Elia Barceló.
Reseña de: Consuelo Abellán Colodrón.
Sportula. Gijón, 2018. Edición digital (ePub). 267 páginas.
Esta es una reedición del primer libro de Elia Barceló, publicado originalmente en 1989 por Ediciones B, en aquella ocasión con presentación de Miquel Barceló. Huelga decir que hoy en día Elia Barceló ya no necesita presentación, por lo que el libro comienza directamente con la obra que le da título. Los relatos que encontramos en esta recopilación pertenecen a la primera época de la autora, y antes de ser reunidos en forma de libro ya habían aparecido, aunque de forma separada, en distintas revistas y fanzines.
No me considero la persona más cualificada para hablar de esta autora, por mis escasos conocimientos de literatura, y porque este es solo el segundo libro suyo que leo. Sin embargo, desde el momento en que leí por primera vez un relato salido de su pluma (“Tinta violeta”, en La Maga y otros cuentos crueles, Cazador de Ratas, 2015), supe que esta autora tiene algo especial y, sin prisa pero sin pausa, tengo la firme intención de ponerme al día en la lectura de su obra. Los relatos que aparecen en Sagrada y los de La Maga son muy distintos, y probablemente corresponden a épocas diferentes de la trayectoria literaria de Elia, pero solo con estos dos botones de muestra, creo que se pueden percibir algunos rasgos de su personalidad como autora que no puedo resistir la tentación de comentar aquí, con la mera intención de compartir mis impresiones como lectora (lo único que puedo aportar).
Si hay una palabra que me viene a la mente cuando pienso en Elia Barceló como escritora es “ecléctica”. Aunque sus inicios literarios, recogidos en este libro, se enmarcan claramente dentro de la ciencia ficción, y siempre será reconocida como una de las grandes damas del género en castellano, creo que Elia nunca ha querido encasillarse, ni es posible encasillarla como una autora de ciencia ficción sin más, en dos sentidos. Por un lado, como es sabido, a lo largo de su ya dilatada carrera ha escrito novelas y relatos de diferente estilo y encuadre, para adultos y para el público juvenil, ensayos y colaboraciones periodísticas tocando diversos temas. Por otro, y por lo que yo no me atrevería nunca a encasillarla en un género, es porque ya desde sus primeros relatos advertimos la mezcla de géneros, ese eclecticismo genial que creo constituye una parte importante de su estilo personal como autora. En este libro hay varios relatos que son buena muestra de ello, como más adelante comentaré.
El segundo elemento que define a Elia Barceló y hace su voz inconfundible en cada una de sus obras es el estilo cuidado al detalle, casi diría mimado, de su prosa, una calidad narrativa y descriptiva francamente difíciles de conseguir, pero que parecen salir sin esfuerzo de su pluma, tal es la fluidez del lenguaje y el dominio de la palabra de que hace gala. Esta delicada prosa, unida a su forma peculiar de construir y narrar las historias, utilizando a veces recursos sorprendentes, tienen como resultado que el lector entre de lleno en los mundos que Elia le propone, realizando una inmersión directa pero sin apenas sobresaltos. Es como si las escenas, los personajes y los hechos nos envolvieran, haciéndonos sentir un elemento más del paisaje que los acompaña y siempre guiados por esa narradora genial que es Elia. Sentimos como si nos llevara de la mano, a veces sin saber hacia dónde, pero el camino y la compañía son tan deliciosos que la seguimos encantados, y que sea lo que Elia quiera.
La obra que da título a la antología y abre el libro, Sagrada, es una novela corta que nos cuenta la historia de Fang Tai, una mujer entrenada desde niña para ser una asesina, la mejor, y eliminar los objetivos señalados por los dirigentes de la Liga de Pueblos, formada por los planetas más desarrollados de la galaxia y con intenciones expansionistas. En el ejercicio de sus funciones, recibe la misión de asesinar a la líder religiosa de un planeta atrasado, al que aún no ha llegado el desarrollo tecnológico y en el que sus habitantes viven guiados por tradiciones mágicas y ancestrales. A su llegada al planeta, Fang Tai se verá inmersa en un mundo que se rige por reglas desconocidas para ella y, aunque siempre lo analiza todo desde su óptica racionalista y científica, encuentra cosas que no puede explicar.
