Sergio Gaut vel Hartman.
Reseña de: Santiago Gª Soláns.
La máquina que hace Ping! Col. Incontinencia Suma # 2. Castellón, 2017. 122 páginas.
De un tiempo a esta parte parece estar teniendo lugar un muy agradable revival del formato de la novela corta. Una apuesta impulsada en su mayoría, en nuestro país, por editoriales independientes y de relativo nuevo cuño que están rescatando del pasado un soporte que antaño llegó a gozar de tanta popularidad como el de los bolsilibros, con un tamaño y longitud muy adecuado para contar historias que no requieren de alargamientos innecesarios y que tan bien se adapta a las historias de género fantástico en el que solemos movernos. Tal es el caso de la joven editorial castellonense La máquina que hace Ping! y su colección Incontinencia Suma, de la cual el libro que nos ocupa, de un autor con muchas tablas en esto del fantástico, es su segunda entrega. Un volumen de pequeño tamaño pero muy cuidado en sus detalles, desde la rústica con solapas de la cubierta a detalles como la separación entre capítulos señalada por un creciente número de siluetas de escarabajos sobre una página en blanco. Siluetas, por otra parte, que ya debieran dar una pequeña idea de los derroteros por los que va a discurrir esta narración «heredera» directa de La metamorfosis de Kafka, aunque también de algunas obras de Unamuno, de Valle-Inclán o de los Hermanos Marx. Una delirante narración, divertida y dramática, a caballo de la parodia, la sátira, el surrealismo, la fantasía y la ciencia ficción, repleta de homenajes, muchos evidentes, otros no tanto —y todos aquellos que se escaparán al no advertido…—, con diversos niveles de lectura, y que juega con la metaficción o la ruptura de la cuarta pared —el techo más bien— para reflexionar sobre la percepción de la vida, la muerte, la historia, la política, la filosofía, la literatura, la creación artística, el humor y tantas otras cosas que parece imposible haberlas encajado en tan pocas páginas. ¿Descacharrante, reza la contraportada? Sí, sin duda, pero también unas cuantas cosas más… Un libro tan extraño que, contra mi costumbre, me ha resultado imposible no destripar unos pequeños detalles de su ¿argumento? Así que aconsejo adentrarse con precaución en la lectura de esta reseña.
Una mujer sin piernas entra a pedir limosna en un bar. En su interior, sentados ante una mesa, se encuentran dialogando Karl Marx y Redrick, quien en ese momento acaba de contarle al primero la historia de Gregor Samsa tal y como Franz Kafka la escribiera en su famoso libro. Lo más seguro es que el bar se encuentre en Praga, o tal vez en Londres, aunque bien pudiera hacerlo en Buenos Aires, París o Castellón. El año es 1965, tiempo después de la muerte del propio Marx, aunque, al ser preguntado, él se encuentre convencido de que es 1872, llegando a afirmar la imposibilidad de toda la situación que está viviendo. Entonces es cuando el mismo Gregor Samsa, en su forma de monstruoso insecto, se une a la conversación con evidente muestras de desasosiego. Conversación que se verá «enriquecida» paulatinamente con la presencia de Julius Marx, más conocido por el nombre artístico de Groucho, y del propio Kafka, quien intentará arrojar algo de luz sobre este embrollo.
Con semejantes contertulios y tan evidente ruptura de la realidad, se suceden de forma meteórica las conversaciones más delirantes, en las que se van a llegar a cuestionar los mismos cimientos de la realidad, de la existencia, del tiempo y de la ficción. O puede que todo sea un sueño en que se encuentra atrapado Samsa, quien va a descubrir que su vida es incluso más delirante de todo lo que pudiera haber descrito Kafka, además del muy importante detalle de no haber muerto como se relata en el famoso libro. Las referencias e insinuaciones se suceden a ritmo frenético en cada página. Los personajes históricos son vueltos del revés, introduciéndolos en la ficción y mezclándolos con los imaginarios en una serie de giros que resultan tan hilarantes como inquietantes, como el nuevo novio de Grete, la hermana de Gregor, un fabricante de hornos, aunque no precisamente de pan.
