Javier Miró.
Reseña de: Santiago Gª Soláns.
Triskel ediciones. Col. Formato micro. Sevilla, 2019. 297 páginas.
La Rebelión tenía una fecha marcada ya en el calendario, Javier Miró y Triskel aprovechan su llegada para pulir, repasar y reescribir en cierta forma la novela uno y para inaugurar con la misma su nueva colección de bolsillo los otros. Uno de los principales problemas de las novelas de futuro cercano es que pronto son alcanzadas por el presente y se convierten así en ucronías. Como tal, pues, debe de leerse hoy en día esta novela definida en su momento como distopía —un término cajón de sastre como ninguno hoy en día— cuya acción tiene lugar ahora en parte de un pasado, un presente y un futuro alternativos, en un Madrid post catastrofista —aunque también se podría abogar que la catástrofe sigue teniendo lugar— víctima del colapso, la guerra y la anunciada rebelión. La novela, obra de debut en su momento, ha «sufrido» un largo camino editorial, siendo publicada anteriormente por el propio autor en 2013 y por Triskel un año después en una versión más alargada que la presente, y que para la ocasión ha sido revisada por Miró para pulir y podar aquellas deficiencias que como obra primeriza hubiera preferido no incluir, eliminando casi un 40% de la longitud original. Cabe advertir que no he leído aquella versión primigenia, así que la presente reseña se refiere exclusivamente a esta edición «definitiva» en el nuevo Formato Micro de la editorial. Una novela postapocalíptica y ucrónica, violenta y cercana, con un presente demasiado posible, que hubiera podido ser el nuestro —que todavía podría ser— con solo que la Historia hubiese tomado un pequeño desvío. Inquietante.
Madrid, 2024. Una ciudad devastada, en ruinas, violenta, anárquica y peligrosa; dividida en dos, el centro, controlada por el gobierno y con un nivel de vida aceptable, incluso con ciertos lujos, y los barrios rebeldes, depauperados y sin más ley que la del más fuerte. Álex el Mono espera su ejecución encerrado en una aislada celda donde no hay nada más que su persona. Pero, ¿cómo ha llegado a encontrarse en esa situación? Entre recuerdos y alucinaciones irá surgiendo una estremecedora historia de combate, coraje, traición y muerte. El relato de cómo el Colapso, una gran depresión que dejó el mundo patas arriba y casi acabó con la civilización, propiciara la Guerra cuando los invasores tomaron el país —¿de dónde vinieron, quiénes eran, quién les apoyaba? Ni se sabe ni falta que hace saberlo—, y el final de esta llevó a la inevitable Rebelión, cuando los plometas se negaron a entregar sus armas al Nuevo Gobierno y a renunciar a una libertad tan duramente conquistada.
Miró elige no narrar la historia de una forma lineal, sino mediante saltos temporales, analepsis y cronología desordenada. Empezando el relato in media res y mezclando, además, la narración en tercera persona con escenas en primera desde el punto de vista de Álex, recuerdos que le asaltan con fuerza arrebatadora. Algo que consigue un efecto hipnotizador, que sumerge de forma cómplice al lector, con una pasión casi voyeurística, en el drama que es en realidad la vida del protagonista. Sus años de infancia feliz, desdibujados, cuando el mundo todavía era un lugar agradable, su familia —sus padres, su hermana Irene—, el duro despertar de la adolescencia y la pérdida de la inocencia, las amistades forjadas por los años de combate, la dura supervivencia… Memorias que vienen y van en medio de delirios y torturas, conformando un tapiz del que apenas se van ofreciendo fragmentos, una labor de retales que solo en las últimas páginas adquirirá su imagen completa.
Aunque el relato es de alguna forma coral, con la presencia de algunos de los principales actores del conflicto en primer plano, el protagonista indiscutible es el Mono, y el resto de personajes están allí por su relación con él y por la participación en su historia. Álex es un personaje complejo, definido por sus actos, modelado poco a poco, con mucho mimo y cuidado, forjado por la lucha y participante de un juego de sombras, de sospechas justificadas pero tal vez erradas, que guiarán su camino sin quizá saberlo él mismo. Un joven perdido, un Peter Pan resabiado y carnal, un hombre atormentado y de alguna manera arrepentido, y cuyo principal amor es su Kalashnikov —un arma que dará lugar a algunas de las mejores tramas de la narración—. Centrados los focos en él, el relato es necesariamente localista. Álex sabe poco o nada del mundo exterior, de la situación en el resto de España, así que el lector tampoco va a saber de ello. Eso da una mayor sensación de inmediatez, de claustrofobia y encierro en una ciudad que se ha convertido en el mundo entero, como poco para los que allí viven, donde tan sólo importa el aquí y ahora. No hay nada más, no importa nada más. Ni falta que hace.
El autor luce una prosa afilada, pulida, combativa, con las descripciones justas y precisas, y unos diálogos crudos, callejeros, llenos de tacos e insultos, reflejo de la procedencia de cada participante de la conversación, que sirven tanto para definir a cada personaje como para situar la acción en su contexto, en una sociedad enferma, depauperada, de combatientes que apenas abandonan la adolescencia sin haber conocido otra cosa que la lucha. Miró conjuga los elementos del relato con acierto, desde los policías corruptos a las mujeres fatales —qué gran personaje es Aury—, desde los niños que deben buscarse la vida —terrible la resignada aceptación de la prostitución— a los revolucionarios de manual que aman el desorden.
Rebelión 20.06.19 es una novela de acción, dinámica, violenta y realista, llena de referencias sexuales. No es una novela alegre, no hay lugar para epifanías ni romances —aunque la ilusión y la esperanza se nieguen a ser pisoteadas y siempre se mantenga la ilusión de encontrar el amor o la felicidad—. No da descanso. Sólo se va encontrar algún remanso de paz en los recuerdos de unos tiempos pasados que ya no existen. Y es precisamente en su descripción de la disolución e intento de recomposición de la sociedad anterior, en la crisis económica y sus desastrosas consecuencias, esas que todavía podemos ver nosotros a nuestro alrededor, donde encierra también una sublectura de lo más interesante, que nunca llega a apoderarse del relato pero se agradece en medio de la crudeza, con una crítica nada velada a las prácticas deshumanizadoras del capitalismo, a la explotación del individuo, las desigualdades de clase o al totalitarismo político. El caos, parece decir, no es un estado demasiado deseable, pero algo hay que hacer con lo que tenemos entre manos. ¿Serás parte del problema o de la solución?
[P.S. Por cierto, la novela no viene acompañada de ningún mapa, pero con hacerse con un buen plano de Madrid es más que suficiente].
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