Esta novela constituye un buen ejemplo del eclecticismo al que antes me refería. La primera parte se centra en personajes del mundo “civilizado” y avanzado, y nos muestra su forma de proceder y el elevado nivel de progreso tecnológico alcanzado. Sin embargo, a partir del punto en que Fang Tai llega a su destino y comienza su misión, parece que estamos leyendo una historia de fantasía, llena de magia, seres feéricos y bosques misteriosos. Y no solo eso. Incluso en el primer mundo, en el mundo racional lleno de robots, casas inteligentes y viajes interplanetarios, algunos personajes consultan a los Arcanos (algo así como las cartas del Tarot) tratando de anticipar su futuro. Pero no se trata de una mezcla vana o simplemente formal de géneros. Está hecha con toda la intención, puesto que permite a Barceló enfrentar a lo largo del relato la magia con la tecnología, el progreso con la tradición, la ciencia con la religión, el libre albedrío con el hado fatal… Al final este relato hace reflexionar sobre tantos temas de índole política, moral y social, que comentarlos todos haría esta reseña excesivamente larga. Lo mejor es leerlo, y que cada lector saque sus propias conclusiones.
El segundo relato, Nosotros tres, nos presenta un mundo encorsetado por rígidas reglas y nos cuenta la historia de un rebelde, alguien que quiso utilizar el sistema para escapar de él, alguien que manipuló a los manipuladores. Y nos lo cuenta a través de la mirada (quizás distorsionada) de su mejor amigo, quien fue a su vez manipulado… Una historia muy triste, de rebeldía y conformismo, con un final que causa desasosiego al lector.
Minnie es una pequeña joya, muy cortito, pero perfecto en la forma y en el fondo. No por típica deja de estar magistralmente contada esta historia de mujer enamorada, utilizada y abandonada. Minnie espera en un puerto espacial, inmune al desaliento y ciega a todas las señales, el retorno de Vlad, un mercenario que prometió regresar para llevarla a su mundo. Y el lector o lectora no puede dejar de enamorarse de ella, de su tierna ingenuidad, de su frágil vulnerabilidad y al mismo tiempo de la fuerza inquebrantable de su fe en el retorno del amado, tal y como le pasa al narrador. Es un relato que no me cansaré de releer, aunque termine aprendiéndolo de memoria.
Una antigua ley nos habla de un conflicto personal, derivado de la incomprensión e incomunicación entre las dos especies a las que el protagonista se siente ligado: la suya propia, la especie humana, y la de su mejor amigo, nativo de Monar. En este relato veo un ejemplo de la forma magistral que tiene Elia de introducir al lector en la historia, de captar su atención proporcionando información fragmentada, enredándole emocionalmente con sus personajes y consiguiendo, invariablemente, que seamos incapaces de dejar de leer. En el segundo párrafo de este relato, es decir, nada más empezar, el protagonista se dice a sí mismo:
«No he podido hacerlo de otro modo, no tenía otra salida: para no ser un traidor, he tenido que traicionar dos veces, pero ¿qué otra cosa podía hacer?»
©Cyberdark.net |
Embryo nos habla de la gestación de una invasión alienígena (y en este caso, la palabra “gestación” debe tomarse en su sentido literal). Un relato inquietante, al más puro estilo de libros como La semilla del diablo de Ira Levin o de películas como La Profecía (1976) de Richard Donner. Eso sí, sin connotaciones satánicas ni religiosas en este caso, pero igual de inquietante.
La Dama Dragón es uno de los relatos más extensos del libro, y desde mi punto de vista aglutina varios elementos que lo hacen especialmente interesante. Por un lado, es otra muestra de ese eclecticismo que se aprecia en Elia, porque tiene al menos tres hilos conductores (que al final cuentan una misma historia, entrelazándose de forma magistral) que bien podrían pertenecer a tres géneros distintos: la historia del aterrizaje forzoso y supervivencia en un planeta extraño de una “náufraga espacial” (hilo argumental que se encuadraría claramente en el género de ciencia ficción); el nacimiento de una religión, con la llegada y posterior ascenso a los cielos de su diosa, la creación de su iglesia y la instauración de sus ritos (podríamos llamarlo fantasía); la narración oral de los mitos legendarios, al más puro estilo del mester de juglaría (cantar de gesta, eso sí, salpicado también de fantasía).
Pero es que además esos tres hilos se mezclan entre sí sin solución de continuidad, en un ejercicio formal arriesgado pero efectivo, en el que no hay acotaciones ni entrecomillados cuando hablan los personajes, cambiamos de tiempo y lugar sin preparación ni introducción previas (y, la mayor parte de las veces, sin punto y aparte), de tal forma que los tres hilos constituyen uno solo y van conformando el planteamiento, el nudo y el desenlace de la historia en la mente del lector. En realidad, de tres historias que son una sola, desde diferentes puntos de vista. En cierto modo, y salvando las distancias, este alarde de innovación formal me recordó “El otoño del patriarca”, de García Márquez, escrito como un largo monólogo sin un solo punto. Y aun así se entiende, a García Márquez y a Barceló. Chapeau.
