El mar quebrado I.
Joe Abercrombie.
Reseña de: Santiago Gª Soláns.
Fantascy. Barcelona, 2015. Título original: Half a King. Traducción: Manu Viciano. 380 páginas.
Tras seis novelas en el mundo de La Primera Ley Abercrombie ha decidido tomarse un «respiro» —tanto para él como para sus lectores— y emprender una aventura diferente, una trilogía de fantasía situada en torno al mundo que bañan las aguas del Mar Quebrado, con un corte más juvenil y sencillo que la de sus obras anteriores, sin dejar del todo a un lado, eso sí, esa vertiente más oscura y sucia, el denominado «grimdark», tan identificativa del autor, y sin abandonar tampoco por ello sus grandes dotes imaginativas y su maestría para construir personajes que encandilan por su humanidad y la profundidad en sus motivaciones y actuaciones, aún partiendo de los más evidentes arquetipos utilizados en el género. Medio rey es una historia de traición y venganza situada en un mundo con reminiscencias vikingas y unos estándares culturales que priman, casi reverencian, la fuerza física y desprecian la debilidad, una historia con ecos shakesperianos que realmente no «inventa» nada nuevo, pero que aporta a la acción una frescura y agilidad juvenil, cierta ingenuidad, no presentes en sus historias más «adultas». No obstante, no se la puede considerar estrictamente una novela para adolescentes, en absoluto, sino un libro para cualquier lector que disfrute del ingenio del género fantástico.
El príncipe Yarvi, hijo menor del rey de Gettlandia, nació con una mano contrahecha e inútil, algo por lo que es considerado tan sólo medio hombre, y que le ha llevado a elegir los estudios para convertirse en clérigo impartidos por la madre Gundring. Pero el destino parece confabular contra él y, antes de poder hacer el examen para incorporarse a la Clerecía y tomar los votos, la muerte violenta de su padre y su hermano significarán su promoción al trono, un puesto para el que no ha sido preparado y que nunca había deseado. Sin embargo, una vez coronado jurará vengar las muertes de sus familiares y castigando a los responsables al precio que sea, aunque eso signifique embarcar a su pueblo en la guerra. No sabe que la traición acecha en su camino.
A diferencia de obras anteriores, el tono más reposado del inicio de esta, hace que se tarde más en «entrar» en la trama, en hacerse con la cadencia del relato, pero a cambio se obtiene una segunda mitad francamente sobresaliente y apasionante. La primera mitad, con las primeras decisiones de Yarvi como rey y el «viaje» alrededor del Mar Quebrado a bordo de la nave Viento del Sur, comandada por la desabrida capitana Ebdel Aric Shadikshirram, y con una serie de esclavos-remeros como compañeros, se hace algo lenta. Después, la intensa segunda mitad demuestra que la anterior era una etapa necesaria para la construcción del personaje principal, Yarvi, y de los lazos que le unirán, para bien o para mal, con el resto de protagonistas, un variopinto grupo compuesto por diferentes personalidades y habilidades, el interesado Ankran, los fornidos Rulf o Jaud, el enigmático Nada, o la reservada Sumael, cada cual con una historia a sus espaldas. Así, ese arranque pausado permite a Abercrombie presentar a los personajes al tiempo que establece las reglas que rigen su mundo, los diferentes reinos, los sistemas políticos, sociales y económicos —que adquieren inesperada importancia ante los intereses de la reina Laithlin, madre de Yarvin—, las relaciones comerciales, algo de Historia, los dioses y las estructuras religiosas, y otros temas de calado como es el de la esclavitud.
Es, sin duda aunque no tan sólo, una historia de maduración, de paso a la edad adulta, de un joven que busca convertirse en un hombre de pleno derecho. Yarvi, despertado bruscamente de su sueños adolescentes, se verá embarcado en un tormentoso periplo que le llevará a recorrer todo el contorno del Mar Quebrado, forjando extrañas amistades, fortaleciendo el carácter, aprendiendo duras lecciones, descubriendo pasiones que le eran ajenas, aceptando sus propias limitaciones, superando violentas y sangrientas pruebas que le enfrentarán a su propia mortalidad y a la de otros, y luchando contra el autodesprecio que su minusvalía despierta en él..., siempre con la vista puesta en cumplir su juramento por difícil que se antoje. Es la historia de un joven que coge su destino en sus manos, lucha contra sus debilidades y no se rinde por mal que le vengan dadas. Su discapacidad no le disminuye, haciendo virtud de sus inconvenientes. Pero, obviamente, no puede luchar en solitario frente a todas las vicisitudes que el mundo le lanza, así que debe agudizar el ingenio para mantener a sus amigos cerca de él.
