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miércoles, 14 de marzo de 2012

Reseña: Guarida de ladrones

Guarida de ladrones.
Trilogía de la Espada Arcana 1.

David Chandler.

Reseña de: Santiago Gª Soláns.

Timun mas. Barcelona, 2012. Título original: Den of  Thieves. Traducción: Joan Josep Mussarra Roca. 461 páginas.

David Chandler, como bien se ocupa la contraportada del libro de avisar, es el seudónimo elegido por David Wellington para adentrarse en su primera incursión en la fantasia medieval más tradicional después de haber estado dedicado a ofrecer su particular revisión de los monstruos sobrenaturales clásicos —vampiros, zombies y licántropos— a lo largo de un  buen número de libros cuya acción se sitúa en  nuestro presente. Para este «debut», tal y como bien queda reflejado en la dedicatoria a Leiber, Mooorcock y Howard, el autor ofrece una historia de ladrones y conspiradores perteneciente al género de una espada y brujería que se puede enclavar cómodamente en la tradición del Fritz Leiber de Fafhrd y el Ratonero Gris, indudablemente más «clásica» —para lo bueno y para lo malo— que la actual corriente de la fantasía épica con cierto corte «realista» de Martin, Abercrombie o Kearney por citar a algunos, e incluso de tantos ladrones y asesinos que están proliferando en las estanterías. Una fantasía que no tiene otro objetivo aparente que el puro entretenimiento y escapismo, más preocupado de la aventura en sí que en la construcción del mundo o la caracterización de los personajes.

En la Ciudad Libre de Ness, Malden eligió ser un ladrón como el menos «malo» de sus posibles caminos. Hijo de una prostituta y habiendo crecido en un lupanar, tuvo que buscarse la vida en las calles tras el fallecimiento de su madre y la imposibilidad de seguir viviendo en el lugar. Pero ahora ha llamado la atención de Cutbill, el señor de los bajos fondos de la ciudad, quien le ha «invitado» a unirse a su organización. El problema es que el ingreso conlleva el pago de una enorme cantidad de dinero; dinero que Malden no tiene, y uno nunca puede rechazar el ofrecimiento de Cutbill si quiere seguir con vida. Así que el joven ladrón deberá encontrar la forma de hacerse con una buena provisión de fondos, y si es de manera rápida mejor que mejor. Mas el siguiente problema es que todas las formas rápidas de enriquecerse conllevan enormes riesgos que deben ser sopesados con tranquilidad y tiempo, dos cosas que Malden no posee en absoluto. Cuando le surja la posibilidad de dar el golpe de su vida y conseguir un buen botín, no se lo va a pensar demasiado. Y si creía que hasta entonces tenía problemas, pronto se dará cuenta de que no eran nada comparado con los que ahora se le avecinan.

En su tortuoso camino se van a cruzar un buen número de personajes que van a aportar su particular granito de arena a sus penurias. El honorable aunque caído en desgracia caballero Sir Croy, perteneciente a una antigua orden de caza demonios, es el orgulloso poseedor de una de esas espadas arcanas que dan título a la trilogía; ingenuo hasta la extenuación, hay momentos en que su «inocencia» le haría merecedor de un buen par de collejas. Como antagonista se presenta su antiguo compañero y ahora fiero enemigo, Bikker, seducido por el camino del mal y sus posibilidades de enriquecimiento. En medio, Citera, una bruja de inclinaciones bondadosas pero que trabaja para el hechicero malvado; cubierta su piel por móviles tatuajes que encierran su propia maldición; antigua conocida de Sir Croy, objeto de sus deseos amorosos, navega en todo momento en la duda de sus alianzas. Hazoth es ese malvado hechicero que parece encontrase detrás de todo el embrollo; se antoja que muchas veces es demasiado lenguaraz —como todo buen villano clásico, por otra parte— y para ser tan poderoso no terminan de entenderse sus aparentemente innecesarias maquinaciones y sus torpes manipulaciones; se trata, seguramente, del personaje que más en la sombra queda, el que menos llega a distanciarse del arquetipo del que parte. Y en el apartado de aliados,  Malden contará con la ayuda del tahúr Kemper, sin duda el personaje más logrado y atrayente de todo el libro, quien consigue «robar» las escenas en que aparece con su peculiar maldición y las habilidades y contratiempos que le concede; prototipo del pícaro despreocupado, el tiempo va a demostrar de qué pasta está realmente hecho.

