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sábado, 6 de octubre de 2018

Reseña: Tiempo extraño

Tiempo extraño.

Joe Hill.

Reseña de: Santiago Gª Soláns.

Nocturna ediciones. Col. Noches negras # 7. Madrid, 2018. Título original: Strange Weather. Traducción: Pilar Ramírez Tello. 570 páginas.

Este volumen reúne cuatro novelas cortas de muy diferente temática, de lo realista a lo más abiertamente fantástico o sobrenatural, respirándose, eso sí, en todas ellas una atmósfera singular y rara, extraña en efecto. Y surgiendo de cada historia, de muy diferente enfoque, un horror común destilado de la maldad que unos seres humanos son capaces de hacerles a otros en las circunstancias adecuadas, impulsados por el miedo, por la ambición, por la tristeza, por el simple sadismo, por el deseo de autoridad o por mera desidia. Si todavía tenía algo que demostrar bajo la alargada sombra de su padre —que más bien no—, aquí Hill se sacude cualquier duda que pudiera quedar sobre su capacidad como fabulador y magnífico creativo con estilo propio. Historias ingeniosas e imaginativas, despojadas de toda paja, que van de lo más personal a lo universal. Un ingenio que roba los recuerdos. Un tiroteo en un centro comercial. Una insólita estancia sobre una nube. Una lluvia mortal. Cuatro propuestas de muy diferente cariz que permiten al autor demostrar su dominio de los diferentes narradores, puntos de vista y creación de personajes memorables, desde el adolescente que empieza a descubrir el mundo al anciano que se resiste a dejarlo pasando por la joven enamorada que ve cómo ese mundo se ve destrozado. Intensas y entretenidas.

© Gabriel Rodríguez
La primera de ellas, Instantánea, acerca su propuesta a un horror sobrenatural, con la irrupción de un elemento extraordinario en la tranquila vida de un barrio residencial de Cupertino, California, a finales de los ‘80 del siglo pasado. Michael Figlione, un creativo adolescente, narrador en primera persona del relato, en un caluroso día de verano descubre en su patio a Shelley Beukes, la ahora anciana vecina que años ha cuidaba de él como niñera cuando era un niño pequeño. Se encuentra desorientada, perdida, confusa, asustada del Hombre de la Polaroid que dice le está robando partes de su vida y a quien todos interpretan como uno de sus delirios. Pero la tormenta se acerca y sus relámpagos bien podrían confundirse con la súbita luz de un inclemente flash fotográfico. De la remembranza de aquel dramático momento de la juventud del protagonista, surge la nostalgia de los recuerdos perdidos, de una enfermedad demoledora que roba todo lo que una persona ha vivido, lo que conforma su esencia. Un relato sobre la memoria y la identidad, y lo que su pérdida comporta. Sobre la soledad de los ancianos, sobre el amor que sigue siendo entrega aún cuando ya no encuentra el reconocimiento del ser querido. Carga quizá demasiado las tintas en un tramo final que, a modo de epilogo, intenta cerrar el círculo de la vida del joven con su gusto por desarrollar dispositivos tecnológicos, pero aún así sigue siendo un prodigio de sentimientos que deja emocionalmente tocado al lector, sobre todo a quien haya convivido con alguna persona afectada por el horror del alzheimer.

© Zach Howard
Cargado, con sus casi 200 páginas, es la novela corta más larga del volumen y la única que se puede considerar realista como tal, bordeando el terror bien conjuntado con el género negro. Hill trabaja sobre la historia de dos personajes cuyos caminos parecen destinados a cruzarse en la ciudad de St. Possentti, Florida, con unos eventos que se inician en 1993 y tienen su culmen en 2013. Randall Kellaway, veterano de Irak, dado de baja del ejército con deshonor, amante de las armas y en proceso de separación de su mujer, trabaja en la actualidad como vigilante de un centro comercial. Aisha Lanterglasss, una periodista que en su infancia fuera testigo de la muerte de su hermano a manos de los errores y los prejuicios de la policía, lucha desde la tribuna del periódico para el que trabaja contra la desigualdad racial, los abusos de las fuerzas del orden y las injusticias cometidas contra las minorías. Cuando la historia de un tiroteo en un centro comercial muestre algunas fisuras no dudará en investigarlas. Entre medio una serie de personajes que van construyendo un drama que nadie hubiera podido imaginar iba a suceder, pero que una vez iniciado se antoja imposible de detener. Cuando la oportunidad de convertirse en un héroe, sobre todo si le permite hacer uso de alguna de sus armas, salga al paso de Randall, el agobiado hombre siempre deseoso de hacer sentirse orgulloso de él a su hijo no dudará en tomarla por la mano. Quizá no salga como esperaba.

