas” también va aumentando, hasta que al cumplir dieciséis años, un extraño accidente de tráfico tiene lugar delante de su casa y su cuerpo estalla de un insoportable dolor. Sin tiempo para reflexionar, sus padres le dicen que ella es un peligro para toda la familia y es enviada a toda prisa a vivir con su anciana tía abuela Merry, de la que solo sabe que se dedica a confeccionar unas extrañas mantas que le envía en cada uno de sus cumpleaños y que vive en un pueblo de Colorado llamado Revelation. Tras un accidentado viaje alcanzará su objetivo donde conocerá, aparte de a su tía, a Tens, un joven callado e intrigante y a Custos, una loba domesticada que le tomará un especial cariño, y donde, por fin, se le desvelará el misterio que siempre ha rodeado su vida convirtiéndola en el bicho raro del instituto: ella, al igual que su tía, es una Fenestra, una ventana al otro mundo, y más le vale aprender rápidamente a manejar sus poderes si no quiere que su recientemente pasado dieciséis cumpleaños sea también el último.
Las cosas, por supuesto, no pueden ser sencillas, así que pronto descubrirá que en Revelation se ha instalado una fundamentalista congregación religiosa de orientación aparentemente cristiana, que se hace llamar la Iglesia de la Pureza Forjada (aunque es llamativo que solo citen el Antiguo Testamento, más representativo de un Dios colérico, sin ninguna referencia al Nuevo Testamento, donde de verdad aparece Jesucristo y que es donde se establece el sentido cristiano de un Dios que predica el amor entre sus “hijos”. Muy cristianos no parecen, la verdad, y con eso juega acertadamente la autora, amparándose en la ambivalencia para hacer la ambientación más siniestra si cabe), dirigidos por un pastor (una especie de esa figura tan estadounidense del elocuente telepredicador, fanático aunque aparentemente razonable, pero sin “tele” en este caso) llamado Perimo, dotado de una personalidad arrebatadora y un enorme poder de persuasión, y con unos objetivos realmente negativos para las dos mujeres y su acompañante. Lo cierto es que al “villano” se le ve venir desde el principio, aunque se desconozcan los motivos para tanta inquina, y quizá debiera haber sido algo más desarrollado, pues en sus apariciones casi se limita a citar las escrituras con crípticas amenazas contra Meridian, resultando quizá algo falto de personalidad, demasiado plano sobre todo en contraposición al resto de protagonistas.
Además la tarea de la Fenestra no está libre de peligros en absoluto, pues las almas que atraviesan su “ventana” suelen tirar de ella pudiendo llegar a arrastrarla al otro lado. Así, la vida de la joven da un vuelco completo, donde por un lado se dará cuenta de que las muertes que la rodeaban y que habían convertido el jardín de su casa en un auténtico “cementerio de animales” no son culpa suya, pero por otro le llegará la confirmación de que sí es una especie de bicho raro, aunque no en el sentido que ella creía, sino como alguien especial que deberá dedicar a partir de entonces su existencia a los demás.
Meridian es un personaje muy humano, confusa durante buena parte del principio de la novela, acomplejada de su existencia que ella siempre ha relacionado con la muerte haciendo que se apartara del contacto del resto de seres humanos al no saber si podía hacerlos morir (es un poco fuerte que sus padres le hubieran ocultado durante toda su vida su verdadera naturaleza, con la excusa de que tuviera una infancia y adolescencia “normales”, impidiendo su preparación para lo que había de sobrevenirle al cumplir los dieciséis y dejándola indefensa ante los ataques del lado oscuro de la ecuación: los Aternocti, o Noche-Oscura en latín), se convierte de pronto en la “elegida”, la chica con un destino oculto inmersa en un “combate” que dura desde el principio de los tiempos (o al menos desde el principio de la Humanidad): Fenestras y ángeles guerreros, los “Sangre”, contra su “reverso” oscuro, los Aternocti, quienes buscan arrastrar al mayor número de almas al “infierno”. La eterna lucha del Bien y el Mal, la Luz y la Oscuridad, Creadores contra Destructores, y Meridian parece encontrarse justo en medio.
Al haber sido durante tanto tiempo el bicho raro, asume con aparente sencillez sus poderes y su responsabilidad, resistiéndose mínimamente al principio, pero claudicando ante la evidencia e iniciando su acelerado entrenamiento para recibir el manto y el ejercicio de las Fenestras. Es externamente fuerte, decidida a enfrentarse a todo lo que la vida lance contra ella, pero al tiempo tiene una vertiente vulnerable y tierna que le hace dudar y sufrir en las situaciones más delicadas y trágicas con las que va a tener que lidiar en su nueva vida. Durante buen número de páginas adopta una posición algo pasiva, mientras va asimilando su nueva situación, zarandeada por las circunstancias, confundida y en muchos casos asustada (cómo no estarlo, cuando no entiende lo que le está sucediendo, cuando la han separado de sus padres y hermano y le dicen que muy posiblemente no vuelva a verlos, cuando le encomiendan una misión para la que no está en absoluto preparada...). Conforme avance la novela y Meridian vaya asumiendo lo que le ha caído encima, irá madurando y cambiando su forma de ver las cosas, sin quejarse contra el destino que le ha tocado en suerte, sino aceptando la idea y tratando de vivir lo mejor posible con ella. Tiene, a pesar de todas las bofetadas que le ha dado la vida, una postura básicamente optimista, que le permite sobrellevar los peores momentos sin caer en la desesperación.
