Reseña de: Santiago Gª Soláns.
Ediciones B. Col. Nova. Barcelona, 2017. Título original: Ancillary Sword. Traducción: Victoria Morera. 394 páginas.
Tras Justicia auxiliar esta segunda entrega de la trilogía muestra una consecuencia derivada del final de aquella, o en realidad de los eventos que condujeron al final de la misma —y como tal la presente reseña puede destripar algún detalle relevante de esa primera entrega—. Enfrentado a reseñar esta novela cabe un doble análisis de la obra: como ente independiente y autoconclusivo, donde el lector se va a encontrar con una atractiva space opera, profundamente interesada en lo sociológico, más que en lo bélico del escenario en que se desenvuelven los protagonistas, con una historia realmente sugerente; o como libro de enmedio de la trilogía, en la que, en una inevitable comparación con la anterior, sale un tanto derrotada, al redundar en alguno de los puntos fuertes de aquella, limitándose a una línea temporal muy breve y centrando el escenario en un único sistema planetario, perdiendo parte de su espectacularidad y diversidad. Aún así, se trata de una novela magnífica a la par que sugerente, que exige su parte de implicación y plantea temas sociales de calado mediante una trama inteligente y entretenida, pero se antoja que, en cierto sentido, no está a la altura de su predecesora —las comparaciones siempre son odiosas—.
Ha pasado tan sólo una semana tras los eventos decisivos narrados en Justicia auxiliar y Breq ha sido «adoptada» y nombrada capitana de flota por la Anaander Mianaai victoriosa, —si tal cosa se pudiera decir mientras todavía permanece inmersa en la guerra civil subsiguiente—, del enfrentamiento consigo misma en el palacio Omaugh de la Lord del Rach. Se le ha otorgado el mando de la nave Misericordia de Kalr, colocando bajo su mando a Seivarden y Ekalu, e imponiéndole a la joven teniente Tisarwat como parte de su oficialidad, quien lleva su propio «equipaje». La destrucción de algunos portales interestelares y el cierre efectivo de todos los demás motivan una misión para proteger a las habitantes de la estación de Athoek, cuyo planeta es uno de los más grandes productores de té del imperio, lo que junto a la existencia de varios portales en el sistema, lo dota de gran importancia geoestratégica dentro del actual orden político. Pero Breq tiene un motivo extra para aceptar la misión. En la estación de Athoek vive Basnaaid Elming, la hermana pequeña de la teniente Awn, con la que la protagonista se siente de alguna manera en deuda por lo sucedido en el anterior volumen.
Breq se encuentra en una posición incómoda, sin intención de dar la razón o alinearse con ninguna de las Anaander Mianaai, pero firmando una inestable alianza con una de ellas mientras espera poder aclarar sus pasos en el futuro. A la espera que la guerra no le estalle ante sus narices no puede dejar pasar las injusticias que ve en derredor, aunque es muy consciente de que no puede ayudar a todo el mundo, que no puede sentirse culpable por todo lo que anda mal en el mundo. Pero ella no puede evitar tomárselo todo como algo personal, algo en lo que implicarse aunque no le ataña. Las motivaciones personales de Breq van a mover buena parte de la trama, para bien y para mal. Se va a encontrar en medio de un juego de intereses de lo más dispares, y de sus decisiones puede depender mucho más de lo que parece, sobre todo porque algo extraño parece suceder más a´´la de la Puerta Fantasma.
La antigua auxiliar es una observadora desapasionada y algo distante, un segmento de una IA que ahora debe establecer una serie de conexiones emocionales con las ciudadanas que la rodean para poder seguir siendo un ente individual funcional. No es del todo humana, y eso se nota en su forma de enfrentar las relaciones y la toma de decisiones. Se siente amputada, disminuida, y anhela la conexión con su nave y el resto de auxiliares que componían un único cuerpo de múltiples miembros. Intenta replicar un poco de aquella sensación mediante la interacción que la Misericordia de Kalr le permite con sus tenientes y tripulantes, lo que da al relato una multifocalidad realmente interesante, pero a ella no le llena de igual manera que lo que tenía antaño. De alguna forma, todo esto crea en el lector un sentimiento contradictorio. Por un lado es fácilmente comprensible el deseo de Breq de abarcar todo el mundo de su tripulación después de haber sido lo que fue y de haber compartido esas enormes capacidades. Por otro, ciertas actitudes la hacen parecer hasta cierto punto una voyeurista de las vidas de sus subalternos, asistiendo a sus escarceos y sentimientos sin que ellos sean plenamente conscientes de esa violación de su privacidad. Un tema un tanto incómodo, como poco.
