Las crónicas nemedias/1.
Robert E. Howard.
Reseña de: Consuelo Abellán Colodrón.
Sportula. Gijón, 2018. Edición digital (ePub). Traducción: Rodolfo Martínez. 370 páginas.
Este es el primer libro de una serie de cuatro, recopilación de los relatos originales de Robert E. Howard sobre su ya mítico personaje, Conan. El título genérico de la serie es Las crónicas nemedias, y los volúmenes que la componen llevan los títulos de relatos emblemáticos protagonizados por este personaje: Nacerá una bruja, El diablo de hierro, El fénix en la espada y La hora del dragón (este último es la única novela de Conan escrita por Howard).
Para que el posible lector de esta reseña no se lleve a engaño, me siento obligada a aclarar desde un principio que fui lectora fiel de los comics de Conan en mi adolescencia y juventud, en concreto las colecciones Conan el Bárbaro y La espada salvaje de Conan, de Marvel. De eso hace ya unos cuantos años y, aunque no creo que pueda calificarme como una auténtica fan del personaje (ni siquiera conservo aquellos cómics, perdidos entre repartos fraternales y sucesivas mudanzas), creo que se me podía considerar una nostálgica del mismo. Por supuesto, vi la película protagonizada por Arnold Schwarzenegger, y la disfruté cual enana. Pero la vida pasa, los intereses cambian y olvidé a Conan y a su autor. Lo que sí permaneció fue una afición muy definida por la literatura y el cine fantásticos. Películas como Cristal oscuro o Dentro del laberinto y libros como El señor de los anillos o La historia interminable (con su controvertida adaptación posterior a la gran pantalla), se convirtieron en mis favoritos por aquella época. Y no puedo dejar de atribuirles a Howard y a sus historias de Conan gran parte de la responsabilidad por esta pasión que aún perdura. Así que tengo que agradecer efusivamente a Santiago que me haya dado la oportunidad de explayarme en público sobre este libro, que tan buenos recuerdos me ha traído.
Pero dejemos de hablar de mí. Hemos venido aquí a hablar sobre el libro. Los fans y nostálgicos de Conan sabrán que Howard escribió sus relatos en la década de los 30 del siglo pasado y los publicó fundamentalmente en revistas de género, nunca en formato libro. Estos relatos que él iba concibiendo y enviando a las revistas no fueron publicados en el mismo orden en que fueron escritos, algunos ni siquiera llegó a verlos publicados en vida, y fueron otros quienes los completaron, modificaron y publicaron, a veces con material añadido, con más o menos acierto. El éxito posterior del personaje fue tal que muchos otros autores, algunos tan aclamados como Robert Jordan o Poul Anderson, escribieron novelas basadas en Conan y su mundo. Las historias de los cómics, incluso las inspiradas en relatos originales, fueron transformadas en guiones por autores diversos, según la época y la editorial (aunque el Conan gráfico que permanece en mi memoria siempre será el de Roy Thomas). Así que hay todo un mundo de seguidores, entusiastas e investigadores de Conan dedicados a analizar, recopilar y esclarecer la auténtica historia del personaje, casi siempre utilizando fuentes diversas y de muy diversa autoría. Por eso, si queremos conocer al auténtico Conan, el personaje tal como fue pensado y creado por su autor, es necesaria una labor previa de filtrado, destinada a separar y ordenar la información extraída únicamente de la fuente original, los relatos de Howard, prescindiendo de modificaciones y añadidos posteriores.
Esta iniciativa de Sportula no es la primera en este sentido. Hubo varias editoriales empeñadas en labores similares con anterioridad. El ejemplo más reciente en nuestro país (hasta donde yo sé) es la serie Conan el Cimmerio, de Timun Mas, que incluye traducciones sólo de relatos originales, con seis tomos publicados entre 2005 y 2007. Podríamos preguntarnos: si ya están recopilados y publicados los relatos originales, es decir, si el trabajo ya está hecho, ¿qué aporta esta nueva colección? ¿Dónde radica el valor añadido? Es lo que trataré de contestar en los siguientes párrafos.
