Antología de ciencia ficción contemporánea.
VV.AA. Selección de Mariano Villarreal y Luis Pestarini.
Reseña de: Santiago Gª Soláns.
Sportula. Gijón, 2012. Edición digital [epub]. 326 páginas.
Mariano Villarreal —Literatura fantástica— y Luis Pestarini —Cuásar—
ejercen de seleccionadores de una ambiciosa antología de relatos con la
intención de dar una amplia muestra de la ciencia ficción más actual.
Resulta difícil calificar una obra dedicada a la literatura especulativa más canónica que se abre con un —maravilloso— relato perteneciente de facto al género hermano de la fantasía contemporánea.
Así, rotos los esquemas de buen principio, la sorpresa está
garantizada. Los seleccionadores dan una amplia visión de lo que se está
escribiendo en la actualidad, tanto en español como en inglés,
incluyendo aportaciones de ambos lados del charco y traducciones bien
elegidas de cuentos punteros del mercado anglosajón. Ya desde la portada, de Ángel Benito Gastañaga,
se intuye una intención exquisita, plenamente profesional, de no dejar nada al
azar ni a la improvisación, que se confirma ante la declaración de
intenciones que es la Presentación de los antologistas.
El volumen se abre, como ha quedado dicho, con un relato de fantasía, “El zoo de papel” —The Paper Menagerie—, de Ken Liu,
merecedor de los premios Nebula de relato corto 2011, Hugo de relato
corto 2012 y World Fantasy de relato corto 2012, habiendo sido a su vez
finalista de los premios Locus de relato 2012 y Theodore Sturgeon
Memorial 2012. A través de una conmovedora y sentimental historia, el
autor habla de las relaciones familiares, del desarraigo de aquellos que
se sienten diferentes en su entorno, de la renuncia a las raíces
culturales como forma de integración. Todo ello dotado de un toque de realismo
mágico en forma de maravillosos animales de origami a los que una esposa,
de origen oriental y trasladada a los EE.UU., insufla vida con su aliento
para acompañar los juegos de su hijo, un niño que no parece saber lo que
tiene hasta que lo pierde. Es esta una historia triste, muy evocativa,
real y emotiva, que pone tan alto el listón que se hace difícil juzgar
al resto de relatos bajo su mismo baremo. Por suerte, es de fantasía,
así que se le puede poner en un saco aparte.
Y después de un inicio tan fuerte, le toca el turno a “Deirdre”, de Lola Robles,
un drama amoroso innecesariamente alargado. Un intento de vuelta de
tuerca bajo un prisma
decididamente feminista sobre el recurrente tema de los androides «de compañía», la auto
conciencia artificial, los derechos que deben recibir y los sentimientos
que pueden llegar a desarrollar hacia sus «amos». Bien escrito, pero con poca «chicha» original,
aprovecha la autora para hablar de la soledad, del fracaso sentimental,
de la homosexualidad... Al final se antoja que el relato no es más que
una interesante «anécdota» a la que le hubiera hecho falta cierta
concreción para haber sido un relato más consistente.
Le sigue “Recuerdos de un país zombi”, de Erick J. Mota, sorprendiendo con una muy acertada denuncia social del estado cubano a través de una historia de zombies
realmente atípica, y atractiva. La picaresca y la forma de buscarse la
vida, la persecución política en la isla, la burocracia..., reflejados
con cierta sorna y mucha ironía. Busca una óptica científica del
problema zombie que afecta a todo el planeta, de la búsqueda de un suero
que convierta en inofensivos a estos seres, pero al final es tan solo
la excusa necesaria para ofrecer una lectura de crítica social tan real y
descarnada, como divertida.
“Enciende una vela solitaria”, de Víctor Conde,
es un relato intencionadamente críptico y «experimental», aunque lo más
simple sería llamarlo tan solo «confuso», para nada lo mejor que he
podido leer de este autor, y que le hace un flaco favor de cara a quien
lo lea por primera vez. Parecer ser una crítica o denuncia a la
proliferación y abuso de las redes sociales que anulan la voz propia de
cada individuo..., pues vale.
Por suerte a continuación el lector se encuentra con “Cuerpos”, de Juanfran Jiménez.
Una delirante y divertida historia de cambio de cuerpos —o de mentes—
en un futuro distópico en que los acaudalados pueden disfrutar de un
nuevo tipo de turismo sin «moverse» de casa, transfiriendo su conciencia
a cuerpos distantes, de un lado a otro del charco.
