Eduardo Vaquerizo.
Reseña de: Santiago Gª Soláns.
Sportula. Gijón, 2012. Edición digital [epub]. 289 páginas.
La presente obra fue finalista del Premio Minotauro de novela fantástica de 2005, siendo publicada originalmente por la editorial convocadora del certamen y recuperada ahora por Sportula. Eduardo Vaquerizo plantea en sus páginas una inteligente y apasionada ucronía, una Historia alternativa
con una trama llena de giros y requiebros, de pura aventura, suspense e
intriga. Sus lectores se van a enfrentar a asesinatos inexplicables,
logias ocultas, misterios de apariencia irresoluble, criaturas
legendarias, judíos cabalistas..., poblando un Madrid «paralelo», reconocible y extraño a un tiempo. Y dentro de ese «¿qué hubiera pasado si...?» se desarrolla un relato de género negro detectivesco, emparentado con el steampunk y el clockpunk
—engranajes, engranajes—, con una investigación criminal que va a
desvelar un insidioso plan que podría hacer tambalear los propios
cimientos del Imperio español.
Como punto de inflexión, justo tras la batalla de Lepanto, Juan de Austria se entera de la muerte días atrás en un accidente de caza de su hermanastro Felipe II, así que emprende viaje de retorno a España donde, no sin oposición, ocupará el trono. Años después, en 1927,
las cosas son bastante diferentes de como las conocemos en nuestra
línea temporal. Esta España alternativa sigue siendo una gran potencia
mundial que ha emprendido su propia reforma religiosa, apartándose de Roma, y mantiene el dominio sobre sus colonias ultramarinas. En la capital, el cabo de los alguaciles Joannes Salamanca va a ser llamado a investigar, sirviendo de apoyo a un religioso de alto rango, el inquisidor Fray Faustino,
la muerte de un joven judío en peculiares circunstancias; una
investigación que sacará a la luz mucho más de lo que nunca habría
creído que podría ocultarse en las callejas y palacios de Madrid. Una
ciudad que empieza a conocer la iluminación eléctrica y a acostumbrarse a
los autocoches
propulsados por la combustión de hulla pulverizada, llena de judíos
cabalistas, de nobles de conducta disipada, de matones de baja estofa,
de anarcolistas
dispuestos a luchar contra la opresión del capital y la monarquía, de
servidores de la autoridad armados de revólveres y ametralladoras de
factura nacional...
Un Madrid convulso, extraño y reconocible a un tiempo, lleno de oscuridad y oropeles por igual, en plena revolución industrial,
con un mundo al borde del cambio tecnológico y social. Se plantea una
nueva realidad que el autor tiene la habilidad de ir haciendo aflorar
poco a poco a través de conversaciones, de detalles y pequeños incisos, y
no por una exposición directa que pueda distraer de la fuerza del
relato.
Y
es que, por ejemplo, tan importante como la muerte de Felipe II, y la
posterior subida al trono de Juan de Austria, se antoja la implícita no expulsión
de España por parte de los Reyes Católicos de los judíos en 1492,
ya que dentro de los engranajes de la política imperial los mismos se
presentan como impulsores de una «proto informática» a través de las
llamadas «máquinas cabalísticas», «alimentadas» mediante planchas de
cobre perforadas, que les permiten gran multitud de cálculos, y gracias a
cuyo dominio exclusivo se hacen imprescindibles para el mantenimiento
del buen funcionamiento del Imperio.
La
novela fluye de forma metódica, y podría decirse que pausada, hasta que
superado su meridiano se produce, de forma un tanto desconcertante, un
cambio de registro radical, donde la trama se acelera, pasando de lo que
hasta el momento era una investigación policial bastante «canónica»,
casi bajo el modelo «holmesiano» de analizar los indicios, seguir las
pistas e interrogar a los implicados, a una emboscada que desencadena
una desesperada huida hacia delante en pos de salvar la propia vida del
protagonista mientras sigue intentando desvelar el misterio que se
oculta tras la identidad y la motivación del asesino, convirtiéndose
entonces la trama en acción pura, llena de enfrentamientos, traiciones,
tiroteos, explosiones y carreras desenfrenadas.
Otro
«detalle» que podría resultar sin duda un tanto chocante, aunque esté
enormemente lograda por otra parte, es la ambientación a lo Siglo de Oro
en que se desenvuelven los personajes —lenguaje, vestimentas,
duelos...— en una obra cuya acción se desarrolla en 1927, como si la
sociedad tan sólo hubiera avanzado tecnológicamente, pero no tanto en la
moda, los comportamientos, mentalidades y actuaciones. La gente sigue
vistiéndose con gorgueras, con capas y sombreros de ala ancha... y sigue
hablando con un castellano arcaico, entremezclado con un castizo
madrileño y cierta jerga inventada para la ocasión, como si
contemporánea de Quevedo fuera. Así, Vaquerizo
consigue transmitir esa sensación de familiar extrañeza tan acorde al género de
la ucronía, enfrentando al lector con una ambientación a medio camino
entre Alatriste y la revolución industrial que realmente funciona, haciendo que los cambios respecto a nuestra realidad tengan un desarrollo y evolución lógicos.
Danza de tinieblas, después de tanto tiro, persecución y muerte, termina con una sensación de anti-climax,
de tensa calma, que, lejos de defraudar, permite reflexionar sobre los
grandes temas tratados y sobre la evolución personal de los individuos,
con Salamanca
tomando una decisión que se antoja contraria a todo lo que se había
presentado anteriormente sobre su forma de pensar y que, sin embargo, es
profundamente coherente con lo sucedido. Existe una continuación,
todavía inédita pero que esperemos que encuentre pronto acomodo
editorial, titulada Memoria de tinieblas.
Para terminar, un pequeño tirón de orejas a Sportula porque en el cambio de formato, al menos en la edición digital en epub,
ha «perdido» por el camino algunas palabras que dejan inconclusas
ciertas frases, no muchas como para resultar molesto, pero sí las
suficientes como para que llame la atención al no ser en absoluto algo habitual en esta editorial.
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