Doce cuentos
japoneses.
Varios autores.
Reseña de: Santiago
Gª Soláns.
Quaterni.
Madrid, 2015. Traducción: Isami Romero Hoshino / JuanAntonio Yáñez / Juan Luis
Perelló. 232 páginas.
La editorial Quaterni
presenta en una bella edición, cuidada desde la preciosa portada hasta unas ajustadas
traducciones directas del japonés, un volumen con doce cuentos de ocho autores japoneses publicados en la primera
mitad del siglo XX, dando cuenta de una gran variedad de temáticas y géneros,
aunque primando en casi todos un mensaje moral intrínseco al relato. Se trata
de historias que quieren mostrar de alguna manera facetas de la cultura
oriental tanto desde una postura ejemplarizante como, sobre todo, crítica,
dando cuenta de ciertas actuaciones, asumidas por cualquier habitante del país
del sol naciente de la época y chocantes para el lector occidental, que no por
habituales debían de ser dadas por norma, llegando algunos de ellos incluso a
resultar escandalosos para la mentalidad japonesa del momento. Relatos que
tanto cuestionaban las diferencias entre oriente y occidente como la
idealización del pasado y las costumbres tradicionales del propio Japón, que de alguna manera
colocaban un espejo ante los lectores japoneses llevándoles a preguntarse por unas actuaciones y unos valores generalmente asumidos y difundidos como ideales pero que
desde la óptica del momento en que se escribieron ya no lo parecían tanto a
pesar de seguir gozando de gran predicamento.
Antes que los cuentos en sí, la edición presenta un ilustrativo Prólogo, presentando a los autores que componen la antología, y una Notas de traducción que «justifican» el trabajo —magnífico se diría— realizado y la razón de algunas decisiones tomadas, como en tono «arcaico» o el mantenimiento de ciertos términos en su japonés original. Siempre es de agradecer este tipo de material de apoyo en obras como esta.
Antes que los cuentos en sí, la edición presenta un ilustrativo Prólogo, presentando a los autores que componen la antología, y una Notas de traducción que «justifican» el trabajo —magnífico se diría— realizado y la razón de algunas decisiones tomadas, como en tono «arcaico» o el mantenimiento de ciertos términos en su japonés original. Siempre es de agradecer este tipo de material de apoyo en obras como esta.
Abre propiamente el volumen Sōseki Natsume con Diario de un hombre en bicicleta. En
el otoño de 1902, un joven japonés residente en Inglaterra relata sus
infructuosos intentos de aprender a montar en bicicleta, derivando en una
divertida crítica social a través de un acto tan sencillo y habitual en la
sociedad británica de la época y que, no obstante, se le atraganta al autor y
narrador del diario. Resalta la simpleza y cotidianidad de la prosa, haciendo
que resulte muy cercana al lector.
A continuación El gran descubrimiento, de Ōgai Mori es una nueva, irónica y
divertida muestra del «supuesto» choque cultural entre oriente y occidente,
tanto en la forma de enfrentar las diferencias lingüísticas como las de sus
costumbres. Una historia de mocos —literalmente— en que el narrador describe su
periplo por Europa, enviado por su empresa, y su casi maniática búsqueda del
que habría de ser su gran descubrimiento a través de las diferencias de
costumbres, que separan las culturas, pero que a la postre terminan por
manifestar una cercanía mayor de la que podría esperarse.
Le sigue La historia de una anciana geisha,
en la que Kanoko Okamoto hace una
remembranza de algunos de los recuerdos de una anciana geisha ya retirada,
centrándose poco a poco en las vivencias de su joven protegido Yuki y de su hija adoptiva Michiko.
La única autora de la antología muestra una especial sensibilidad, dotando a su
relato de un toque triste y nostálgico, que no evita la crítica a ciertas
costumbres tradicionales japonesas y a la forma de entender el mundo y las
relaciones de sus compatriotas. Okamoto
da cuenta de un mundo que estaba cambiando, introduciendo la electricidad en
las casas y creando ciertos inventos relacionados que «traicionaban» el
inmovilismo de la sociedad. Ciertamente resulta de gran interés.
Casi de corte occidental, pero con amplias raíces
orientales, Magia, de Ryūnosuke
Akutagawa, presenta a un reputado mago representante de una magia nueva y
fascinante, proveniente de la India. Una magia que se encuentra al alcance de
cualquier individuo que sea capaz de renunciar a utilizarla por ambición.
Irónico y entretenido muestra un lado «racional» de la magia, que quizá no sea sino mero mesmerismo.
Con un radical cambio respecto a todo lo anterior El
robot y el peso de la cama, de Sanjūgo
Naoki, es un estupendo cuento sobre un hombre que en el lecho de muerte le
regala a su esposa un robot de aspecto humano y plenamente «funcional» para que
la complazca cuando él ya se haya ido. Sólo existe una condición y es muy sencilla
de respetar. A través de un cuento ciertamente impresionante por la época en
que fue escrito, Naoki plantea interesantes cuestiones sobre la naturaleza
humana, del peligro de los adelantos científicos y del riesgo de burlarse del
amor. Divertido y brillante.