Lejos de una fantasía épica o heroica, Guarida de dragones es una historia de aventuras urbanas, de los bajos fondos de la ciudad, de sus ladrones, mendigos, mercaderes, prostitutas, asesinos, guardias y gobernantes, de ambiciones personales, de conspiraciones políticas, de engaños a varias bandas y de anhelos de ascenso en el escalafón social. La acción se desarrolla principalmente en la oscuridad de sórdidos callejones, en sombrías ruinas, en paupérrimas casas o en los palacetes de los poderosos —y del mismo rey—, con una trama alejada de grandes batallas o movimientos de tropas, limitando los enfrentamientos a lo individual y cercano, de pequeños grupos de guardias o soldados a lo sumo, y donde la propia ciudad cobra especial importancia.

Sí se insinúa la existencia de antiguas batallas contra enanos y elfos que de alguna manera dieron forma al actual status quo del que goza Ness como ciudad libre, donde cada ciudadano, por pobre que sea, es su propio dueño, lejos de la esclavitud que al parecer campa en el resto del reino fuera de sus murallas, lo que no evita en absoluto su miseria. La descripción del escenario de la ciudad por otra parte conlleva también ciertos problemas de verosimilitud difícilmente aceptables por el lector —como todo ese barrio que se quemó en el pasado y que muchos años después permanece abandonado en una urbe super poblada en que cada centímetro de terreno es algo muy valioso— que, aún siendo importantes para la trama, deberían haber sido mejor trabajadas.

Con un inicio un tanto titubeante —dado el número de páginas, quizá una pequeña poda no le hubiera venido mal—, la intensidad va creciendo conforme avanza el libro y se centra la trama, dejando atrás un comienzo algo irregular en el que el planteamiento da ciertos bandazos desconcertantes y las descripciones se vuelven algo reiterativas, e innecesarias. Una vez capeado ese primer momento de presentación, la acción toma velocidad e interés, haciéndose mucho más consistente, más centrada en el objetivo relevante y, por lo tanto, mucho más atractiva. Los personajes parecen ir cogiendo fuerza, definiéndose un tanto sus personalidades y dejando a un lado la ambigüedad que impedía la empatía con ellos. Una vez el autor parece decidir el camino por el que desea llevar a los protagonistas y a la propia narración, el libro se convierte en un pasapáginas realmente entretenido.

Haciendo gala de su habitual estilo ligero, de ritmo rápido —potenciado por la brevedad de los capítulos que favorece una lectura celérica— y con abundante acción, Chandler / Wellington ofrece una historia de intriga, enfrentamientos y traiciones anclada en una forma de entender la fantasía muy «clásica», sin aportar realmente grandes novedades, aunque sí abundante acción y aventura; con personajes prototípicos que cubren todo el espectro habitual —ladrón, mago, caballero, bruja, señor del hampa...—, pero manejando a la perfección los resortes del género para llevar el relato a su terreno. El autor pergeña una lectura entretenida, aunque algo ingenua; para pasar un buen rato sin tener que cavilar demasiado, con una trama lineal y sencilla, fácil y agradable de leer, con buenas dosis de humor —en ocasiones no precisamente demasiado sutil— proveniente sobre todo en los personajes secundarios, y con ciertos giros en el momento oportuno que retoman y elevan su interés cuando parecía a punto de perder el pulso.

El autor reconoce en los agradecimientos finales que escribió la presente novela como un ejercicio literario destinado a quedarse en el disco duro de su ordenador, pero que la insistencia de algunos amigos le llevaron a publicarla. Una circunstancia que no justifica, pero explica en cierta manera, la inconsistencia de ciertas partes iniciales, la presencia de tantos clichés y lugares comunes de la fantasía más clásica, y de la aparición de ciertos deus ex machina que resuelven algunas situaciones de las que habría sido difícil salir de otra manera. Una circunstancia que, unida al arreón final de la misma, invita a la esperanza de que las siguientes entregas eleven el nivel y ofrezcan un producto mucho más redondo. Las bases, desde luego, ya las tiene establecidas, ahora falta que sepa explotarlas satisfactoriamente. Decir que, aún formando parte de una trilogía, lo cierto es que Guarida de ladrones es un libro lo suficiente unitario y autoconclusivo como para que se pueda considerar una lectura completa e independiente. Es obvio que quedan asuntos pendientes que pueden dar lugar a continuaciones, y que los personajes tienen todavía mucho que decir, pero el final cerrado no deja temas importantes de la trama colgando para más adelante. Una novela que termina de forma mucho más satisfactoria de lo que empieza.

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