Los expedientes de la Lavandería 1.
Charles Stross.
Reseña de: Santiago Gª Soláns.
Insólita Editorial. Barcelona, 2017. Edición digital (ePub). Título original: The Atrocity Archives. Traducción: Blanca Rodríguez Rodríguez / Antonio Rivas Gonzálvez. 319 páginas.
Insólita Editorial inaugura su catálogo por todo lo alto con este primer Expediente de la Lavandería, que recoge la novela que da título al volumen, la novela corta, ganadora del Hugo, La jungla de cemento, y el muy revelador ensayo En la Fábrica de Miedo a modo de Epílogo. Todo un acierto. Se hace muy difícil encasillar la obra, a caballo de una fantasía urbana hard de horror cósmico lovecraftiano, el tecno-thriller de espías y la ciencia ficción de especulación informática cuántica y mundos paralelos, y todo ello con un tono que, sin llegar a sumergir el relato en la pura comedia humorística —aunque sí en la sátira, ¿alguien ha dicho Dilbert?—, resulta de lo más divertido, provocando irreprimibles sonrisas, cuando no alguna carcajada, en los momentos más inadecuados. Los residuos de la Guerra Fría y sus agencias de espionaje se encuentran con Cthulhu y el resultado es, literalmente, explosivo, dando lugar a unas aventuras llenas de acción y horror, aunque es muy posible que su lectura termine resultando más divertida que terrorífica, por más que momentos de desasosiego, espeluznantes criaturas e inhumanos instrumentos de tortura no van a faltar.
Dentro de las agencias gubernamentales de contrainteligencia las hay algunas secretas, otras muy secretas, y luego está la Lavandería, una organización heredera del SOE británico disuelto tras la II Guerra Mundial, dedicada a velar por la seguridad de los ciudadanos de Gran Bretaña evitando la amenaza de los horrores que existen más allá de las endebles paredes de nuestra realidad platónica, y a «limpiar» los resultados producidos tras cada incursión de las mismas. Horrores convocados por rituales a medio camino entre la invocación demoníaca, los teoremas matemáticos y los programas de software informático. Robert Howard, Bob para sus conocidos, fue reclutado cuando estaba trasteando con algunas teorías y aplicaciones matemáticas con las que no debería haber estado jugando y desde entonces ha sido destinado, como administrador de sistemas, a tareas de mantenimiento de algunos equipos informáticos de lo más peculiar. Pero él aspira a algo más, quiere ser parte del servicio activo, y este es un universo de esos en que hay que tener mucho cuidado con lo que se desea no vaya a ser que se consiga. Tras un accidentado curso de formación de Demonología computacional para principiantes, es enviado a los EE.UU. a contactar con un académico británico con problemas para volver a casa, que responde al nombre de Mo y con quien se va a ver envuelto en sucesos que van mucho más allá de lo que esperaba, incluidas células terroristas islámicas, invocaciones esotéricas, reminiscencias de viejas organizaciones nazis, posesiones «demoníacas» y monstruos tentaculares. Y eso sólo es el principio de su viaje.
Bob hace gala de una personalidad inquieta e indisciplinada, poco dado a los rigurosos horarios del simple oficinista o a la férrea disciplina jerarquizada de una agencia gubernamental. Así que su trabajo de limpiar de virus los ordenadores, depurar líneas de código, liberar ordenadores bloqueados por torpes contables, revisar paletadas de correos-e, formatear discos duros, rellenar informes por triplicado o asistir a reuniones informativas de carácter repetitivo no es algo con lo que se encuentra precisamente encantado, además de ser tareas que se encuentran muy por debajo de sus habilidades. Así, cuando le den la oportunidad de realizar un trabajo de campo, aún a pesar de su marcada tendencia a salirse de las líneas de trabajo establecidas y a incumplir las órdenes, sus conocimientos y arrojo van a ser de gran utilidad en la lucha contra las criaturas de otros planos y dimensiones alienígenas que desean internarse en el nuestro y que van a poner su vida en peligro en más de una ocasión.
Y eso que uno de sus principales enemigos, continua fuente de quebraderos de cabeza para él, y de diversión para el lector, va a ser la férrea burocracia a la que es sometido, el sobreabundante papeleo y el control de gastos que ahoga al funcionariado de cualquier agencia gubernamental, por muy secreta que sea, al que tiene que enfrentarse antes y después de cada actuación. Hay que cuadrar el presupuesto hasta el último clip sin importar que el destino de lo invertido sea literalmente salvar el mundo; hay que llenar todos los formularios habidos y por haber, aunque luego vayan a ser clasificados como el más alto secreto y nadie vaya a leerlos de nuevo; hay que estudiarse tediosos manuales para poder realizar la más pequeña tarea.... Y para colmo Bob se va a ver envuelto en medio de mezquinas luchas de poder dentro de la agencia, a las disputas interdepartamentales y a la tirantez de tener que responder ante diferentes «jefes». No sólo eso, también deberá lidiar con las volátiles personalidades de sus dos compañeros de piso, Cerebro y Pinky, que suelen implicar actividades como descubrir la manera de hacer una tortilla batiendo el huevo sin romper su cáscara.
