El segundo ocaso III.
Virginia Pérez de la Puente.
Reseña de: Santiago Gª Soláns.
Edición digital (ePub). 2014. 755 páginas.
En esta tercera entrega de la saga convergen, aunque en realidad no todas ellas se llegan a encuentran, la mayor parte de las líneas abiertas tanto en La elegida de la muerte como en El sueño de los muertos. Por un lado Issendra y Keyen, por otro el Emperador de Monmor, y por un tercero Danekal y su melliza Dilanya van alternándose en el centro de la historia con viejos y nuevos personajes. Esta confluencia hace recomendable haberse leído con anterioridad las novelas precedentes antes de embarcarse en las páginas de Entre las dos orillas, aunque tan sólo sea para conocer a todos los implicados y estar al tanto de lo sucedido hasta el momento. Pérez de la Puente ofrece una vez más a sus lectores una entretenida fantasía medieval a caballo entre la épica y lo oscuro, entre la magia y las conspiraciones cortesanas que aportan «realismo histórico» —Historia ficticia, sí, pero Historia al fin y al cabo— con ese toque sucio y el humor socarrón, con un punto negro en esta ocasión, marca de la casa. Y, además, incluye una especie de zombies pacíficos harto sorprendentes —al fin y al cabo la novela se inicia con alguien que vuelve de «la Otra Orilla», el reino de la Muerte— que tendrán su importancia en la trama general.
Tras los sucesos de las novelas precedentes, mucho ha cambiado en la península de Ternia y la situación del reino de Thaledia se ha vuelto algo inestable, así que el rey Adelfried no ve otra salida que buscar una alianza con la reina Klaaya de Thilia. En Monmor las cosas en torno al niño-emperador empiezan a moverse, haciéndose notar, como ya se intuía, que el mismo no es para nada el ingenuo muchacho que fingía aparentar, avanzando en sus intenciones de invadir el continente ridiano, mientras cuatro de las cinco tribus que componen el Imperio, subyugadas por la de los llamados yinahaii, a la que pertenece el emperador, buscan un cambio en el reparto del poder volviendo a las tradiciones más ancestrales del desierto en el que viven. Habiendo renunciado al trono de Novana por el lazo que les une mediante la Shah, Danekal y su esposa Dilanya viajan a la tierra natal de ésta, Phanobia, para hacerse cargo del Señorío de Saldellal, pero allí se encontrarán con una sorpresa no demasiado grata que les hará cambiar todos sus planes embarcándolos en un periplo que no podían haber imaginado con anticipación. Issi y Keyen, muy a su pesar, verán renacer ciertos fantasmas del pasado que les lanzarán de nuevo a los caminos contra su propia voluntad. Y, sin que nadie parezca conocer el motivo, los olvidados se alzan del Abismo, y los muertos no se quedan muertos...
Conforme el lector se adentra en las páginas, de alguna manera se antoja que los dos libros precedentes tan «sólo» han sido una elaborada y larga introducción al continente de Ridia, una forma de desplegar las piezas sobre el tablero dispuestas para su papel, y que sólo con esta entrega el propósito del juego empieza a definirse. Liberada de la necesidad de presentaciones la acción comienza casi de inmediato, dotando de mayor velocidad al relato. La autora echa mano de una multitud de tramas, y de personajes principales y secundarios, que se van entrecruzando en un relato coral que profundiza tanto en los protagonistas ya recurrentes como en la situación del continente y el avance de la profecía que parece anticipar un Segundo Ocaso. Queda la impresión de que la acción se va acelerando, de que ya no hay manera de detener la avalancha de sucesos que se han puesto en marcha. En esta entrega, si anteriormente el enfrentamiento entre la dualidad entre Vida y Muerte —El Ia y el Öi— estaba meridianamente clara, empiezan a desvelarse otros enfrentamientos de fuerzas en equilibrio que buscan alzarse sobre su contrario. En este caso sobresale la lucha del Destino por imponerse al Azar. Son fuerzas encarnadas, cada una de ellas dotada de un avatar de apariencia humana que interactúa con la gente para obtener sus objetivos. Auténticos «dioses» que gustan con jugar con sus peones humanos forzando la mano entre trampas y secretos.
Conforme el lector se adentra en las páginas, de alguna manera se antoja que los dos libros precedentes tan «sólo» han sido una elaborada y larga introducción al continente de Ridia, una forma de desplegar las piezas sobre el tablero dispuestas para su papel, y que sólo con esta entrega el propósito del juego empieza a definirse. Liberada de la necesidad de presentaciones la acción comienza casi de inmediato, dotando de mayor velocidad al relato. La autora echa mano de una multitud de tramas, y de personajes principales y secundarios, que se van entrecruzando en un relato coral que profundiza tanto en los protagonistas ya recurrentes como en la situación del continente y el avance de la profecía que parece anticipar un Segundo Ocaso. Queda la impresión de que la acción se va acelerando, de que ya no hay manera de detener la avalancha de sucesos que se han puesto en marcha. En esta entrega, si anteriormente el enfrentamiento entre la dualidad entre Vida y Muerte —El Ia y el Öi— estaba meridianamente clara, empiezan a desvelarse otros enfrentamientos de fuerzas en equilibrio que buscan alzarse sobre su contrario. En este caso sobresale la lucha del Destino por imponerse al Azar. Son fuerzas encarnadas, cada una de ellas dotada de un avatar de apariencia humana que interactúa con la gente para obtener sus objetivos. Auténticos «dioses» que gustan con jugar con sus peones humanos forzando la mano entre trampas y secretos.
