Stuart Turton.
Reseña de: Santiago Gª Soláns.
Ático de los Libros. Barcelona, 2018. Título original: The 7½ Deaths of Evelyn Hardcastle. Traducción: Lorenzo F. Díaz. 496 páginas.
Este ha sido para mí uno de esos libros a los que se llega por casualidad y resultan una más que grata sorpresa. Un libro cuya acción transcurre en ocho días que son el mismo día sin convertirse en El día de la marmota, y cuyo protagonista es un montón de protagonistas. Un misterio ambientado a principios del siglo XX, asesinatos que no lo parecen, una mente errante de cuerpo en cuerpo, una señorial mansión rural a un paso de convertirse en ruinas en medio de campos semiabandonados, señores de alcurnia extravagantes y pagados de sí mismos, y sirvientes casi sin voz pero que no pierden detalle, fantasmas del pasado, un destino inexorable, un juego de identidades, un bucle temporal, un calidoscopio que con unas mismas piezas cada vez que se mira ofrece una imagen distinta, un thriller gótico de investigación... A caballo entre las historias de Agatha Christie, Downton Abbey, Origen (Inception) y Quantum Leap Turton factura una remarcable novela de debut.
Entre el distanciamiento introspectivo de no tener un personaje protagonista fijo —aunque sí una voz protagonista— y la inmediatez de una acción no precisamente frenética —aunque depende mucho de cada encarnación concreta—, la intriga ocupa el lugar principal del escenario. Hay que dejarse llevar por mucho que al principio uno se encuentre tan perdido como el mismo narrador. La confusión inicial del lector tan sólo es reflejo de la del propio protagonista. Día a día, pista tras pista, conforme la trama va tomando consistencia y el cuadro presenta cada vez una imagen más completa, el autor plantea una curiosa formulación de la profecía autocumplida. Si el protagonista no conociera ciertas cosas o no recibiera ciertos consejos, ¿actuaría como actúa? ¿O son sus movimientos guiados precisamente por el sentimiento de estar reviviendo algo ya realizado y, por tanto, inamovible?
La mansión Blackheath, la distribución de habitaciones y algunos escenarios remarcables. |
Una estructura tan imaginativa como inteligente que fuerza al lector a estar atento al más mínimo detalle, a tomar nota de todo aquello que se cita casi de pasada pero que más tarde se va a revelar de singular importancia. Nada es lo que parece y todo, todo lo que se cita tiene su lugar exacto en la trama. Cada pista es certera, aunque las deducciones de un día pueden demostrarse muy equivocadas al día siguiente bajo la óptica adecuada. Enemigos y aliados se confunden. No puede fiarse de nada ni nadie, ni siquiera de sí mismo debido a su desmemoria. Los significados pueden variar según la perspectiva del observador. Diabólicamente entretenida, es mucho más que la simple historia detectivesca. Turton no juega —demasiado— al engaño, presenta todas las cartas boca arriba, aunque la baraja no es como ninguna que el lector conozca y debe descubrir el significado de cada «naipe» conforme avanzan las páginas y se suceden las sorpresas, los giros y los descubrimientos envenenados. Incluido un dilema imposible, ¿resolver el crimen y salvarse uno mismo, salvar a Anna, salvar a Evelyn o darlo todo por imposible? En la vida es muy difícil, por no decir imposible, tenerlo todo. Aquí no iba a ser diferente.
Los sospechosos son muchos y cambiantes. Las ausencias son tan significativas como las presencias. El pasado siempre encuentra el modo de tomarse la revancha. La resolución del misterio es impecable y debidamente sorpresiva con una doble pirueta que esconde la verdad tras una primera revelación más previsible; aunque la explicación del propósito del escenario, del por qué el protagonista se encuentra allí o de la naturaleza del médico de la plaga y sus medios e intenciones, aunque presentes, quizá sean lo que menos redondo se antoja y lo que finalmente plantea más preguntas sin respuesta. Un salto al vacío sin red. Una agradable sorpresa. Un juego del gato y el ratón donde los papeles cambian a cada momento. Una lectura, ya lo he dicho, remarcable.
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