Trilogía de la Espada Arcana 1.
David Chandler.
Reseña de: Santiago Gª Soláns.
Timun mas. Barcelona, 2012. Título original: Den of Thieves. Traducción: Joan Josep Mussarra Roca. 461 páginas.
David Chandler, como bien se ocupa la contraportada del libro de avisar, es el seudónimo elegido por David Wellington para adentrarse en su primera incursión en la fantasia medieval
más tradicional después de haber estado dedicado a ofrecer su
particular revisión de los monstruos sobrenaturales clásicos —vampiros,
zombies y licántropos— a lo largo de un buen número de libros cuya
acción se sitúa en nuestro presente. Para este «debut», tal y como bien
queda reflejado en la dedicatoria a Leiber, Mooorcock y Howard, el autor ofrece una historia de ladrones y conspiradores perteneciente al género de una espada y brujería que se puede enclavar cómodamente en la tradición del Fritz Leiber de Fafhrd y el Ratonero Gris, indudablemente más «clásica» —para lo bueno y para lo malo— que la actual corriente de la fantasía épica con
cierto corte «realista» de Martin, Abercrombie o Kearney por citar a
algunos, e incluso de tantos ladrones y asesinos que están proliferando
en las estanterías. Una fantasía que no tiene otro objetivo aparente que
el puro entretenimiento y escapismo, más preocupado de la aventura en
sí que en la construcción del mundo o la caracterización de los
personajes.
En la Ciudad Libre de Ness, Malden
eligió ser un ladrón como el menos «malo» de sus posibles caminos. Hijo
de una prostituta y habiendo crecido en un lupanar, tuvo que buscarse
la vida en las calles tras el fallecimiento de su madre y la
imposibilidad de seguir viviendo en el lugar. Pero ahora ha llamado la
atención de Cutbill,
el señor de los bajos fondos de la ciudad, quien le ha «invitado» a
unirse a su organización. El problema es que el ingreso conlleva el pago
de una enorme cantidad de dinero; dinero que Malden no tiene, y uno
nunca puede rechazar el ofrecimiento de Cutbill si quiere seguir con
vida. Así que el joven ladrón deberá encontrar la forma de hacerse con
una buena provisión de fondos, y si es de manera rápida mejor que mejor.
Mas el siguiente problema es que todas las formas rápidas de
enriquecerse conllevan enormes riesgos que deben ser sopesados con
tranquilidad y tiempo, dos cosas que Malden no posee en absoluto. Cuando
le surja la posibilidad de dar el golpe de su vida y conseguir un buen
botín, no se lo va a pensar demasiado. Y si creía que hasta entonces
tenía problemas, pronto se dará cuenta de que no eran nada comparado con
los que ahora se le avecinan.
En
su tortuoso camino se van a cruzar un buen número de personajes que van
a aportar su particular granito de arena a sus penurias. El honorable
aunque caído en desgracia caballero Sir Croy,
perteneciente a una antigua orden de caza demonios, es el orgulloso
poseedor de una de esas espadas arcanas que dan título a la trilogía;
ingenuo hasta la extenuación, hay momentos en que su «inocencia» le
haría merecedor de un buen par de collejas. Como antagonista se presenta
su antiguo compañero y ahora fiero enemigo, Bikker, seducido por el camino del mal y sus posibilidades de enriquecimiento. En medio, Citera,
una bruja de inclinaciones bondadosas pero que trabaja para el
hechicero malvado; cubierta su piel por móviles tatuajes que encierran
su propia maldición; antigua conocida de Sir Croy, objeto de sus deseos
amorosos, navega en todo momento en la duda de sus alianzas. Hazoth es
ese malvado hechicero que parece encontrase detrás de todo el embrollo;
se antoja que muchas veces es demasiado lenguaraz —como todo buen
villano clásico, por otra parte— y para ser tan poderoso no terminan de
entenderse sus aparentemente innecesarias maquinaciones y sus torpes
manipulaciones; se trata, seguramente, del personaje que más en la
sombra queda, el que menos llega a distanciarse del arquetipo del que
parte. Y en el apartado de aliados, Malden contará con la ayuda del
tahúr Kemper,
sin duda el personaje más logrado y atrayente de todo el libro, quien
consigue «robar» las escenas en que aparece con su peculiar maldición y
las habilidades y contratiempos que le concede; prototipo del pícaro
despreocupado, el tiempo va a demostrar de qué pasta está realmente
hecho.
