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miércoles, 28 de julio de 2021

Reseña: La Luna implacable

La Luna implacable.
La Astronauta 3.

Mary Robinette Kowal.

Reseña de: Santiago Gª Soláns.

Oz editorial. Col. Oz Nébula. Barcelona, 2021. Título original: The Relentless Moon. Traducción: Aitana Vega. Ilustración de portada: Gregory Manchess. 576 páginas.

Presentada como la tercera entrega de la serie de La Astronauta esta novela sería más bien un spin off de la misma, con una «nueva voz» narradora en primera persona, Nicole Wargin, personaje que ya apareciera como secundaria en Hacia las estrellas, y con la acción desarrollándose en paralelo a la del segundo libro, El destino celeste, reflejando el estado de las cosas en la Tierra y en la Luna mientras Elma York, la protagonista de las anteriores, se encuentra inmersa en su viaje a Marte. Para la ocasión Kowal ofrece a los lectores una ciencia ficción que se sumerge sin tapujos en el thriller de espías y saboteadores en nuestro satélite, un lugar donde con el más mínimo daño se puede causar un trastorno enorme. Desarrollando a fondo las potencialidades de la ucronía previamente planteada —una Tierra al borde del colapso que pronto quedará inhabitable y una celérica carrera espacial para intentar encontrar en Marte un nuevo hogar para la humanidad—, siguen aquí muy presentes los temas políticos, y las críticas a los prejuicios raciales y sexistas —la autora no se muestra precisamente sutil con ello, ni falta que hace ante temas tan peliagudos—, añadiendo para la ocasión ese regusto de novela negra y la inclusión de referencias a ciertas enfermedades que otorgan una nueva dimensión reflexiva al texto.

Marzo de 1963. Nicole Wargin, una de las primeras mujeres astronautas, todavía en activo, y esposa del gobernador Kenneth Talbot Wargin, se encuentra en la Tierra a la espera de una nueva misión que la lleve a la Luna soñando con que algún día le permitan pilotar uno de los grandes cohetes, los Sirius IV. Mientras tanto compagina su trabajo en la CAI —la Coalición Aeroespacial Internacional— con el apoyo a su esposo en las procelosas aguas políticas de la nueva capital de los EE.UU., Kansas City. En ambas funciones deberá enfrentarse a la posibilidad de que una serie de accidentes e incidentes violentos no sean casualidades, sino una decidida campaña de sabotaje contra el programa espacial.

La primera parte de la novela tiene lugar en la Tierra, con las crecientes tensiones creadas por el malestar social, por la carestía de trabajo y de alimentos que afectan a gran parte del orbe, y por los equilibrios de gasto entre mantener a la población con un mínimo de calidad de vida y dedicar ingentes inversiones a un programa espacial que es la única salida para la supervivencia de la humanidad. Una inversión que muchos no terminan de aceptar y que hace que una parte de la población, miembros de
La Tierra Primero, se rebele, incluso realizando violentos atentados contra la CAI y los políticos que la apoyan. Mientras tanto, ¿pueden ser los fallos en las instalaciones de entrenamiento, en el motor de un avión o en el despegue de un cohete meros accidentes o hay algo más detrás? ¿Es un envenenamiento alimentario sufrido por uno de los dirigentes del programa algo casual o ha sido intencionado? Muchos interrogantes que dan pie a la tensa situación que luego tendrá lugar en la Luna, en la segunda y tercera partes que componen el total de la novela.

