Tríptico
de Asclepia III.
Ian
Tregillis.
Reseña
de: Santiago Gª Soláns.
Random.
Barcelona, 2013. Título original: Necessary Evil. Traducción:
Gabriel Dolls Gallardo. 541 páginas.
El
cierre de la trilogía del Tríptico de Asclepia,
empieza con una breve exposición de la historia de Gretel
desde que es «vendida» junto con su hermano al doctor Von
Westarp, quien los va a utilizar como objeto de sus
investigaciones «médico-tecnológicas», hasta el cierre de La
guerra más fría con ese inesperado cliffhanger que
daba una sorprendente vuelta de tuerca a la historia. Y de allí la
acción de Un mal necesario se sitúa de nuevo en 1940,
en plena II Guerra Mundial, cuando los tejemanejes del capitán
de corbeta Liddell-Stewart empiezan a interferir en las
maniobras de Asclepia para hacer frente a la amenaza de los
superhombres alemanes que podrían darle al Reich la supremacía sobre
Europa. Tregillis ofrece un cierre a la altura del resto de la
serie, imaginativo y sorprendente, a través de una ucronía
oscura con un sustrato de intriga bélica que
envuelve una historia de amor enfermizo y desesperado. El destino del
mundo está en juego y todo parece depender de que los actores
implicados confíen en las acciones de una vidente desequilibrada que
tan sólo parece buscar su propio provecho. ¿Serán capaces de llevar a cabo
los sacrificios requeridos por muy duras que sean las consecuencias
para sus conciencias?
Si
no se han leído las dos anteriores novelas sería muy recomendable
no leer de antemano la sinopsis de ésta, pues merece mucho la pena
no conocer de forma previa el final de La guerra más fría.
Además, Un mal necesario no es, en absoluto, un libro
independiente, sino que requiere imprescindiblemente la lectura de
las predecesoras para su total comprensión y disfrute. Advertidos
quedan.
La
historia ya está lanzada, así que Tregillis no da un momento
de respiro ni de recapitulación, sino que embarca a sus lectores en
una nueva serie de giros argumentales que han de llevar a sus
protagonistas a encauzar el rumbo de la II Guerra Mundial y a salvar
al mundo de la terrible amenaza de los eidolones, algo
de lo que muy pocos de ellos son conscientes. Esta frenética
actividad consigue también que se pase como de puntillas sobre
ciertas inconsistencias en la descripción de la vida en el Londres
de la época, así como de la existencia de ciertas paradojas
irresolubles o de decisiones precipitadas y algo incongruentes ―¿de
verdad aceptaría Mars, o cualquiera, en tiempos de guerra
esas órdenes de un desconocido en medio de la noche?―, que quedan
hábilmente camufladas y, al fin, perdonadas en una trama aventurera
de acción realmente subyugante.
Parece
que, después de décadas manipulando el destino, los complejos
planes de Gretel están a punto de cosechar sus frutos. La
casi enfermiza obsesión que ha movido su vida queda expuesta a la
vista, sin rebajar un ápice la frialdad de sus manipulaciones, pero
haciendo que de alguna forma adquiera un atisbo de humanidad; cruel y
patética, asocial y aterradora, la vidente descubre el coste de su
juego para modificar el destino y quizá no fuera en absoluto un
precio que estuviera dispuesta a pagar.
Marsh
se demuestra como un hombre tan absolutamente enamorado que sería
capaz de hacer cualquier cosa, cualquier sacrificio por terrible que
fuera y por mucho dolor, propio y ajeno, que supusiese causar. En su
intento de mantener a sus seres queridos con vida va a tener que
tomar unas decisiones moralmente cuestionables.
