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martes, 28 de noviembre de 2017

Reseña: La ciudad de las esferas

La ciudad de las esferas.
Trilogía de las esferas 1.

Salvador Bayarri.

Reseña de: Santiago Gª Soláns.

Salvador Bayarri ed. Edición digital (ePub). 395 páginas.

Publicado originalmente en 2013, esta novela iniciaba una trilogía de ciencia ficción juvenil de aventuras exóticas y corte bastante clásico recientemente completada con El juego de las esferas y Dioses de las esferas. Presenta una intrigante historia inicial ambientada en una nave-arca que sobrevuela un planeta oculto bajo una impenetrable capa de nubes, una ciudad flotante cuyos habitantes se creen solos en el universo y han creado un complejo corpus de creencias sobre su existencia y la de su nave. El autor explota en inicio la existencia de esa sociedad cerrada y aislada, que ha dado lugar a una cultura propia, para ampliar luego el foco y sumergir al lector en la exploración de un mundo alienígena, abriéndose a una especulación sobre el choque de civilizaciones, a la formación de los mitos o a la búsqueda de la identidad propia de un adolescente abrumado por una realidad que desconocía. Bayarri mantiene en todo momento la narración en un tono sencillo y agradable, limpio, muy apropiado para el público joven al que el relato está destinado.

Vikatee es una ciudad flotante que navega desde hace mil años sobre las nubes perpetuas del planeta Mekham. El equilibrio para mantener su funcionamiento es delicado y una suerte de casta sacerdotal, formada por una especie de ingenieros un tanto místicos encargados del correcto funcionamiento de la maquinaria y la convivencia, rige los destinos de sus habitantes. No es un lugar demasiado grande y no tiene una población muy numerosa; así que la vida allí para los jóvenes resulta, podría decirse, algo frustrante y falta de alicientes. Nadiroz es un joven inquieto y curioso con cuyos amigos intentará desentrañar algunos de los misterios que encierra su ciudad, indagando en plantas cerradas a ellos intentando desentrañar cuáles eran las intenciones de sus fundadores al construir Vikatee, el significado de cierto mensaje inscrito en la piedra fundacional de la ciudad o el destino sufrido por el padre del joven, velado tras opacas alusiones.

Croquis de un corte de Vikatee
Nadir y sus amigos, como es de apreciar en toda novela juvenil, van a desafiar los designios y reglas de sus mayores, inmiscuyéndose en asuntos que les vienen grandes pero con los que deberán lidiar una vez descubiertos. Transcurrido el primer tercio de la narración el autor decide cambiar todos los parámetros del relato sin haber, quizá, exprimido todas las posibilidades de la ciudad flotante, y pasando la acción a un planet opera de aventuras muy entretenido, pero no tan sugerente como podía resultar los misterios de la vida y el funcionamiento de esa ciudad de las esferas que navega sobre un impenetrable y misterioso mar de nubes. Esta primera parte presenta un mundo con reminiscencias tecnológicas en práctica involución, salvo para unos pocos iniciados, en una nave-ciudad que surca la capa superior respirable de la atmósfera de un planeta que permanece oculto bajo un grueso manto nuboso, algo que convierte lo que se encuentra debajo del mismo en una ominosa amenaza, un infierno al que nadie quiere caer —una posibilidad siempre presente en la mente de los muchachos—. Los habitantes, durante cientos de años, han ido creando una mitología propia, repleta de hechos históricos no contrastados y de leyendas de un pasado apenas recordado. La vida es dura, llena de carestías, de esforzado trabajo para mantener la estructura productiva y los cultivos de un refugio que empieza a dar síntomas claros de decadencia, escasez y agotamiento que podrían poner fin a la existencia de la propia ciudad. En ese escenario Nadir y sus amigos se embarcan en su propia misión de investigación y descubrimiento del origen y propósito del lugar donde habitan, tan típica de la novela juvenil, llegando a vislumbrar secretos que no debieran haber conocido.

Tras un dramático suceso que da lugar a un brusco cambio de escenario, en el segundo segmento la trama se desenvuelve bajo unos parámetros totalmente nuevos, en la superficie del planeta y en un ambiente semi rural y aldeano de corte casi feudal resultante de una sociedad que ha descendido los peldaños de una cultura de comercio interestelar a una mucho más encerrada, de forma quizá involuntaria, en sí misma. La presencia de agentes externos, con tecnología mucho más avanzada, plantean grandes cuestiones, aunque pocos pueden ser los que imaginan el desenlace, la realidad del mundo en el que viven y en el que la presencia de Vikatee cobra una importancia mayúscula. La narración toma forma entonces de la «misión», de la recurrente búsqueda —de un objeto, de respuestas, de una persona, de uno mismo…— en la que Nadir debe avanzar y resultar vencedor en el desafío a riesgo de perderlo absolutamente todo. El joven deberá superar distintas pruebas, hacer alianzas, relacionarse con extraordinarias criaturas, sufrir decepciones y pérdidas, enfrentarse a unos enemigos que ni siquiera llegaba a imaginar existieran, luchar contra las adversidades y alcanzar una meta que desconocía al iniciar su periplo.

Lo cierto es que la novela se ve afectada un tanto por una condición de relato «valle». Empieza muy fuerte, con un gran despliegue de imaginación, con un planteamiento de lo más atractivo, mientras la narración se mantiene en la ciudad flotante. Luego entra en una fase en que decae un tanto el interés, sin perder la atención del lector, pero haciendo que se sienta que lo que se está leyendo no raya a la misma altura que el inicio, incluyendo algún pasaje algo moroso y lento que no hace ningún favor a la historia. Pero entonces llega un momento, cuando ya el autor ha situado la trama y los personajes donde deseaba, en que se desatan la acción y las revelaciones para alcanzar un final a la altura del principio.

Con un estilo y una prosa equilibrados y accesibles, el corte juvenil y puramente aventurero de la historia no es impedimento para que Bayarri se permita reflexionar sobre aspectos de la sociedad como la presencia de personajes femeninos destacados o el uso de la tecnología con usos perversos que imprimen al relato cierta profundidad muy de agradecer, aunque se eche en falta algo de intensidad en ciertos momentos, al igual que una caracterización más detallada de los protagonistas. La personalidad de Nadir psicológicamente es, como poco, contradictoria, siendo un tanto difícil empatizar con él. No se explica por qué reacciona de forma desapasionada ante eventos que deberían resultarle muy traumáticos, mientras que otros mucho menos cercanos parecen afectarle de forma extrema. Algo similar sucede con otros de los secundarios, algunos de cuyos actos no terminan de quedar del todo matizados. Es quizá uno de los pocos defectos de un relato muy correcto y no exento de interés en absoluto. La edición viene acompañada de algunos planos, croquis y otro material suplementario que en su versión digital, al menos en la que yo he leído, se ven demasiado pequeños. El cierre de la novela es más bien un punto y aparte, un final a la trama principal quie a su vez encierra la promesa de una continuación. Promesa que, efectivamente, tuvo su plasmación en El juego de las esferas, pero esa es otra historia y deberá ser reseñada en otra ocasión.

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