Victoria Álvarez.
Reseña de: Santiago
Gª Soláns.
Lumen. Barcelona,
2014. 581 páginas.
Tercera novela de la
autora, tras Hojas de dedalera y Las eternas,
donde confirma que ha dejado de ser una joven promesa literaria para
convertirse en una patente realidad literaria. Pero, ¿se puede
escribir novela gótica «romántica», de calidad y perfectamente adaptada al gusto
del siglo XXI, desde nuestro suelo patrio? Después de la lectura de
Tu nombre después de la lluvia la respuesta es un rotundo sí.
Novela gótica fiel a las características de las novelas
decimonónicas de hace dos siglos, incluida la localización y ambientación anglosajona, pero
que se deja seducir por multitud de influencias, y protagonizada por
unos personajes que atrapan por su humanidad. Es, cierto, una
historia de fantasmas, de leyendas y criaturas sobrenaturales del
folklore irlandés, pero donde casi se podría afirmar que el
tema paranormal ―tratado en todo momento con extrema sutileza― es
casi una excusa, un impulso de la acción, más que el centro de la
misma. Lo sobrenatural reviste gran importancia, sí, pero en momento
alguno se sobrepone sobre el resto de elementos de la trama, a la
intriga y el misterio, los crímenes y romances, las investigaciones, traiciones y desvelos.
El prólogo de la novela
ya es en sí mismo toda una declaración de intenciones: Una noche
tormentosa, un castillo decrépito y aislado al borde de un
acantilado, un mar tempestuoso, una criatura sobrenatural, intuida
entre la copiosa lluvia, de la que alguien huye, una muerte poco
natural. Todo lo que viene a continuación es consecuencia directa de
esta ominosa y lúgubre introducción; aunque, sin embargo, el lector
luego descubrirá que el origen de la historia en realidad se remonta
a siglos atrás, hasta las sombras de la Edad Media, a los mitos y
leyendas que acompañan a los ancestrales clanes irlandeses.
Pero la narración en sí
comienza en 1903, en plena época eduardiana. En Egipto,
el vividor Lionel Lennox, haciéndose pasar por arqueólogo,
sufre un duro revés tras profanar la tumba de una desconocida
princesa. En Oxford, el joven Oliver Saunders
languidece en sus tareas académicas en su pequeño cuartucho del
Balliol college. Y a bordo de un tren, el profesor Alexander
Quills vuelve a su hogar desde Londres,
donde ha impartido una serie de conferencias sobre, principalmente,
las máquinas que ha inventado para comunicarse con el espíritu de
los muertos de una forma científica. Los tres tienen una historia
común: comparten su amor por las nuevas «ciencias» paranormales,
tan de moda en ciertos círculos sociales de la Inglaterra de
principios del siglo XX, volcándose en la publicación de su
periódico Dreaming Spires. En pos de conseguir una
impactante historia que salve su publicación del ostracismo y la
ruina, los tres se desplazarán hasta el pueblecito de Kilcurling,
en Irlanda, buscando confirmar una carta que les avisa de la
presencia de una banshee ―«perteneciente» al clan O’Laoire
que habita desde tiempos ancestrales Maor Cladaich― que
tiene aterrorizada a toda la población. Y es allí, en las bellas y
evocadoras tierras irlandesas, llenas de secretos, leyendas,
misterios y criaturas míticas, donde va a desarrollarse el grueso de
la narración.
La autora ante una de las localizaciones de la novela |
Uno de los aciertos de la
novela es, sin duda, su protagonismo compartido por esos tres hombres
de personalidad tan antagónica como complementaria. Algo que le
permite a la autora reflejar la situación desde muy diferentes
puntos de vista. Personajes de alguna manera de mimbres tópicos:
Alexander, la sensatez y el liderazgo; el maduro profesor, viudo y
curtido por la vida, guía y ejemplo para sus jóvenes amigos.
Lionel, el arrojo, imprudencia y desparpajo; el encantador aventurero
mujeriego y vividor y un tanto fanfarrón. Oliver, la inocencia,
candidez y romanticismo; el muchacho soñador con más ideas
románticas sobre la vida que bagaje real en su haber. Pero Álvarez
los transforma, les da vida y consigue que los lectores se preocupen
por ellos, que sufran, disfruten y se alarmen con ellos. Cada uno
tiene su faceta exclusiva que potencia a los demás. Todos
complementarios para formar un conjunto ideal.
Mas, aunque soy consciente
que aquí voy a estar en franca minoría y reconociendo que es un
personaje muy bien conseguido, debo decir que Lionel me parece
francamente detestable. Un hombre sin principios quien, por sus
acciones ―o inacciones― dejándose llevar por su propio
satisfación, se convierte en el auténtico culpable de buena parte
de la tragedia que va a acontecer después, desencadenando
retribuciones que una frase a tiempo seguramente hubiera evitado. Es
obvio que algo así debe figurar en el «haber» de la autora, al
conseguir unos personajes tan bien plasmados que producen este tipo
de reacciones casi podríamos decir que viscerales en sus lectores.
