Alma Katsu.
Reseña de: Santiago Gª Soláns.
Alianza editorial. Col. Runas. Madrid, 2019. Título original: The Hunger. Traducción: Natalia Cervera. 343 páginas.
Por muy bien atados que se piense están hay planes que se tuercen desde el principio, proyectos que parecen nacer malditos, expediciones que llevan en su seno la semilla de su desgracia. Al estilo, pero con su propia personalidad, de lo que Dan Simmons hiciera en El Terror, Alma Katsu toma un dramático y desgraciado hecho histórico de la colonización de los incipientes EE.UU., espeluznante de por sí y con todos los componentes de la mejor tragedia —y si no se estaba al tanto del mismo es toda una invitación a profundizar en la realidad de tan desventurados acontecimientos—, y permitiéndose las necesarias e imprescindibles licencias literarias e históricas lo transforma en una ominosa pesadilla que persigue a cada una de las familias embarcadas en la llamada Expedición Donner. La tensión se masca desde el mismo inicio del relato, con un conjunto de personas con un destino común, pero con demasiados secretos como para mantenerse unidas. Deberán enfrentar el desierto, el frío de las montañas, la pérdida del ganado, las misteriosas muertes y desapariciones, las disensiones internas, la falta de provisiones y el hambre…, un hambre que les persigue y no es como el que ninguna persona haya sentido antes. Katsu factura una ficción histórica con buenas dosis de horror, una pizquita de gore y un toque sobrenatural proveniente del folklore de los nativos americanos…, o quizá no. Adentrarse en sus páginas es adentrarse en las profundidades del alma humana.
Mayo de 1846. Bajo la desafortunada jefatura de George Donner parte desde Springfield, Illinois, una caravana de pioneros camino de California. Cada uno de los futuros colonos tiene sus particulares razones para unirse a la misma. Al inicio del camino acompañan a un grupo mayor, el de la expedición Russell, pero cuando este toma dirección hacia Oregón, la caravana quedará de nuevo a su albur en una ruta recientemente abierta hacia el oeste, el atajo de Hastings, que quizá no sea tan propicio como anticipaban. Las ilusiones con las que emprenden el camino, las esperanzas de un mañana mejor en el que sus males queden atrás, pronto se trocan en agonía por la dureza del camino y de las pruebas a las que el grupo debe hacer frente. El prólogo se encarga de dejarlo bien claro: el destino de la expedición no es sino sucumbir al horror.
La gran amplitud de las praderas y los horizontes abiertos camino del Oeste se presentan no obstante claustrofóbicas. La oscuridad de la noche está plagada de amenazas, reales o imaginadas. Los peligros acechan, algunos traídos por ellos mismos, otros ajenos. Las montañas se antojan ya infranqueables. Y a dolorosos problemas los pioneros se enfrentan con terribles soluciones. El camino va a estar señalado por decisiones no siempre acertadas, un liderazgo cuestionado, elecciones desafortunadas, suministros menguantes y penurias crecientes, recelos y tensiones inevitables, y un hambre que va más allá de lo físico.
La autora va estructurando el relato en partes que reflejan un mes de expedición, evitando momentos superfluos, recortando cualquier pasaje que no aporte profundidad, y haciendo avanzar fluidamente la narración gracias al establecimiento de unas interesantes dinámicas de grupo entre los colonos que saltan de un personaje a otro con agilidad. Cada parte, cada mes, se cierra además con un salto atrás en el tiempo, mostrando escenas determinantes del pasado de algunos de los protagonistas principales, profundizando en los secretos, muchas veces inconfesables, que les impulsaran a iniciar el viaje. De diferentes extractos sociales, con mentalidades e ideas muchas veces enfrentadas, con distintas profesiones religiosas, mientras el foco salta de uno a otro, queda claro que los colonos llevan la semilla de la división, la disensión, la envidia, el egoísmo y la perdición desde el inicio a bordo de sus carretas.
La autora, desde el respeto, se toma las debidas licencias y libertades sobre los hechos históricos conocidos para llevar el relato a su terreno. Dentro de la coralidad de su propuesta, de las casi noventa personas que componían la caravana, entre adultos, niños y adolescentes, se centra en un puñado seleccionado de sus componentes, cediendo el protagonismo a unos pocos de ellos. Así el relato va a ir alternando el punto de vista narrativo, y por tanto el foco de atención, dando cuenta de las desavenencias dentro del grupo, las discusiones personales, los celos, la lucha del poder por el liderazgo de la caravana, el reparto de culpas, los incipientes y condenados amoríos, y el cambio de lealtades conforme las desgracias les golpean de forma inexplicable.
