Ismael Martínez Biurrun.
Reseña de: Santiago Gª Soláns.
Alianza editorial. Col. Runas. Madrid, 2019. 222 páginas.
Hay ocasiones en que sólo leer el título de un libro ya crea intriga sobre su contenido. ¿A qué se referirá el autor con su elección? ¿Qué relación tendrá con la trama? ¿Qué se puede deducir del mismo, qué sugiere antes de comenzar siquiera la lectura? En sigilo (Del lat. sigillum. 1. m. sello (utensilio para estampar en el papel). 2. m. Impresión que queda estampada por el sigilo. 3. m. Secreto que se guarda de una cosa o noticia. 4. m. Silencio cauteloso.) todas y cada una de las definiciones del diccionario pudieran ser aplicables al nombre de la novela. Y es que a lo largo de una trama llena de sugerente misterio tan importante va a ser el símbolo, el dibujo, el sigilo dibujado en una ceremonia que va a tener especial relevancia en el crescendo de la narración, como el secreto familiar que atormenta incluso a quien permanecía al margen del mismo y el silencio cómplice guardado durante demasiado tiempo. Los pecados del padre que deben pagar los hijos, los socios laborales no demasiado de fiar, personas carismáticas que convencen a otras de las más peregrinas ideas siempre en beneficio propio, la sociedad mercantilista que aprieta hasta ahogar impidiendo ver cualquier salida digna, ignominias familiares, la imposible huida del pasado, sectas, ritos de magia negra, fantasmas…, conforman un thriller, casi realismo mágico, entre lo mundano y cotidiano y una leve irrupción de lo fantástico, oscuro sin llegar al terror, descarnado, intrigante, intimista, asfixiante... Terrible porque lo que de verdad da miedo es la realidad social más que el fantasma que se limita a mover de sitio por la noche pequeños objetos de la casa familiar.
Benidorm. Magaly es una dominicana que cuida de Claudia, una mujer mayor, dependiente, que siente a su lado la presencia de su difunto marido. Y, ¿quién sabe?, Magaly podría decirle que quizás Rafael está tan cerca como lo imagina. Su hijo mayor, Fede, es el vigilante de la inmensa mole del Alpha Centaury, un rascacielos inacabado y condenado a la demolición por un fallo estructural, quien va a ser tentado por una oferta ilegal difícil de rechazar, sobre todo cuando la vida no le dispensa excesivas alegrías. El menor, Andrés, sordomudo como secuela de una enfermedad infantil, es un hombre desesperado que, aparcado en un área de descanso de la autopista, busca un golpe de suerte en forma de extorsión a un empresario con mucho que esconder. Una familia resquebrajada, a la espera todavía del último acto del drama, encarnado en un hombre llamado Coppel retornado desde un pasado que todos habían intentado olvidar, donde se ejecute el golpe de gracia.
En el Benidorm real del día a día cotidiano, contemplado a través de los ojos de aquellos que viven y trabajan en sus calles todo el año y alejado del idílico paraíso para turistas y jubilados retratado por la publicidad, los protagonistas van a ir alternando el punto narrativo repartiéndose unos capítulos breves de manera no cronológica exactamente. Mientras la historia se desenvuelve, en general, de manera lineal a lo largo de los días entre encuentros, desencuentros y dilemas, para uno de los protagonistas parece haberse quedado congelada en un momento determinado, desarrollándose a una velocidad más lenta, acorde al horror de la situación, a lo claustrofóbico del momento, en ese (Abajo) terrible adelantado y desgajado del resto de la narración, tendiendo, sin embargo, a la confluencia con el resto de personajes para el final de la obra.
Personajes, todos los principales al menos, que deben responder a sus particulares tentaciones, elegir su camino para labrarse un futuro mejor, menos amargo, y escapar de la derrota continua en que están inmersas sus vidas, enfrentando sus miedos y fantasmas —algunos de forma literal—. Perdedores, o casi perdedores, a la deriva buscando una última puerta hacia la salvación, una tabla a la que aferrarse que evite en el último momento el desastre absoluto. Fede debe sopesar si la generosa oferta le compensa los posibles problemas de dejar subir a lo alto del rascacielos a un grupo de personas en la medianoche del día siguiente, al tiempo que debe lidiar con los sentimientos contradictorios y los celos causados por una relación sentimental con una mujer que cree en el poliamor y a cuyo otro «novio» quiere odiar sin conseguirlo del todo. Andrés debe valorar si merece la pena usar la información que ha recibido cambiando las penurias propias por las ajenas. Magaly debe considerar si está justificada la vuelta a un pasado que creía atrás para siempre en un retorno a prácticas mágicas de su tierra natal. Claudia debe descubrir si la presencia confortadora de su marido difunto a su lado no conlleva un precio que quizá no sea ella quien vaya a pagar. A unos les tienta el mero dinero, otros buscan la revancha con eventos del pasado, otros solo desean algo de paz.
La memoria y los recuerdos son también fantasmas del pasado, dispuestos a resucitar con toda su carga de dolor y deseos de venganza. Las cicatrices pretéritas empiezan a supurar, reabiertas las heridas, ahogando un presente ya de por sí miserable. Martínez Biurrun, con un férreo dominio de la prosa, del tempo y del ritmo, va levantando poco a poco el telón de la obra ofreciendo retazos del lienzo que se oculta tras sus sombras, sin desvelarlo del todo hasta prácticamente el final. Unas descripciones precisas, un lenguaje claro y directo, y unos diálogos concisos y realistas consiguen que el lector se sumerja en la lectura de forma inmersiva, preguntándose dónde encaja cada pieza en la historia familiar, en la construcción del drama que inevitablemente transcurre ante sus ojos. Y que nadie lo dude, es un drama de grandes proporciones a pesar de lo terrenal que resulta todo, de los apuntes casi costumbristas, de las pinceladas de crítica social con especial incidencia en la crisis del ladrillo y sus terribles consecuencias, de la irrupción de lo fantástico en un relato tan descarnadamente realista que pudiera dejar con la duda de si el elemento sobrenatural sucede como se nos ha narrado o se trate quizá de una fuerte alucinación. El cuidado de las personas mayores y la problemática de la dependencia, la precariedad laboral y los salarios de miseria que fuerzan a simultanear varios trabajos para conseguir apenas subsistir, la realidad de la inmigración y el desarraigo, el capitalismo deshumanizador, el maltrato infantil, la indefensión ante líderes mesiánicos que juegan para beneficio propio con la credulidad e ilusiones de sus acólitos… Problemas que el barniz fantástico resalta todavía más.
Con el telón ya alzado en su totalidad el lienzo adquiere su mayor dimensión en una relectura, permitida por la brevedad de la propuesta, que confirma la milimétrica construcción de las tramas y sus giros, del encaje de todas las escenas, de las pistas que se han ido recopilando sin darse cuenta, de todo lo sugerido más que contado, del horror tras la historia familiar, de la perfecta cuadratura de una historia circular. Cuando ya no quedan sombras para esconder la miseria, el lienzo se revela tan doloroso como bello. La verdad duele y el desenlace no podía ser menos.
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