George R.R. Martin / Lisa Tuttle.
Reseña de: Santiago Gª Soláns.
Ediciones Gigamesh. Col. Gigamesh ficción # 48. Barcelona, 2012. Título original: Windhaven. Traducción: Antonio Rivas. 341 páginas.
Tomando
como punto de partida un tema «clásico» y ciertamente recurrente dentro
de la ciencia ficción, como es el de una nave generacional que, por causas
diversas, debe hacer un aterrizaje de emergencia en un planeta que no
era su destino y en el que los supervivientes deben establecer una
civilización limitada que no llega a emular tecnológicamente a la de
origen, Martin y Tuttle
escribieron en su momento tres historias, recopiladas luego en un solo
volumen que es el que nos ocupa, en torno a la figura de una joven que
deseaba tanto algo que cambió todo su mundo para conseguirlo. De alguna
manera viene a demostrar que mucho antes de Canción de Hielo y Fuego, Martin
ya escribía excelentes historias —aunque, sin duda, no tan
voluminosas—, como en esta ocasión en que lo hace acompañado de la menos
conocida —al menos en nuestro país— Lisa Tuttle, en una historia algo más intimista que Gigamesh ha tenido el acierto de recuperar dado que su anterior edición de Martínez Roca era más que inencontrable en la actualidad.
En Refugio del Viento,
un mundo oceánico con un puñado de islas dispersas como única tierra
firme donde intentar recrear la civilización, el duro clima ventoso, las
condiciones atmosféricas, las fuertes corrientes y los mares poblados
de peligros, como las escilas,
llevó a los colonos a adaptar la vela solar de la nave espacial
accidentada en un buen número de alas plateadas con las que un puñado de
valientes, los voladores,
pudieran surcar los cielos y mantener las comunicaciones entre los
nuevos asentamientos: llevando noticias y mensajes, transmitiendo las
canciones y los cuentos y manteniendo, simplemente, el contacto entre
comunidades remotas. Muchas generaciones después los voladores se han
convertido en una casta aparte, llenos de prestigio, de privilegios y de
arrogancia, tan admirados por un sector de la población como denostados
por otro, unas figuras llenas de romanticismo, protagonistas de
historias y canciones que loan sus hazañas y el riesgo de sus misiones,
pero que también llenan de envidia los corazones de los menos
favorecidos.
En
una sociedad que ha devenido casi en feudal debido a la ausencia de
metales que permitiera mantener una civilización industrial, Maris,
hija de pescadores, anhela poder volar con las alas de plata, pero su
origen la ata al suelo; al menos hasta que es adoptada por Russ,
un volador, y obtiene su deseo, aunque tan solo hasta que el hijo
legítimo de éste, su primogénito de facto, cumpla 13 años, momento en
que ella deberá cederle las alas sin importar sus sentimientos ni
sueños. La tradición manda y Maris no puede oponerse a la fuerza con la
que sus leyes están escritas, ¿o tal vez sí? Por razones ciertamente
egoístas, se enfrentará al inmovilismo de su sociedad hasta conseguir
que la acepten en sus filas, algo que sin embargo llevará consigo
importantes repercusiones sociales y políticas en las que no había
pensado y con las que deberá convivir.
El
libro está compuesto por las tres historias,
sucesivas cronológicamente, pero casi independientes, que los autores
dedicaron a Maris
y su «cruzada». Se trata de historias sencillas a la par que emotivas,
libres de complejidades narrativas o de tramas paralelas, en las que los
autores se «limitan» a seguir a Maris en tres etapas muy diferentes que
de alguna manera responden a su vez a la clásica estructura de
presentación —juventud—, nudo —plenitud— y desenlace —vejez—, con tres
encrucijadas vitales donde la elección de camino podría modificar el
destino de muchos. Unas narraciones con un creciente tono de melancolía,
con el trasfondo de una forma de vida que de alguna forma está abocada a
desaparecer, llevándose con ella una buena parte de sueños, que tiñe
escenario de tonos crepusculares. Cada ala perdida es irreemplazable,
cada volador que deja de volar aumenta el aislamiento de las islas.