El relato compone un impresionante fresco sobre la condición humana, sobre los monstruos que acechan en el corazón de cada persona. El deficiente líder George Donner, siempre al borde de la indecisión, frágil y contradictorio. El atormentado Charles Stanton, un soltero obsesionado por una tragedia personal que le impide avanzar en sus relaciones. Edwyn Bryant, ex periodista, escritor e investigador que busca en las historias de las tribus indias respuestas a algunos de los misterios que han salpicado su vida. La esposa de George Donner, Tamsen, siempre temiendo que sus conocimientos de herbología y su belleza hagan que el resto de los colonos la tachen de bruja, algo de lo que, no obstante, no duda en aprovecharse; y sus hijas, con especial hincapié en Elitha y sus visiones y voces de gentes que no están ahí. La humanitaria, pero indecisa, Mary Graves, y su numerosa familia agobiadora y controladora. El desgraciado Thomas, un nativo americano obligado a servir de guía allá dónde no desearía haber ido. El apocado James Reed, líder de la expedición cuando Donner colapsa, con un deseo en su corazón que le va a meter en un problema insoluble. El matón John Snyder y su querencia por imponerse a quienes considera más débiles. Lavinah Murphy y su férreo dominio sobre su familia mormona. El esquivo Lewis Keseberg y sus sonrisas mezquinas y sin humor...
La mayoría de estos protagonistas está huyendo de su pasado. Han optado por dejar toda su vida atrás y empezar de nuevo en California, pero es inevitable que sus secretos les persigan, y en muchos casos terminen por alcanzarlos. La tragedia en ciernes tiene tanto que ver con las malas condiciones atmosféricas, la pésima preparación y los contratiempos naturales como con las maldiciones que cada uno lleva consigo. Las aciagas predicciones se acumulaban incluso antes de que aparezca el primer cuerpo horriblemente mutilado, con los huesos despojados de carne habiendo sido respetada tan solo su cabeza. ¿Se trata de un ataque de lobos o algo mucho más terrible acecha en la llanura? ¿Por qué ciertas tribus de nativos americanos hacen ahora sacrificios humanos y a quién o qué se los dedican? ¿Está el mal allá fuera o les acompaña en el interior de una de sus carretas? ¿Qué es ese hambre que crece en alguno de ellos, insaciable, ese deseo irreprimible, ese impulso al que no pueden negarse?
Mientras, quizá, presencias siniestras aguardan en la oscuridad más allá de los fuegos de campamento, lo que de verdad produce terror es aquello que unas personas aparentemente de lo más normales pueden llegar a hacerle a sus congéneres. Comportamientos que se tildan de inhumanos, pero que en realidad son demasiado humanos, impropios de cualquier otro ser. Parece que, en efecto, algo les sigue, amenazando la integridad de los incautos que se alejan de la seguridad del campamento, pero es el reflejo de las vivencias de los colonos lo que da cuenta del verdadero horror, aquel que sale de dentro de ellos, acompañándoles en silencio como un oscuro pasajero, buscando una manera de manifestarse y de desatar una vileza inconfesable y terrible. El ansia de poder, los prejuicios religiosos, el racismo con claras muestras de desprecio hacia los guías nativo americanos, la violencia sexual, la depravación, los comportamientos más innobles cuando se piensa que nadie observa... ¿Enfermedad o maldición? A veces las cosas se confunden y es fácil creer lo que más convenga a cada cual; la autora da pie a ello. En todo caso el elemento sobrenatural se antoja en realidad menos aterrador que la constatación de la cara oscura que cada cual porta en su interior, de la pendiente hacia el salvajismo que recorren los colonos, convirtiéndose algunos de ellos en los auténticos monstruos de la historia.
Conforme avanza la expedición y los pioneros se enfrentan a todos los problemas, a sus poca preparación, a la falta de víveres y a los sacrificios, el lector sentirá el frío, el aislamiento, la angustia y desesperación, el horror y el sacrificio, sentirá el hambre… Quizá el cierre, pasado el apoteosis esperado, resulte un tanto anticlimático después de tanta tensión soportada, pero es perfectamente acorde al evento histórico y coherente con todo lo que Katsu ha venido narrando hasta el momento. Un final, como anticipaba el prólogo, envuelto en horror. No podía ser de otro modo.
Tu reseña me ha dado ganas de leerlo y eso que de primeras no me llamaba mucho la atención. Así que buen trabajo.
ResponderEliminarMuchas gracias por la parte que me toca. Espero que te guste como me ha gustado a mí ;-)
ResponderEliminarSaludos