Los vampiros de Morganville 3.
Rachel Caine.
Reseña de: Jamie M.
Versátil. Col. Juvenil. Barcelona, 2010. Título original: Midnight Alley. Traducción: Daniel Aldea Rossell. 301 páginas.
Tercera entrega de la serie, la acción se inicia prácticamente donde la segunda, El baile de las chicas muertas,
se quedara. Teniendo en cuenta que cada libro tiene su propia trama,
pero que a su vez forman parte de un arco argumental mayor que va
pasando de uno a otro, lo recomendable, de querer hacerlo, es leerlos en
su debido orden, empezando desde el principio para no descubrir ciertos
detalles de manera anticipada. Desde luego, esta novela puede ser leída
de forma independiente, pero se perderán muchos de los matices que dan
“vidilla” al relato a la vez que habrá ciertas cosas que podrían quedar
un tanto confusas sin conocer los antecedentes.
Como ya se vio, Claire se ha comprometido al servicio de Amelie,
fundadora de la ciudad y uno de los vampiros más poderosos de la misma
(si no la que más), quien de forma algo enigmática la va a poner a
recibir clases particulares de alquimia con un excéntrico,
desequilibrado y escalofriante profesor, Myrnin,
un chupasangres de gran edad que, cual un moderno Jekyll y Hyde, tan
pronto pasa de ser encantador a convertirse en un aterrador psicópata
prototipo en algunos momentos del célebre científico loco. El contrato
con la vampira en teoría garantiza la seguridad de la joven, sin embargo
no todos lo tienen tan claro. Además, y por si eso no fuera suficiente,
las cosas se ponen realmente mal cuando empiezan a aparecer cuerpos
asesinados en las calles de Morganville y cierto personaje del pasado de Eve vuelve a sus vidas.
La
joven es perfectamente consciente de que está corriendo más peligro
ahora que cuando no tenía un “contrato” que la protegiera, pero, tras
descubrir el secreto guardado celosamente que se esconde tras las
intenciones de Amelie al hacerla alumna de Myrnin, se convence, a pesar
de todo lo que puedan decirle sus amigos, de que debe continuar adelante
con la tarea encomendada. Una tarea de cuya resolución podría depender
el destino de todos los vampiros, incluido por supuesto su amigo Michael.
La tensión se masca en la casa. Los antiguos amigos están ahora enfrentados. Shane,
supuesto novio y protector de Claire e hijo de un furibundo
cazavampiros que todavía sigue suelto por ahí, no puede aceptar la
decisión de Michael aunque la tomara para salvarlos a todos ellos. Eve
encuentra ciertas dificultades para retomar la rutina de su vida tras lo
sucedido en el libro anterior, y además debe enfrentarse al retorno de
su hermano Jason. Por otra parte, Claire descubrirá algo alucinada que su
nueva estatus como protegida de Amelie ha supuesto también un cambio en
su puesto dentro de la sociedad de Morganville, lo que conlleva un
extraño acercamiento por parte de Mónica Morrell, hasta entonces némesis implacable de la joven y que ahora parece querer ser su mejor amiga.
Caine
mantiene el pulso con personajes que se alejan en cierto modo del
estereotipo clásico y que van adquiriendo cierta profundidad que los
aleja de las dos dimensiones; personajes que pueden sorprender por sus
acciones, que maduran de libro en libro, cambiando inevitablemente con
las adversas circunstancias con las que están lidiando. La inocencia ha
quedado muy atrás y todos deben cargar con el peso de sus decisiones y
de sus secretos. La amistad es un bien frágil, fácil de romper y muy
difícil de recomponer, como los habitantes de la mansión Glass
van a comprobar en propias carnes. También es cierto que mientras
Claire refleja un crecimiento y maduración importantes, sus tres
compañeros se quedan un tanto atrás, con mucho menos peso y actuando
casi por reflejo, siendo el personaje de Eve, con toda la carga y
presión psicológicas que le tocan soportar en esta ocasión, uno de los
más desaprovechados.
La
autora va desenterrando buena parte de los secretos que tanto
Morganville como los vampiros que allí habitan mantienen ocultos;
empieza a cobrar forma la historia de la ciudad, la razón de su
fundación. Firmemente establecido el presente, con un futuro incierto,
se empieza a vislumbrar los hechos del pasado que han llevado a la
situación actual, dando una gran solidez a la serie y un punto de
partida que puede dar mucho juego en próximas entregas.
La
trama, dentro de lo directo de sus planteamientos, sigue ganando
complejidad, ofreciendo algunos giros sorprendentes. Usando a fondo las
claves de la fantasía urbana juvenil, el lector va a encontrar acción
trepidante con un poco de reflexión (una buena advertencia sobre el
precio que acarrean las decisiones tomadas sin demasiada meditación,
cierto acercamiento al despertar sexual o un inciso sobre el peligro de
las drogas y otras sustancias estupefacientes experimentadas de forma
despreocupada), con mucha diversión aunque no sea un libro de humor, una
buena pizca de traiciones, un toque picante de amor adolescente, todo
con un ritmo acelerado que no se resiste a hacer revelaciones
intrigantes que aderezan la narración, que entretiene haciendo pasar un
buen rato. El “pero” sería que las diferentes líneas no terminan de
casar a la perfección entre ellas, produciéndose una descompensación
entre unas y otras que lastra en algunos momentos la lectura.
Al igual que sucediera con el primer libro, El callejón de la medianoche termina con un cliffhanger
que deja todo preparado para la siguiente entrega. La línea argumental,
a pesar de haber obtenido un buen número de respuestas, sigue dejando
en el aire suficientes misterios y temas interesantes por resolver con
la promesa de más emoción en el futuro. Y lo cierto es que quedan unos
cuantos libros esperando, la verdad.
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