En primer lugar, esta colección aporta una nueva traducción de todos los relatos y poemas de Howard, realizada por un gran conocedor y aficionado del personaje, Rodolfo Martínez (creo que a él sí se le puede calificar como auténtico fan). Además de ser una excelente traducción, a mi parecer tiene un punto adicional de originalidad, y es el que se refiere a la adaptación al castellano de poemas como Cimeria, que abre el libro, o La canción de Bêlit. La mayor parte de traductores, al enfrentarse a poemas, suelen optar por respetar la literalidad del texto, lo cual obliga casi siempre a renunciar a la rima, el ritmo y la métrica del poema. Como lectora, me resulta habitual encontrar poemas así traducidos, y suelo leerlos con cierta resignación, consciente de la dificultad que entrañan para el traductor, pero sin que el resultado final llegue a satisfacerme del todo; siempre me quedo con la sensación de que me estoy perdiendo algo. En Nacerá una bruja Martínez toma una decisión cuando menos arriesgada: en vez de traducir literalmente los poemas de Howard crea poemas propios que transmiten la misma idea que los originales. Y en mi opinión sale más que airoso del trance. Así, el poema Cimeria se convierte en cinco quintetos y La canción de Bêlit en un soneto al estilo más clásico. En cualquier caso, el lector que prefiera la traducción literal, puede encontrarla en un apéndice final, junto con el original en inglés. Leyendo ambas traducciones, literal y libre, se aprecia cómo la versión de Martínez respeta las directrices de los poemas de Howard, añadiendo la musicalidad poética que de otra forma se habría perdido sin remedio.
En segundo lugar, en Las crónicas nemedias el orden escogido para publicar los relatos es diferente al de Conan el Cimmerio. Si en este último caso se escogió el orden en que Howard escribió los relatos, en Nacerá… acompañamos a Conan a lo largo de su vida, desde que era casi un adolescente (en La hija del gigante de hielo) hasta que está en la treintena (Nacerá una bruja). Es de esperar que el resto de volúmenes de la serie sigan este orden y nos permitan completar las peripecias vitales de Conan, según su cronología interna más probable. De esta forma, la serie aspira a convertirse en una biografía novelada de nuestro personaje favorito. Y como el propio Rodolfo Martínez señala, no se trata más que de la biografía más probable. Habiéndose escrito los relatos de forma salteada, sin que el autor haya pretendido nunca escribir una historia completa del personaje, es inevitable que surjan dificultades, ambigüedades o incluso incongruencias temporales al ordenar los relatos.
Por último, quizás lo que más valor añade a esta edición sea el prefacio de Rodolfo Martínez, Bienvenidos a la era Hibórea, en el que va desgranando la vida del autor, las peripecias editoriales experimentadas por sus relatos, las claves del éxito del personaje, las características fantásticas pero materialistas del mundo creado por Howard, donde hay poco lugar para criaturas auténticamente sobrenaturales, aunque pueda parecer lo contrario… También realiza un análisis crítico de la obra howardiana, desde una perspectiva actual, pero sin olvidar el contexto histórico en que fue creada. Los relatos reflejan ideas machistas y racistas que no pasarían una mínima criba en nuestros días, pero hay que tener en cuenta que esas ideas eran consideradas socialmente correctas y aceptables a principios del siglo XX, extremo que conviene no olvidar mientras se lee a Howard, si no queremos arruinar nuestra experiencia lectora.
Una de las partes más interesantes del prefacio y que da idea de la dificultad de consensuar un orden para los relatos de Conan es la titulada Ordenando y barajando. Y cómo no, todo está salpicado de anécdotas y curiosidades de lo más jugoso para cualquier aficionado al personaje. Por ejemplo, nos enteramos de cosas como que Howard nunca hizo coincidir a Sonja la Roja y Conan en un mismo relato, ni siquiera en el mismo mundo, o que Conan es el único cimerio que aparece en los relatos originales.
Realmente, este prefacio constituye un auténtico ensayo sobre Howard y su personaje más emblemático. La editorial promete en su página web que cada uno de los volúmenes siguientes de la serie incluirá “un amplio ensayo introductorio”. Si este primero me ha resultado tan completo e interesante, a saber qué nuevas sorpresas nos deparan los siguientes.
La actual edición incluye también numerosos apéndices. En primer lugar, el ya mencionado con los poemas originales de Howard en inglés y sus traducciones literales. Le sigue “La Era Hibórea”, ensayo escrito por el propio Howard sobre la historia (incluso prehistoria) de la época, los territorios y pueblos que la formaron en un inicio, los cataclismos que sobrevinieron dando lugar a importantes transformaciones geológicas y movimientos migratorios, que nos llevan a establecer relaciones de parentesco (por otra parte ya intuidas) entre las naciones y razas hibóreas y las actuales (Estigia y Egipto, los vanires y los vikingos, kushitas y pueblos africanos, shemitas y razas semíticas…). También se nos ofrece una posible biografía de Conan, cuyo origen y dificultades intrínsecas se explican detalladamente en el prefacio, relacionando cada relato con la edad del bárbaro. Hay un extenso listado con descripciones de las ediciones de Conan, en inglés y en castellano, así como mapas e ilustraciones. En definitiva, un paraíso para los aficionados más curiosos.
