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martes, 21 de agosto de 2012

Reseña: Puro

Puro.

Julianna Baggott.

Reseña de: Santiago Gª Soláns.

Roca editorial. Barcelona, 2012. Título original: Pure. Traducción: Julia Osuna Aguilar. 428 páginas.

Julianna Baggott ha escrito una obra, principio de trilogía, que navega a la perfección entre la distopía tan de moda en la actual literatura juvenil y el post-catastrofismo de un mundo arrasado donde lo importante es la forma de sobrevivir en condiciones muy adversas. A pesar de la delgada línea que separa a uno del otro la autora ha sabido combinar en el escenario una devastación donde los pocos supervivientes se mantienen a duras penas en medio de las cenizas, la miseria, las enfermedades, las mutaciones, el hambre y la anarquía, rodeando al lugar donde los pocos privilegiados, los «puros», viven a resguardo en su aséptica Cúpula, gozan de buena salud, una correcta alimentación y de una tecnología funcional, aunque bajo el gobierno de una tiranía de facto. Cabe advertir que es esta una novela muy dirigida a un público adolescente que pase por alto, o perdone, una importante serie de licencias narrativas, sumergiéndose sin afán analítico en una historia dramática y muy humana que atrapa el interés por medio de una aventura cargada de misterio y de acción. Una buena historia, de corte juvenil, en la que sumergirse si se consigue dejar la incredulidad aparcada a un lado.

En un mundo devastado por las Detonaciones, la supervivencia es difícil, en una tierra de ruinas, ceniza y polvo. Las mutaciones están al orden del día, propiciando extrañas y desquiciadas criaturas a las que apenas puede considerarse humanas. Malviviendo con su abuelo en una peluquería abandonada, Pressia está a punto de cumplir los dieciséis años, momento en que los milicianos de la ORS vendrán a buscarla para incorporarla a sus crueles filas, algo a lo que ella se opone. Pero en un mundo como ese es casi imposible burlar al destino, así que cuando finalmente se cumpla el plazo todos sus planes de huida van a conducirla a sitios donde jamás hubiera soñado ni deseado ir.

Mientras tanto, lejos de la miseria en la Cúpula los privilegiados Puros que pudieron refugiarse allí antes de que se desatase el «apocalipsis», viven sus existencias sin miedo a las enfermedades gracias a programas de mejora genética y con importantes comodidades que su aislamiento les permite, de las cuales no es la menor una correcta alimentación —fuera los alimentos también han mutado haciéndose en muchos casos indigeribles para los humanos—. Pero allá dentro, el joven Perdiz no se encuentra cómodo, siente que algo le falta y la simple sospecha de que su madre pudiera seguir viva en el exterior hará que se plantee el dejarlo todo y salir a buscarla.

Narrada en todo momento en tercera persona siguiendo en capítulos alternos principalmente a Pressia y a Perdiz, con el punto de vista de de otros actores cuando la autora necesita mostrar partes vitales que ambos no protagonizan directamente, como los de Il Capitano —un mando de la ORS que carga con su hermano fusionado y contrahecho en la espalda— o de Lyda —una joven de la Cúpula que va a sufrir las consecuencias de las decisiones de Perdiz—, la historia de Puro no versa sobre la catástrofe o sus causas, sino sobre gente intentando vivir con las consecuencias, por lo que la autora se detiene más bien poco en explicar cómo se llegó allí —parece ser que una general bajada de la calidad de vida que propició un aumento de los conflictos— ni se detiene en las Detonaciones en sí —se sugiere, pero no termina de saberse muy bien quién tuvo la culpa, quién inició el ataque y si afectó solo al territorio donde se desarrolla la aventura de Pressia y sus compañeros o fue algo global—.

Consecuencias que, desgraciadamente para el lector «resabiado» —o meramente con cierto bagaje científico—, por mucha excusa que se añada del componente bacteriológico y genético de las bombas de las Detonaciones, siguen siendo bastante inverosímiles. Las fusiones y mutaciones producidas como resultado —¿alguien ha dicho algo de «nanotecnología»?— sobre todo las que implican la unión de la carne con objetos inanimados —como la protagonista que tiene una cabeza de muñeca en su puño— o con otros organismos —como otro personaje principal, Bradwell, que tiene fusionados en la espalda unos pájaros vivos— son biológicamente poco, o nada, viables y difíciles de aceptar.

