Norman
Maclean.
Reseña
de: Aníbal Klondike.
Ed.
Libros del Asteroide. Barcelona, 2010. Título
original: A River Runs Through It and Other Stories. Traducción:
Luis Murillo Fort. Prólogo de Gabriel Insausti. 314 páginas.
En
1992, una excelente adaptación de este libro fue llevada al cine por
Robert Redford, con Brad Pitt, Craig Sheffer y Tom
Skerrit como protagonistas. De este modo supe de la existencia de
Norman Maclean, y tuve conocimiento de algunos detalles de su
vida, puesto que se trata de una obra autobiográfica. Mi afición a
la pesca me hizo visionar algunas escenas de esa película decenas de
veces, y convertir, en mis sueños juveniles, las montañas de
Montana en una especie de paraíso natural inalcanzable. Más tarde,
por motivos profesionales, durante un curso sobre incendios
forestales, se citó un importante trabajo de investigación
periodística (Young men and fire) sobre lo acaecido en el
incendio de Mann Gulch (Montana), en 1949, donde murieron 12
integrantes de una cuadrilla forestal y un Guardabosque. Es uno de
los primeros trabajos de este tipo en su ámbito, y una referencia
para los profesionales del sector aún hoy en día. Su autor: Norman
Maclean. Inmediatamente recordé al protagonista de aquella película
y nació un deseo de leer algo más sobre él. No encontré nada
hasta que, por casualidad, descubrí este libro.
El
río de la vida y otros relatos se considera todo un clásico de
la literatura norteamericana, y está compuesto por tres magníficas
historias. La principal y más larga de ellas es la que da título al
libro. En ella se cuentan, de una manera hermosa y realista, los
hechos que acaecieron en su juventud al propio autor y a su hermano
pequeño, Paul. Hijos de un pastor presbiteriano, crecieron en
Missoula, Montana, e hicieron de la pesca con mosca el eje de sus
vidas. También es la pesca el hilo conductor del relato, hasta el
punto de que el autor se demora a veces con demasiada profundidad en
la descripción de los lances o en algunos detalles técnicos que
pueden llegar a aburrir a un profano. Pero sólo son unos párrafos.
Pues el libro no trata de pesca. Trata de la vida, de la naturaleza,
de la belleza. Y la manera en que Maclean sabe describir lo sublime
de un momento de comunión con la naturaleza es realmente
incomparable. También trata de su hermano, y lo hace de una manera
capaz de sobrecoger a cualquiera, con pasajes divertidos y
entrañables seguidos de otros momentos terribles.
Tanto
en esta historia como en los demás relatos que componen el libro se
aprecia la gran maestría con que el autor sabe transmitir su amor
por la naturaleza, por su tierra añorada, por un tiempo ya pasado,
donde pudo sufrir y disfrutar de los últimos vestigios del Oeste
salvaje.
Es
precisamente en los otros relatos cortos donde esto último más se
aprecia. «Leñadores, proxenetas y “Tu camarada, Jim”» y
«Servicio Forestal de Estados Unidos, 1919» son dos
historias en mi opinión maravillosas. Claro que tal vez yo no sea
del todo imparcial, ya que, por mi profesión, no puedo evitar
sentirme identificado y encariñarme con algunos de los
protagonistas, pues despiertan en mi cierta añoranza e incluso
envidia. Norman Maclean trabajó durante varios veranos, antes de
marcharse a estudiar al Este, en el Servicio Forestal de Estados
Unidos, por entonces recién creado, como peón maderero y en la
vigilancia y extinción de incendios. En estos relatos recrea
aquellos años, describiendo el trabajo de los leñadores y los
Guardabosques en las Montañas Rocosas de Montana e Idaho. Algunos de
los personajes que conoció allí inspiran estas historias, en las
que rememora la dureza de aquel trabajo y de aquellos hombres, así
como las aventuras que vivieron juntos, o las excentricidades de
algunos de ellos. De hecho ambos relatos tienen pasajes realmente
divertidos. Lo que nunca falta, es el amor por la tierra de Maclean,
y su habilidad para hacernos llegar esa añoranza siempre presente,
incluso cuando te habla de personas a las que no apreciaba (te lo
dice claramente), como en “tu camarada, Jim”, o
situaciones en las que no sale muy bien parado. Me resulta
especialmente entrañable la historia de Bill Bell, el
Guardabosques, a quien Norman admiraba realmente, y la que lían en
el pueblo después de todo un verano en los bosques.
Excelente
libro, bellamente escrito, con realismo, y dureza en ocasiones. Me ha
impresionado cómo Maclean sabe hacerte sentir esa hermosura que se
esconde tras la picada de una trucha, o en el sonido del río. En la
naturaleza. Los que han sentido, como yo, esa hermosura, esa comunión
profunda en algún momento, descubrirán aquí que el autor te la
sabe describir como tú nunca supiste, hasta el punto de que vuelves
a recordarla entre sus líneas.
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