Paolo Bacigalupi.
Reseña
de: Santiago
Gª Soláns.
Plaza
& Janés.
Barcelona,
2011. Título original: The Windup Girl. Traducción: Manuel de los
Reyes García. 538 páginas.
En
esta novela, que últimamente parece estar en boca de todos ―para
bien y para mal―, el autor ha creado un oscuro futuro distópico
extrapolando datos desde nuestro presente y mezclando la ciencia
ficción política con las fábulas medio ambientales con cierta
componente profética. Situando la acción en Tailandia,
en su capital Krung
Thep amenazada
seriamente por la subida del nivel del mar, el lector irá
completando pieza a pieza un intrincado puzzle para descubrir que el
mundo ha sufrido una terrible catástrofe ―o varias―, en la que
se ha juntado la escasez del petróleo, el fanatismo religioso
islámico, los grandes movimientos migratorios, el calentamiento
global y la subida del nivel de los mares, con una serie de desastres
alimenticios propiciados por la manipulación transgénica de las
semillas y la proliferación de muy diversas plagas mutantes,
intencionadas o no, que terminaron arruinando las cosechas en todo el
planeta y exterminando gran variedad de ecosistemas.
Anderson
Lake
es
un occidental en un país donde la mayoría de la población los odia
y muy pocos los aceptan reticentemente; peor todavía, además es un buscador de
nuevas fuentes de calorías, nuevas cepas de comida exótica que
puedan sacar a la humanidad de una situación de hambruna inminente y
enriquecer a las compañías implicadas en su desarrollo por el
camino. Trabajando bajo la tapadera de la dirección de una fábrica
experimental de «muelles percutores» ―unos aparatos que pueden
almacenar gigajulios de energía― mediante el cultivo de algas
manipuladas genéticamente, se verá envuelto en los entresijos de la
política del país cuando descubra una nueva variedad de fruta
desconocida hasta el momento y empiece a sospechar de la existencia
de un banco de semillas oculto al resto del planeta.
Emiko
es
la chica mecánica del título, un neoser, «muñecos» humanos artificiales diseñados y fabricados por los
japoneses en diferentes modelos según su destino, mezcla de tecnología puntera e
ingeniería genética, programada en este caso para seguir a su «amo»
y servirlo en todos sus deseos, pero que ha sido abandonada en la
ciudad, en un ambiente que le resulta físicamente muy hostil, y que
para sobrevivir ha caído en las manos de Raleigh,
un
proxeneta
dueño de un club de alterne que no duda en explotarla como exótico
reclamo sexual, haciéndola partícipe de cualquier perversión
imaginable. De forma inesperada su vida se entrecruzará con la de
Anderson, siendo el detonante de acontecimientos que ninguno había
podido prever con anterioridad.
A
su alrededor, se irán moviendo multitud de personajes en una obra
profundamente «coral», con sus vidas cruzándose e influyendo en
ellas de forma inesperada: Hock
Seng,
el
secretario de Anderson, un «tarjeta amarilla», uno más de los
muchos refugiados chinos malasianos desplazados de su país por las
purgas de los fanáticos fundamentalistas islámicos, y que intenta
rehacer su anterior existencia y hacerse con un futuro aunque sea
timando a su contratador; el capitán Jaidee,
defensor de la ortodoxia y de las esencias del reino de Thai y firme
enemigo de los extranjeros; Kanya,
la compañera de Jaidee dentro del ministerio de Medio Ambiente, que
carga con un secreto peso en su alma y por ello nunca sonríe; Gi
Bu Sen,
el misterioso creador de calorías, diseñador de nuevas cepas
genéticas; el ministro Akkarat,
de Comercio, enfrentado en sus ambiciones con Medio Ambiente; Mai,
la pequeña que trata de sobrevivir en la ciudad, trabajando con
extraña lealtad a Hock Seng; Carlyle,
el comerciante sin escrúpulos, siempre a la búsqueda de beneficios a
la sombra del poder, sea este cual sea; y el general Pracha;
y Chan
el Risueño;
y Follaperros,
y... Muchísismos personajes a los que el lector debe estar atento.
Conforme
avance la trama, se va a asistir al enfrentamiento soterrado entre el
Ministerio
de Medio Ambiente
y
el de Comercio,
entre los que buscan un aislacionismo casi total del país,
defendiendo sus «esencias» y su espiritualidad, y los que aspiran a
una apertura comercial con el exterior ―enriqueciéndose así ellos
mismos― apoyados por un puñado de extranjeros capitalistas. El
conflicto latente va a ir subiendo de temperatura hasta un extremo en
que será inevitable el estallido; aunque una vez que eso suceda
nadie será capaz de predecir hacia dónde se extenderá la explosión
y el fuego posterior, ni la intensidad y extensión que habrá de
adquirir.