Dotada de un tono triste y oscuro, casi rabioso, Una
carta de protesta, de Kan
Kikuchin, es precisamente la carta que un hombre escribe al Ministro de
Justicia para exponerle su trágica historia, de cómo su hermana y el marido de
ésta fueron cruelmente asesinados durante un robo e, incapaz de asumir el
sentido de su pérdida, pasa a mostrarle su indignación ante el destino del
asesino. Se trata de una curiosa manera de reflejar el choque de culturas entre
las creencias propias del país y otras «importadas» como un, erróneamente
interpretado, uso del cristianismo. Se podría estar un buen rato discutiendo
sobre la idea, equivocada, que el autor tiene del Cielo y el Infierno cristianos, que parece la de
quien ha oído campanas pero no sabe de donde suenan, pero no es ese el tema más
importante en el relato, sino el de la imperiosa necesidad de venganza y retribución para poder pasar página, las
verdaderas consecuencias de un crimen de semejante cariz, la imposibilidad de
superar una gran pérdida o el sentido del arrepentimiento para la obtención del
perdón. Reflexiones de calado sin duda.
En La luna sobre la montaña, de Atsushi Nakajima, un erudito
insatisfecho con su vida y con la escasa recompensa que alcanzan sus dones
literarios, desaparece sin dejar rastro. Un tiempo después un amigo lo
«encontrará», pero mucho ha cambiado. El lector se encuentra ante una fábula
moralizante sobre el buen uso del talento, el desperdiciar las oportunidades o
sobre esa «bestia» interior que lleva a tomar decisiones equivocadas. Precioso
y profundo.
El hombre toro, de Atsushi Nakajima, es otra historia de
corte feudal japonés con la irónica y dura historia de un hombre que acoge bajo
su ala, como un fiel sirviente, al hijo que ni siquiera sabía haber tenido,
fruto de un breve escarceo amoroso en una noche de huida. Una historia de amor y rencor, de maldad y
crueldad que oculta poca moraleja, pero mucho mensaje.
A continuación Sushi, de Kanoko Okamoto, presenta una historia de corte costumbrista que
gira en torno al Fukuzushi, un
restaurante de sushi, de sus clientes
y propietarios, y en especial de la historia de Minato, un distinguido y algo mayor caballero, uno de los
«habituales» en el restaurante que narrará a Tomoyo, la hija del dueño del lugar, una conmovedora historia sobre
un chico al que el sushi le cambió la
vida. Al lector al que ya le guste este tipo de comida le abrirá el apetito y
al que no lo haya probado le dejará con ganas de hacerlo. En todo caso, su
lectura da hambre, y viene acompañada al final de una tabla con los diferentes
tipos de pescados, con sus nombres en español y en japonés, con los que es
factible preparar este tipo de platos.
Jirokichi, el Ratón Rapaz, de Ryūnosuke Akutagawa es un relato sobre
el famoso ladrón llamado Ratón Rapaz que esconde toda una
lección, no demasiado moral, detrás de sus palabras. Narrado con ironía, el cuento se convierte en una advertencia contra querer simular ser lo que no se
es y el riesgo de asumir posiciones que no corresponden, reflejando un supuesto
episodio adjudicado a uno de los ladrones más peculiares del periodo Edo.
Basada en leyendas antiguas y en un poema de Schiller, ¡Corre, Melos!, de Osamu Dazai, es el único relato del
volumen cuya acción se sitúa fuera de Japón, en Siracusa en concreto, y versa sobre un rey que ha perdido toda la
confianza en los seres humanos, castigándoles con arbitraria severidad, y de un
pastor que quiere remediar la injusticia y mostrarle el valor de la palabra
dada, de la auténtica amistad y de la bondad que reside en su interior. Tan
intenso como breve, refleja a la perfección el debate interno de Melos, y
encierra una profundidad moral y ética muy a tener en cuenta.
Y cierra el volumen El fin de Uemon Miura, de
Kan Kikuchi, donde un joven samurai, con un gran amor por la vida,
se ve enfrentado a la toma de ciertas decisiones que «chocan» con los ideales
de honor y sacrificio de la época, pues entonces no era lo habitual el apego a
seguir viviendo, sino la renuncia a la vida como algo asumido. El autor plantea
la percepción de cómo a lo largo del tiempo los códigos de valores pueden ir
cambiando y lo que antaño se daba como ideal ahora puede estar no solo
desfasado sino incluso visto como algo un tanto negativo.
Un gran
descubrimiento, a través de estos doce cuentos, se convierte en una amplia
muestra de la variedad crítica, temática y estilística de las letras japonesas
de principios del siglo XX, con historias que abarcan desde el costumbrismo a
la proto ciencia ficción pasando por la fábula moral, el thriller o la
aventura, y que sirven para documentar un cambio de mentalidad en algunos de
los autores de la época respecto a sus predecesores de no muchos años atrás.
Interesante, esclarecedor, educativo e ilustrativo.
Buena reseña. Has hecho que sienta curiosidad por este libro. Aun no he leido nada de la cultura japonesa, así que quizás me anime. Me quedo por aquí. Un besito
ResponderEliminarMuchas gracias por pasarte por aquí y por el comentario.
ResponderEliminarMe alegro de que la reseña te haya motivado para leer algo de literatura japonesa. Al principio puede resultar algo chocante, con una forma de narrar algo distinta a lo que estamos acostumbrados por aquí, peros seguro que merece la pena el ampliar horizontes.
¡Siéntete aquí como en tu casa! ;-)
Saludos
Santi