Mariana Enríquez.
Reseña de: Consuelo Abellán Colodrón.
Anagrama. Col. Narraivas hispánicas. Barcelona, 2019. Imagen de cubierta: The Picture Art Collection / Alamy Stock Photo. 667 páginas.
Nuestra parte de noche, ganadora del Premio Herralde de Novela del pasado año 2019, nos habla de Juan, un padre empeñado en hurtar a su hijo Gaspar del destino cruel que su familia –los Reyes-Bradford– le tiene planificado, y que no es otro que el que él mismo tuvo que sufrir. Y es que esa familia lidera desde hace generaciones el culto a la Oscuridad, una práctica esotérica que requiere de crueles rituales, en los que nadie tiene la seguridad de salir ileso –o íntegro–. Para llevar a cabo este sangriento Ceremonial, se precisa la intervención de un médium, papel nada deseable, desempeñado hasta entonces por Juan y que Gaspar parece estar destinado a heredar.
La presencia de lo sobrenatural impregna toda la novela. Por supuesto, está la Oscuridad, nacida de la imaginación de la autora. Pero la novela está plagada además de referencias y alusiones a otras devociones y santos autóctonos de Argentina, como el culto a San La Muerte o a San Güesito. Prácticamente no hay un solo personaje en la novela que pueda ignorar la influencia sobre su vida de oscuras fuerzas ocultas. Algunos lo intentan pero, en general, no salen bien parados. Otros las buscan y tratan de utilizarlas a su favor. Tampoco el lector puede en ningún momento sustraerse a esa presencia ominosa que parece respirar a través del texto.
De esta forma, tenemos una novela oscura, en la que se respira un ambiente enrarecido y asfixiante, que en ciertos aspectos recuerda a La última partida, de Tim Powers. En concreto, hay cierto paralelismo, por un lado, en la forma en que Enríquez mezcla en su novela la realidad histórica, de todos conocida, con esas fuerzas sobrenaturales subyacentes. Por otro, la relación padre-hijo es uno de los temas centrales en ambas novelas, aunque el tratamiento sea diferente. Me extenderé un poco más en cada uno de estos dos aspectos.
Además de hablarnos del viaje vital de Juan y Gaspar, Nuestra parte de noche nos lleva a momentos emblemáticos de la historia reciente. Gran parte de esa historia coincide con los años de la dictadura militar en Argentina, el terrorismo de estado y los desaparecidos. De esta forma, el horror y violencia de los rituales mágicos, así como el absoluto desprecio de los líderes de la Orden por las vidas humanas –las ajenas, claro– se mezclan con el horror, la violencia y el mismo desprecio por parte de la clase dirigente argentina de la época. No en vano la familia Reyes-Bradford, descubridora de los médiums y cuna del Ceremonial, pertenece a esa élite privilegiada. La forma en que el horror sobrenatural y el horror histórico se mezclan en esta novela es, sencillamente, genial y sobrecogedora.
En seis partes de diversa extensión, la novela nos lleva a través de la historia de Argentina, desde 1981 hasta 1997, por lo que aparecen como telón de fondo los desaparecidos de la dictadura y la identificación de sus restos, años después, la militancia armada de la guerrilla, la represión, el exilio y el retorno. Hay también un salto temporal y geográfico al Londres de los años 70, donde jóvenes privilegiados mezclan drogas psicodélicas y ocultismo…
El otro punto en común entre Nuestra parte de noche y La última partida es la relación padre-hijo. En la novela de Tim Powers ambos están abiertamente enfrentados desde el principio. En el libro de Enríquez ese enfrentamiento también aparece, pero es más taimado, más sutil, se va fraguando con los años y nace básicamente de la incomprensión de Gaspar y de la opacidad de su padre. Este nunca le explica sus actos, gran parte de su estrategia protectora consiste en mantenerlo absolutamente ignorante de su herencia familiar y de su propio pasado. Ese desconocimiento por parte de Gaspar no deja de tener consecuencias, sobre su vida y sobre las de sus seres queridos. De esta manera, uno de los temas de reflexión que plantea la novela es si la ignorancia es o no una buena forma de protección.
Por otro lado, Nuestra parte de noche no está contada de forma lineal, y eso le añade encanto y contribuye a despertar el interés del lector. El personaje central es Gaspar, el último vástago de una familia con una larga y cruenta historia previa, que el lector irá reconstruyendo gracias a las frecuentes escenas retrospectivas que salpican la novela. Pero hay muchísimos otros personajes memorables, alguno de los cuales resultará conocido para los lectores habituales de Mariana Enríquez, o para quien haya leído la antología Insólitas, narradoras de lo fantástico en Latinoamérica y España (Páginas de Espuma, 2019).
Además, distintas partes del libro podrían ser tratadas como libros aparte, no solo por contar historias que se sostienen por sí solas, sino por las reminiscencias que despiertan en el lector, por los distintos sabores literarios que evocan. Por ejemplo, la parte de la novela en la que se narran los sucesos que acaecen durante la adolescencia de Gaspar tiene un cierto aire –salvando las distancias, que no son pocas– a las historias de Stephen King protagonizadas por adolescentes, como El cuerpo –adaptada al cine bajo el título Cuenta conmigo– o Christine. Otros pasajes de la novela introducen al lector en mundos paralelos y extraños, de sabor muy weird.
Ya se puede adivinar que el libro tiene una extensión considerable, y es también considerablemente denso. Toca multitud de temas, aparte de los ya mencionados: habla del sentimiento de culpa, incluso cuando los hechos que lo provocan estaban fuera de nuestro control, de madres ausentes y madres tóxicas hasta alcanzar lo monstruoso, de sacrificio y de amor, en toda la extensión de la palabra, de ansias de poder y abuso del mismo, de los medios para alcanzarlo, de amistad y lealtad, de traición y desengaño…
A pesar de esta densidad, o precisamente gracias a ella, Nuestra parte de noche es una novela que se saborea, se disfruta de principio a fin. La prosa de Enríquez es fluida y precisa, bella en general, pero también descarnada y cruel cuando la historia lo pide. Y lo pide a menudo. La autora no utiliza eufemismos ni elipsis a la hora de describir actos violentos, agresiones y mutilaciones varias, con profusión de vísceras y fluidos, pero no llega a caer en el gore. El objetivo es causar repulsión, sí, pero la justa y necesaria, sin recreación gratuita en la violencia.
En definitiva, una novela muy recomendable para los amantes del terror sobrenatural, incluso del horror cósmico al estilo Lovecraftiano. La disfrutarán también quienes gusten de libros con personajes complejos y relaciones no obvias ni trilladas entre ellos, los que busquen lecturas que provoquen sensaciones, aunque a veces sean contradictorias, y que hagan reflexionar. En general, recomendable para cualquiera que aprecie la buena literatura. Y recomendada para leer despacio, paladeándola con calma, e incluso releerla a continuación.
Mariana Enríquez es una de mis autoras favoritas. Su fuerte es el relato, por eso no me extraña que el libro se puede dividir en partes que se entienden bien por sí mismas. Necesitaba leer este libro, pero después de tu reseña mucho más. Gracias, Consuelo, y un enorme abrazo.
ResponderEliminar¡Muchas gracias, Archange! Pues sí. Puedo asegurar que el libro contiene al menos un relato (puede que más).
ResponderEliminar¡Abrazote!