James Wesley Rawles.
Reseña de: Santiago Gª Soláns.
La Factoría de Ideas.
Col. Bonus # 20. Madrid, 2012. Título original: Patriots. Surviving the
Coming Collapse. Traducción: Ernesto Rubio García. 439 páginas.
Bajo un tema tan actual como el de la galopante crisis económica y una
buena y atractiva portada se esconde una mera excusa para
defender la causa del supervivencialismo, atacar al sistema político
federal estadounidense y justificar el derecho a portar armas de los ciudadanos
particulares para poder «defender» sus derechos pisoteados día tras día
por los gobernantes de Washington y su brazo armado, los agentes del FBI y de otras agencias de nivel nacional. Una paranoia tan llevada
al extremo como extremistas son sus protagonistas y, aparentemente, su propio autor. En un futuro muy, muy cercano o en un presente paralelo al nuestro, la crisis socio económica en los EE.UU.
no logra frenarse y todo el sistema entra en quiebra llevando al país
al caos. La hiperinflación hace que el antes todopoderoso dólar deje de
tener valor de facto, el desempleo se dispara hasta el infinito, las
fábricas dejan de producir, el comercio se desploma, la electricidad
deja de fluir, la red telefónica se desconecta, el gobierno desaparece y
se produce un terrible colapso que deja en manos de cada ciudadano su
propia forma de sobrevivir. Una novela tan a
priori interesante por su sinopsis y posible planteamiento como
decepcionante en su plasmación, desarrollo y escritura.
En medio de todo ello un grupo de previsores amigos, que tras el 11-S
—o antes o mucho después, que las fechas bailan que es una barbaridad
según el capítulo— ya se olían que toda iba a ir a peor, lleva años
preparando un refugio en Idaho
para cuando toda la situación estalle inevitablemente por los aires,
como termina sucediendo. Refugiados en una granja que habían
acondicionado casi como una fortaleza e ido preparando con todo lo
necesario, desde comida hasta medicinas pasando por gran cantidad de
armamento, útiles de acampada, semillas, combustible, ropa..., mientras
en el país la situación es cada vez más insostenible, el lugar se
convierte en un remanso desde el que conservar y empezar a restaurar la
civilización, algo para lo que se convertirán en una milicia dispuesta a
ayudar a sus vecinos contra los asaltantes itinerantes que
periódicamente van apareciendo y colaborando con otros grupos armados
para mantener la ley.
A
caballo entre la novela y la guía del supervivencialista —algo de la
que Rawles también es autor—, el libro se muestra absolutamente falto de
ritmo y de emoción —y cuando se hubiera podido producir el «narrador»
multipresente se encarga de estropearlo diciendo precisamente que ese
fue un momento muy emocionante con lo que consigue quitársela del todo—.
Con un estilo ramplón y ningún tipo de recurso estilístico, cualquier
escena que pudiera haber elevado el listón se ve cortada por la
descripción minuciosa —y repetitiva— de las armas utilizadas, de la
munición disparada, incluyendo número, calibre, tipo y gran número de
detalles innecesarios, del tipo de ropa de camuflaje —y su marca, con la
recomendación añadida de cuál es mejor que otra—, de la mejor opción de
camioneta y sus trucajes, del tipo de batería de cada radio o de la
mejor forma de conservar la gasolina y el diésel...
La
acción que avanza a trompicones, a grandes altos, se ve «interrumpida»
además por alguna serie de capítulos que abandonan la línea principal
sin venir a cuento, como la historia de dos hermanos fugitivos que
parece que van a tener cierta importancia y al final están allí
aparentemente tan solo para mostrar lo malo que es el gobierno federal,
lo restrictivas que son sus leyes y lo fácil que es en Estados Unidos
conseguirse una nueva falsa identidad —o varias, ya puestos— o la de
cierto vejete que tan solo aparece para mostrar lo atroces que son las
nuevas autoridades y para abrumar —y aburrir— con la mejor forma de
establecer una emisora de radio indetectable para el enemigo.
Intervenciones que cortan todavía más la entrecortada «acción». Es de
suponer que esta cualidad inconexa del relato es debida a su origen como
entradas en el blog supervivencialista
del autor, quien sin embargo quizá se debiera haber preocupado un
poquito más de dar una presentación homogénea al conjunto en favor de
una lectura más agradable y menos áspera. Al menos el tono monótono del
narrador sí consigue mantenerlo desde principio a fin del libro.