Y es que incluso el
elenco de secundarios, se podría decir que igualmente «tópicos»
en su inicio, termina por destacar y llegar al corazón del lector.
La viuda encerrada en su mansión, la otra viuda que rumia su
desconsuelo ante la injusticia de la muerte de su marido, la joven
trágica que carga con un peso que no le corresponde, la criada que
sueña elevarse por encima de su condición y alejarse de su triste y
anodina vida, los lugareños llenos de supersticiones y recelos, el
rico estadounidense, el hombre que busca elevar su estatus para
conseguir la mano de su amada, la misteriosa mujer de «negocios»
―¡Stirling, qué gran personaje!―… Cada uno de ellos, entre
otros más, aporta algo a la trama. Todos suman para hacer una
narración compacta, firme y coherente.
Como un agradable guiño,
Álvarez hasta se permite la inclusión de un pequeño cameo o
referencia a cierto personaje de una novela anterior, muy relacionado
con el mundillo espiritista, que sin duda agradará a sus lectores
fieles; dando la impresión, además, de que se encuentran ante la
construcción de un universo particular de la autora.
Otro de los puntos
fuertes de Tu nombre después de la lluvia es su perfecta
ambientación y plasmación literaria. La autora da muestra, sin
avasallar queriendo demostrar la enorme documentación manejada, del
gran conocimiento que posee de la época retratada: el vestuario, la
joyería y complementos femeninos, las ciudades y sus edificios, las
costumbres y las diferencias sociales, la vida académica, el gusto
por el espiritismo y otras prácticas paranormales de una parte de la
sociedad británica… Es así una novela muy realista, aún a pesar
de la temática paranormal con la que juega al despiste en ocasiones
y de ciertas licencias, sobre todo cerca del final, que tensan un
tanto la credulidad del lector sin llegar a romperla.
Pero todo esto no
serviría de nada si detrás no hubiese un poderoso y bien plasmado
argumento; una historia que atrapa, interesa, emociona e intriga.
Cabe decir que, a pesar de la cuidada y un tanto tenebrosa
ambientación, de ciertas pinceladas un tanto oscuras, de posibles
fantasmas y apariciones, de la persistente lluvia y los cielos
tormentosos, no es ésta una novela de terror, ni es su intención o
está destinada a causar miedo. Hay situaciones muy inquietantes y
momentos de gran tensión, pero predomina el sentido de un ―clásico―
romanticismo lúgubre sobre los elementos de horror. Prima la intriga
sobre lo siniestro. El misterio sobre lo sórdido. La tristeza sobre
lo horrible. E incluso las muertes se encuentran retratadas de forma
delicada, no explícitamente gráfica, sino insertadas con acierto y
falta de crudeza ―aún a pesar de lo macabro de alguna de ellas―.
Una trágica historia de amores, afanes y muertes, de sueños, secretos y
traiciones que se desvelan a través de los siglos.
Es ésta una obra con una
enorme capacidad para atrapar la atención, con descripciones tan
vívidas que realmente transportan al escenario, ya sea en Oxford
o en Kilcurling, con unos personajes que se ganan el amor o el
odio. La autora hace gala de un estilo muy depurado, elegante y
cuidado, que hace sencillo lo complicado y favorece una lectura muy
agradable y fluida, llena de impactantes y muy visuales imágenes que
se aparecen con franca claridad ante los ojos del lector. Va plagando
la narración de pistas que sólo al final adquieren su auténtica
dimensión. Un final, perfectamente cerrado, que, sin embargo, deja
entreabierta en su epílogo una puerta para una posible continuación.
Álvarez ha
evolucionado desde sus obras anteriores, se ha despojado de cierto
artificio innecesario, ha integrado mejor la documentación en el
escenario dejando a un lado descripciones superfluas… En
definitiva, ha conseguido una novela prácticamente redonda tanto en
lo temático como en lo estilístico, fiel constatación de lo que
sus anteriores novelas ya prometían. Los diferentes elementos se
funden sin fisuras en la trama en un ejercicio de perfecto
equilibrio: la intriga y el misterio, la tensión y el romance ―y
el romanticismo―, la investigación y el costumbrismo, el lenguaje
y los paisajes, los crímenes y los amores, lo real y lo
sobrenatural, las envidias y los odios, el humor y la tragedia, las
leyendas y lo mundano, el suspense y la acción… en un todo
perfectamente armónico en que ninguna parte de adueña del relato
por encima de las demás, Es así una obra que demuestra una
encomiable madurez aún a pesar de la juventud de su autora, Una obra
más «adulta» que las dos anteriores, mucho más completa, compleja
y ambiciosa tanto a nivel argumental como estilístico.
Tu nombre después de
la lluvia es una novela heredera de todo el romanticismo
victoriano, de las novelas decimonónicas, de las historias de
fantasmas, de misterio y de mansiones, o castillos, encantadas...
actualizadas eso sí a la forma de narrar de nuestros días, y que no
defraudará a quien disfrute de este género.
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Reseña de otras obras de la autora:
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