La
crisis de los combustibles fósiles y la subsiguiente limitación y carestía
energéticas han creado una sociedad que se mueve con nuevos vientos,
los dirigibles sustituyen ―o lo intentan― a los aviones, los
megodontes
se
convierten en la principal fuerza de trabajo pesado, los coches de
gasolina son un lujo que muy pocos pueden permitirse y la mayoría de
las personas se desplazan en bicicletas o rickshaws;
la manipulación genética está a la orden del día en flora y
fauna, y las comunicaciones personales han caído en una crisis de la
que dan muestra los casi abandonados ordenadores a «pedales» de la
empresa de Anderson.
Bacigalupi
ofrece
así una ciencia ficción auténticamente especulativa, partiendo de
nuestro presente y extrapolando de forma algo extrema y negativa, es
cierto, pero también muy realista, ciertas variables que ya se
encuentran a nuestro alrededor. La ciudad de Bangkok,
por debajo del nivel del mar protegida por una serie de murallas,
diques y bombas hidráulicas que de fallar anegarían toda la urbe,
espera con impaciencia la llegada de los monzones en medio de un
calor asfixiante, convirtiéndose en el escenario perfecto para el
enfrentamiento entre dos formas diametralmente opuestas de entender
la vida y su desarrollo. Es un futuro en que la Humanidad se ha
llevado al desastre a sí misma, con cultivos transgénicos de
semillas estériles que obligan al agricultor a depender de las
compañías productoras siembra tras siembra o con un afán de
explotación acelerado de unos recursos minerales que se saben
finitos o con el afán de ser dioses jugando con las oportunidades
que permite la manipulación genética...
El autor no presenta su mundo sin más, sino que va ofreciendo pinceladas del trasfondo imbricadas en la acción de modo que el escenario va apareciendo poco a poco en la mente del lector. Lo cierto es que quizás tarda en exceso en situar en posición todas sus piezas, más preocupado inicialmente por la creación del entorno que por la acción en sí misma. Se toma su tiempo, quizá demasiado, para presentar sociedad y personajes y colocarlo todo dónde desea. La situación mundial y, por ende, local, va surgiendo mediante la acción y los diálogos, y no mediante descripciones directas; se va mostrando poco a poco conforme los protagonistas interactúan con lo que les rodea y se ve cómo las cosas han podido llegar hasta esa situación tan deteriorada. Mediante conversaciones o alusiones de pasada el lector va conociendo el complicado estatus mundial, con países totalmente arrasados, con plagas desatadas, con multitud de animales y plantas extintos, con empresas de biotecnología ―las fábricas de calorías― que luchan por hacerse dominantes en el mercado, con el racismo imperante en la sociedad, el cierre de las fronteras, la descomposición de Europa, el expolio de los recursos del planeta... De forma algo lenta va surgiendo un fascinante escenario y, de pronto, cuando todo está en su lugar, el tempo narrativo cambia de forma significativa, se acelera, se desboca, y el autor sumerge a personajes y lectores en un nuevo escenario de ritmo mucho más rápido y de corte casi bélico donde la vida de todos los implicados se verá irremediablemente cambiada y puesta en peligro.
Como
pequeño detalle negativo, hay algunos momentos en que el abuso de la
tecnojerga
en
el texto, inventada para la ocasión, se hace incómodo y poco
verídico, demasiado técnico y poco auténticamente «jerga» ―donde
se tiende a acortar las palabras, sobre todo en conversaciones
coloquiales, y no a mantener nombres de objetos excesivamente largos,
como «muelles percutores», que sin duda habría sido reducido por
su uso común y no mantenido tal cual, por ejemplo―. Sin embargo se
nota un gran esfuerzo en crear un futuro «real», y es de destacar
la gran calidad de la traducción ofrecida por la editorial, con el
añadido de la dificultad de trasladar el ambiente y las palabras
orientales con las que el autor salpica abundantemente el texto.
Se echa en falta, también, y sin conocer las condiciones meteorológicas imperantes en el país que podrían haber sido utilizadas para el tema, alguna mención de importancia al uso ―o en su defecto, las causas de no hacerlo― de las energías alternativas o renovables que ya se están desarrollando en la actualidad: eólica, solar, hidráulica... o a los biocombustibles ―aunque aquí se puede alegar que los cereales también se han visto afectados por las diversas plagas que han acabado con los cultivos―.