Con un poderoso elemento de ciencia aplicada La Luna implacable casi se podría considerar como una auténtica novela de misterio en una casa o instalación aislada. Kowal ofrece detalles de astrofísica, de matemáticas y trayectorias orbitales, de física y efectos de la gravedad lunar, junto a toda una acertada especulación sobre los parámetros científicos y tecnológicos que habrían de desarrollarse para llegar a establecer una colonia viable en la Luna, un asentamiento con visos de convertirse en permanente y autosuficiente para sus habitantes. Pero lo hace como trasfondo para el perfecto escenario cerrado en el que se están cometiendo toda una serie de sabotajes que los protagonistas deberán tratar de evitar, mientras lidian con la resolución de las consecuencias causadas por los mismos e intentan contestar las cuestiones de quién o quiénes se encuentran detrás de los mismos y de cuáles son los mecanismos de los se valen para causarlos. La Base Artemisa en la Luna es un asentamiento internacional donde además, para añadir más leña al fuego, las tensiones raciales y las muestras de prejuicios de género siguen a la orden del día, sobre todo cuando Eugene Lindholm, una persona de color, deba asumir la responsabilidad de ponerse al frente de la administración del lugar.

La Luna es un lugar poco propenso para la vida humana, donde cualquier pequeño problema podría tener consecuencias catastróficas desencadenando el desastre. La Base Artemisa es un hábitat cerrado, habitado apenas por unas trescientas personas, donde el trabajo en equipo y la colaboración entre especialistas de muy diversos campos resulta imprescindible para su buen funcionamiento. Y vaya si va a hacer falta. Van a surgir multitud de problemas, algunos que podrían considerarse normales, otros indudablemente causados por la mano humana. Toda una concatenación de fallos y de errores potencialmente catastróficos, de rompecabezas y textos cifrados por resolver, misterios y desapariciones imposibles con los que lidiar, dilemas morales y dudas científicas a las que sobreponerse. Y de sospechas, muchas sospechas. La situación creada es tal que —casi— toda la gente que rodea a Nicole es sospechosa de ser un potencial tierraprimerista saboteador. El gesto más nimio, la amabilidad inesperada, la colaboración no solicitada…, levantan inevitables recelos y suspicacias. La desconfianza y la paranoia resultan inevitables. La situación lleva a la protagonista a dudar de casi todos en una base, y alrededores, donde los paseos lunares están garantizados, en que los fallos se acumulan y las soluciones urgen. Por suerte la colonia se encuentra habitada por algunas de las mejores mentes que el programa espacial ha podido captar y que no dudan en poner su inteligencia al servicio de resolver los problemas. Por desgracia alguna de esas mentes podría ser precisamente la mano oculta tras los sabotajes.

En el centro de toda la acción
Nicole es una mujer madura, en la cincuentena, que sabe lo que quiere y la mejor manera de conseguirlo. Su apariencia amable esconde un interior de acero que pocas cosas podrían resquebrajar, siendo una de ellas la preocupación por su marido. Experta piloto espacial, descifradora de códigos, inteligente y con habilidades insospechadas, por supuesto, no carece de debilidades, como un principio de artritis en los dedos de los pies o cierto desorden alimenticio, pero ha aprendido a usarlas en su favor, haciendo de la necesidad virtud. No es perfecta, y su cuerpo la traiciona en más de una ocasión. Pero lo suyo es sobreponerse a los tropiezos y dar su mejor versión en las peores circunstancias. Eso sí, no siempre lo consigue. En definitiva, es un personaje multifacético y muy humano, que aporta a la acción una visión madura de la vida, del matrimonio, de las relaciones, de la carrera laboral —donde tiene que lidiar con la misoginia y el desprecio profesional de los que la subestiman por ser mujer— o política —con un papel limitado casi al de florero acompañante del que ella se empeña en salir—. Es consciente del privilegio de clase y de raza con los que ha crecido, pero sabe usar esa educación para apoyar causas justas contra el racismo o la discriminación por sexo que observa a su alrededoer, luchando las batallas que otras personas no pueden luchar. Aunque se mantiene en forma, a pesar de ciertos achaques, y está llena de recursos, no es una heroína de acción; lo suyo es más darle uso a la mente, aún cuando esta se encuentra confusa por circunstancias personales.