La acción se sitúa en un impasse de espera, mientras la guerra puede decantarse en una dirección o en otra aquí se diluyen otros temas, más locales y concretos, como la injusticia de que algunas personas vivan en el subjardín, una zona clausurada de la Estación, sin agua u otros servicios básicos, o de que toda una raza sea explotada en las plantaciones de té del planeta, esclavos en todo menos en el nombre, o de que una hija privilegiada de la élite dirigente abuse de su posición con sus «amigas» y, sobre todo, sus subordinadas para satisfacer todos sus más abyectos deseos. Frente a toda injustica, ante todas las diferencias culturales, Leckie aboga por la implantación de los derechos humanos sean cuales sean las circunstancias y, de alguna manera, Breq se convierte, aunque de forma abiertamente retorcida, en una paladín de los oprimidos, enfrentada a las élites que abusan de sus privilegios; consciente, eso sí, de que no se puede cambiar una sociedad completa en un parpadeo, que toda evolución necesita su tiempo, y que ella está allí tan sólo de paso, a la espera de resolución en el conflicto.
De hecho toda la novela se siente de alguna manera como un intenso impasse entre acciones, una espera llena de significados que salta entre diversos temas mientras se espera a alguna revelación, es de suponer que en la siguiente entrega. Más que como un libro de enmedio de una trilogía, la novela se lee como un capítulo de conexión entre la historia precedente y lo que haya de venir. El ritmo es más pausado, demorándose en algunas situaciones periféricas y tomándose su tiempo para alcanzar el emocionante clímax. Hay aquí una historia local sobre abusos, explotación laboral, diferencias culturales, abusos de los amos sobre los trabajadores, racismo o injusticia social, mientras se supone que en el resto del imperio las cosas están de lo más candentes, explosivas incluso. Hay una interesante inclusión de peligrosa paranoia sobre la posible amenaza alienígena de los poderosos presgeres, una amenaza que de alguna manera justifica el mantenimiento de un riguroso orden por parte de los dirigentes, de una mano de hierro para controlar la disidencia y las quejas —la mayoría de ellas justificadas— que no duda en utilizar una fuerza excesiva ante cualquier sospecha de rebelión. Y aunque se antoja que se le podría haber sacado mucho más partido, lo cierto es que cierto suceso relacionado con esas quejas, cierta muerte provocada en parte por ese tenso clima de soterradas demandas de justicia, tiene vital importancia para hacer avanzar la trama en la dirección que la autora desea.
No hay propiamente mucha acción en el relato —aunque haberla hayla y cuando se produce se muestra tan tan intensa y emocionante como bien narrada—, a pesar de la parafernalia y el escenario bélico la autora no ofrece una space opera estrictamente militar, sino que retrata más bien los efectos de esa guerra en la sociedad, tanto de los que se aprovechan de las circunstancias como de los que las sufren, con abundante intriga política y social. Hay mucho juego psicológico, mucho diálogo en que todas intentan descubrir las intenciones de las demás mientras guardan bien escondidas sus cartas —aunque en algunos casos las motivaciones que las impulsan sean de lo más evidente—. Hay una lucha de clases, en que no basta con los buenos deseos para ganarse los corazones. Pues hay ocasiones en que los desfavorecidos tampoco desean ser «salvados», ya que las supuestas mejoras siempre pueden ser manipuladas en su contra por los poderosos para mantener un injusto status quo. A veces el deseo de corregir un error, una desigualdad o injusticia, no hace sino crear otros,algo que Breq deberá aprender en carne propia.
Sigue siendo enormemente sugerente el recurso de mostrar un sólo género, femenino, para referirse a todas las personas, jugando —en español posiblemente todavía más, la traducción sigue siendo fundamental para mantener el tono de la novela— con las expectativas de los lectores sobre si determinado personaje será hombre o mujer y sacando a relucir a veces unos prejuicios que seguramente ni se sospechaba que existieran. Lo que sucede es que ya no resulta tan radicalmente original o impactante como en el primer volumen, aunque sigue deparando inesperadas y esclarecedoras sorpresas. El juego de géneros sigue siendo algo muy importante y que realmente hace reflexionar sobre las preconcepciones que cada cual acarrea consigo. Y Leckie sigue mostrando una auténtica obsesión por el té y la porcelana, mostrando aquí todo un planeta dedicado al cultivo de la infusión —y sí, de alguna manera se justifica, pero también se siente la starwasiana sensación de planetas con ecosistemas únicos un tanto alejados de la realidad—, y una sociedad donde el estatus se demuestra por la antigüedad y valor de la vajilla.