Bacigalupi
ha
escrito una novela que invita a la reflexión al tiempo que
entretiene con una bien narrada aventura. Una sociedad sombría,
razonadamente pesimista, desencantada, víctima de la corrupción
institucionalizada, golpeada por enfermedades y plagas incurables que
solo pueden ser combatidas con el fuego, con poco espacio para la
esperanza o el amor; un lugar donde pescar ganancias en un río muy
revuelto, donde incluso la amistad es visto como un bien con el que
negociar, algo muy difícil de encontrar y mucho más de mantener. El
autor ha imaginado un futuro estremecedor, mucho más por su
pausibilidad que por cualquier otro motivo, donde todas las facciones
enfrentadas parecen tener buenos motivos para hacer lo que hacen ―y
la mera supervivencia no es el menor de ellos―, pero ninguno se
encuentra en un plano moralmente positivo.
La
chica mecánica
es
una muy interesante novela, para aquellos que gusten de una ciencia
ficción cercana en el tiempo y con un alto contenido político y
social. Especulación en estado puro, con unos personajes que
terminan haciéndose cercanos y reales, con sufrimientos y anhelos
muy humanos, llenos de contradicciones y fracasos. Una aventura para
reflexionar sobre nuestro futuro, sobre lo que estamos haciendo con
el planeta y con sus recursos, sobre el mundo que habremos de legar a
nuestros hijos, narrada de una forma amena, sin didactismos inútiles
sino predicando con el ejemplo, con una trama que, si bien le cuesta
arrancar, cuando toma velocidad se convierte en algo imparable. Un
libro que merece la pena ser leído. Por una vez no he estado peleado
con los premios como me suele suceder, se merece sin duda los que ha
recibido ―Hugo, Nebula, Locus, John W. Campbell Memorial Award...―.
El comentario sobre el lenguaje se desluce un poco al entender que es un problema de la (dificilísima) tarea de traducción; en el original son "kink springs" que, como casi todo lo técnico en inglés, es menos rollo que su equivalente exacto en castellano.
ResponderEliminar(Lo que nos deja la duda de como lo llamarán los tailandeses :-P)
Seguramente tienes toda la razón, aunque a mi "kink springs" me sigue sonando demasiado largo para meterlo en una conversación coloquial. Desde luego, es un tema menor.
ResponderEliminarY totalmente de acuerdo en lo de que se trataba de una difícil traducción (y así lo ensalzo en la reseña); porque además me dejé de comentar el gran número de enfermedades nuevas que también habrán tenido su tela para traducirlas adecuadamente.
Y a los tailandeses mejor dejarlos tranquilos, que ya vemos cómo las gastan (o las gastarán) algunos ;-)
Saludos
¿Que no se menciona el uso de energías alternativas como los biocombustibles en este mundo distópico? De hecho sí se hace: la energía utilizada, por lo menos en la Tailandia descrita donde se mueven los personajes,es,a aparte de los susodichos muelles, la energía obtenida del metano de las algas modificadas genéticamente, y que monopoliza el Estado, siendo esta condición, inclusive, uno de los pivotes para explicar las condiciones imperantes en ese futuro.
ResponderEliminarMuy original la historia no es, pero es una obra bastante sólida que a mi me ha recordado la ciencia-ficción en la estela de Todos sobre Zanzíbar y El rebaño ciego, por ejemplo, o inclusive algunas obras recientes de Ian McDonald y Geoff Ryman.
Hola, Fernando.
ResponderEliminarTienes toda la razón en lo del gas metano; pero en la reseña yo me refiero a energias que "ya se están desarrollando en la actualidad"; en concreto en cuanto a los biocombustibles quería referirme a los biodieseles y demás derivados de los cereales con los que ya funcionan algunos coches. Fallo mío por no saber expresarme mejor.
Y a pesar de que coincido contigo en que es una obra sólida, y que me ha gustado mucho, sigo sintiendo que falla en esta parcela en concreto.
Saludos.
Buena reseña. No conocía esta obra pero gracias a tu reseña me han dado ganas de leerla.
ResponderEliminarCuando haya acabado de leerla ya me pasaré a comentar qué me ha parecido.
Un saludo.
Bueno, me alegro de haber abierto tu "apetito" lector ;-)
ResponderEliminarAquí estaremos esperando tu opinión de la novela, que ojalá sea positiva.
Saludos