En cuanto al tema del relato, yo lo veo como una crítica a la religión en general. Una crítica descarnada, pero no exenta de ironía y fino sentido del humor, que disfruté muchísimo.
El jardín de las flores que se columpian es un relato extraño. Habla de incomunicación, de incomprensión y de hipocresía. También de alienación y resistencia. Nos cuenta la misma historia desde el punto de vista de cada uno de sus tres personajes protagonistas, un hombre, una mujer y un alienígena. Esos puntos de vista son tan subjetivos y tan diferentes entre sí, que se hace imposible entender la historia sin haberlos “escuchado” a los tres. Y al escribir estas líneas me acaba de venir a la cabeza una idea que quizás estuviese en la mente de la autora o quizás no: ¿los problemas de comunicación entre hombres y mujeres pueden ser tan graves como los que existirían entre humanos y alienígenas?
La mujer de Lot es para mí, junto con Minnie uno de los relatos más entrañables del libro. Quizás es porque la autora se lo dedica a su abuela, y con ella en mente lo escribió. Ese amor y esos sentimientos de afecto traspasan todo el relato, a pesar de que el tema que aborda no es en absoluto amable: la soledad. Y nos habla de la soledad en múltiples aspectos: la soledad de un mundo colonial, desconectado del planeta madre y abandonado a su suerte. La soledad de la vida en un planeta “en construcción”, con sus escasos miles de habitantes separados por enormes distancias y sufriendo escasez de los recursos más básicos. Y la soledad de la mujer, ama de casa, cuando los hijos abandonan el hogar y el marido pasa largas temporadas fuera, dejándola a solas con sus recuerdos, con la añoranza del pasado y de su Tierra natal.
Aquí estamos todos juntos es un relato que no se debe leer hasta no haber llegado a este punto concreto del libro. Es un ejercicio magistral de metaficción que la autora aprovecha para reflexionar sobre la relación entre el autor y sus personajes, el autor y el narrador, el lector y la obra, introduciendo además cierta intriga existencial. No pude borrar de mi cara una sonrisa tontorrona durante todo el tiempo que me llevó su lectura. Otro ejemplo de cómo Elia, con su estilo y su imaginación, coge de la mano a su lector, le lleva a su terreno y hace de él lo que le viene en gana.
El libro se cierra con Piel, otra novela corta, que nos trae en este caso una historia desgarradora. En un mundo donde cada humano y cada androide tiene su función específica en la vida, y las relaciones sentimentales entre humanos están prohibidas, porque desestabilizarían un sistema “perfecto”, Shere, piloto de combate de élite, se sorprende a sí misma deseando algo más que el mero desahogo sexual, socialmente aceptado, con androides creados y entrenados específicamente al efecto. A partir de este punto, la acompañamos en un viaje a los bajos fondos de la sociedad, donde conoce “ilegales”, humanos no registrados por el sistema, que valoran más su libertad que la felicidad artificial que éste puede ofrecerles. Una reflexión profunda sobre la sociedad, las normas, la libertad y las relaciones humanas. Una vuelta de tuerca más a unos temas que creo se pueden considerar recurrentes en esta autora.
En definitiva, y como conclusión, recomiendo este libro a cualquier lector inquieto y curioso. Abre el libro, dale la mano a Elia y déjate llevar por ella. No te arrepentirás.
No sé que me pasa con esta autora, unas veces me encanta y otras veces me cuesta terminar un relato suyo. Quizás es porque el eclecticismo que la caracteriza hace que me tope con géneros que no terminan de gustarme. Realmente tiene unas ideas muy interesantes y algunos de los experimentos que hace son asombrosos.
ResponderEliminarNo solo me encanta Elia como autora en todos sus rangos literarios sino que he disfrutado muchísimo de tu reseña, Consuelo. Espero que pueda pueda leerte muchas más en el futuro <3
ResponderEliminarFeérica, gracias por tu comentario. Sí, es posible que esa versatilidad de Elia la lleve a explorar temáticas y géneros diferentes, y no todos ellos serán del gusto de todos sus lectores. Es lógico. En mi caso, lo que me gusta es que me sorprendan. Con ideas, con imágenes, con giros argumentales, con experimentos formales... como sea, me gusta leer cosas diferentes. Y todo lo que he leído de Elia (en realidad solo dos antologías de relatos) me ha sorprendido, y para bien.
ResponderEliminarUn abrazo
¡Gracias, Archange Maudit!
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