Juan Miguel Aguilera.
Reseña de: Santiago Gª Soláns.
Fantascy. Barcelona, 2014. 413 páginas.
Pocas obras tienen el poder evocativo, en el acervo popular, como el que poseen ciertos relatos contenidos en Las Mil y Una Noches. E, incluso más que los relatos, hay algunos personajes que perduran en la mente colectiva más allá de su propia plasmación literaria, ya sea por los cuentos originales, por los añadidos a la obra en su traducción o por tantas y tantas versiones derivadas a las que han dado lugar: Sherezade, Aladino, Alí Babá y, por supuesto, Simbad son mitos conocidos por todo el mundo, cuyo solo nombre sirve para alimentar las fantasías y evocar los sueños de jóvenes y adultos. Aguilera ha decidido ofrecer a sus lectores una novela de pura aventura protagonizada por el sin par marino. Cabe decir que no se trata de una versión, reescritura o actualización del clásico, sino de la narración de una sugerente aventura totalmente nueva del célebre personaje. Este no es el Simbad legendario, autor de grandes, y algo inverosímiles, hazañas, sino el personaje, muy humano, que dio origen a esas leyendas ―y ya se sabe que nunca es conveniente creerse todo lo que se cuenta―. ¿Y la leve variación del nombre sobre el que hasta ahora era más famoso? Eso es algo que el lector deberá descubrir internándose en las páginas de este libro.
Recién arribado de vuelta a Basora tras meses de viajes, el capitán Sindbad, a bordo de su dhow El viajero, asiste a la entrada en el puerto de un misterioso barco sin remos ni palos para velas, con una chimenea que expulsa un negro humo hacia el cielo y dos enormes ruedas en sus costados con palas batiendo el agua. Incapaz de resistirse a ningún misterio, Sindbad decide descubrir qué se esconde tras tan intrigante navío. Al mismo tiempo, en la ciudad, el joven Radi ve como unos rudos extranjeros asaltan la casa de su familia y asesinan a su hermano mientras intentan hacerse con un libro que le legó su padre. Mientras el joven huye, su camino se va a cruzar inevitablemente con el de Sindbad, y ambos partirán, por muy diferentes razones, en pos de la aventura.
A través de una narración conformada en torno al «típico» viaje, a la expedición de búsqueda y exploración, Aguilera ofrece toda una serie de exóticas aventuras que retrotraen a otras épocas y a otra forma de entender la literatura, cuando no todo el globo se encontraba explorado y cartografiado, y todavía se podía esperar encontrar maravillas sorprendentes en tierras remotas. El autor, con un profundo trabajo de documentación detrás del relato, mueve a sus personajes desde Basora a Bagdad y desde allí les hace bajar por la costa africana hasta Zanzíbar y más allá, internándose en el continente hacia la tierra llamada el País del Sueño en busca de la mítica Ciudad de Cobre que el rey Salomón obligara a construir a los efrits y donde se supone guardó sus inmensas riquezas. En su periplo, acompañado de los más diversos compañeros, Sindbad descubrirá la existencia de diferentes tipos de djinns, de muy distinta inclinación «moral», y él y su tripulación se verán envueltos en más entuertos de los que esperaban, enfrentando muy diversos peligros y maravillas.
Desde su mismo comienzo, ese «Has de saber» con que se abre el primer capítulo y que retrotrae a otros títulos míticos, la novela destila una intención de homenaje a los autores del mejor pulp y a las viejas películas aventureras de Hollywood con efectos especiales de Ray Harryhausen, dando cuenta de su amor por las tierras remotas y por las epopeyas extraordinarias: peligrosos viajes marítimos, malignos enemigos, hermosas mujeres, criaturas fantásticas, ciudades perdidas, culturas perdidas, maravillas indescriptibles, selvas y desiertos inexplorados, alfombras voladoras, bárbaros mercenarios occidentales, exóticos misterios, talismanes y otros fascinantes objetos...
El autor ofrece una fantasía de marcado carácter oriental, con una base histórica y un cierto toque «cientifista» o racionalista en las explicaciones de la magia implicada en la acción. Incluso la aparición de seres tan fantásticos como son los diferentes tipos de djinn se basan en citas contenidas en el Corán, buscando de alguna manera una base tanto mitológica como histórico-religiosa que aumente el verismo de lo narrado. Los datos reales se mezclan con los imaginarios, y personajes tan fascinantes como Al-Yahiz, un estudioso de la evolución de las especies muy anterior a Darwin, o tan chocantes como la embaja de un Carlomagno aliado con el califa Harún al-Rashid existieron realmente, aunque sin duda el autor se haya tomado ciertas licencias al novelizarlos.
Aguilera hace gala de una prosa muy suelta, aunque firme, sin grandes ejercicios de estilo, pero de gran riqueza léxica, utilizando una terminología muy apropiada que da un agradable toque arábigo al texto, y consiguiendo que sea muy sencillo internarse en la lectura dejándose llevar sin más por la aventura. Se permite incluir un leve toque romántico que se antoja de inicio un tanto forzado, pero que conforme avanza la trama se va matizando y haciéndose más coherente con el relato. Salvando alguna pequeña incongruencia en la ―escasa― caracterización de sus personajes y el «desperdicio» que supone la poca participación de alguno de ellos, la «coralidad» de la obra permite al autor mantener un formidable y mantenido ritmo, aunque el toque frenético puede en ciertos momentos convertir la acción en un tanto confusa, sobre todo en los tiempos implicados o en la descripción de alguna de las escenas más intrincadas.
La novela viene, además, acompañada de una serie de ilustraciones del propio autor ―algunas de las cuales se pueden ver acompañando a esta misma reseña― y de unos códigos QR que cierran gran parte de los capítulos enlazando, a modo de curiosos «pies de página», con información y documentación obtenida por el autor relacionada con lo que se acaba de leer, sobre la ambientación y las costumbres de la época o sobre personajes históricos relacionados, además de incluir la traducción del Simbad el Marino de Blasco Ibáñez.
Como opinión muy personal de este reseñador, reconociendo que dan acceso a elementos de gran interés, incluidos al final de los capítulos ―y no en un epígrafe aparte― los códigos entorpecen o ralentizan de alguna manera la lectura. Conforme avanza la narración lo que se desea es pasar de un capítulo al siguiente sin detenerse en otras disquisiciones y, normalmente, no se hace caso al código, aunque luego se pueda volver a alguno de ellos. Utilizarlos en antologías de relatos, como se hiciera en la antología Más allá de Némesis, donde colocados tras cada cuento sirven de «descanso», de reflexión o de matización, son realmente efectivos. No creo que en una novela, «interrumpiendo» la lectura, sirvan para el mismo propósito, por lo que quizá hubieran ido mejor en un «apéndice».
Sindbad en el País del Sueño es una novela de aventuras orientales, con cierto carácter fantástico a la «antigua». Con sabor clásico pero hija de nuestros tiempos; llena de acción y misterio, hay cierta intención racionalista en lo narrado, buscando un realismo que se plasma en las descripciones geográficas e históricas. Un peligroso periplo, misterios por resolver, civilizaciones por descubrir, tesoros por conquistar, seres extraordinarios, traiciones a diestra y siniestra, pasiones desmedidas, ambiciones desatadas, exóticas ambientaciones, batallas aéreas y un «héroe» carismático dispuesto a todo para colmar su curiosidad y su afán de aventuras. La aventura está servida, ¿dispuestos a zarpar hacia lo desconocido?.
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