Cual si de una nivola de Unamuno se tratase el propio escritor penetra en la trama y dialoga e interactúa con una de sus creaciones, si como tales pueden ser consideradas, cambiando su destino y lanzándolo en una nueva dirección. Una dirección tan inesperada que rompe todos los esquemas, si es que quedaba alguno entero, que el lector pudiera haber construido. El tiempo y el espacio son moldeados a conveniencia para que personajes, reales y ficticios convivan en un mismo escenario, hasta que uno de ellos es lanzado hacia su futuro por obra de la magia ficcional y se convierte en un viajero espacial embarcado en la nave Lem que viaja por el espacio en dirección a Próxima b en el año 2019. Una nave, constructo de la imaginación, en la que se pondrá en manos de Chuang Tzu, en su forma de hombre y no de mariposa y en su faceta de barman-terapeuta.
Avatares de un escarabajo pelotero es un abierto teatro del absurdo, una acumulación de divertidos disparates y diálogos que trascienden todas las convenciones. Surrealismo y pura locura que deja fuera de consideración cualquier lógica lineal temporal para terminar plasmando, en un planeta lejano, una incisiva reflexión sobre la inspiración y el hecho creativo. Mientras sus avatares se suceden hay momentos, es cierto, en que el relato, despojado del dramático patetismo de la historia original de Gregor Samsa, se antoja una pura gamberrada cargada de sana diversión sin más objetivo que epatar al lector con un cúmulo de insensatas ocurrencias. Sin embargo, la carga reflexiva, aunque seguramente en una dirección muy diferente a la que Kafka otorgó a la obra original, permanece. La lucha de clases, el racismo, la propiedad intelectual, los sistemas políticos, el papel de la mujer...
Y, por encima de todo, una reflexión sobre la existencia de la ficción más allá de los márgenes de su propio soporte, de la realidad y consistencia de los entes imaginarios, de la capacidad de la fantasía para cobrar entidad y legitimidad más allá de lo puramente narrado en las páginas de un libro, trascendiendo el medio en que fuera plasmada, sobre el proceso creativo, las fuentes de inspiración, las influencias, la materia prima y los elementos constitutivos de un relato o de una obra artística. Un delirio, una locura, una tomadura de pelo, un excitante reto intelectual, un disparate, un vodevil, un absurdo, una comedia alegórica, un diálogo socrático, una sorpresa irónica… Una novela corta tan intrigante como sugerente, fácil de leer en la superficie y llena de profundidades insospechadas. Quien busque una trama al uso, una linealidad y unas estructuras definidas, no las va a encontrar. Quien se deje llevar, además de diversión, encontrará una certera reflexión sobre los personajes de ficción y el hecho creador, pero hay que entrar en el juego.
Algunos han querido que la etimmología de ABSURDO venga de SURDUS, entendido como SORDO, y aunque esté fuera el sentido, el espíritu del STOCKHAUSEN del TEATRO, EUGENE IONESCO, ha sido ése , impactarnos sobre nuestra sordez ante lo infinito, cosa que, también parece hace nuestro patafísico amigo SERGIO GAUT VEL HARTMAN. Pero otros yendo al INDOEUROPEO asocian ABSURDO con SUSURROS, y realmente, esta me gusta más , porque tanto IONESCO commo VEL HARTMAN nos susurran, a través de sus hiatos, la eternidad.
ResponderEliminarAlgunos han querido que la etimología de ABSURDO venga de SURDUS, entendido como SORDO, y aunque éste fuera el sentido, el espíritu del STOCKHAUSEN del TEATRO, EUGENE IONESCO, ha sido ése , impactarnos sobre nuestra sordez ante lo infinito, cosa que, también parece hacer nuestro patafísico amigo SERGIO GAUT VEL HARTMAN. Pero otros yendo al INDOEUROPEO asocian ABSURDO con SUSURROS, y realmente, esta me gusta más , porque tanto IONESCO como VEL HARTMAN nos susurran, a través de sus hiatos, la eternidad.
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