Kizer ha desarrollado su mundo con una fuerte coherencia interna, a la que se atiene en todo momento. Sin embargo, visto desde fuera, se hace un tanto difícil de aceptar que nada de lo que uno haga con su vida tiene importancia ante el lugar que le corresponde ir después de la muerte. Si al fallecer hay cerca una Fenestra y pasas a través de ella, tu alma irá al cielo; si quien se encuentra cerca es un Aternocti, irás a la condenación; si no hay ninguno de ellos por los alrededores, tu alma entrará en la rueda de la reencarnación o, si te resistes a abandonar el mundo o a los seres queridos, terminarás convertido en un fantasma. No importa que hayas sido bondadoso o malvado, el resultado tan solo depende de quien tengas cerca y teniendo en cuenta que se nos dice que cada vez hay más Aternocti que Fenestras, el resultado no parece muy halagüeño, sinceramente, y cuando menos es bastante inquietante.
Como nos encontramos ante una novela plenamente inscrita dentro del género romántico paranormal (y destinada a un público juvenil-adulto), es interesante ver como se va desarrollando el romance inevitable entre Meridian y Tens. El joven es el protector designado de la nueva Fenestra, un “cargo” que comporta mucho más que lo que a priori pudiera pensarse y que le llevará a anteponer su vida a la de la adolescente por encima de cualquier otra consideración, dado que si ella muere es casi seguro que el vínculo que parece unirlos lo arrastrará también a él. Aparenta quizá que todo es un tanto precipitado, acelerado, dado que todo sucede en apenas dos semanas que se antojan muy, pero que muy largas dado todo lo que acontece en ellas. Tens es un joven reservado, serio, comprometido con su tarea, atractivo sin duda, decidido, meditabundo y temeroso de no poder cumplir con lo que se le viene encima, sus dudas (tanto de su capacidad para llevar a buen término su tarea como de sus sentimientos románticos hacia Meridian) muestran un lado más humano de un personaje que de otra manera podría haberse convertido en bastante insufrible, dado su carácter rayano en la perfección. De todas maneras es de esperar que Kizer desarrolle su personalidad algo más en próximas entregas, pues corre el riesgo de quedar algo desdibujado.
La novela tiene un ritmo rápido, de prosa sencilla y ágil, con abundantes diálogos, saltando de una sorpresa a otra, intercalando hábilmente fragmentos de un diario que va pasando de mano en mano de las Fenestras anteriores y que le permite a la autora perfilar los antecedentes sin detener la acción, transmitiendo al lector la idea de las generaciones de mujeres que se han ido legando la tarea, de linajes familiares dedicados a ayudar en el tránsito de las almas al otro lado. Al final, sin embargo, todo se arremolina y el desenlace parece algo precipitado, con algún deus ex machina descomunal, con demasiadas “casualidades” que vienen a refrendar que la bondad desinteresada finalmente tiene su recompensa.
Cabe hacer una mención para la cuidada edición que Versátil ha dedicado al libro (a pesar de que se les haya colado algún pequeño gazapo tipográfico), respetando la portada original; abriendo cada capítulo con una cenefa de rosas y pequeñas calaveras que simbolizan perfectamente el significado del relato: la vida y la muerte, la belleza y el horror; y adecuando el tipo de letra a la historia, cambiando la tipografía cuando se trata de diarios o cartas, consiguiendo que la lectura sea una experiencia realmente placentera.
Cuando la novela termina ha quedado claro que una guerra se avecina entre Fenestras (y Sangres) y Aternocti, y Meridian lleva camino de convertirse en pieza esencial de la misma. Amber Kizer deja todo preparado para las casi seguras continuaciones de las que muy posiblemente esta novela tan solo haya sido el prólogo donde instaurar las bases de su mundo y las premisas del tablero donde se van a llevar a cabo los combates. Esta novela es una suerte de emocionante presentación del mundo y los contendientes, de las circunstancias, de la actual situación, de los poderes de ambos bandos, y deja todo el futuro abierto para la dura lucha que se intuye cercana y para la que Meridian y Tens deberán enfrentar su misión y obtener el mayor número de ayuda. El destino de las almas depende de ello.
Es la primera reseña buena que encuentro de este libro.
ResponderEliminarLas demás fueron decepcionantes; no sé qué pensar.
No sé. ¿Decepcionantes en qué sentido?
ResponderEliminarEl libro es entretenido y ameno, bastante original y algo distinto.
No está destinado a revolucionar la Literatura, desde luego, pero como novela juvenil cumple sobradamente su función.
Se nota que la autora todavía tiene que foguearse y currarse más algunos aspectos narrativos, y que temáticamente tiene cosas discutibles, pero en general está bien para pasar un rato entretenido. Creo que tampoco buscaba más trascendencia que eso, ¿no?
Hola, Jaime:
ResponderEliminarMe refería que antes de leer tu reseña, las otras que leí encontraban decepcionante al libro. Pero eso tal vez sea por tanta promoción que se le dio, donde parecía que justamente era de esos libros que revolucionan.
Gracias por la reseña.
Besos.
Pues sí, quizá tenga que ver con las expectativas creadas. Yo no había leído nada sobre el libro y la verdad es que me gustó, pero reconozco que es bastante "suavecito", con poca acción (aunque algo hay) y más tema introspectivo. La cosa es que si alguien (que no sé si es el caso) se espera una fantasía urbana o un romance paranormal al estilo de vampiros, hombres lobos y demás, con abundancia de sangre y eso, pues no es lo que se va a encontrar, desde luego. Algo hay, como ya digo, pero no van por ahí precisamente los tiros.
ResponderEliminarNo sé, el libro tiene su encanto y lo cierto es que mientras se va asentando en la memoria te vas dando cuenta de cosas, de detalles, que dejan un buen recuerdo.
No va a revolucionar el género, eso es cierto, pero no está mal.
Saludos