Personalmente me hubiera gustado que la autora profundizará más en la trama de los fanáticos berenitas que tanto peso tuviera en la anterior entrega. Es cierto que sigue mencionada como cuestión de fondo, pero se pasa por encima de ella casi de puntillas y es de esperar que se retome más adelante. También se me antoja que en una historia tan amplia alguna de las líneas principales, como sucede en el caso de la de Issi y Keyen, queda descompensada respecto a las demás, dando la impresión de que sus algunas de sus escenas «viajeras» se encuentren incluidas entre las de los demás personajes más que nada para que el lector no se olvide de ellos antes de alcanzar su intervención decisiva —y vaya si es decisiva—. En todo caso, no dejan de ser apreciaciones totalmente subjetivas sobre un conjunto complejo y formidable.
En tres novelas —y dos precuelas— Pérez de la Puente ha conseguido crear toda una acertada «realidad» donde plasmar las aventuras de sus personajes, todo un continente de geografías y costumbres diferentes. Cada país tiene su propia idiosincrasia, su sistema político definido y sus cortesanos con intereses contrapuestos, sus gentes y sus tradiciones particulares, dotando al relato de un trasfondo y una plausibilidad cada vez más remarcables. Novela a novela, la autora se afianza con un estilo muy característico y personal, donde mezcla lo excelso y poético con lo más mundano de la forma más natural, siempre supeditando su prosa al momento y a las necesidades del relato. Se aprecia un mayor dominio del tempo, un ritmo mucho más estable y muchas menos «tiempos muertos» que alarguen innecesariamente el volumen. Los capítulos, la mayoría de ellos de una longitud tirando a breve, se suceden con agilidad, otorgando una visión muy amplia del conjunto y una rapidez a la acción realmente encomiable. Aquí tan sólo cabe lamentar que, dentro de una cuidada maquetación, en los capítulos de protagonismo compartido, que además suelen ser los más intensos, con enfrentamientos cruzados, duelos, cintas y combates, la edición —al menos la digital que es objeto de esta reseña— falle en establecer la separación entre las escenas de un personaje y el siguiente con una línea en blanco, unos asteriscos o cualquier otro símbolo usual. Desde luego no es algo que afecte a la calidad de la novela en sí, pero hace en ocasiones la lectura un tanto liosa.
Entre conspiraciones, intentos de alianzas, búsquedas desesperadas, traiciones esperadas, enfrentamientos, enigmas y planes secretos, la autora lidia con acierto con un tema tan complicado como el de los no muertos sin recurrir al tan explorado género zombie. De hecho, las consecuencias no sólo sociales sino también políticas y económicas del fenómeno están magníficamente explorados y desarrollados. Podría antojarse que se hubiese producido algo más de terror entre la población pero, analizado en frío y echando mano de la materialista naturaleza humana, lo cierto es que la autora ha conseguido llevar el tema a su exposición más lógica dentro de la situación geopolítica de Ridia. Hay mucho con lo que lidiar en esta novela, mucho que analizar, y no he hablado de Tije, la enigmática Tije, a la que no conviene perder de vista. Entre las dos orillas, contra lo que sucedía en las dos anteriores entregas y aún a pesar de un cierre bastante conclusivo, no se siente como una obra «independiente» dentro de la saga, sino que queda supeditada a haber leído las precedentes y abierta a los sucesos de nuevas entregas, sin un final demasiado definitivo, pues la profecía sigue desarrollándose. El juego sigue en marcha y los personajes avanzan, muchas veces a ciegas, hacia un destino que ninguno de ellos puede todavía anticipar, pero que ya tiene su siguiente entrega en Títeres del azar.
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Reseña de otras obras de la autora:
El sueño de los muertos. El segundo ocaso II.
Sigues dándome muchas ganas de ponerme con esta saga de épica grimdark, tiene muy buena pinta cada volumen que comentáis. Un abrazo^^
ResponderEliminarLa verdad es que merece la pena, sobre todo por lo bien que escribe Virginia.
ResponderEliminarEl primer volumen es algo dubitativo en la trama y alguna parte de tanto viaje en que se ven envueltos los protagonistas se hace un poco pesado, pero los siguientes no hacen sino mejorar (se nota que a los personajes de estas siguientes entregas les tiene un cariño especial).
Puedes empezar perfectamente por el segundo y luego, si te gusta, recuperar el primero y las precuelas.
Saludos