Sin embargo, superado el escollo, la autora ha creado un mundo realmente atractivo, muy duro, donde la supervivencia darwiniana está a la orden del día y el pez grande siempre se come al chico. Según ha confesado en alguna entrevista, Baggott escribió el libro con una intención enormemente cinematográfica, llenándolo de imágenes impactantes y resultonas —utilizado el término sin ningún ánimo peyorativo—, de escenas de acción y buenas dosis de misterio, con los debidos momentos de introspección —para demostrar que incluso en lo más oscuro se puede encontrar algo de belleza—, abundantes enfrentamientos, paisajes crepusculares plagados de peligros, de acción frenética y unos protagonistas llevados al límite. Es un relato enormemente visual, que busca esa espectacularidad de imágenes a pesar de la comentada falta de coherencia para llegar a ellas que hace que una, en principio, historia de ciencia ficción roce en ocasiones la fantasía, más que nada por la falta de explicaciones un poco más detalladas: ¿Cómo se fusiona metal, plástico o roca con la piel y la carne sin llevar a la muerte al organismo «receptor»? ¿Cómo se fusiona un niño con su madre y siguen ambos viviendo, pero solo crece ella mientras él se queda para siempre en la infancia? ¿Cómo se convierte un ser humano en un remolino de arena?...

Es esta una narración dura, oscura, violenta y triste. La desesperación suele ensombrecer cualquier rayito de esperanza, cualquier brote es pisoteado sin piedad. No hay sitio para el humor y el romance apena se vislumbra, más como un inconveniente que como algo deseable. La autora ha situado en ese mundo a una serie de personajes decididos pero desorientados, todos buscando algo aunque no sepan demasiado bien el qué, quizá tan solo que alguien les quiera y les ofrezca algo de seguridad en un mundo donde no hay donde encontrar reposo. Personajes al límite, siempre al borde de la muerte que allí fuera muestra un buen número de caras y donde la amistad y la bondad son bienes muy caros de encontrar y de mantener. Personajes que luchan porque no saben hacer otra cosa, marcados, retorcidos por los defectos físicos, por la fealdad de las mutaciones que sin embargo no los hacen menos humanos en absoluto, con todas sus contradicciones y maldades, junto a la capacidad para hacer el bien.

Ofrece la autora junto a la frenética aventura una reflexión sobre la eugenesia, sobre la «pureza» y la mezcla o el mestizaje, sobre los totalitarismos y el peligro de dar el poder a los radicales, de la resistencia organizada frente a la opresión, del crecimiento y el cambio físico y mental, de las difusas fronteras de la crueldad humana... Ejemplariza dos tipos de «gobierno» autoritarios, de unos pocos sobre poblaciones subyugadas. Dentro de la Cúpula unos cuantos hombres, los políticos y científicos que construyeron el lugar, dirigen el destino de todos los que se encuentran allí dentro, marcando firmemente su futuro, controlando firmemente el uso de la información, dirigiendo sus inquietudes hacia la vida militar para ellos y hacia la vital tarea reproductiva para ellas; a cambio de la seguridad y el bienestar todo está programado, y el ambiente cerrado no permite que nadie pueda salirse del camino marcado bajo la amenaza de la «reeducación» de los «disidentes» en asépticas instalaciones entre médicas y carcelarias.

En el exterior, la  milicia —a pesar de que el relato tan solo sigue a una muy pequeña facción de la misma y de sus dirigentes tan solo aparece uno— muestra una forma distinta de totalitarismo, la del dominio de los más fuertes sobre los débiles, dando a los miserables supervivientes tan solo dos alternativas: o entran a formar parte de las tropas de los dominantes o convertirse en las víctimas de un brutal juego de caza humana.

Ambas vertientes inciden en la deshumanización que lleva a los dirigentes el uso del poder absoluto. En ambos casos, la autora muestra unos dirigentes encumbrados por encima de todos los que les rodean, gozando de injustos privilegios y comodidades imposibles de alcanzar por el resto de ciudadanos, abusando de su posición de fuerza y de su posesión de las materias primas, alimentos o armamentos.

Puro encierra también una historia de superación ante la adversidad, de la búsqueda de algo de bondad en un mundo que ha dejado de ser bueno. Una lectura sobre la lealtad, sobre la lucha por conseguir algo mejor, sobre el uso del poder y las manipulación política, sobre el egoísmo y la ambición que lleva a alguien a poner su comodidad por encima del bien de todos los que le rodean; una advertencia sobre aquellos que quieren jugar a ser dioses manipulando las naturaleza a su antojo para conseguir sus egoístas objetivos, sobre ese sueño de la razón que produce monstruos, sobre la ciencia desatada y sus terribles consecuencias.

Una lectura recomendable sobre todo para un público joven que busque más la aventura y la emoción que el análisis o disección científica de lo que se está narrando. Con la suspensión de la incredulidad funcionando, y evitando ciertas incoherencias, lo cierto es que Puro deja unas cuantas perlas sobre las que reflexionar al tiempo que ofrece una frenética, tensa y dramática historia, narrada con buen pulso y ajustado ritmo. Habrá que estar atento a las continuaciones.

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