La trama muestra una narración lineal y sencilla, sin los abundantes «puntos de vista» a los que Abrecrombie había acostumbrado a sus lectores, siguiendo al príncipe y su reducido grupo de peligro en peligro, catástrofe tras catástrofe y penalidad sobre penalidad, en un periplo con un destino incierto, siempre motivado por el juramento de venganza de Yarvi. Se trata de una narración muy fácil de leer, con una prosa directa y sin florituras al servicio de la historia —y con una evidente buena traducción y adaptación—. Una ingeniosa aventura que guarda unas cuantas sorpresas —aunque me temo que dos de las más importantes, ciertas identidades vitales para el desarrollo de la trama, no son sorpresa ninguna para el lector atento y avezado en estas historias—. El autor sabe dosificar la emoción y el humor, logrando una lectura ágil y agradable, a la par que entretenida. Peca, no obstante, en algunos momentos de cierta «escasez» descriptiva en el desarrollo de algunas de las circunstancias, situaciones y actuaciones planteadas que el lector tiene que aceptar tal cual porque el autor lo dice y no porque se asista realmente a cómo tienen lugar.
El carácter supuestamente más juvenil del libro, esa aparente sencillez, esa apuesta por la amistad, el compañerismo y la superación, no significa que la trama se encuentre exenta de violencia, crueldad, injusticias, humor negro y temas «escabrosos» o retorcidos ya habituales en el autor. Antes bien, el camino de Yarvi y sus compañeros es una lucha continua, contra los elementos y contra aquellos muchos que se oponen de una manera u otra a los planes del joven rey. Un joven modelado por la adversidad y los golpes de la vida —físicos e intelectuales—, con una mente analítica educada para la clerecía y afilada por la necesidad y por sus carencias físicas, que se sobrepone a los contratiempos y a su debilidad, negándose a rendirse, endureciendo su personalidad e intentando sacar lo mejor de cada situación volviéndola a su favor.
Como en el resto de obras del autor, ninguno de los personajes responde aquí a la tan «tradicional» clasificación de buenos y malos, dando lugar a ciertas cuestiones éticas que deben dilucidar según sus propias conciencias, inclinaciones y ambiciones, con una ambigüedad moral que puede deparar alguna sorpresa. Yarvi se rodea de una partida de marginados que más de una vez deberán sacarle las castañas del fuego. Los lazos del infortunio forjarán una extraña, y fuerte, amistad dentro del grupo, pero la lealtad no siempre es recompensada con la misma moneda, y Yarvi ya ha conocido el sabor de la traición como para confiarse ciegamente. En otro orden de cosas, Abrecrombie intenta también romper con los estereotipos sexistas, sin renunciar por ello a la verosimilitud de lo narrado. Sus personajes femeninos desarrollan roles perfectamente asumibles en el mundo fantástico que habitan, sin perder por ello su femineidad o tener que asumir comportamientos inasumibles para sus condiciones físicas o sociales.
A pesar de ser la primera entrega de una anunciada trilogía, cuyos siguientes títulos, Medio mundo y Media guerra, serán publicados también por Fantascy en septiembre de 2015 y principios de 2016 respectivamente, Medio rey se lee como una aventura completa e independiente, con un final suficientemente cerrado como para no quedarse colgado en absoluto. Y siendo una recomendable lectura, una buena introducción al autor para los lectores más jóvenes, mucho más «accesible» para los no iniciados, y un reposado y entretenido «descanso» para sus fieles, no puedo dejar de preguntarme lo que esta historia podría haber dado de sí escrita con el tono más adulto y salvaje de sus obras anteriores.
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Reseña de otras obras del autor:
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