Gennifer Albin.
Reseña de: Jamie M.
Alfaguara. Madrid,
2013. Título original: Crewel. Traducción: Montserrat Nieto. 428
páginas.
Destinada a las estanterías de la
Literatura juvenil YA o, lo que es lo mismo, para “adultos-jóvenes”,
conforme avanza la novela, y se van alcanzando algunas explicaciones,
se puede afirmar que la tan de moda distopía ronda la
escena, y aunque los toques de ciencia ficción a lo Matrix
quizá no sean suficientes para justificar la adscripción al género,
al menos, en su hibridación con la fantasía, intentan una
explicación más allá de la simple magia. Temas como la
manipulación del espacio-tiempo, el de la preservación de la
juventud para prolongar la vida sin que se pueda aventurar la edad
real de alguien, el viaje mediante una suerte de “teletransporte”
o el de la “lectura” mecánica de mentes, apoyan bastante esta
sensación, sobre todo si se junta a la explicación de lo que Arras,
el mundo donde se desarrolla la acción, es en realidad (algo
que hay que descubrir leyéndolo, claro).
Adelice es una
joven con un gran don que sus padres han intentado durante toda su
vida que mantenga oculto. Ella es capaz de ver y tejer la urdimbre de
la realidad, del espacio y el tiempo (siempre hacia el futuro, eso
sí), arrancando o modificando los hilos del telar, afectando las
vidas de las personas y a su entorno. Sin embargo, precisamente en el
peor momento, comete un error, y será llevada a Coventri oeste
donde se la instruirá para convertirse en una tejedora.
La narración sigue el
relato de la protagonista en primera persona, con lo que el lector
sólo va a conocer lo que la propia protagonista principal conoce,
descubriendo todo un mundo nuevo a través de sus ojos. Algo, sin
embargo, que también favorece que los demás personajes solo estén
caracterizados a través de lo que de ellos transmite Adelice,
quedando alguno, por desgracia, un tanto “plano”.
La protagonista es una
joven de dieciséis años bastante confusa sobre cómo debe actuar.
En realidad no sabe qué esperar de su vida ni tiene unas metas hacia
las que avanzar. Parece que en todo momento, hasta prácticamente el
final de la novela, está tan sólo reaccionando a lo que le sucede,
sin tomar decididamente las riendas de su vida y limitándose a
dejarse llevar por los acontecimientos. Se nos presenta como una
joven que desde la infancia ha sido educada por sus padres para pasar
desapercibida, pero sin que le explicarán el porqué debía hacerlo,
ni ella se lo preguntara.
Adelice se
mantiene en equilibrio inestable entre su inteligencia y su
ingenuidad. Su desconocimiento de la situación en la que se ha visto
embarcada, cuando por fin es llevada al conventri bajo las peores
circunstancias, hace que se sienta bastante perdida; sin embargo su
fuerte personalidad, su lengua demasiado rápida y afilada, y su
escaso don de gentes, conspiran contra ella para que no pueda
encontrar amigos ni aliados que “dulcifiquen” su existencia, con
lo que es muy difícil establecer una vía de actuación que la saque
del ostracismo, además de que consigue poner en su contra a toda
persona poderosa con la que se cruza.
Y es que pronto es
lanzada sin preparación alguna a las procelosas aguas de la
política, tanto la interna del coventri con su lucha intestina por
el poder, como a la externa de todo Arras, con la posibilidad
de observar las injusticias que el sistema instaurado perpetra sobre
sus ciudadanos. Y es que Arras es un mundo ciertamente
especial y peculiar, construido sobre mentiras y cuyos habitantes
viven bajo una despiadada tiranía aparentemente sin siquiera
saberlo. La Corporación domina a las tejedoras y las
tejedoras dominan el tejido de todo el mundo. La actuación sobre el
“hilo” de una persona puede modificar su comportamiento, borrar o
cambiar sus recuerdos, o simplemente hacerlo desaparecer. Todo el
tejido productivo, el clima, los cultivos, el transporte..., depende
de la actuación de las tejedoras e hilanderas, algo que saben
perfectamente los hombres en el poder.
Eso ha fomentado una
sociedad férreamente controlada, con una brutal segregación por
sexos, donde las mujeres se encuentran oprimidas y dominadas en todo
por los hombres, y donde incluso chicos y chicas crecen en barrios
separados, y donde la Corporación detenta la potestad de decidir si
las mujeres pueden o no mantener relaciones (por ejemplo, las
tejedoras deben mantenerse célibes), con quién deben casarse y el
número de hijos que deben tener. Un gobierno totalitario hasta el
milímetro, con la capacidad de erradicar del tejido de la realidad a
cualquier disidente rebelde o persona molesta, consigue que el pueblo
viva en una especie de bendita ignorancia de lo que en realidad
sucede. Cada persona tiene su lugar, y el mal comportamiento o la
“desviación” de lo establecido es “lobotomizado” de tal
forma que nadie recuerde que ha tenido lugar.
Conforme avanza la trama,
Adelice va constatando más de estas injusticias y descubriendo
nuevas aplicaciones de su “don”, la historia se ve salpicada. de
forma ligera en esta ocasión, con el inevitable triángulo que
propicia la tensión romántica. Una atracción que sustenta en la
presencia de Erik y Jost, y que se resuelve bastante
pronto en los pensamientos de la protagonista, así que no hay un
gran misterio ahí. Erik es todo un playboy, guapo, elegante,
arrogante y se mueve dentro de los círculos de poder de Coventri
oeste, aunque ciertos toques de inesperada delicadeza parecen indicar
que no todo es cómo sugiere su apariencia. Jost es el jefe de
los mayordomos del lugar, atractivo, rudo, en apariencia sincero,
fuerte y rebelde, pero que bajo su estoica fachada parece ocultar
demasiados secretos. No obstante, dentro de un ambiente de eterna
sospecha dentro del coventri, la autora juega a la perfección la
baza de en cual de los dos puede o no confiar la joven, si es que
puede hacerlo en ninguno de ellos.
A pesar de ser una novela
declaradamente feminista, lo cierto es que no hay grandes personajes
femeninos en los que apoyarse, siendo, en general, los masculinos,
buenos y malos por igual, bastante más interesantes. Es complicado
denunciar la opresión femenina cuando la mayoría de la mujeres de
la novela no sólo están conformes con ella, sino que la apoyan
activamente, cuidándose mucho de salirse de su papel y limitándose
a aspirar a una vida de lujo, glamuor y maquillaje que las lleve a
que su foto aparezca en la portada del “Boletín” (al parecer,
única revista permitida por el “régimen”). Cierto es que
cualquier desviación del status quo podría ser fácilmente
erradicada cortando los hilos del telar, pero se antoja que al menos
las tejedoras podrían hacer algo más por modificar la situación,
limitándose sin embargo a perpetuarla. Lo cierto es que la denuncia de la cosificación de las mujeres, de la visión que de ellas se presenta como meros "objetos bonitos", no termina de funcionar.
Hay que advertir también
que Las tejedoras de destinos es la primera entrega de una
serie y que, por tanto, “no termina”: Más bien al contrario,
justo cuando todos los parámetros de la situación en que se ha
encontrado Adelice hasta el momento dan un vuelco enorme y todo
parece derrumbarse a su alrededor, el libro (que no la historia)
finaliza dejándola encarando un azaroso futuro. Un futuro que deberá
ser narrado en Altered, previsto (en su publicación
original en inglés) para octubre de 2013.
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