Jiménez ofrece un trepidante thriller en el que problema surge cuando
el transferido es un fugitivo que huye tanto de la policía como de su
antiguo capo, y las cosas terminen tan enredadas que se vuelven casi
frenéticas. Traiciones, intentos de asesinato, estafas, turismo
sexual, conspiraciones, corrupción política y policial... y otras muchas
cosas hacen de este relato una lectura muy entretenida, aunque quizá
peca de quedarse demasiado en la superficie y no profundizar en las
inmensas posibilidades del intercambio de cuerpos del planteamiento
inicial.
En “Un día sin papá” —A Day Without Dad—, de Ian Watson,
el autor británico propugna un futuro en el que las personas tienen la
posibilidad de «descargarse» las personalidades de sus
familiares más cercanos, genéticamente emparentados, en su propia mente.
La difícil convivencia de dos conciencias en un mismo cuerpo, aunque
una de ellas tan solo sea un «pasajero», fuerza situaciones incómodas y
nuevas formas de enfrentar el devenir diario. La falta de intimidad, las
relaciones familiares, la posibilidad de una inmortalidad de facto...
Intenso y muy acertado, como toda buena ciencia ficción obliga al
lector a echar una mirada sobre su propio entorno y cuestionarse ciertas
«verdades» de su día a día y de las relaciones con aquellos que le
rodean y con los que convive.
“Memoria”, de Teresa P. Mira de Echeverría es un emotivo relato situado en el escenario de la colonización de Marte,
terraformación mediante, dando voz a los que se oponen a la misma, a
través de una historia de amor con derivaciones adelante y atrás en el
tiempo, paradojas incluidas. Una ciencia ficción «poética» que auna los
sentimientos con los escenarios exóticos de otro planeta y que habla de
nuevas formas de relaciones familiares, de expandir la mente y no
quedarse anclado en los prejuicios establecidos durante años y años. No
termina, sobre todo en su final, de funcionar del todo, pero presenta
imágenes enormemente poderosas y fascinantes.
Cierra el volumen de forma espectacular —en el fondo, no tanto en la forma— el «plato fuerte» de la antología, tanto por extensión como por interés: “El ciclo de vida de los objetos de software” —The Lifecycle of Software Objects—, de Ted Chiang, relato ganador de los premios Hugo y Locus y finalista del premio Nebula, todos ellos de novela corta 2011. Una muy bien desarrollada historia que incide en la obsolescencia de los objetos y que se come, por su extensión casi de novela corta, buena parte de la antología. Ted Chiang, hasta el momento autor tan solo de un puñado de cuentos, demuestra que prosísticamente las distancias más largas se le atragantan un poco, haciendo gala de un estilo bastante sencillo y un tanto aséptico que, sin embargo, no hace mella en la magnífica bondad del relato y su contenido, llegando éste a implicar totalmente al lector en lo que se está narrando. A través de la interacción con unos avatares informáticos en entornos de realidad virtual, el autor consigue hacer que uno se encariñe con una mascota digital, un programa al fin y al cabo. Mediante el seguimiento de un puñado de los diseñadores / amos de estas mascotas, con todos sus problemas para mantenerlas en funcionamiento, ofrece una mirada a las relaciones entre éstos y los seres casi inteligentes que viven en mundos de software que permite al autor reflexionar sobre las relaciones entre los propios humanos y sus reacciones ante ciertas circunstancias extraordinarias de la vida.
Terra Nova
es una antología que hace de la variedad su bandera. Ofrece un amplio
abanico temático dentro de estas ocho propuestas, corriendo el riesgo de
no dejar contento del todo a nadie, pero satisfechos a todos.
Es una brillante muestra de la ciencia ficción actual, desde una
perspectiva más «humanista» que de ideas puras, desde la óptica de lo
que la tecnología y el devenir futuro va a influir en las personas más
que en los avances en sí mismos como motor de las narraciones, una
especulación más social, más de proyección del presente en busca de
respuestas o aventuras, que cientifista —no es necesario saber nada de
neurología para disfrutar de Cuerpos, de robótica para hacerlo de Dreirde o de informática o software para sumergirse en la trama de El ciclo de vida de los objetos de software—.
Algo que hace la antología mucho más «asequible» al público general —o
mainstream, según cierta terminología—, pero que deja fuera corrientes o subgéneros más
«especializados» —space opera, hard, el propio steampunk
al que remite la magnífica portada...— de la actual ciencia ficción,
aunque lo cierto es que, como tampoco podría caber todo, la apuesta por
el aperturismo resulta plenamente acertada. Apoyándose en un inicio y
un final realmente sobresalientes, el volumen mantiene en —casi— todo
momento un interés muy alto. Ojalá el proyecto, nacido con intención de
perdurabilidad, se asiente y podamos ver, no solo el siguiente volumen
ya confirmado para finales de 2013, sino muchos más en el futuro.
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