De telón de fondo un devorador incendio, voraz, que oculta el cielo con sus cenizas y que amenaza con alcanzar la ciudad y calcinar alguno de sus edificios. En primera plana la denuncia de la facilidad y permisividad para conseguir armas en los EE.UU., y la lacra que suponen los tiroteos en lugares públicos para una sociedad de alguna manera enferma. Hill indaga en las motivaciones de los asesinos, en las pasiones que puede haber detrás del crimen, en los prejuicios raciales y religiosos, la desinformación periodística, la exaltación de la figura del héroe, la cultura de las armas en los EE.UU., la violencia doméstica o las consecuencias de un hogar roto a través de una historia de suspense, un juego del ratón y el gato convertido en una imparable tragedia. Una obra dura con un final cruel y demoledor, quizá demasiado ambiguo, que vuelve a dejar tocado al lector con el asesinato de todas las esperanzas.

© Charles Paul Wilson III
Con un tono algo más ligero que el anterior, y un toque casi surrealista, en En el aire un grupo de jóvenes se dispone a cumplir uno de los últimos deseos de una amiga recientemente fallecido: saltar en paracaídas. No obstante Aubrey, uno de ellos, que en realidad sólo se ha apuntado por su amor no correspondido por Harriet —quien fuera la mejor amiga de la finada—, pronto descubre que no es capaz de hacerlo. Pero las circunstancias conspiran contra él y de alguna manera terminará sobre la superficie de una nube, esponjosa pero extrañamente sólida, a más de tres mil metros de altura sobre la Tierra.


© Charles Paul Wilson III
Lo que allí le acontezca, con una extraña cualidad pseudo onírica, hábilmente mezclado en el relato con los recuerdos del grupo musical que Harriet, June —la joven fallecida— y el propio Aubrey formasen en su pasado, conforma una historia de autodescubrimiento y autoconocimiento, de afianzamiento de la personalidad, de necesidad vital y de búsqueda de un lugar propio sobre el mundo. Una historia repleta de imaginación y cierta conmovedora ternura, aunque la crítica implícita hacia los actos y decisiones pasados y presentes del protagonista sea de lo más descarnada. La habilidad de Hill es conseguir que el lector pase de un cierto desagrado hacia Aubrey a un franco interés y simpatía por su persona sin forzar en ningún momento la situación. Lo que uno hace por amor, ¿verdad?… Aunque, ¿es amor en realidad? Conviene no confundirlo con el mero deseo.

© Renae de Liz y Ray Dillon
Cerrando el volumen Lluvia muestra el comienzo de una catástrofe y el posterior viaje a través del apocalipsis que la misma ha causado. Un buen día, cuando llega la tormenta, del cielo en vez de caer chuzos de agua caen afiladas y puntiagudas agujas de cristal —de fulgurita se descubrirá luego—. Todo aquel que no se encontrase a cubierto dentro de las casas va a resultar aguijoneado y mutilado hasta la muerte por la enorme fuerza destructora de tan inusual tormenta. Reina la desolación, la confusión y el miedo a que cada vez que llegue la lluvia vuelva a reproducirse un fenómeno que no se sabe si es algo natural consecuencia del cambio climático o si detrás hay algo artificial y mucho más ominoso fruto de la mano humana. Tras la desgracia inicial, la joven Honeysuckle se sentirá impelida a emprender un viaje, desde Boulder a Denver, hasta el hogar del padre de su novia. Un corto viaje, no obstante, repleto de peligros ante la nueva situación creada.


© Renae de Liz y Ray Dillon
Sectas del fin del mundo, traficantes del este europeo, soldados que intentan voluntariosamente poner algo de orden sin grandes resultados, franquicias que intentan echar una mano de la mejor manera que saben, convictos que no dudarán en aprovechar el momento, conspiraciones terroristas y un presidente incompetente ampliamente superado por las circunstancias… Y siempre la amenaza de que la lluvia vuelva a descargar muerte desde las nubes, con todo lo que eso comporta, pues si no vuelve a llover agua ¿cómo sobrevivirá la flora y la fauna del planeta? El horror palpable de la situación, y la reflexión sobre los prejuicios de género, se solapan con la resignación de quien ha visto demasiadas atrocidades, demasiados cadáveres. Llega un momento en que la mente se satura y se desconecta para no quebrarse, pero la virtud es no dejarse vencer e intentar seguir haciendo lo correcto incluso cuando todo tu mundo está destrozado. Y a veces hacer lo correcto implica también tener un puntito perverso.

Cuatro historias de muy diferente calado, pero de excelente facturación todas ellas —unas mejores que otras, como siempre suele suceder cuando se reúnen obras de tan diferente enfoque y temática—. Novelas cortas con una prosa muy cercana y agradable, con una estupenda creación de personajes, mimando con cuidado la creación de caracteres desde los protagonistas a los secundarios —hay alguno de estos francamente inolvidable aún su poco papel—, repletas de referencias a la cultura popular, al acervo común compartido de forma cómplice con el lector. Magnífica lectura, a cuyo disfrute ayuda como ya es habitual la buena factura, en todos sus aspectos, de la edición española.

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