Todo
el relato se encuentra cargado de lírica, de poderosas y emocionantes
imágenes en las escenas del vuelo contra los elementos, con personajes
muy humanos con los que no es en absoluto difícil empatizar —tanto entre
los que quieren cambiar las cosas como entre los más inmovilistas—. Las
alas, cada vez más escasas debido a que las perdidas en diversos
accidentes no pueden ser sustituidas, pasan de padres a hijos, sin dar
la opción a alguien ajeno a soñar siquiera con conseguir formar parte
del grupo. Y sin embargo, eso es lo que Maris se va a atrever a hacer,
cuestionándose el valor de las tradiciones que la obligan a ella a ceder
las alas de su padre adoptivo a su hermanastro Coll,
hijo legítimo del volador, quien ni siquiera las desea ni muestra la
habilidad de la joven con ellas. Y es tal la habilidad de los autores
que es imposible no sentir, y compartir, sus anhelos.
Bajo
el ropaje de lo difícil de conseguir los sueños y lo difícil de
mantenerlos una vez conseguidos, se desarrolla en el fondo el eterno
conflicto de la lucha de clases, de la cuestión si debe ponerse por
encima la valía o la herencia. Algo ejemplarizado a la perfección no
solo en Maris,
sino también en su hermanastro, quien sueña con ser juglar, algo para
lo que se encuentra muy dotado, pero no se atreve a desafiar a su padre
ni a romper las cadenas de la tradición.
Y
es bajo ese disfraz de aparente sencillez con una sola línea narrativa a
seguir donde subyace una importante carga temática que invita a la
reflexión: El cuestionarse las propias convicciones, el ser flexible
ante las opiniones de los demás. El peligro del elitismo promovido por
el inmovilismo de las tradiciones, que conlleva la arrogancia de esa
«nobleza» auto mantenida en el tiempo, reacia a aceptar entre «los
suyos» a nuevos miembros provenientes de entre los terranos,
provenientes de fuera del tronco de las familias de los voladores. El
triunfo de la perseverancia frente a todo obstáculo. La lucha por situar
la justicia por encima de la comodidad y la costumbre, que lleva a
hacerse responsable de los propios actos, sean cuales sean las
repercusiones.
Una vez que se gana la batalla hay que lidiar con las
consecuencias que trae la victoria, por inesperadas que sean, cuando la
situación creada parece encaminarse en un nuevo rumbo que va mucho más
allá de lo inicialmente planteado, superando cualquier expectativa. Hay
que reconocer la responsabilidad y seguir luchando a pesar de que las
propias convicciones digan lo contrario. No se puede esperar cambiar
algo para uno mismo, acomodarse a la situación, y esperar que todo lo
demás siga igual, pues cada acción tiene sus repercusiones, y aquellos
que las originan no pueden o no deben hacerse a un lado. Martin y Tuttle
le plantean a Maris —y al lector— la elección entre hacer lo cómodo o
lo correcto, entre conformarse con lo que se tiene una vez obtenido lo
deseado o seguir trabajando para obtenerlo para otros.
Refugio del Viento
ofrece un relato absorbente, emocionante, delicioso y delicado en
ocasiones, imaginativo, evocativo y cautivador en todo momento. Una
historia de lo que cuesta conseguir los sueños y de lo mucho más que
cuesta mantenerlos. Un relato de amistad y lealtad a través de las
dificultades. Una lectura muy satisfactoria, aunque sin duda más cercana
al intimismo reflexivo de Muerte de la luz que a la épica bélica de Canción de Hielo y Fuego.
No hay batallas, ni apenas enfrentamientos más allá de los de los
voladores contra la naturaleza. Sí hay bastante de política, de
opiniones y formas distintas de ver el mundo, de lucha entre poderes que
buscan utilizar a los otros como herramientas, sojuzgarlos para que
sirvan a sus designios. También hay poesía, un canto a la libertad, a la
justicia y la hermandad. Es, sin duda, un libro hermoso, recomendable
para disfrutar con calma, paladeándolo hasta encontrarle el gusto, sin
prisas, adecuándose al ritmo tranquilo del relato.
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