Novela casi divina.
Enrique Jardiel Poncela.
Reseña de: Amandil
Blackie Books. Barcelona, 2012. 490 páginas.
Es de agradecer que una editorial moderna se atreva a relanzar en el saturado mercado editorial español algunos de los mejores títulos que la narrativa de nuestro país produjo en la primera mitad del siglo XX. Blackie Books ha optado por dar ese salto al pasado con varias de las obras del gran Enrique Jardiel Poncela. Y una de ellas, como no podía ser de otro modo, ha sido esta curiosa La tournée de Dios.
La trama del libro es sencilla pero tremendamente compleja: Dios, un buen día, anuncia que va a presentarse en la Tierra en forma humana y va a llevar a cabo una gira por el planeta comenzando por España. Como es de esperar, semejante anuncio agita a todas las naciones del mundo y provoca una serie de expectativas que rápidamente se verán defraudadas por unos motivos u otros.
Esta breve sinopsis podría perfectamente resumir el libro y lo cierto es que vacía casi por completo el contenido del mismo. Pero la profundidad de la trama no se queda ahí. Los detalles son importantes, ¡ah, los detalles! y es en ellos dónde Jardiel Poncela se recrea con extrema nitidez y crueldad. Porque este libro, pese a lo que podría parecer, no va de Dios. Va del hombre, de lo mundano, de lo áspero y de los podrido que rodea la condición humana. Y va, sobre todo, de los duros años que atravesó España desde la caída de la monarquía de Alfonso XIII hasta, prácticamente, el inicio de la Guerra Civil.
Es imposible desligar La tournée de Dios de los años en que fue escrita ya que, en gran medida, es una ácida crítica contra el ambiente reinante en España provocado por las violencias y desgarros provocados por los totalitarismos que pugnaban por aplastar al país bajo sus salvadoras ideologías. El autor, y en el prefacio, indica claramente que el libro no va contra "las derechas", pese a ser crítico y mordaz contra la mayor parte de los pilares de las mismas. Tampoco, habría que añadir, es un libro que vaya contra "las izquierdas", aunque no dude en subrayar sus contradicciones y debilidades. De hecho es una obra que quedaría perfectamente encuadrada en esa "Tercera España" en la que quedaron atrapados gran cantidad de intelectuales contrarios a revolucionar la sociedad o a dejarla estancada en los cauces del pasado.
Así pues el lector se encontrará ante un libro curioso y tremendamente crítico en el que la visita de Dios, encarnado en un ser anodino y pasivo, es prácticamente la excusa para conocer la trama que se desenvuelve en torno al matrimonio del escritor Federico Orellana y la actriz Natalia Lorzain. Serán ellos los que realmente muevan la narración en torno al baile descarnado de una relación llena de amor, mentiras, admiración, decepciones y desengaños. Y sólo al final, de refilón y de un modo cercano a la crueldad, intervendrá Dios, dejando claro lo que el autor remarca en toda la obra: somos seres creados y abandonados.
Junto a los tres protagonistas (Dios, Orellana y Lorzain) podremos disfrutar de dos secundarios que, a mi juicio, realzan de manera magistral el tono general de la novela. Perico Espasa, el periodista homosexual, y el embustero doctor Flagg. Ambos suponen un revulsivo para la obra y, además, permiten al autor deslizar hacia extremos hilarantes una trama que, en ocasiones, se vuelve un tanto oscura o tristona. La agilidad de Espasa, un rara avis en una sociedad anticuada y confundida, y el aire a superviviente mentiroso pero extremadamente simpático y encantador que emana el alocado doctor Flagg, pondrán el contrapunto ideal al especialmente denso personaje de Dios.
Junto a los tres protagonistas (Dios, Orellana y Lorzain) podremos disfrutar de dos secundarios que, a mi juicio, realzan de manera magistral el tono general de la novela. Perico Espasa, el periodista homosexual, y el embustero doctor Flagg. Ambos suponen un revulsivo para la obra y, además, permiten al autor deslizar hacia extremos hilarantes una trama que, en ocasiones, se vuelve un tanto oscura o tristona. La agilidad de Espasa, un rara avis en una sociedad anticuada y confundida, y el aire a superviviente mentiroso pero extremadamente simpático y encantador que emana el alocado doctor Flagg, pondrán el contrapunto ideal al especialmente denso personaje de Dios.
Pero entonces ¿este libro es un drama? ¡Ni mucho menos! El sentido del humor que Jardiel Poncela despliega a lo largo de la obra coloca a cada uno en su sitio desde la primera página. No es tanto un humor grosero y simplón sino, en muchas ocasiones, un elegante cruce entre las greguerías de Ramón Gómez de la Serna, y las alegres tropelías propias del Lazarillo de Tormes (¡cómo nos caló semejante obra!). Todo ello con un estilo y una estructura que bien podrían rozar el absurdo si no fuese por su genial disposición de hacer al lector partícipe de las locuras de un escritor que, al sentirse cómodo en la producción teatral, llena el libro de trucos y llamadas geniales. Dibujos, carteles, avisos, cambios de tipo de letra, saltos argumentales, TODO vale para que la lectura se amena, entretenida y se descargue de la tensión que un escrito así debió provocar al publicarse en 1932.
La tournée de Dios es un libro que no se escribió para ofender pero sí para agitar. Su humor es su bandera, no hay duda de ello, pero eso no impide la crítica ácida y descarnada a una sociedad que prefiere creerse lo cómodo antes que reconocer los errores y susbsanarlos, aunque duelan y supongan abandonar las trincheras del alma.
Sólo pongo un pero a este libro. El único modo de sumergirse plenamente en él requiere conocer la época en que fue escrito y las circunstancias que se vivían en aquellos años. Sólo así es posible ver todos los matices, reflejos y mensajes que Enrique Jardiel Poncela trató de transmitir. Temo que un lector que no sepa esto se pierda una parte sustancial de la trama -el trasfondo, el telón, el marco de la obra- aunque ello más que una crítica al libro es más bien un rebuzno contra el sistema. Cosa del que escribe esto, una vez más.
Cómprenlo, léanlo y disfruten de uno de los grandes del humor.
Me alegra ver que se recupera una obra un tanto olvidada de uno de los grandes genios de nuestras letras. Sin duda, una de las novelas más divertidas que he leído.
ResponderEliminarUn saludo.