Junto a ella brillan personajes de las anteriores novelas, como los Lindholm, Myrtle y Eugene, Helen Carmouche o Natahniel York, dándoles la oportunidad de crecer y demostrar sus potencialidades. Personajes que por muy mal que les vengan repartidas las cartas no pierden de vista el objetivo del bien común, dando una atmósfera de esperanza realmente de agradecer a temas terribles de otra manera. A las cuestiones raciales o de género Kowal une interesantes reflexiones médicas muy de actualidad, más aún teniendo en cuenta que la novela se escribió antes de la pandemia de Covid-19. A través de la inclusión de un brote de una enfermedad prácticamente erradicada en nuestra sociedad occidental como es la de la poliomielitis se apuesta por la importancia de las vacunas y de la vacunación universal. Y de una enfermedad con escasa presencia en nuestro presente a otra que está trágicamente extendida: la anorexia, mostrando tanto los incapacitantes efectos en las personas que la sufren como la mejor forma de actuar en aquellos que se encuentran cerca de la persona enferma. En un segundo plano, además, haciendo oídos a las acusaciones de mojigatería que algunas críticas hicieron recaer sobre los primeros libros, Kowal incluye con cierta sorna y humor en sus diálogos, cartas y ensoñaciones de algunos de los personajes unas cuantas alusiones picantes —tampoco nada explícito— para dejar claro que la mojigata era Elma, y no la autora ni el resto de personajes.

© ESA - P. Carril
En otro orden de cosas, ante el hambre, la pobreza y la falta de futuro de la Tierra es casi inevitable empatizar con las demandas y peticiones, si bien no con los métodos, de los tierraprimeristas. Eclipsadas un tanto por la sombra de la pura aventura, de la resolución del misterio y de la cascada de problemas causados por los sabotajes en la Luna, no resulta del todo sencillo obviar ciertos problemas en el fondo del proyecto. Vale que la tierra lleva camino de convertirse en inhabitable, con la subida de las temperaturas, el aumento de los desastres naturales y demás, pero resulta difícil justificar ante la población general, sin una formación explícitamente científica, el esfuerzo de colonizar el inhóspito y hostil Marte, con el traslado de materiales y colonos,en vez de construir esas mismas estructuras protectoras y productivas bajo la superficie de una Tierra devastada pero que no requiere del viaje espacial. A lo que hay que sumar la imposible aceptación de la  eugenesia necesaria para llevar a término lo planeado. Hay grandes grupos demográficos que no van a poder viajar al planeta vecino, bien sea por consideraciones médicas, físicas, psíquicas o educativas. Pero entonces, ¿quién está capacitado para decidir quién se convierte en colono y quién se queda atrás? Difícil decirlo y algo sobre lo que lamentablemente se pasa en el relato un tanto de puntillas, dado que queda fuera del ámbito de acción de Nicole.

Dentro de la serie esta novela sigue fiel al retrato de una carrera espacial paralela a la nuestra, fruto de la cooperación y no de la competitividad internacional, que aún así refleja todos los prejuicios reales que mujeres y personas de color debieron enfrentar en su momento para acceder a un puesto en la misma. Como parte de ese escenario mayor, para quien ha leído ya —en orden, como debe ser por otra parte— El destino celeste resulta muy interesante ir viendo reflejados algunos de los sucesos allí acaecidos en el día a día de Nicole y sus compañeros, algo que si bien resta una parte de dramatismo al conocer en cierto modo de antemano una parte del desarrollo de la acción y de su desenlace final en el cuadro más general, no quita nada de dramatismo y emoción a lo que está sucediendo en la Luna en particular. Aunque la acción se cierra de una manera autoconclusiva, no se puede considerar en absoluto independiente del resto y, de hecho, la autora ha avanzado ya la posibilidad de una cuarta entrega, algo ciertamente grato visto el camino que aún le queda por recorrer a la humanidad en este universo hasta instalarse en su nuevo hogar marciano.

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