La Tierra Larga /5.
Terry Pratchett / Stephen Baxter.
Reseña de: Santiago Gª Soláns.
Fantascy / Plaza & Janés. Barcelona, 2018. Título original: The Long Cosmos. Traducción: Gabriel Dols Gallardo. 459 páginas.
El largo viaje —o viajes— ha llegado a su final. Este libro no ofrece ni más ni menos que lo que daban los anteriores. Si se ha llegado hasta aquí se disfrutará con la despedida igual que se disfruto con el camino. Si lo anterior no fue de su agrado quizá este tampoco sea su libro. La novela, la saga entera, viene a ser la declaración de admiración de dos aficionados por todo un género: la ciencia ficción. No sólo ya por la enorme cantidad de lugares comunes de la misma que han ido introduciendo en el texto, desde lo mundos paralelos a los ascensores espaciales y otras maravillas tecnológicas, sino por la enorme cantidad de «huevos de pascua», de pequeñas y grandes referencias a los autores, libros o películas que hicieron grande el género. Para el lector veterano es todo un placer ir descubriéndolos. Verne, Sagan, Clarke, Kubrik…, incluido al propio Pratchett y a cierto Bibliotecario. Es un homenaje y una declaración de amor. Pero es también un canto por la tolerancia, por la curiosidad científica, por el entendimiento, por la colaboración y la solidaridad, por la ecología y el cuidado del planeta, por el cuidado de las relaciones familiares y por el respeto a la vejez y a toda la sabiduría atesorada.
Para todos aquellos que se preguntaran qué parte de estos libros, publicados estos últimos tras su muerte, corresponde a Pratchett, su compañero en la aventura escribe un prólogo en el que da cuenta de que todos ellos fueron concebidos y escritos antes del fallecimiento, siendo tarea final de Baxter con este último la de corrección y edición del material que ya habían trabajado juntos, puliéndolo todo según lo tenían hablado y planeado.
Joshua Valienté está cansado y ve que necesita otro de sus periodos sabáticos, lejos del mundanal ruido, lejos de hecho de toda la humanidad. Tiene ya 67 años y lejos queda el Día del Cruce. Así que emprende un viaje en solitario hacia los Altos Megas justo en el momento en que una extraña señal despierta el interés, tan sólo momentáneo, de la externet de la Tierra Larga. Un mensaje de apariencia alienígena y que repite en cualquier idioma en que se decodifique: «Uníos a nosotros». Diversas personas y estamentos emprenderán la investigación de la señal, de su procedencia, significado y objetivo que parece atañer a todo homínido y toda criatura inteligente de la Tierra Larga. Son momentos de reflexión para varios de los protagonistas de la saga. Agnes, en un cuerpo que no envejece, siente que ha llegado el momento de decir adiós tras una vida plena. Nelson Azikiwe, antiguo pastor, cambia su perspectiva de ver el mundo ante la noticia de que tiene un nieto, al que habrá de salir a buscar. Lobsang se encuentra recluido en sí mismo, en un periodo de meditación que le aleja del mundo, sin desear en realidad volver al mismo. Todos ellos emprenderán viaje de una u otra manera, y todos descubrirán que los peligros acechan de la forma más inesperada en cualquier rincón, o mundo, de la Tierra Larga. Pero aún imbuida de cierto tono crepuscular, la serie sigue respirando ese espíritu de insaciable curiosidad juvenil, del goce por la exploración y descubrimiento, de la insatisfacción de no saber qué hay un paso más lejos, de la pura aventura.
La novela sigue el mismo esquema de «cuaderno de viajes» algo disperso mostrado ya en todas los anteriores, saltando de forma episódica y fragmentaria de un protagonista a otro, abarcando quizá demasiado dado la inmensidad de la propuesta. Y en esta ocasión no van a saltar sólo de una Tierra a otra, sino que deberán aprender a cruzar allá donde nunca hubieran imaginado, algo que implica un proyecto de dimensiones titánicas y una empresa que compete a toda la humanidad. Se debe llevar a cabo un enorme salto tecnológico casi a ciegas, lo que llevará a algunos a oponerse a todo el proyecto, y que deberá implicar el esfuerzo común de un enorme número de personas, tanto de los Siguientes como de los Cortitos, y aún de la colaboración de Trolls y otras razas homínidas de las tierras paralelas.
Más allá del tema común a toda la saga: la exploración física y filosófica de los nuevos territorios, del nuevo modo de vida de la humanidad que tan bien refleja comportamientos del pasado, hay otros como la vejez y la mortalidad, la finitud, la familia o la necesidad de comprender a los demás, sobre todo a aquellos a los que se ama, antes que juzgarlos sin haber vivido lo que ellos han pasado, que sobrevuelan buena parte de sus páginas como cuestiones de calado. Es, sin duda, una despedida, pero no llega a ser todo lo emotiva que quizá debiera. Los protagonistas principales se han hecho «mayores», rozando ya los 70 años. Algunos sienten que han llegado al final del camino, algunos morirán, y existe un cierto aire de fin de ciclo. Los protagonistas están pasando el testigo a una nueva generación, y el tema de las relaciones familiares y de la descendencia cobra gran importancia. Es así un fin, no obstante, que abre nuevos horizontes, que invita a mirar el futuro con maravilla e ilusión, a no cerrarse a las posibilidades. Un renovado entusiasmo ante un camino que se intuye lleno de maravillas —y también alguna amenaza—. Es, con todo lo que encierra, una novela muy positivista, que presenta también una tímida denuncia de la huella ecológica que la humanidad está imponiendo de forma devastadora al planeta, aunque abogando porque quizá no sea del todo tarde para aprender de todos los errores acumulados en el tiempo.
Hay una sensación agridulce al cerrar el libro. Ha sido un entretenido y largo camino, lleno de maravilla, pero se antoja que podría haber dado más, al tiempo que se echa en falta de alguna manera en este tramo final la mano de Pratchett, cuyos temas preferidos sobrevuelan sin duda todo el texto, pero cuya acerada mirada se encuentra de alguna manera un tanto ausente. Y no es que Baxter no lo haga suficientemente bien con el material compartido, que lo hace, sino que es muy difícil, imposible, emular a quien fuera tan grande como el creador del Mundodisco. Ante cierta falta frialdad, característica de las obras de Baxter, se echa en falta la calidez de Pratchett, su fina ironía, su inclemente pero amorosa mirada sobre el ser humano, que se encuentra aquí tan sólo en algunos ramalazos y pinceladas. Sin dar todas las respuestas y dejando en el aire un futuro de lo más intrigante y sugerente para la humanidad, El Largo Cosmos es, para los que han disfrutado de los libros anteriores, un buen y necesario cierre a la saga, una apertura al universo, una invitación a seguir soñando y a seguir explorando. Lástima que Pratchett se apeara demasiado pronto, pero es una forma de seguir recordándolo. Speak his name.
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