Lejos de una fantasía épica o heroica, Guarida de dragones es
una historia de aventuras urbanas, de los bajos fondos de la ciudad, de
sus ladrones, mendigos, mercaderes, prostitutas, asesinos, guardias y
gobernantes, de ambiciones personales, de conspiraciones políticas, de
engaños a varias bandas y de anhelos de ascenso en el escalafón social.
La acción se desarrolla principalmente en la oscuridad de sórdidos
callejones, en sombrías ruinas, en paupérrimas casas o en los palacetes
de los poderosos —y del mismo rey—, con una trama alejada de grandes
batallas o movimientos de tropas, limitando los enfrentamientos a lo
individual y cercano, de pequeños grupos de guardias o soldados a lo
sumo, y donde la propia ciudad cobra especial importancia.
Sí se insinúa la existencia de antiguas batallas contra enanos y elfos que de alguna manera dieron forma al actual status quo del que goza Ness como
ciudad libre, donde cada ciudadano, por pobre que sea, es su propio
dueño, lejos de la esclavitud que al parecer campa en el resto del reino
fuera de sus murallas, lo que no evita en absoluto su miseria. La
descripción del escenario de la ciudad por otra parte conlleva también
ciertos problemas de verosimilitud difícilmente aceptables por el lector
—como todo ese barrio que se quemó en el pasado y que muchos años
después permanece abandonado en una urbe super poblada en que cada
centímetro de terreno es algo muy valioso— que, aún siendo importantes
para la trama, deberían haber sido mejor trabajadas.
Con
un inicio un tanto titubeante —dado el número de páginas, quizá una
pequeña poda no le hubiera venido mal—, la intensidad va creciendo
conforme avanza el libro y se centra la trama, dejando atrás un comienzo
algo irregular en el que el planteamiento da ciertos bandazos
desconcertantes y las descripciones se vuelven algo reiterativas, e
innecesarias. Una vez capeado ese primer momento de presentación, la
acción toma velocidad e interés, haciéndose mucho más consistente, más
centrada en el objetivo relevante y, por lo tanto, mucho más atractiva.
Los personajes parecen ir cogiendo fuerza, definiéndose un tanto sus
personalidades y dejando a un lado la ambigüedad que impedía la empatía
con ellos. Una vez el autor parece decidir el camino por el que desea
llevar a los protagonistas y a la propia narración, el libro se
convierte en un pasapáginas realmente entretenido.
Haciendo gala de su habitual estilo ligero, de ritmo rápido —potenciado por la brevedad
de los capítulos que favorece una lectura celérica— y con abundante
acción, Chandler / Wellington ofrece
una historia de intriga, enfrentamientos y traiciones anclada en una
forma de entender la fantasía muy «clásica», sin aportar realmente
grandes novedades, aunque sí abundante acción y aventura; con personajes
prototípicos que cubren todo el espectro habitual —ladrón, mago,
caballero, bruja, señor del hampa...—, pero manejando a la perfección
los resortes del género para llevar el relato a su terreno. El autor
pergeña una lectura entretenida, aunque algo ingenua; para pasar un buen
rato sin tener que cavilar demasiado, con una trama lineal y sencilla,
fácil y agradable de leer, con buenas dosis de humor —en ocasiones no
precisamente demasiado sutil— proveniente sobre todo en los personajes
secundarios, y con ciertos giros en el momento oportuno que retoman y
elevan su interés cuando parecía a punto de perder el pulso.
El autor reconoce en los agradecimientos finales que escribió la presente novela como un
ejercicio literario destinado a quedarse en el disco duro de su
ordenador, pero que la insistencia de algunos amigos le llevaron a publicarla. Una circunstancia que no justifica, pero
explica en cierta manera, la inconsistencia de ciertas partes iniciales,
la presencia de tantos clichés y lugares comunes de la fantasía más
clásica, y de la aparición de ciertos deus ex machina
que resuelven algunas situaciones de las que habría sido difícil salir
de otra manera. Una circunstancia que, unida al arreón final de la
misma, invita a la esperanza de que las siguientes entregas eleven el
nivel y ofrezcan un producto mucho más redondo. Las bases, desde luego,
ya las tiene establecidas, ahora falta que sepa explotarlas
satisfactoriamente. Decir que, aún formando parte de una trilogía, lo
cierto es que Guarida de ladrones
es un libro lo suficiente unitario y autoconclusivo como para que se
pueda considerar una lectura completa e independiente. Es obvio que
quedan asuntos pendientes que pueden dar lugar a continuaciones, y que
los personajes tienen todavía mucho que decir, pero el final cerrado no
deja temas importantes de la trama colgando para más adelante. Una
novela que termina de forma mucho más satisfactoria de lo que empieza.
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