Sigue siendo enormemente sugerente el recurso de mostrar un sólo género, femenino, para referirse a todas las personas, jugando —en español posiblemente todavía más, la traducción sigue siendo fundamental para mantener el tono de la novela— con las expectativas de los lectores sobre si determinado personaje será hombre o mujer y sacando a relucir a veces unos prejuicios que seguramente ni se sospechaba que existieran. Lo que sucede es que ya no resulta tan radicalmente original o impactante como en el primer volumen, aunque sigue deparando inesperadas y esclarecedoras sorpresas. El juego de géneros sigue siendo algo muy importante y que realmente hace reflexionar sobre las preconcepciones que cada cual acarrea consigo. Y Leckie sigue mostrando una auténtica obsesión por el té y la porcelana, mostrando aquí todo un planeta dedicado al cultivo de la infusión —y sí, de alguna manera se justifica, pero también se siente la starwasiana sensación de planetas con ecosistemas únicos un tanto alejados de la realidad—, y una sociedad donde el estatus se demuestra por la antigüedad y valor de la vajilla.
Como cabe remarcar, Espada auxiliar tan sólo «sufre» en comparación con su predecesora. Donde Justicia auxiliar se desarrollaba a lo largo del imperio, en una vastedad galáctica, con una duración de décadas y a través de muy diferentes sistemas planetarios, aquí se limita a un único sistema durante apenas unos pocos meses. Se trata de una aventura completa, con una trama principal totalmente resuelta en la propia novela, dentro de una historia más grande. Algo que le permite a Leckie profundizar en una sociedad en concreto, con una construcción del mundo más detallada, mostrándolo de arriba abajo, de los poderosos o los desfavorecidos, de los explotadores a los explotados y algunos estamentos intermedios, con las enorme diferencias culturas y costumbres que la forman, lingüísticas, religiosas o de tradiciones propias, pero perdiendo un tanto de grandiosidad en el camino. La autora sigue fiel, eso sí, a su denuncia de las desigualdades sociales, de los males del colonialismo, de la hipocresía de la «civilización», de la corrupción inherente a un sistema de relaciones clientelares, del capitalismo más vertical, de la deshumanización de los considerados inferiores, de la división de clases y géneros, la conciencia de uno mismo y su individualidad…, y deja gran cantidad de hilos, muchos heredados de la primera entrega, otros planteados aquí, para ser resueltos en la próxima novela de la trilogía Ancillary Mercy, ya anunciada su próxima publicación también en Nova.
Hola! Acabo de nominarte a un Booktag, ojalá lo puedas hacer :)
ResponderEliminarhttps://loscorazonesliterarios.blogspot.com.ar/2017/07/booktag-n1-under-200_29.html
Saludos!
Tras leer tu reseña, muy buena por cierto, me reafirmo en mi idea de no seguir con esta saga.
ResponderEliminarEntiendo que a la gente le pueda gustar, pero a mi se me hizo eterna y muy muy pesada y por lo que comentas sigue en la misma línea.
Saludos
Hola :) Me ha encantado el analisis, la verdad. Le tengo bastantes ganas, como ya sabes soy otro de los defensores de la primera entrega, pero ya voy con la alerta encendida. Creo que puede ser interesante ese desarrollo más local, aunque como bien dices, pierde si lo comparamos a los dos tramos de la primera novela. Como decía McDonald con su Luna en el Celsius, desde que se pierde la sensación de novedad también perdemos algo en la lectura, nuestro impacto es menor. Ya os contaré próximamente :)
ResponderEliminarYa sabéis que a mí la primera me gustó, pero con esta la sensación es precisamente la que comenta Mangrii, que el impacto ha perdido buena parte de su efecto, y entonces te quedas con un buen space opera, muy interesante en mi opinión, pero que no resulta tan sorprendente.
ResponderEliminarSaludos