David Mitchell.
Reseña de: Santiago Gª Soláns.
Literatura Random House. Barcelona, 2017. Título original: Slade House. Traducción: Laura Salas Rodríguez. 223 páginas.
Una historia de casa encantada, de fantasmas atrapados más allá de la muerte de su alma o de unos seductores vampiros quizá, que en manos de Mitchell no va a resultar en absoluto tan simple como pudiera sonar, incluido el origen de la novela como un relato nacido en Twitter, una cualidad que da a toda la novela un cierto aire experimental. El autor va a hacer adentrarse a sus personajes, y con ellos a los lectores, por su particular madriguera de conejo adentrándolos en el imposible territorio desconocido donde se sitúa Slade House, una mansión a la que se accede a través de un pequeño portón de hierro negro empotrado en una anodina tapia de ladrillo que delimita uno de los lados de un todavía más anodino callejón. El despliegue visual y de voces narrativas es simplemente impresionante, construyendo una historia en apariencia sencilla que poco a poco se va rellenando de detalles singulares, de recovecos insospechados y de una maldad egoista e insondable. Misterio sobrenatural, vidas truncadas, juegos de espejos, designios malignos, esperanzas equívocas y horror vital en una casa embrujada que parece situada fuera del tiempo.
El 27 de octubre de 1979 la señora Bishop y su hijo Nathan acuden invitados por los Grayer, los dueños de la casa, a una velada musical que se ha de celebrar en la misma Slade House. Una casa a la que se accede de forma retorcida, como quien atraviesa el portal hacia el País de las Maravillas —la referencia no es baladí, pues el relato guarda ciertos puntos de contacto con los cuentos populares—, que se irá desvelando con sus cuidados jardines y su atemporal fachada mediante la particular mirada de Nathan, un muchacho autista que no puede evitar observar que algo extraño sucede en aquel lugar —¿cómo es posible que un jardín y una mansión tan grandes quepan entre los muros delimitados por los apretados callejones?—, pero no podrá hacer nada por evitar la jugarreta que el destino les guarda. Slade House es un hermosos espejismo, un lugar donde los sueños se cumplen, pero a un alto precio al revelarse como un auténtico atrapamoscas para unos pocos «elegidos».
Dividida en cinco segmentos, separados cada uno de ellos por nueve años —una cifra que tiene su razón de ser—, desde 1979 a 2015, cada relato va a ir revelando una faceta de la historia hasta conseguir desvelar toda su profundidad. Una historia la de esta casa del callejón que no se muestra tan laberíntica como otras de las novelas anteriores del autor y, aún con los saltos de nueve años entre segmento y segmento, el relato es bastante lineal, aunque sí que existe una historia que reconstruir avanzando desde el pasado. Un puzzle del que pocos de los participantes tienen todas las piezas y que va a implicar una investigación cuasi detectivesca por parte de algunos de los implicados para ir recomponiendo la historia de Slade House y de sus moradores.
Resulta impresionante cómo Mitchell da voz a cada uno de sus narradores en primera persona, cinco puntos de vista que van acumulando datos para que el lector finalmente pueda aprehender todo el misterio que encierra la mansión. Cada narrador posee un tono propio, convincentemente realista, y es realmente magnífico ver cómo se distinguen unos de otros, cómo Mitchell consigue evocar a la perfección la inocencia, sinceridad y literalidad del autismo de Nathan, o el cinismo, racismo, machismo y desencanto ilusionado del policía, más bien corrupto, Gordon Edmonds, o el irreprimible deseo de ser aceptada de la rellenita Sally Timms que le empuja a intentar integrarse en un grupo universitario de investigadores de lo paranormal a pesar del evidente rechazo de alguno de sus miembros…
Todos ellos se adentrarán en el misterio y el peligro de Slade House, participando del escalofrío compartido ante la contemplación de unos cuadros imposibles, cada uno encadenado de alguna manera al anterior por vínculos de lo más diverso y todos, a partir de Nathan, en busca de respuestas ante un misterio imposible. Mitchell tiene la habilidad de convertir a los personajes en auténticas personas dentro del aura sobrenatural que envuelve todo el relato, dotándolos incluso del necesario desahogo humorístico que toda situación extremadamente dramática requiere.
Los protagonistas, en ocasiones, se ven inmersos en un juego de ilusiones, compartiendo ciertas referencias visuales, desde un gato muerto a cierto personaje vestido con un chandal negro y naranja o la presencia y ausencia de un pub llamado The Fox and Hounds. Un juego que se traslada al lector ante la enorme cantidad de metarreferencias y guiños culturales que cada relato particular contiene, desde películas y libros a juegos de rol y otras clases de expresiones artísticas. Además, como parte de esa gran metanovela que Mitchell está desarrollando con cada obra en un juego que invita a sus seguidores acérrimos a una macro lectura el autor deja caer pequeñísimas pinceladas, detalles y personajes secundarios que hermanan la obra con algunas de las anteriores, incluso compartiendo de alguna manera tema general con Relojes de hueso.
La casa del callejón seguramente no ofrece una historia tan laberíntica como alguna de sus anteriores obras, pero mantiene intacta toda la capacidad de maravillar y de conducir al lector allá donde desea, haciéndole cuestionarse temas como la forma en que discurre el tiempo, el miedo a la mortalidad, el sufrimiento ante el desconocimiento del destino de un ser querido o la manera en que los demás definen la identidad de una persona. Más inquietante que aterradora, dotada con muchas de sus virtudes, pero sin tantos requiebros ni tanta necesidad de implicación intelectual, la novela se muestra como una lectura que permite un relativamente sencillo acceso a obras más complejas de Mitchell, entre las cuales ésta se puede considerar un capítulo más de la guerra secreta que el autor se encuentra documentando.
David Mitchell me crea muchas dudas. No dudo de su capacidad a la hora de narrar ni de su inventiva. Pero al final siempre me pasa lo mismo y sus libros terminan por aburrirme. No conectamos...Por ese motivo tengo esta lectura en stand by.
ResponderEliminarSaludos y gracias por la reseña.
Hola, Javi. Tan sólo puedo decirte que si no has conectado con otros libros del autor difícilmente lo harás con este, pues sigue la línea de los anteriores, sobre todo de "Relojes de hueso". A mí, como se puede apreciar por la reseña, me gusta su estilo y forma de narrar, pero entiendo perfectamente que haya a quien no 8si todos opináramos igual iba a ser esto muy aburrido).
ResponderEliminarPor si te animas, el libro es corto y se lee, si conectas claro, casi de un tirón ;-)
Saludos
Lo necesito ya. Probablemente en cuanto lo tengo lo lea y me salte toda la lista del #LeoAutorasOct, pero es que Mitchell es algo especial para mi, y no lo puedo evitar. Y como dices, suena a él, toda la novela. Meta referencias, historias segmentadas a lo largo del tiempo, referencias a sus otros libros (me han dicho que es una especie de spin-off de Relojes de hueso, es con la que más conecta), algo de puzzle, misterio y personajes diferentes en cada segmento. Tiene todas sus señas de identidad. Estoy deseando leerlo. No debería haber leído la reseña... :)
ResponderEliminarHola, Mangrii.
ResponderEliminarNo sé si llamarlo exactamente spin off de "Relojes de hueso", pero sí es cierto que, sobre todo teméticamentre, es con la que más puntos de contacto mantiene. Espero que las altas expectativas no te arruinen su lectura. Seguro que la disfrutas.
Saludos