¿Qué decir acerca de los relatos en sí? Además del indudable interés que tienen para los aficionados o nostálgicos de Conan, ¿son buenos? ¿Merecen la pena incluso para alguien que ni siquiera haya oído hablar con anterioridad de este mítico personaje? Pues yo creo que sí. No debemos esperar relatos con un trasfondo filosófico o existencialista, ni siquiera relatos “con mensaje”. Más bien todos los cuentos giran alrededor de la lucha de Conan contra fuerzas superiores e incomprensibles, y su victoria gracias a su inquebrantable voluntad e indomable ansia de libertad. Pero como bien apunta Martínez en su prefacio, Howard es un narrador nato, sabe contar historias. Y las que aparecen en este primer volumen tienen entidad propia, no son solo “historias de Conan”. Así, La hija del gigante de hielo es como una historia clásica de fantasmas (aunque no aparezcan fantasmas propiamente dichos), con final inquietante incluido. La torre del elefante es la historia de un ladrón que se cuela en una propiedad buscando una joya de incalculable valor y encuentra algo muy diferente. El dios del cuenco tiene todos los elementos de una historia clásica de detectives, con el ya clásico asesinato aparentemente inexplicable. En Rufianes en casa un noble corrupto se enfrenta a un malvado sacerdote hechicero, para lo cual contará con la ayuda de nuestro cimerio favorito, y yo diría que este relato tiene un cierto sabor steampunk. La reina de la Costa Negra puede leerse como una historia de piratas, la búsqueda de un tesoro y el justo castigo a la codicia desmedida.
El valle de las mujeres perdidas tiene un regusto a película de aventuras en continentes lejanos, con hombre blanco y mujer blanca como protagonistas entre tribus negras. Salvando las innegables distancias, me trajo reminiscencias de La reina de África (John Huston, 1951). Nathok el velado o Coloso negro es un relato un poco más largo. Comienza con un ladrón de tumbas que despierta involuntariamente a un maligno sacerdote enterrado hace milenios, lo cual traerá consecuencias nefastas en todos los reinos cercanos. En este caso Conan es un mercenario que termina elevado al cargo de comandante de los ejércitos defensores, y asistimos a la primera batalla campal dirigida por el cimerio, así que tiene todos los elementos al uso en la novela histórica, con caballería, arqueros y lanceros. En Sombras a la luz de la luna Conan huye de una batalla perdida, en compañía de una joven, y juntos desembarcan en una isla poblada de criaturas peligrosas. En este caso, la astucia y prudencia del cimerio jugarán un papel más importante que su fuerza bruta o su habilidad con la espada. Por último, Nacerá una bruja es un relato que contiene todos los elementos para haberse convertido en una novela. Encontramos aquí la típica historia sobre un trono usurpado y la resistencia de los leales a la legítima reina, entre los que se encuentra nuestro protagonista, todo ello aderezado de la correspondiente dosis de brujería. Como curiosidad, es en este relato donde aparece la tan controvertida escena de la película en la que Conan es crucificado y abandonado por sus enemigos en medio del desierto, y aun sabiéndose condenado sin remisión es capaz de matar a mordiscos al buitre que se le posa en el hombro con nutritivas intenciones.
En definitiva y como conclusión, creo que nos encontramos ante el inicio de una colección de libros muy recomendable. Los aficionados y nostálgicos del personaje encontrarán en ella las raíces del mismo, tal como fue concebido por su autor, y grandes cantidades (y calidades) de material adicional que sin duda sabrán apreciar. Los no tan aficionados podrán disfrutar de una serie de relatos entretenidos que van conformando la historia de un personaje que no podrán olvidar fácilmente, y serán capaces de comprender por qué Conan se ha convertido en el mito universal que es y que, como tal, perdura en el tiempo y en los corazones.
Tengo que confesar que nunca he leído nada de Conan. Es más, creo que no se nada más del personaje que la mediocre película con Jason Momoa de hace unos años. Esta puede ser una buena ocasión para leer algo de este mítico personaje. Un abrazo :)
ResponderEliminarSi eres fan del personaje, recomiendo la lectura del interesante prólogo a la antología "La reina de la Costa Negra y otros relatos de Conan" publicado por Cátedra. Desgrana de forma muy detallada el trasfondo de los cuentos del bárbaro y la conexión que tenían con la mente de su creador.
ResponderEliminarUn saludo.
Muchas gracias por la reseña.
ResponderEliminarHa aclarado algunas dudas que tenía sobre la edición, especialmente en lo relacionado con la traducción de los poemas. Me tranquiliza saber que hay una traducción más literal en los apéndices.
Me temo que terminaré comparándola.