Y es que en muchos momentos Patriotas más
que una novela parece una lista de la compra, un inventario de todo lo
necesario para refugiarte y resistir en un rancho aislado, un panfleto
de instrucciones que igual te enseña como blindar una vivienda que a
fabricar una granada de termita. Los personajes son meros vehículos para
transmitir sus «conocimientos» al lector, sin apenas caracterización ni
diferenciación entre ellos; salvo unos pequeños apuntes biográficos y
una reseña de sus habilidades particulares en ningún momento parece que
tengan vida propia. Además los fallos en la cronología tanto de las
edades de los protagonistas, como de los sucesos que les han ido
llevando a su situación actual contienen una buena dosis de errores de
fechas que hubieran sido, en teoría, fácilmente subsanables con una
breve corrección.
La
supuesta novela desde un buen principio se convierte en un manual sobre
todo lo que necesitan aquellos que quieren sobrevivir a épocas de
crisis extremas, empezando desde luego por tener la suerte de caer en un
grupo, como les sucede a los «protagonistas», que reúna todas las
habilidades y conocimientos necesarios para la subsistencia, desde la
medicina —en todos los campos, pero sobre todo en cirugía y obstetricia—
hasta la mecánica pasando por gente con adiestramiento militar y
armamentístico —hay capítulos en que se explica perfectamente como
trucar un arma para convertirla en automática o la mejor forma de
fabricar y almacenar cócteles Molotov, entre otras maravillas—.
Página
a página se glorifica a unos «guerreros» siempre con la justificación
de la palabra de Dios en la boca, que no soportan a ladrones,
saqueadores, invasores y toda su ralea, enarbolando como bandera el «no
robarás» de los mandamientos, pasándose sin embargo por el forro el
«no matarás», ya que parece que los pecadores —y aquí la definición
abarcaría a cualquiera que se enfrente a ellos o no esté de acuerdo con
su forma de vida y convicciones— no tienen perdón y los «justos» están
siempre capacitados para hacer justicia por su mano.
Se
«desarrolla» así una historia que adquiere tintes rocambolescos —y
algo más que inverosímiles— cuando en medio de la recuperación del país
—«recuperación» que consiste en instaurar ferias de trueque, imponer su
ley y el establecimiento de algún comercio— Rawles introduce en la ecuación a una fuerza de pacificación de las Naciones Unidas
que viene a apoyar a un auto nombrado nuevo presidente de los EE.UU. y
cuyas tropas conjuntas no se dedican más que al saqueo y quema de
viviendas, a la violación en masa, al asesinato indiscriminado y a todo
tipo de prácticas execrables —aunque, por supuesto, los norteamericanos
en sus filas muestren dudas sobre lo que se encuentran haciendo allí— en
un momento en que la historia se le va ya totalmente de la mano al
autor convirtiéndose en una mera parodia de lo que quería retratar —y lo
malo es que parece que el tipo cuenta todo totalmente en serio—
desembocando en una especie de Segunda Guerra Civil estadounidense.
Patriotas es un panegírico o manifiesto a mayor gloria del movimiento supervivencialista,
justificando un tipo de vida que por otra parte requiere un alto nivel
de inversión económico y uno mucho mayor de paranoia. Un canto a favor
de un modo de ver el mundo que difícilmente podría llegar a tener su
reflejo en nuestro país, entre otras cosas porque el acceso a muchos de
los materiales que tan fácil les resulta a los protagonistas —de la
forma más natural se hacen con todo tipo de armas y cientos de miles de
balas y municiones— aquí se encuentra afortunadamente mucho más
limitado.
El
cambio de las enmiendas constitucionales del final del libro es ya de
traca, convirtiéndose sin duda en la «lista de deseos» del autor para el
futuro de su país. No sé desde la óptica norteamericana, más
acostumbrada a todo el tema y con una fuerte implantación del
supervivencialismo sobre todo en ciertos estados, pero desde este lado
del charco todo exuda un tufo militarista realmente difícil de tragar.
Es esta, sin duda, una historia en la que el autor estaba más interesado
en ofrecer sus consejos de cómo sobrevivir al colapso
antes que en profundizar realmente en la narración de los hechos o en
su simple coherencia. Para los amantes de las armas y la parafernalia
militar seguro que es toda una revelación, para los que tengan miedo del
futuro y muchos contactos para conseguir todos los materiales
«imprescindibles» que se van detallando esta es sin duda una buena
«guía» de compras y de comportamiento, para los que busquen un buen
relato de ficción con un mínimo de calidad literaria mejor que busquen
en otro lado.
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