Es
de destacar la enorme labor de planificación que el autor debió
llevar a cabo aún antes de empezar a escribir siquiera el primer
libro. Como un puzzle en tres dimensiones ―más bien en cuatro,
como queda claro― algunas de las piezas de apariencia deslavazada
que habían ido apareciendo en las anteriores entregas encuentran su
lugar, dando a la historia su auténtica dimensión. Los hilos que
quedaban sueltos terminan bien atados y los detalles inexplicados
encuentran su solución ―que sea aceptable o no, dependen del
juicio de cada lector―. Todo termina encajando sin traicionar la
naturaleza de lo narrado con anterioridad.
Sin
volver a contar, en absoluto, la misma historia desarrollada en el
primer libro desde un nuevo punto de vista, sí que hay escenas de
esa primera entrega, Semillas amargas, que son
expuestas desde un nuevo enfoque, de forma que acontecimientos ya
conocidos adquieren, bajo esta nueva luz, un diferente significado y
lectura. Frases aparentemente dichas al azar, incoherentes;
encuentros inexplicables ―e inexplicados― con misteriosos
personajes que parecían no tener cabida en la trama; detalles
inconexos o manipulaciones sin una finalidad comprensible; mensajes
crípticos... cobran al fin sentido.
Con
un ritmo rápido y ágil, la historia se enreda sobre sí misma,
localizándose principalmente en diversos escenarios de Londres,
pero saltando también a Berlín, a la granja de von
Westarp y hasta Egipto o las islas Shetland. Como
principal novedad narrativa destaca la primera persona utilizada para
las escenas de Liddell-Stewart, intercalada en el narrador en
tercera persona que sigue ―como fuera regla en las dos primeras
entregas― al resto de personajes, principalmente Marsh, pero
también un buen número de intervenciones de Gretel o Will.
Sin
olvidar que el objetivo es el entretenimiento, el tema subyacente a
lo largo de toda la trilogía, como indica el título de la novela
que nos ocupa, se sitúa aquí en el centro de los focos: la
justificación, o su intento, de ese mal necesario que se ve obligado
a aceptar quien busca en teoría un bien mayor sin encontrar otro
camino. Un mal necesario, eso sí, que se lleva un buen pedazo del
alma de los implicados y que acaba con cualquier atisbo de su
conciencia, convirtiéndolos tal vez en los monstruos que buscaban
combatir. Plantea Tregillis una y otra vez la pregunta de cómo se
puede engañar a sí mismo un ser humano para cometer tales
atrocidades y seguir adelante con su vida, cómo llega a afectarle,
cómo a veces resulta tan sencillo ver la proverbial paja en el ojo
ajeno y no la viga en el propio... Surge así de forma natural del
intenso relato una exploración de la naturaleza humana en
circunstancias extremas. La desesperación, el amor, la familia, la
confianza y la lealtad, el optimismo, la negación, la crueldad, el
sacrificio, la traición...
Un
mal necesario posee, tras un trepidante y explosivo acelerón, un
final agridulce. Las semillas amargas plantadas hace ya tiempo han
dado, como no podía ser de otra forma, un fruto igualmente amargo y
duro de digerir, y la historia alternativa que allí se planteaba, de
superhombres, brujos y demonios que cambiaban el devenir de la II
Guerra Mundial tal y como la conocemos en nuestra realidad, obtiene
aquí un cierre totalmente coherente y satisfactorio, quizá no
inesperado, pero sí tan triste y duro como hermoso.
Mención
aparte merece la edición española por parte de Random,
publicando los tres volúmenes de la trilogía en un lapso de apenas
cinco meses, con tapa dura con sobrecubiertas, agradable tamaño de
letra y un precio realmente atractivo. Una edición que facilita leer
la serie completa en un breve tiempo, sin esperas apenas, casi de
corrido, permitiendo así disfrutar de toda la obra sin que se
lleguen a olvidar detalles importantes en la espera entre un libro y
otro. Quizá hubiera sido más deseable que se hubiera elegido un
mismo traductor para los tres libros, pero es un detalle que no
enturbia en absoluto una magnífica edición. Chapeau.
Reseña de otras obras del autor:
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