Stross construye toda una Historia secreta, dentro de la Historia más reciente, que nace de un tratado gestado en 1930 y que implica complicados pactos de reticente colaboración internacional para frenar una escalada armamentística sobrenatural de resultados inciertos. Pactos que supuestamente incluían a la Alemania nazi, pero que no impidieron la fascinación hitleriana por la investigación esotérica que llevaría a la creación de la Sociedad Ahnenerbe, una suerte de departamento de I+D sobre lo sobrenatural dentro del Reich, que se convertiría al poco tiempo en una rama de las SS y llevaría a cabo terribles experimentos. Una división que, pese a haber sido erradicada de forma radical al final de la II Guerra Mundial, podría haber dejado atrás algunas oscuras ramificaciones con influencia en el presente.
La segunda narración, la novela corta La jungla de cemento, de lectura independiente, ofrece una nueva investigación de los agentes de la Lavandería, conllevando al relato una cierta crítica hacia la creciente proliferación de sistemas de vigilancia, cámaras de vídeo principalmente, implantados a lo largo y ancho del Reino Unido en pos de la «seguridad» de sus ciudadanos. El agente de campo es despertado en mitad de la noche y enviado de manera urgente a Milton Keynes, dado que parece que hay alguna vaca de piedra de más en Bancroft Park. Algo que podría ser el resultado de una simple broma del típico gracioso con mucho tiempo libre o tratarse de un inquietante caso de gorgonismo. La cosa se complica, es natural, y los cauces burocráticos se vuelven insuficientes para resolver el entuerto, siendo requerida una intervención más directa, mucho más directa. Bob no es precisamente James Bond —no va por ahí la intención del autor, en absoluto—, pero acción no le va a faltar al relato. Serán necesarias buenas dosis de ingenio y valentía para intentar resolver un embrollo con ramificaciones inesperadas y sucesos de lo más extraño.
En ambas narraciones, dentro de la coherencia interna del mundo creado por Stross, los fenómenos paranormales son estudiados y explicados bajo preceptos científicos en un cruce de magia y tecnología avanzada, donde los monstruos son en realidad entidades de realidades paralelas con diferentes leyes físicas que pueden ser «invocados» con las ecuaciones matemáticas y las construcciones geométricas adecuadas. Los expedientes de la Lavandería discurren como un thriller especulativo con el disfraz del lenguaje de la fantasía. Al fin y al cabo, bajo cierta óptica buena parte de la obra de H.P. Lovecraft podría perfectamente considerarse como ciencia ficción. El autor echa mano con diligencia de toda la parafernalia asociada a «cerebritos» y hackers, de computadoras destripadas y vueltas a montar con sorprendentes actualizaciones, de láseres que tallan pentagramas que se sostienen con motores y compresores mecánicos, de fórmulas físicas que abren puertas a otros planos de existencia..., y mezcla con desparpajo la jerga y la mística particular de los informáticos con la de las invocaciones paranormales, creando un mundo secreto consistente e inquietantemente NERD. Un mundo perfectamente incrustado en las grietas del nuestro, rellenando los huecos que la Historia ha dejado en sombras. De hecho, gran parte de la diversión recae en rastrear las referencias reales, que implican a gentes como Turing, Planck o Mandelbrot entre otros, por ejemplo, y los guiños a la cultura popular que Stross va sembrando a lo largo de todo el texto.
El volumen se completa con el ensayo En la Fábrica de Miedo, donde el autor disecciona sus influencias para escribir esta historia, hablando de los vínculos entre el thriller de espionaje y el horror cósmico, de ciertas claves literarias y de otras obras que han tocado palos similares a los suyos en esta novela —Y sí, quien no se haya leído Declara, de Tim Powers, ya tarda—. Y se cierra con un completo Glosario de términos y acrónimos que viene bien para manejarse entre tanta sigla y agencia gubernamental.
Y no se puede terminar una reseña de esta obra sin dedicar un aplauso —más de uno, en realidad— a la magnífica labor realizada por los traductores, en una tarea que no se antoja sencilla dada la cantidad de jerga informática, ocultista y del mundillo del contraespionaje, los divertidos juegos de palabras y expresiones perfectamente adaptados, o la densidad de las teorías y teoremas incrustados en el texto, y que ha sido todo ello trasladado con habilidad y mucho acierto a nuestro idioma, consiguiendo una lectura placentera y nada liosa a la par que convincente. Es de desear que El archivo de atrocidades obtenga en nuestro país el éxito merecido que permita a Insólita continuar ofreciendo los siguientes Expedientes de la Lavandería, siete más hasta el momento, el último de ellos hasta ahora de este mismo 2017. Una lectura mordaz, que va más allá del evidente horror de las situaciones planteadas para adentrarse en zonas de retorcido humor. Lo que en otras manos podría haberse limitado a ser una parodia más de las novelas de espías y de las de horror sobrenatural, en las de Stross se convierte en un abierto desafío intelectual tan satisfactorio como lleno de aventura, entretenimiento y diversión.
Ilustración: Michael Doshow |
Tenía dudas sobre si leer este libro, pero tras leer tu reseña creo que voy a darle una oportunidad.
ResponderEliminarSaludos y muy buena reseña como siempre.
El libro es "rarito": ciencia ficción "hard" con un envoltorio de fantasía oscura que puede resultar algo chocante, pero que a mí al menos me ha encantado. Desde luego, creo que merece la pena darle esa oportunidad ;-)
ResponderEliminarSaludos